21.7.09

Larsson y el retorno de las amazonas

Noomi Rapace, la actriz que personifica a Lisbeth Salander
¿Por qué Stieg Larsson ha conseguido hacer la novela de la década? ¿Por qué ha logrado que nos quedemos sin dormir y no podamos dejar de leer su último libro hasta terminar exhaustos? ¿Por qué Millennium ha traspasado los límites de la literatura y es ya un fenómeno social?

Diego López Garrido*
Seguramente por un conjunto de razones. Pero sobre todo por una: ha situado en el centro de su propuesta a la mujer amazona. Y lo ha hecho justo en el complejo momentum que vivimos en Europa.
La mujer se ha apoderado de este nuestro particular momentum, hecho de crisis y de confusión, como se ha apoderado de la asombrosa obra de Larsson. Las amazonas de Millennium aparecen en la novela tan sólidamente como ya lo están en el corazón de los dos grandes papeles que desarrolla la mujer de hoy: líder emergente de nuestras sociedades y, a la vez, víctima cotidiana del delito más repugnante que cabe en las cabezas y en las almas.
Los personajes fuertes, imparables y fascinantemente tiernos de la novela son mujeres. No sólo la perturbadora Lisbeth Salander. También las policías (pública y privada) Figuerola y Modig. Y la editora Erika Benger, a la que reserva un diálogo demoledor con un miserable. Y la inteligente abogada Giannini, que destroza literalmente al villano psiquiatra.
Cada vez que esas mujeres irrumpen, se hace el vacío y sólo tenemos ojos para ellas. Cómo son, cómo avasallan, cómo nos desbordan.
Y frente a ellas, los hombres que odian a las mujeres. Los que perpetran el cotidiano pecado que más degrada a la Humanidad. El crimen más intolerable y más tolerado a la vez. La violencia física, psíquica y política contra la mujer, masivamente extendida desde siempre.
No se puede hacer una denuncia más abrasadora que la que hace Larsson. Su técnica, sencillamente, arrasa. Millennium es la fusión de la novela negra clásica con el ritmo del arte del siglo XX: el cine, y con el lenguaje del siglo XXI: Internet. El autor administra el misterio de forma mágica y nos tiene prisioneros, inermes, ante lo que nos quiere decir. Lo que Larsson nos dice es que las amazonas han vuelto, para quedarse. Que se han puesto a marcar el rumbo de los acontecimientos y que eso es irreversible, porque tales mujeres tienen menos de cuarenta años.
También nos dice que los que no aman a las mujeres, las matan, las violan, las maltratan o las desprecian, no son solamente asesinos, violadores o maltratadores. Son los más necios. Los que no han entendido nada de la vida. Y por eso no merecen compasión, ni comprensión, ni perdón. Y hay que derrotarlos y destruirlos de forma implacable.
Seguramente el objetivo de la novela -si es que puede hablarse así- es imposible de obtener sin apelar a una sociópata como Salander. Sus decisiones irrefrenables, secas, subversivas, sirven para iluminar el horror contra el que se rebela. El núcleo duro de la novela es, por eso, su capacidad de atravesar nuestras entrañas y atraparnos, no con la conducta ácida de Lisbeth Salander, sino con la trágica pulsión y decisión machista, escondida, casi invulnerable, del lado oscuro.
El trepidante relato de Larsson acabó quizá con su propia existencia. Paradójicamente. Porque esta novela es tan explosiva y vitalista que ha dejado de ser sueca para adquirir la nacionalidad europea. Espero que sirva para conmover y también para corroer los sucios cimientos de la perversión. -
*Diego López Garrido (Madrid, 1947) es secretario de Estado para la Unión Europea.
fuente elpais.com http://tcuento-minovelanegra.blogspot.com

11.7.09

Autores iberoamericanos defienden la vigencia de la literatura de género

Pensar el género, que hay que "mestizar"

Autores españoles y latinoamericanos defendieron hoy en Madrid la vigencia de la literatura de género, como la novela policíaca o la histórica, aunque abogaron por llevar estos géneros hasta el límite y "mestizarlos".

El colombiano William Ospina, el peruano Alonso Cueto y el hispano-mexicano Paco Ignacio Taibo II fueron algunos de los escritores que tomaron parte en el debate celebrado en la Casa de América de Madrid, que sirvió de antesala a la Semana Negra de Gijón (norte de España) que arranca este viernes y en la que participarán todos ellos.

La literatura de género "goza de una inmensa salud" y "está viviendo su mejor momento", afirmó Taibo, director de la Semana Negra, cuya vigésimo-segunda edición se desarrollará hasta el próximo 19 de julio.

En el mismo sentido se pronunció el escritor español Fernando Marías, para quien el mercado editorial tal y como se conoce en la actualidad "va a desaparecer", mientras que la literatura de género "va a permanecer" y será la que sustente "la nueva forma de narrar" y el nuevo mercado editorial.

El peruano Alonso Cueto, por su parte, destacó que las mejores novelas negras que ha leído "también son novelas de amor" y "también novelas de ideas".

"En toda gran novela, hay más de un género que coexisten", añadió el autor, que resaltó que "El Quijote" fue una novela de aventuras y acción, pero también de amor y de reflexión.

El colombiano William Ospina defendió que los narradores, al igual que a los poetas, no siguen unas pautas a la hora de escribir, sino que lo más deseable es que el proceso de escritura "sorprenda en primer lugar" al escritor.

"Creo que es bueno a veces armar unos esquemas y proponerse una serie de tareas. Pero si uno logra sólo lo que se proponía, ha fracasado. Yo creo que uno sólo acierta si va más allá de lo que se proponía, si el proceso le revela cosas nuevas, si algo surge inesperado por el camino. Y es a eso lo que le llamamos la creación", consideró.

"Me gusta escribir y no me propongo tanto responder a un género, cuanto resolver una necesidad imperiosa de contar cosas y tratar de hacerlo de la manera más agradable para mí y ojalá también para el lector", explicó.

Por su parte, el argentino Raúl Argemí destacó la obligación de "trasgredir todas las fronteras" y el mexicano Jorge Belarmino Fernández Tomás abogó por llevar los géneros "al límite".

Taibo II destacó el "boom" que ha tenido en España la novela histórica, pero consideró que en América Latina ha alcanzado una dimensión "mucho mayor" al suponer "un fenómeno de revisión de la historia desde la novela histórica".

Para Ospina, finalista al Premio Espartaco a la mejor novela histórica de 2008 que se concede en la Semana Negra de Gijón por "El país de la canela", lo que ocurre en América Latina y en España es que los escritores están tratando de interrogar la historia desde la literatura para ver qué revelaciones da, sin tratar de ajustarse a "unos esquemas rígidos" ni a "unos estereotipos preestablecidos".


Autores españoles y latinoamericanos defendieron hoy en Madrid la vigencia de la literatura de género, como la novela policíaca o la histórica, aunque abogaron por llevar estos géneros hasta el límite y "mestizarlos".

El colombiano William Ospina, el peruano Alonso Cueto y el hispano-mexicano Paco Ignacio Taibo II fueron algunos de los escritores que tomaron parte en el debate celebrado en la Casa de América de Madrid, que sirvió de antesala a la Semana Negra de Gijón (norte de España) que arranca este viernes y en la que participarán todos ellos.

La literatura de género "goza de una inmensa salud" y "está viviendo su mejor momento", afirmó Taibo, director de la Semana Negra, cuya vigésimo-segunda edición se desarrollará hasta el próximo 19 de julio.

En el mismo sentido se pronunció el escritor español Fernando Marías, para quien el mercado editorial tal y como se conoce en la actualidad "va a desaparecer", mientras que la literatura de género "va a permanecer" y será la que sustente "la nueva forma de narrar" y el nuevo mercado editorial.

El peruano Alonso Cueto, por su parte, destacó que las mejores novelas negras que ha leído "también son novelas de amor" y "también novelas de ideas".

"En toda gran novela, hay más de un género que coexisten", añadió el autor, que resaltó que "El Quijote" fue una novela de aventuras y acción, pero también de amor y de reflexión.

El colombiano William Ospina defendió que los narradores, al igual que a los poetas, no siguen unas pautas a la hora de escribir, sino que lo más deseable es que el proceso de escritura "sorprenda en primer lugar" al escritor.

"Creo que es bueno a veces armar unos esquemas y proponerse una serie de tareas. Pero si uno logra sólo lo que se proponía, ha fracasado. Yo creo que uno sólo acierta si va más allá de lo que se proponía, si el proceso le revela cosas nuevas, si algo surge inesperado por el camino. Y es a eso lo que le llamamos la creación", consideró.

"Me gusta escribir y no me propongo tanto responder a un género, cuanto resolver una necesidad imperiosa de contar cosas y tratar de hacerlo de la manera más agradable para mí y ojalá también para el lector", explicó.

Por su parte, el argentino Raúl Argemí destacó la obligación de "trasgredir todas las fronteras" y el mexicano Jorge Belarmino Fernández Tomás abogó por llevar los géneros "al límite".

Taibo II destacó el "boom" que ha tenido en España la novela histórica, pero consideró que en América Latina ha alcanzado una dimensión "mucho mayor" al suponer "un fenómeno de revisión de la historia desde la novela histórica".

Para Ospina, finalista al Premio Espartaco a la mejor novela histórica de 2008 que se concede en la Semana Negra de Gijón por "El país de la canela", lo que ocurre en América Latina y en España es que los escritores están tratando de interrogar la historia desde la literatura para ver qué revelaciones da, sin tratar de ajustarse a "unos esquemas rígidos" ni a "unos estereotipos preestablecidos".


fuente:http://adn.es http://tcuento-minovelanegra.blogspot.com



5.7.09

Perturbadora y adictiva Highsmith

Patricia Highsmith

La autora de las novelas del amoral y seductor Tom Ripley fue una de esas personas que nunca se puso de acuerdo con la vida

CARLOS BOYERO

En 1952 apareció una novela titulada inquietantemente El precio de la sal que contaba una problemática historia de amor entre dos mujeres con insólito final feliz. La autora, por precaución o por miedo, se refugiaba en el seudónimo de Claire Morgan. Treinta y tantos años después ese texto se reimprimía con el título de Carol y la celebérrima Patricia Highsmith declaraba que lo había escrito ella. En el epílogo explicaba las comprensibles razones del anonimato inicial. Finalizaba con estas palabras: "Me alegra pensar que este libro le dio a miles de personas solitarias y asustadas algo en que apoyarse".
Intuyes que estaba pensando en lesbianas al hablar de soledad y de miedo. Es probable que esa condición sexual en una época represiva se identificara emocionalmente y encontrara su refugio en Carol. Pero esa escritora excepcional, esa inigualable creadora de atmósferas y de pesadillas, puede ampliar a millones de lectores de cualquier edad y condición los efectos hipnóticos, las noches en blanco devorando páginas, el desasosiego, la intriga, el pavor, la humanidad, la compasión y la impagable compañía que nos ha regalado su obra. Y ésta es afortunadamente muy prolija, ajena a las modas, demostrativa de que esta señora sabía infinitas cosas sobre los volcanes que habitan en el cerebro y en el corazón de las personas, sobre lo imprevisible y malvado que puede ser el destino, sobre la supervivencia a precio alto.

El cuelgue con esa prosa adictiva me ocurrió hace mucho tiempo, antes de que la bendita Anagrama comenzara a publicar la obra completa de la buceadora de tinieblas y se convirtiera en un gozoso y continuo bestseller. Un amigo me regaló un tomo de la editorial Carroggio habitado por Extraños en un tren y las dos aventuras iniciales del ambiguo, turbio, expeditivo, amoral y seductor Tom Ripley. Viendo la excelente película de Hitchcock sobre el perturbador intercambio de asesinatos familiares que le propone un obsesivo psicópata a su desconocido compañero de viaje, intuías que el material literario tenía que ser potente. También te entraban ganas de saber más cosas sobre los mecanismos mentales de ese tortuoso señor que mata al amigo de conveniencias y suplanta su personalidad, que interpretaba Alain Delon en A pleno sol. Probar la droga que representa el universo de Patricia Highsmith te condena felizmente a seguir consumiéndola eternamente, a descubrir y releer con idéntico placer sus adrenalínicas novelas y sus siempre inquietantes relatos. Poco después me encontré en la añorada colección de novela negra de la editorial Noguer con la terrible El grito de la lechuza, crónica de la tela de araña que envuelve a un hombre desolado e insomne debido a su separación matrimonial y que intenta consolarse ejerciendo de inofensivo voyeur de la aparente felicidad ajena. Recuerdo el impacto de esas lecturas con sensaciones parecidas al inolvidable descubrimiento del magistral William Irish (especialista en arranques y planteamientos aterradores, aunque a veces se le olvide dar coherencia a los desenlaces) y del siempre trágico y conmovedor David Goodis.

Me contaba este amigo que al despedirse de ella no pudo evitar imaginarse lo que podría haber oculto bajo la tierra del jardín

El rostro de dama tan penetrante y sabia que muestran las fotografías que aparecen en sus libros no es precisamente hermoso ni plácido, revela tormentos interiores y misterio, la expresión de los que nunca se han puesto de acuerdo con la vida. El amigo que me inició en su escritura, mitómano con causa, se propuso conocer y entrevistar a esta señora que nunca prodigaba sus apariciones públicas ni sus opiniones. Lo consiguió. Me contó que vivía en una casa en el campo, que intentaba ser amable, pero que su expresividad oral era mínima, que como los solitarios que mantienen un contacto mínimo con el mundo exterior le costaba un esfuerzo enorme responder con algo que no fueran monosílabos. Me contaba que al despedirse de ella no pudo evitar imaginarse lo que podría haber oculto bajo la tierra del jardín. Estaba pensando en Ripley y en su letal facilidad para mandar al otro barrio y no dejar huellas de la sepultura a cualquier enemigo que pretenda acorralarle, que amenace la laboriosa estabilidad económica, social y sentimental que ha alcanzado su turbulenta existencia. Sin sentido de culpa, con violencia seca, con eficiencia, con feroz pragmatismo.

Las cinco novelas que componen la saga del ambiguo y siempre peligroso Tom Ripley chorrean tensión e incertidumbre, pero te permiten dormir bien. Ese antihéroe, ese profesional de la impostura, posee una determinación y un extraño encanto que te ponen de su parte, en el fondo sabes que va a sobrevivir aunque todo se le ponga muy chungo. El auténtico agobio, el permanente clima de sospecha que se va transformando progresivamente en el infierno, la angustia, el desamparo, el vértigo y el miedo, están inmejorablemente descritos en El temblor de la falsificación, El juego del escondite, Rescate por un perro, La celda de cristal, El diario de Edith, Ese dulce mal. Son mis favoritas en el recuerdo, pero seguro que se intercambian con otras si vuelvo a revisitar por completo el planeta Highsmith.

Esa literatura que habla implacablemente de los alterados estados de ánimo, de los fantasmas que se instalan dolorosamente en el cerebro, de cómo el horror siempre anda rondando a la cotidianeidad también es poderosamente narrativa. Siempre ocurren cosas y la mayoría perversas. El estilo de Highsmith no está excesivamente preocupado por las frases memorables y sí por la construcción de la trama, por el tono opresivo, por transmitirnos y contagiarnos el desasosiego y el tormento de gente acosada. Y lo consigue. Es droga profunda y dura, nada que ver con el diseño.



Tom Ripley. Patricia Highsmith. Traducción de Jordi Beltrán. Anagrama. 1.280 páginas. 24 euros.


fuente:http://elpais.com/babelia
http://delcastilloencantado.blogspot.com