20.3.15

No, 'ragazzo', no; no soy una 'bambola'

Massimo Carlotto y Marco Videtta escriben un thriller en el que, por fin, las mujeres dan los tiros

Partisanas italianas durante la II Guerra Mundial./elmundo.es

¡Atención, pregunta!: ¿quién dijo que el 'thriller' era un territorio alicatado hasta el techo de machismo rampante? Pues que sepa que estaba muy, pero que muy equivocado. Basta con hojear 'Ksenia' para certificarlo. Aunque, para ello, sea necesario ponerse antes un chaleco antibalas. No vaya a ser que se escape un tiro desde algún párrafo y acabemos liando una parda en mitad de la librería.
Mujeres. Mujeres al borde de iniciar un ataque de 'uzis'. Mujeres cabreadas, armadas y peligrosas. Mujeres con pistolas ametralladoras dentro del bolso. Con cócteles molotov junto al pintalabios. Mujeronas que se enfrentan a hombrecillos corruptos del modo más contundente que existe. A tiros. Sin compasión. De una forma acelerada, 'tarantiniana', socarrona, repleta de acción. Cargándose hasta al apuntador de una 'película' escrita a lo largo y ancho de 367 páginas que no dejan ni un minuto para tomar un poco de aire fresco. Mujeres que, como la Knesia del título, una siberiana de 20 añitos, decide ponérselo complicado a sus extorsionadores. Una forma de entender el feminismo. Quizá tan válida como otra cualquiera. Pero seguro de lo más efectiva.
Mujeres como Luz, Eva o Sara, sus tres compañeras en una empresa de lo más sangrienta cuya primera entrega, esta novela, es la puerta de entrada al ciclo 'Las vengadoras', escrito a cuatro manos por Massimo Carlotto y Marco Videtta, y publicado en España, con su impecable sello de profesionalidad más que demostrado, la editorial Navona en su colección de novela negra.
¡Bienvenidas sean estas cuatro 'reinonas' porque parecen dispuestas a poner un tiro en la frente de todo italiano ful y puñetero que se cruce en su camino!
Lo resume, bastante bien, la rotunda frase que aparece en la contra de cubierta del libro: "Enfurecer a una mujer es peligroso. Enfurecer a cuatro es de locos". Y tanto que sí. Que se lo digan si no a los hermanos Fattacci, dos de los damnificados por la venganza que sirven, cual plato de espaguetis calentitos esta vez, las cuatro señoritas que protagonizan esta genial saga. Ahí va un parrafito de muestra. Que os aproveche:
Los hermanos Fattacci estaban ocupados en interpretar el sentido de un artículo en el periódico 'Messaggero' que contaba lo que les había pasado a Sereno Marani y a don Mario.
-No entiendo un pepino -se rindió Fabrizio-. ¿Pero quién puede haber jodido a Marani y a ese capullo del barman? Y además, justo en el lugar que habíamos preparado para la siberiana.
-¡Bah! Será una banda nueva, de locos. Coreanos, mexicanos, gente de esa -contestó Graziano, ocupado en otros pensamientos-. Yo estoy pensando en cómo nos piramos de aquí. Necesitamos ponernos en contacto con doña Assunta, que saque pasta para el abogado.
-Y también para que nos haga la vida más fácil en esta mierda de sitio. Estoy harto de comer la bazofia del talego. Eh, ¿te acuerdas cuando íbamos a las tiendas y cogíamos o que queríamos?
La mirilla de la puerta blindada se abrió y apareció el rostro de un agente penitenciario.
-Preparaos, os transferimos a otra sección.
-¿Cuál? -preguntó sorprendido Graziano.
-No tengo ni idea -contestó el guardia-. Solo sé que en cinco minutos os pasan a recoger.
Cuando la llave giró en la cerradura con el clásico ruido de hierro, los Fattacci se encontraron frente a seis agentes, el típico equipo listo para calmar los ánimos en caso de protestas.
-No me gusta un pelo -murmuró Fabrizio.
Cargados con sus pertenencias, recorrieron el pasillo de la sección acompañados por las miradas de afrenta de los detenidos. En la rotonda a la que daban las otras secciones, fueron acogidos por un brigadier especialmente divertido, que se unió al grupo.
Al final llegaron al último portón, el de la nueva sección a la que estaban destinados.
-¿Pero esta no es la sección de los travestis? -preguntó Fabrizio.
Graziano no contestó. De un salto se agarró a los barrotes y empezó a gritar.

19.3.15

Sueños de trenes

El narrador Denis Johnson contruye una historia sobre el destino y la fatalidad con tintes de tragedia griega


Vías de tren./ Rubén Díaz Cavledes./revistadeletras.net
“Estaba completamente solo en su cabaña del bosque, hablando solo y sobresaltado por su propia voz. Hasta su perra se había largado a alguna parte, y no había vuelto a pasar la noche con él. Se quedó mirando cómo el fuego parpadeaba en las ranuras de la estufa y el telón movedizo de oscuridad total que lo rodeaba.”
Una novela es el relato de lo que sucede en el transcurso de un tiempo determinado, pero también el ritmo al que esta avanza permite una metáfora temporal. Existen novelas que avanzan como un reloj de cuerda, en el que el paso del tiempo se intuye pero, si miramos las manecillas, no se ve; otras avanzan como un reloj de arena, en el que el tiempo transcurrido se va acumulando fruto del constante trasvase de arena del bulbo superior al bulbo inferior; otras, en cambio, avanzan como un metrónomo, en el que el tiempo absoluto no existe porque lo que importa es el constante martilleo de cada brazada.
Hay quien sostiene que el comienzo de un libro, las primeras frases o el primer episodio, marcan de forma definitiva el resto de la obra; hay quien, exagerando, sostiene que lo importante es dar con la primera frase, y que cuando se acierta con ella el resto del libro se escribe solo. Lo que sí parece cierto es que el tono con que se empieza el relato suele dar un atisbo del tono en que se desarrollará la historia con posterioridad, y el caso de este Sueños de trenes, de Denis Johnson, se cumple a la perfección: sin ningún tipo de introducción, el narrador nos pone ante un intento de linchamiento mediante una descripción aseada y rítmica como un metrónomo.
La historia de Sueños de trenes es la historia de Robert Grainier, un peón que se alquila por horas o por trabajo realizado para los más diversos oficios, uno de los cuales, relacionado con el ferrocarril, le dejará una profunda huella: tender puentes que salvan precipicios.
Literatura Mondadori
Literatura Mondadori
La dureza de la vida salvaje no permite distracciones ni está condicionada por sutileza alguna: en la lucha del hombre contra la naturaleza, la supervivencia depende tanto de la capacidad de adaptación como de la benevolencia del medio, es realmente la otra cara de la epopeya de la conquista de los grandes espacios y la domesticación de lo salvaje; la existencia está sujeta a  tantos imprevistos, es tan precaria, que la supervivencia suele sustentarse más en el azar que en la habilidad: nunca la vida de un ser humano es tan barata como en un mundo de pioneros; y la ayuda que puede esperarse de un compañero siempre estará supeditada a las necesidades propias: la forma que toma el compañerismo es “te invito a beber si no tienes dinero, pero no esperes que te salve la vida si, con ello, la mía entra en riesgo”.
El tren, el leit motiv que recorre todo el libro igual que su existencia recorre la vida de Grainier, supone uno de los principales elementos civilizadores: los pioneros, con su sola presencia, humanizan el paisaje, los poblados constituyen la avanzadilla de unas sociedades en formación, los caminos posibilitan la comunicación y el intercambio, pero el elemento realmente civilizador es el que permite el transporte masivo de bienes y el trasvase de individuos.
La historia de Grainier es una historia trágica y el tratamiento narrativo que le confiere Johnson bebe más de la tragedia griega clásica que de las reformulaciones posteriores.
“Viviendo en el Moyea, con tantas pequeñas tareas para distraerse, se olvidaba que era un hombre triste.”
La marca del destino trágico es indeleble, no hay ninguna posibilidad de escapar del hado, los reveses que se sufren se encajan con la conformidad de la inevitabilidad, y ni siquiera es posible la expresión de los sentimientos: quien no es capaz de mostrar alegría, pues jamás ha tenido motivos para ello, tampoco, como si se hallase ante la otra cara de la misma incapacidad, se siente tan triste como para mostrar pesar, acepta las desgracias como si formaran parte de una inapelable cuota, y nunca se pregunta por la justicia en ese reparto de las adversidades, siendo lo máximo que puede experimentar una alelada confusión. ¿No hay pues, esperanza? No, a las vidas marcadas por la tragedia no se les permite la esperanza ni en los sueños.
“A veces se acordaba de Kate, de aquella chiquilla preciosa, pero no a menudo. La de su hija era una historia tan triste. Apenas había estado despierta, mucho menos viva.”
Los seres marcados por un destino trágico no pueden desprenderse ni siquiera de su pasado, un pasado que les acecha, esperando encontrarles desprevenidos para lanzarles sus dentelladas. Las vidas prescindibles ni siquiera pueden aspirar a la redención, ni tan sólo la muerte altera nada de lo que les rodea.
Con una trama aparentemente sencilla y un tratamiento narrativo distante y desapasionado, Johnson consigue no tanto entristecer al lector como inquietarlo, provocarle incluso algo parecido a un cierto malestar por estar presente en el desarrollo de una historia tan terrible. Pero el verdadero acierto del relato es lo reducido de su extensión, la concentración que provoca esa cortante brevedad, que permite leerla en una sola sesión -se lo recomiendo- sin la posiblidad ni de distracción ni de reelaboración de la trama: Sueños de trenes no un fuego que consume sino un disparo seco y certero al centro de la cabeza del lector.

17.3.15

El nuevo misterio de J.K. Rowling

La Vanguardia ofrece en primicia el primer capitulo de El gusano de seda, la última novela negra de la creadora de Harry Potter

Portada del nuevo libro de Robert Galbraith (alias de J.K. Rowling), El gusano de seda. lavanguardia.com

J.K. Rowling. alias de Robert Galbraith, escribe El gusano de seda.

El próximo miércoles 18 de marzo se pone a la venta El gusano de seda (Salamandra/Proa), la nueva novela de Robert Galbraith, protagonizada por el detective Cormoran Strike, que esta vez se ocupa, junto a su ayudante Robin Ellacott, de la desaparición del escritor Owen Quine, con las intromisiones de la prensa en la vida personal como telón de fondo.
Galbraith es, en realidad, el seudónimo que utiliza J.K. Rowling para escribir novelas negras, una vez superada la etapa de Harry Potter.

Si bien al principio firmó Una vacante imprevista (2012) con su nombre real, en el 2013 publicó El canto del cuco ya como Galbraith, intentando que su identidad real permaneciera en secreto.

Fracasó en su empeño pero, sin embargo, sigue exigiendo a sus editores que mantengan esa firma ficticia, como distintivo de género, a la manera de lo que hace John Banville con su alter ego Benjamin Black.

La Vanguardia ofrece hoy en primicia el primer capítulo de esta obra, traducida al castellano por Gemma Rovira Ortega.

Todo sobre el detective de J.K. Rowling 

La autora de Harry Potter se esconde tras seudónimo para firmar para firmar el ciclo de Cormoran Strike. Llega su segunda aventura 
La superventas británica J.K. Rowling publicó El canto del cuco (Espasa, 2013) bajo el pseudónimo de Robert Galbraith para huir de la presión mediática y desmarcarse de la etiqueta de libro juvenil que se ganó con el éxito de su personaje Harry Potter. Ahora Salamandra y Ed. 62 publican El gusano de seda, la segunda entrega del detective Cormoran Strike.

¿Quién es Cormoran Strike?
Es un detective privado de 36 años. "Cien kilos de humanidad desaliñada", de cabello rizado y duro, nariz de boxeador.

¿Cuál es su seña particular?
Existe una leyenda, frente a la costa de Cornualles (al sudoeste de Inglaterra) -el único lugar de su infancia del que Cormoran siente nostalgia-, de un gigante que aterrorizaba a medio mundo hasta que cayó en la trampa y se hundió en un profundo pozo. Cormoran también cayó en donde no debía. Exmiembro de la policía militar. luchó en Afganistán y allí perdió media pierna, por lo que cada noche se quita la prótesis y, muy frecuentemente, si hace un sobreesfuerzo o, como en esta novela, es perseguido por las calles de Londres por una loca con una navaja, puede sufrir un resbalón, lesionarse la rodilla y andar cojo varios días.

¿Quiénes son sus padres?
Su madre fue una groupie. Cormoran es el resultado de una fugaz relación entre ella -Leda- y un celebridad veterana del rock de la generación de Robert Plant. Jonny Rokeby tuvo que reconocer a Cormoran, pero sólo lo ha visto en dos ocasiones. Tampoco este detective se siente muy orgulloso de ser hijo de ese loco que casi estrangula a su bajista. Cuando Cormoran tenía nueve años, su madre lo justificó así: "A Jonny nunca le sentó bien el speed". La fama y la celebridad disgustan a Cormoran. Mucho más esa prensa amarilla que lo catapultó a la fama por ser hijo de Jonny Rokeby, y porque resolvió la misteriosa muerte de una famosa supermodelo, que cayó de su balcón en el elegante barrio de Mayfair. Eso fue en el primer caso y primera novela, El canto del cuco.

¿Tiene hermanos?
La madre de Cormoran tuvo otra hija, la pequeña y regordeta Lucy, con un músico menos famoso y menos chiflado que Jonny. Lucy se ha casado con un tipo formal. Para Cormoran son dos aburridos orgullosos de vivir en un barrio residencial y empecinados en encontrarle novia. A sus sobrinos les regala pistolas de juguete y uniformes de camuflaje, principalmente para molestar a su cuñado.

Cormoran tiene otro hermanastro por parte de su padre. Jonny Rokeby sí reconoció a Alexander, un chico nueve años menor que tuvo la vida que al detective se le negó: lujos, viajes, internado en Suiza y coches deportivos. A veces se encuentran y, como en esta novela, Al se muestra deseoso -y algo culpable- de ayudar a este hermanastro que arrastra deudas, así que le abre la puerta a circuitos exclusivos.

¿Dónde vive?
Ironías del destino, en la calle que fue templo del punk y el rock: su despacho y su pequeño piso en la planta de arriba (un ático mal aislado) están en Denmark Street, la estrecha calle de tiendas de instrumentos que sale de otra famosa, de librerías, Charing Cross (y que inspiró una obra teatral y una película). La oscura puerta metálica de Cormoran está junto al 12 Bar Café. Allí cerca, en el 6, los Sex Pistols grabaron sus primeras maquetas. En los estudios de esa calle grabaron los Rolling Stones, Emerson, Lake and Palmer y otros grupos posteriormente célebres.

¿Cómo vive?
Cormoran es un tipo ordenado: su cama siempre está hecha, la cocina limpia (esto último nada difícil, puesto que abusa del take away). En su despacho tiene un sofá negro que -según él- sólo con su corpachón emite odiosos ruidos parecidos a ventosidades cuando se desploma encima.

¿Cómo es su vida sentimental?
Atormentada y desastrosa, con "dieciséis años de locura y tortura con éxtasis esporádicos" que ahora parecen haber llegado a su fin. Su amigo de infancia afirma que Cormoran siempre atrae a "piradas del copón". Y aunque Charlotte no aparece en esta novela, su figura -bellísima- es una sombra poderosa (y peligrosa) que, además, también aparece en las revistas satinadas para contarle al mundo -pero en particular a Cormoran- su felicidad por su inminente boda con un ex: un vizconde alcohólico. Charlotte le envía a Cormoran mensajes-dardos en forma de declaraciones a la prensa. Y él los lee preguntándose si ella ya no se acuerda de cuando tuvo que rescatarla de un psiquiátrico, o cuando quiso tirarse de un tejado.

¿Tiene amigos?

Dave Polworth es un gran amigo. Cuando eran chavales, en la playa de Cornualles, Dave, desoyendo las advertencias, se dedicó a provocar a los tiburones por lo que tiene una notoria marca en el brazo. Ahora no duda en poner en peligro su aburrida y rutinaria vida matrimonial para socorrer a Cormoran.

Timothy Antins lo persigue con su eterna gratitud y sus lacrimógenos homenajes, en compañía de su hipócrita esposa. En Afganistán, Cormoran tuvo la intuición de que estaban a punto de saltar por los aires y, un segundo antes, tiró a Timothy a la parte trasera del coche. Por eso el hijo de Timothy es su ahijado, a quien le ha regalado un tambor para que no deje dormir a sus padres.

¿Trabaja solo?
No. Robin Ellacot es y será decisiva en su trabajo y en su vida. Robin aparece en su despacho una mañana, por un puesto de secretaria. Es guapa, escultural y tiene madera de detective. En esta novela Robin hace lo posible para que su novio Mattew y su jefe hagan buenas migas. Pero es imposible. Mattew es formal y -aunque procura no abrir la boca- Cormoran opina que es un tonto que no merece una chica como Robin.

¿Qué lo distingue de otros famosos detectives británicos?
Cormoran no es ni alcohólico ni culto, como Morse (de Colin Dexter), ni aristócrata como Thomas Linley (de la autora Elisabeth George). Posee una gran capacidad de concentración y observación. Sus orígenes están en la admiración de su creadora por Margerie Allingham y Agatha Christie (de quien Rowling destaca su humor). Su gran figura avanza en un clásico whodunit (¿quién es el asesino?) en un mundo cerrado. "Harry Potter también es un whodunit", declaró Rowling. En su debut -El canto del cuco-, y cuando no se sabía quién era Galbraith, el libro recibió una más que discreta acogida. Hace poco tiempo, la editora de ficción de Orion declaró a The Independent haber rechazado aquel manuscrito, que le había parecido "bien escrito pero demasiado lento".

Pero Cormoran sigue andando y, aunque cojee, lo hace muy bien. Nace de un legítimo deseo de Rowling: "Quería probarme a mí misma". Es su inmersión en el mundo real, en las leyes de estos muggles que analiza en detalle. Rowling tiene amigos veteranos, y quiere mostrar qué significa vivir con una minusvalía. Cormoran se cae en las heladas calles de Londres y blasfema en los atascos. Pero al fin va más rápido que el lector y, tal vez por haber crecido entre gente atípica, y porque su creadora ha visto mucho del mundo celebrity, parece ir en busca de la sencillez. Lee la prensa estirado en la cama, bebe té fuerte y mira la nieve que cae al otro lado de la ventana. Cansado de entrevistarse con egos intolerables -un escritor malicioso, una agente irascible y despótica, una bloguera que se cree un alma sublime- exclama: "¡Hay que ver lo que le gusta comer a estos del mundillo editorial!".

13.3.15

'Una revelación brutal': Codicia y muerte en el paraíso canadiense

Imaginen el sitio perfecto para retirarse de sus estresadas vidas de gran ciudad, o pequeña, de la necesidad conciliar vida y trabajo o su búsqueda, de convivir con la contaminación, con las decepciones, con las carreras


Portada Una revelación brutal, de Louise Penny./elpais.com





Imaginen ahora que encuentran ese mundo en una Canadá bilingüe, no lejos de la frontera con Vermont, a una hora en coche de Montreal. Imaginen que llegan, se acomodan, se acostumbran a vivir sin policía, alcaldes o leyes más allá del sentido común y se que enamoran de un lugar paradisíaco, pequeño, tranquilo, con una comunidad variopinta, culta y amigable, que enseguida da conversación y comparte un whisky con cualquier excusa. Imaginen, por último, que todo eso se rompe para siempre por un asesinato que transforma a la comunidad y saca lo mejor y lo peor de ella.
Este es el planteamiento más o menos clásico que domina el inicio de Una revelación brutal, (Salamandra Black, traducción de Ana Herrera), quinta novela de la serie del policía Gamache escrita por Louise Penny (Toronto, 1958) publicada ahora en España. Pero no se fíen: ahí se acaban todos los lugares más o menos comunes y se despliega ante el lector una novela basada en las relaciones entre unos personajes muy fuertes, en sus sentimientos, en sus miserias, en eso que tenemos todos dentro y que si se pudre puede llegar a envenenarnos. Una historia compleja, dura, con toques de humor y costumbrismo pero, sobre todo, dominada por la codicia, el bien y el mal y la dualidad del ser humano. Insisto: no se fíen.
Three Pines es ese pequeño lugar de Quebec, basado en lugares reales de la zona, del que hablábamos. Una noche, dos individuos mantienen una conversación oscura en una cabaña en medio del bosque. Al día siguiente, una vecina encuentra en medio del bistró del pueblo el cadáver de uno de ellos. Olivier, un joven gay anticuario y dueño del restaurante se ve particularmente afectado por el hallazgo. No sólo porque puede arruinar su negocio. Hay algo más que deja desencajado a este personaje turbio del que es mejor no decir nada más.  
El paraiso
El Quebec de la autora
Armand Gamache es el Inspector jefe del Departamento de Homicidios de la Sûreté de Quebec y el encargado de investigar la muerte. Gamache no es un policía normal. Es grande pero su porte y su mirada agrandan su presencia, sin intimidar. Es el protagonista, pero se deja rodear, ayudar. Es jefe, padre y profesor de quienes le rodean. Su hoja de servicio es mítica en la zona, su mirada tranquila y su capacidad para interrogar sin que lo parezca resultan temibles. Venga, ya me van a decir que estamos ante un santo, otro arquetipo clásico de detective bonachón y culto. Se equivocan. Y no sé decirles exactamente por qué, pero el caso es que Penny deja que el personaje lleve la trama y la investigación sin que el lector se entere, que Gamache ocupe rincones sin llamar la atención, que se convierta en el centro sin cansar.
El alma del hombre es dual como lo es Quebec. El bien y el mal luchan en nuestro interior y la autora lo sabe. Azuzados por la codicia, la envidia o el egoísmo podemos llegar a ser los representantes del mal. Aquí y en el paraíso. Y a matar, por qué no. Vean, si no, cómo lo describe la policía Lacoste, citando las enseñanzas del gran jefe Gamache:
“Una de las primeras cosas que se aprende con el inspector jefe Gamache es que las reacciones de los demás no son las nuestras. Y las de un asesino son todavía más raras. Este caso no empezó con el golpe en la cabeza. Empezó años atrás, con otro tipo de golpe. Los asesinos van rumiando; se lo guardan todo, guardan resentimientos. Y esos resentimientos van creciendo. Los asesinatos responden a emociones. Emociones que se vuelven malignas y se desatan”.
El ayudante de Gamache, también recuerda al maestro, cuyas enseñanzas suelen aparecer en boca de otros. Piensa Beauvoir:
“Lo que mata no se ve, había advertido el jefe. Por eso es tan peligroso. No es una pistola, ni un cuchillo, ni un puño. No es algo que veas venir. Es una emoción rancia, descompuesta. A la espera de una oportunidad para golpear”.
Lo dicho: no se fíen.
Como casi toda buena novela negra es una historia coral. En el pueblo viven Clara y Peter, prestigiosos artistas con sentimientos encontrados y no necesariamente positivos sobre sus respectivas carreras; Ruth Zardo, gran poetisa, vieja irritante, bocazas y extravagante; el encantador Gabriel, pareja de Olivier. Al pueblo llegan Marc y Dominique, ejecutivos quemados, pijos que buscan su salvación en un spa de lujo que construyen para disgusto del pueblo. Y hay algo de buenrollismo y cotilleo que está a punto de irritarme, pero aparecen de nuevo las dualidades, los conflictos internos y externos para sostener el nivel.
A veces la literatura tiene extraños caminos para llegar a la gente. Louise Penny empezó a escribir después de más de 20 años dedicada con éxito al periodismo. El camino desde el anonimato hasta el puesto número uno de la lista de los más vendidos The New York Times le llevó más de una década de recomendaciones entre amigos y libreros, un boca oreja que acabó funcionando. Esta novela ha superado cualquier reticencia inicial por mi parte gracias a otra recomendación, muy personal. Los libros y la vida.
Una revelación brutal es también un relato sobre historias, las que contamos a los demás, las que pasan de generación en generación y las que nos construimos en torno a nosotros mismos, siempre deformadas. No es hard boiled, no es realismo urbano, no es novela protesta, ni literatura de la que deja heridas. Es otra cosa y está bien que así sea. Es aparentemente simple, pero ya saben, no se fíen. Lean y disfruten y hoy mejor dicho que nunca: vive le noir!

4.3.15

Ya nadie hablará de las calles y de sus gentes

González Ledesma ejerció siempre y hasta el último minuto lo que él creía que era el privilegio de los escritores: construir el alma de las ciudades, no la de los monumentos ni la de los congresos, sino la de los anhelos y los sueños de las personas

González Ledesma, en el 2007, cuando presentó  La ciudad sin tiempo, firmada como Enrique Moriel./Ricardo Cugat./elperiodico.com

Conociendo a Méndez, queriendo a Méndez, creemos que lo ha hecho adrede. Él que no sabía usar un móvil, ni un ordenador (ni una pistola ni una tarjeta de crédito) nos ha dejado el día que se inauguraba el congreso mundial de móviles. Nos ha dejado el día en que todo el mundo vociferaba sobre los millones (de euros, Méndez, que hay que ponerse al día) que la feria dejaría en la ciudad de los nuevos prodigios que Eduardo Mendoza, desde su soledad y dolor de hoy, no podrá describir.
Seguro que Méndez pensó en sus putas del barrio chino que no se beneficiarán del congreso, porque no son call girls, ni hablan inglés, y solo saben follar y escuchar y no practican «el maridaje de cuerpos».
Pero González Ledesma ejerció siempre y hasta el último minuto lo que él creía que era el privilegio de los escritores: construir el alma de las ciudades, no la de los monumentos ni la de los congresos, sino la de los anhelos y los sueños de las personas. Él, que había sido un niño que jugaba a adivinar dónde caerían las bombas franquistas y fue aprendiendo en las calles del Poble Sec y del barrio chino que no importaba si no llegaban los rayos de sol pero había que conseguir unas miradas cargadas de solidaridad entre pobres, y por lo tanto de esperanza.
Desde Silver Kane y todos sus otros seudónimos, hasta el último, Enrique Moriel, para firmar La ciudad sin tiempo, en un juego que nos traía el personaje de su primera novela importante, censurada por «roja y pornógrafa» por los olvidados censores de la dictadura franquista. González Ledesma, construyendo una obra sólida dirigida siempre al lector, por encima de criterios académicos o críticos más o menos empingorotados. Su capacidad de describirnos su ciudad convirtiéndola en cualquier ciudad amada y odiada, construida por sus ciudadanos, por esa gente sin historia que no formarán parte de la historia con mayúsculas.
González Ledesma, que proponía la asignatura Aprender a soñar en la Universidad nueva. Méndez, que llevaba los bolsillos desfondados por el peso no de los móviles, ni las tabletas, sino por libros. Méndez, que, como su creador, no se cansaba de repetir que la salvación de su vida había sido leer incansablemente.
El jefe de la banda
Un novelista y sus personajes seguirán viviendo siempre mientras sus libros estén en las estanterías de una librería o una biblioteca. Pero hoy queremos decir con rabia, que todos los que le conocimos echaremos de menos la sabiduría y la sonrisa, las palabras amables y entrañables de Paco, el jefe de la banda.

3.3.15

La pasión de Francisco González Ledesma

El escritor, fallecido en la  madrugada del lunes, es uno de los padres de la novela negra española

Francisco González Ledesma, un escritor sin descanso./elpais.com

Francisco González Ledesma, fallecido la madrugada del lunes en Barcelona, trabajaba intensamente en su última novela, Peores maneras de morir, en el otoño de 2010. Estaba casi lista. Decidió dejarla reposar y acabarla después de las fiestas navideñas. Pero el 1 de enero de 2011 sufrió un ictus. Pasó cuatro meses en el hospital, e incluso escribió un artículo para este diario sobre su experiencia, pero nadie volvió a acordarse de la novela.
Fue él mismo quien se planteó finalizarla, y no tanto por acabar una historia empezada sino, por encima de todo, para cumplir con la editorial. Había recibido un anticipo de Planeta y no quiso fallar. Él era así.
Con la ayuda de su hija Vicky le puso el punto final y se publicó en 2013. Peores maneras de morir es la más sentimental y furiosa de sus novelas protagonizadas por el inspector Méndez. Es un Ledesma puro, con historias que se entrecruzan, con Barcelona como gran protagonista, y con el viejo Méndez pateando las calles, siempre vestido de oscuro, siempre con libros en los bolsillos.
Francisco González Ledesma, Paco para todos, fallecido esta madrugada en Barcelona, nació en 1927 en el barrio barcelonés del Poble Sec, en una familia republicana y de firmes convicciones que no lo tuvo fácil en la posguerra. Fue un gran trabajador toda su vida.
A los 21 años ganó el Premio Internacional de Novela, creado por el editor José Janés, con Sombras viejas. La censura la prohibió por “roja y pornógrafa”, como solía contar el escritor. Pero se llevó el consuelo de haber cenado con Somerset Maugham, que fue miembro del jurado. Ledesma no pudo publicar en España hasta 1977.
Con su nombre, porque con su seudónimo más popular, Silver Kane, publicó más de 400 novelas del Oeste y policiacas. A veces escribía más de una al día, generalmente de noche y solía publicar de tres a cinco al mes. Entre 1947 y 1966 trabajó en la editorial Bruguera, donde además de los silverkane, también fue guionista de tebeos como El inspector Dan, Doctor Niebla o Teniente Negro.
Se graduó en Derecho a los 23 años y trabajó como abogado mientras estudiaba periodismo. Dejó la abogacía porque le daba asco. “A veces me tocaba defender a gente que merecía estar en la cárcel”. En cambio, aumentó su interés por el periodismo desde que un tío suyo le llevó a ver la rotativa de La Vanguardia. Trabajó primero en El correo catalán y luego en La Vanguardia, durante 25 años. En 1966 fue uno de los fundadores del Grupo Democrático de Periodistas.
Se quitó una espina del pecho cuando pudo publicar en 1977 Los Napoleones, que había escrito en 1964. Ya marcó su impronta: Barcelona, siempre tan presente en todas sus novelas, desde 1934 hasta los años sesenta.
Nos lega 10 novelas y un libro de relatos del inspector Ricardo Méndez
Su popular inspector Méndez apareció como personaje secundario en Expediente Barcelona (1983), y se graduó en Crónica sentimental en rojo, que ganó el Premio Planeta en 1984.
Nos lega 10 novelas y un libro de relatos del inspector Ricardo Méndez. De Las calles de nuestros padres a La dama de Cachemira, El pecado o algo parecido, Cinco mujeres y media o No hay que morir dos veces, todas se caracterizan por una excelente fusión de temas sociales con todos los requisitos del género negro. Mezcla historias y personajes que se entrecruzan hasta formar una trama completa. La nostalgia de la Barcelona que fue, de su barrio, de sus calles, la crítica siempre presente a la burguesía, en muchos casos a la burguesía franquista, al poder y a la justicia o mejor dicho al funcionamiento de la justicia son otras de sus constantes.
Méndez es un viejo policía nacional que viene del franquismo, creado a partir de cuatro policías que conoció y trató Ledesma. El inspector vive en un pequeño apartamento frente a las Drassanes con vistas a un patio interior y atiborrado de libros. “Soy un policía con pasado pero sin futuro”, afirma. Está adscrito a la comisaría de Nou de la Rambla, donde ahora hay nuevas instalaciones de los Mossos d’Esquadra. Es compasivo con ciertos delitos y delincuentes, e implacable con pederastas y violadores. No obedece a sus jefes y cree en la justicia de la calle. Le gustan las mujeres, pero a distancia y a menudo es un poco machista. En las últimas dos novelas tiene móvil pero apenas sabe utilizarlo.
González Ledesma, el maestro, escribió más libros, además de los de Méndez. Bajo el seudónimo de Enrique Moriel publicó La ciudad sin tiempo y El candidato de Dios. Mención aparte merece Historia de mis calles (2006), el mejor libro para conocer a Ledesma. Es la memoria del propio escritor y la de su ciudad. Esa ciudad por la que siente tanta pasión que a veces la odia. Por ejemplo, no soportaba que el Barrio Chino se hubiera convertido en el Raval. En estos aspectos Ledesma se parecía a Manuel Vázquez Montalbán y Méndez a Carvalho.
El escritor ganó un montón de premios tras el Planeta. El I Premio Pepe Carvalho, que se concede en BCNegra, el Internacional RBA de novela Negra, el Dashiell Hammett, el Ciutat de Barcelona e incluso, en dos ocasiones el francés Mystère por dos novelas traducidas al francés.
Paco González Ledesma escribía a máquina y sus hijos (Gloria, María Victoria y Enric, este último periodista de EL PAÍS durante muchos años) se encargaban de proporcionarle las cintas, el correo electrónico no existía para él y tampoco el fax. Durante el tiempo en que colaboró con la edición catalana de El PAÍS acudía puntualmente a la redacción a entregar su artículo, saludar a los colegas periodistas y tomarse un café.
En los últimos años, antes del ictus, tuvo una enorme actividad. Se divertía. Porque un divertimento fue escribir un nuevo Silver Kane, La dama y el recuerdo, sólo que en esta ocasión Kane se convierte en uno de los personajes del libro. Sí, se divertía y estaba en todas partes. Los sábados tomando el aperitivo en La Negra y Criminal, en presentaciones de libros, en jornadas y mesas redondas. Lo mismo lo encontrabas en Gijón que en el Escorial. Siempre acompañado de Rosa María, su mujer.
Esa intensidad es patente en su último libro, Peores maneras de morir. Es como si hubiera querido meterlo todo en esa novela: recuerdos de la República, de la Guerra Civil, el fin de la URSS, la bomba atómica de Hiroshima, la crisis… y Barcelona
Era un hombre bueno, honesto y generoso, encantador.
“Todos vivimos mientras alguien nos recuerda”, escribió en No hay que morir dos veces. Tenía razón.
Consulte algunos de los artículos de González Ledesma publicados en EL PAÍS

2.3.15

Muere Francisco González Ledesma

Considerado como uno de los grandes nombres de la literatura policíaca de España, el novelista, ganador del premio Planeta en 1984, murió la madrugada de este lunes a los 88 años de edad. Creador del comisario Ricardo Méndez

Francisco González Ledesma, creador del comisario Ricardo Méndez. / Carme Secanella./elpais.com

El periodista y escritor Francisco González Ledesma (Barcelona, 1927) falleció ayer en Barcelona a los 87 años. Considerado como uno de los padres de la novela negra española, mientras estudiaba Derecho publicó cientos de novelas del Oeste en la editorial Bruguera con el seudónimo Silver Kane. Su primera novela de autor, Sombras viejas recibió el Premio Internacional de Novela, pero la censura prohibió su publicación. No fue su único tropiezo con la censura franquista. Como periodista trabajó en El Correo Catalán y La Vanguardia.
En 1984 ganó el Premio Planeta por Crónica sentimental en rojo. En Expediente Barcelona creó su personaje del comisario Ricardo Méndez que le proporcionó una notable popularidad como autor de novela negra y lo proyectó fuera de las fronteras españolas.
"No sé cuánto tiempo me queda para escribir. Probablemente, mi próxima novela será el último Méndez y será más sentimental que nunca", explicó Francisco González Ledesma durante la celebración, en octubre de 2009, del 25º aniversario de Crónica sentimental en rojo (1984), novela en la que el inspector Ricardo Méndez entró en el olimpo de los detectives de ficción.
Con Una novela de barrio, el escritor obtuvo el primer Premio Internacional de Novela Negra RBA, el mejor dotado del género en el mundo con 125.000 euros. En 2013 publicó Peores maneras de morir, la undécima y última novela de su detective, terminada mientras se recuperaba de un ictus con un Méndez viejo que, en una maravillosa imagen del autor, patea una ciudad que ya no reconoce.
En 2007, el escritor explicaba a este diario que “Méndez me devolvió al género durante la Transición, cuando España era una inmensa novela negra: aún hoy no sabemos bien quién estaba detrás del golpe de Tejero; Adolfo Suárez me dijo una vez que había hasta un banco... Méndez es sobre todo humano: detiene a un comunista pero es capaz de preocuparse por su familia. Uno está marcado por las emociones de niño; en las escaleras de los barrios humildes, repletas de solidaridad y sufrimiento, donde los hijos eran de todas las madres, debías creer en la gente a la fuerza. Todo eso que viví (y las experiencias de cuatro polícias que traté) está trasladado a Méndez”. González Ledesma consideraba que el periodismo era una gran academia de cinismo". "Sólo me faltó ser abogado, para ni creerme la ley”, reflexionaba.
En 1966 fue uno de los doce fundadores del Grupo Democrático de Periodistas, asociación clandestina durante la dictadura en defensa de la libertad de prensa. En 2010, la Generalitat le otorgó la Creu de Sant Jordi por su trayectoria informativa y por la calidad de su obra.
De familia de periodistas, también lo son sus hijos Enric y Vicky. La capilla ardiente quedará instalada a partir de las 15.00 en el tanatorio Sant Gervasi de Barcelona y está previsto que el funeral se oficie este martes a las 13.00.
Últimas pesquisas de Méndez, por ROSA MORA