3.2.11

Un invierno en la isla maldita

Lo importante no es quién era el asesino en aquella historia sino dónde se desarrollaba: en una isla. En la isla de El Negro

El escritor sueco Johan Theorin. foto:Quique García.fuente:elmundo.es

Johan Theorin es sueco, pero antes de leer a los clásicos suecos (el matrimonio que formaron Maj Sjöwall y Per Wahlöö), leyó a Agatha Christie. Su novela favorita era 'Los diez negritos'. "Nunca me planteé que pudiera descubrir al asesino, y casi mejor porque nunca lo hubiera adivinado", dice. Pero lo importante no es quién era el asesino en aquella historia sino dónde se desarrollaba: en una isla. En la isla de El Negro, para más señas. Porque por entonces Theorin aún no lo sabía pero acabaría obsesionándose con la isla de Öland. Hasta el punto de viajar con un mapa encima.

"Siempre me pareció un misterio. Las islas siempre lo parecen. Están ahí, aisladas y cuando estás en tierra firme te preguntas qué pueden estar haciendo sus habitantes en ese preciso instante", asegura el escritor, dedicado a escribir una tetralogía criminal (con familia de fondo) situada en Öland, la isla maldita. "No sé si los fantasmas existen, pero sé que hay una leyenda que asegura que vuelven a casa por Navidad", dice Theorin. Esa leyenda es precisamente la que abre el libro.

Pero todo empieza cuando los Westin deciden mudarse a Öland. A un caserón de los que a Theorin le dan miedo. "Si hay algo que me dé más miedo que la oscuridad son las casas grandes. En Suecia parece que si tienes una casa grande todos tus problemas se han acabado, pero para mí no sería así", asegura el escritor. El caso es que los Westin se mudan a la isla, en la que prácticamente no vive nadie durante el invierno (es una isla de casitas de veraneo), y Katrine, la chica, no tarda en morir, dejando a su marido solo con sus dos hijas.

"Joakim se queda en la isla porque no quiere abandonar el sueño que ambos tenían de vivir allí, y tampoco quiere abandonar a Katrine, porque siente que en cierto sentido ella sigue viva allí", cuenta Theorin. La encargada de investigar el supuesto asesinato de Katrine es una chica recién llegada de la ciudad, menuda y poco convincente (en tanto que agente de la policía), que tiene que reabrir la comisaría (pues estaba cerrada). "De hecho, la verdadera comisaría de Öland aún permanece cerrada", dice el escritor.

Además de Joakim, sus hijas y la policía, en la isla mora una banda de atracadores que invocan al espíritu del satanista Aleister Crowley cada vez que planean desvalijar una casa para preguntarle si deben o no hacerlo. "Es como el espíritu guía. Crowley era un materialista, así que siempre lo he visto como una especie de santo para los ladrones", dice el autor, que en cierto sentido a exorcizado su propio dolor a través del del protagonista.

"El duelo por la muerte de mis padres está en la novela, porque ambos murieron mientras la escribía y no pude evitar dejarme llevar", explica Theorin, que dice que las historias que cuenta "no podrían suceder en ningún otro lugar". "Ningún otro lugar podría resultar tan desolador en invierno", añade el escritor, que dedica cada uno de sus libros a una estación. El anterior correspondía al otoño y este, al frío invierno.

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