28.5.15

El nuevo 'Millennium' sin Stieg Larsson investiga sobre inteligencia artificial

El cuarto libro de la serie, que continúa David Lagercrantz tras la muerte del escritor sueco, saldrá el 27 de agosto con el título de  Lo que no te mata te hace más fuerte

Portada en castellano del cuarto volumen de la serie  Millennium./elperiódico.com

Un investigador especializado en inteligencia artificial, que afirma tener en su poder información vital para el servicio de inteligencia norteamericano contacta con Mikael Blomkvist, que ve en esta historia una exclusiva imprescindible para sacar a la revista Millennium del momento de horas bajas que atraviesa. Lisbeth Salander, mientras, está inquieta... Son algunos de los primeros detalles que se conocen del argumento del cuarto libro de la serie superventas Millennium, que su autor, el sueco Stieg Larsson, dejó inacabada tras su muerte y cuya continuación sus herederos legales decidieron encargar al escritor David Lagercrantz.
El nuevo libro, con el título de Lo que no te mata te hace más fuerte, saldrá a la venta el próximo 27 de agosto en todo el mundo -en castellano (en Destino) y en catalán (en Columna)-. En esta nueva historia los caminos de Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist volverán a cruzarse. La 'hacker' ha asumido riesgos que normalmente habría evitado y se verá ligada a las revelaciones del eminente profesor Frans Balder y al tráfico ilegal de información confidencial a escala internacional.
La saga  Millennium se convirtió tras la muerte de su autor, Stieg Larsson, en un fenómeno de culto y de ventas con más de 80 millones de lectores en todo el mundo, con dos adaptaciones al cine, la sueca y la americana, una serie de televisión y tres versiones de cómic (americana, europea y asiática). El autor dejó tres libros terminados y entregados a su editorial sueca y había empezado un cuarto volumen, pues había concebido la historia como una serie. Pero Larsson murió sin conocer el éxito que tendrían sus libros.
Tras la muerte de Larsson, que murió sin dejar testamento, empezó una batalla legal entre su viuda de hecho, Eva Gabrielsson, con quien llevaba viviendo 32 años, y sus herederos según la ley, su padre y su hermano, Erland y Joakim, quienes han gestionado desde entonces los ingresos millonarios de los derechos de autor del escritor y periodista sueco. Mientras siguen las incógnitas de un cuarto volumen que Larsson dejó inacabado y que supuestamente estaría en poder de Gabrielsson, su padre y su hermano decidieron autorizar que otro escritor, en este caso, David Lagercrantz, se encargara de la continuación de la serie.

22.5.15

"La vida es cruel y oscura. ¿Por qué no lo iban a ser nuestras novelas?"

El dúo sueco que triunfa con su trilogía negra se confiesa y bucea en su lado siniestro

Los escritores Jerker Erikson y Hâkan Axlander / Julián Rojas./elpais.com

Sentarse frente a Jerker Erikson y Hâkan Axlander es hacerlo frente a uno solo hombre, Erik Axl Sund, a veces una sola voz, casi siempre siniestra, la que firma bajo el pseudónimo elegido por esta pareja de suecos para lanzarse al mundo del thriller. Uno empieza la frase que el otro remata, buscan con la mirada la aprobación del compañero, sueltan frases cortas y a veces brutales, herencia de su pasado y presente punk. “Nuestros libros son crueles, ya, pero la vida es peor”, cuenta con su voz tranquila Jerker (piden que se les cite por el nombre), la mitad sonriente y de apariencia bonachona de esta pareja que ha triunfado en toda Europa con la trilogía de Victoria Bergman. El primer título, Persona, se publica ahora en España (Reservoir Books, traducción de Joan Rimbao).
Persona es una historia criminal con la psicoterapia, los abusos sexuales contra menores y la brutalidad del tráfico de niños en el centro de la trama. Victoria Bergman, psicóloga, y Jeanette Kihlberg, detective, son protagonistas y víctimas de un círculo vicioso de pedofilia, violencia y relativismo moral que forma un cóctel mortal para el optimismo humanista.
En África y en Suecia y en cualquier parte encuentras traición y crueldad por doquier
El dúo Erik Axl Sund ha buceado en la oscuridad y les ha gustado. “Algunas veces nos decimos el uno al otro que deberíamos escribir novelas más clásicas, donde el asesinato se resuelve y ya está, pero no somos especialmente buenos en eso, así que se lo dejamos a otros que lo hacen mejor”, asegura Hâkan, con esa voz que el interlocutor nunca llega a saber si es amable o inquietante. “Sí, a veces pensamos que deberíamos sentarnos más a menudo a ver Murder in Midsomer (serie clásica británica de los setenta) y a tomar té y sándwiches mientras disfrutamos de un crimen. Pero luego nos decimos: No, eso es estar muy enfermo. El crimen debe ser real y sucio, porque así es como ocurre en la vida real”, se explaya Jerken. “Sucio”, insiste Hâkan ya con la mirada perdida en algún punto de la mesa.
“El problema” coinciden los dos, “es conjugar esas historias terribles, esa violencia, con el entretenimiento, por eso tratamos de ser honestos y huir así de la perversión. Es peligroso, pero el mundo es cruel y sucio y nosotros queríamos abrir una ventana a ese mundo horrible”.
¿Les gusta la saga Millenium? “Sí, bueno, sí” ¿Les gusta que les comparen con Stieg Larsson? De nuevo se miran, sonríen, contestan: “Es normal, somos suecos, hablamos sobre los abusos contra las mujeres, escribimos thrillers. Pero somos más oscuros y por ahora no hemos tenido éxito en Suecia”. Las respuestas de estos artistas multifacéticos, se tornan a veces como escenas enteras de su novela, al ritmo de frases cortas y directas a la conciencia:
- En África y en Suecia y en cualquier parte encuentras traición y crueldad por doquier
- La vida es cruel y oscura. ¿Por qué no lo iban a ser nuestras novelas?
El crimen debe ser real y sucio, porque así es como ocurre en la vida real
- Suecia sigue siendo una sociedad machista y patriarcal
¿Cómo trabajan a cuatro manos? Dicho por ellos, parece fácil: “Hablamos, nos ponemos de acuerdo y empezamos. Siempre en la misma oficina. Uno escribe en rojo, el otro en azul y para los desacuerdos en un verde horrible, el más feo que te puedas encontrar”, comenta Jerker divertido.
Suecia sigue siendo una sociedad machista y patriarcal
Su vida literaria y su entrada tardía en este mundo fue por extraños y, de nuevo, oscuros vericuetos. Uno fue estibador; el otro bibliotecario en una cárcel; los dos músicos punk. “Nos conocemos desde hace muchos años y hemos compartido exposiciones, experiencias musicales y artísticas y otras muchas cosas. Ahora, lo de escribir empezó como una terapia, y el personaje de Victoria Bergman es parte de esa terapia”. No contestan cuál era el mal, no aclaran si están curados. “Cuando nos juntamos para escribir”, añade Hâkan rápidamente, como si quisiera espantar los demonios allí instalados “nos salía algo demasiado bestia, demasiado denso, demasiado oscuro. Desde luego no era un thriller. Doscientas páginas en las que un grupo de personas no salían de una habitación. No nos quedó más remedio que rehacerlo y convertirlo en algo menos duro”. ¿Algo que funcione? “Bueno, sí, eso también, aunque era un libro solo y el editor lo convirtió en trilogía para evitar lo que veía como un suicidio comercial”, responde Hakan.
Persona explora de manera valiente y sin buenismos o tópicos el espinoso asunto de los abusos sexuales. “Es un tabú también en Suecia pero decidimos que había que hablar de ello”. El libro está lleno de una violencia no explícita que revuelve las tripas y deja claro que los monstruos también habitan el paraíso: “Ese era nuestro objetivo”, responden tajantes. “Hay un círculo vicioso, horrible, por el que las víctimas de estos abusos tienen muchas posibilidades de ser luego abusadores. Lo sabemos, lo hemos visto y lo queríamos contar”, resumen.
Estar sentado frente a Jerker Erikson y Hâkan Axlander es pasar de la risa al estremecimiento, de la respuesta jovial a la mirada perdida. Rastros de la última fiesta en su voz, en sus rostros y en su ropa delatan su amor por España, donde terminaron su último libro, el primero de una nueva trilogía, más oscura, sobre la melancolía. Lectores empedernidos, no son muy aficionados a la lectura de género. Antes de terminar, citan algunas influencias suecas que comparten, como casi todo ( Par Lagerkvist, especialmente), y otras tan dispares como Heinrich Böll, Kurt Vonnegut o Paul Auster. ¿El futuro? “Hemos vendido los derechos de la trilogía a Hollywood”, responden con algo parecido a la emoción. ¿Y la literatura? “Cuando terminemos esta nueva trilogía, veremos. Igual somos demasiado viejos, o nos volvemos lentos. Quién sabe”.

14.5.15

Thunberg: lo peor que le pudo pasar a Suecia

Los ladrones de bancos más violentos y audaces que hayan actuado nunca en Estocolmo fueron tres hermanos y un amigo. Y eran buena gente, a su manera. Stefan Thunberg, el pequeño de la casa, el hermano que no quiso estar en la banda, novela su historia junto a Anders Roslund

Thunberg y Roslund, por las calles de Estocolmo./elmundo.es

Cada vez que cae una novela criminal sueca en nuestras manos, y van unas cuantas, a todos nos encanta pensar eso de, ja, miren, este país de gente rica, culta, alta, ecologista... y ya ven qué pedazo de nazis, sádicos y psicópatas que aloja ahí dentro. Como si hablar bien inglés fuera un agravante para cualquier delito. "Yo, personalmente, estoy encantado si ayudo a destrozar esa imagen que los suecos nos hemos hecho de nosotros mismos. La del país en el que el primer ministro va sin escolta y todo ese rollo ideal. A mí me gusta Suecia, sigue habiendo cosas muy buenas en nuestra cultura. Ahora, por ejemplo, el país europeo que está acogiendo a los refugiados sirios sin poner límites es Suecia, no Alemania ni Francia... Pero no me engaño, mi país es básicamente igual que cualquier otro. Los mismos problemas: desempleo, marginalidad, violencia...".
Anders Roslund es sueco, alto, rubio y encantador, habla bien inglés y acaba de publicar en España 'Nosotros contra el mundo' (Suma de Letras), la historia novelada de los hermanos Thunberg, los ladrones de bancos más audaces y violentos que haya visto su país. La gracia es que al lado de Roslund está sentado Stefan Thunberg, guionista de cine y televisión, también sueco, moreno y un poco menos locuaz, coautor de 'Nosotros contra el mundo' y, atención, atención, hermano de los protagonistas de sus novela. Stefan era el Thunberg formal: el que estudió, el que no cogió una pistola, el que no fue a la cárcel, el que esperaba en el sofá y preguntaba "¿Qué tal el día?". Pues, nada, bien, atracamos un banco y tal, ¿te hace falta pasta?.
"Mis hermanos están bien", explica Thunberg. "Han cumplido sus penas de cárcel y han vuelto a trabajar en la construcción. Los conflictos que pudo despertar este libro entre nosotros ya están superados. Mi madre está encantada, el libro le gusta mucho. Mi padre lo lleva peor. Pero bueno, están todos más o menos bien".
'Nosotros contra el mundo' tiene dos alicientes. El primero es obvio: las barbaridades que eran capaces de hacer los hermanos Thunberg en los años 90: saquear un depósito de armas del Ejército Sueco, bombardear una estación de trenes de Estocolmo para desviar la atención y robar un banco, dar dos y hasta tres golpes simultáneamente para desquiciar a la Policía... El otro encanto es el retrato de las relaciones personales entre los atracadores y también con su padre. Y aquí aparecen palabras de connotaciones positivas: lealtad, solidaridad, independencia, amor...
"Esta novela la veo, sobre todo, como la historia de unos hermanos que hacen una piña para defenderse del mundo y son felices cuando descubren su poder, pero que después ven como esa unidad se va resquebrajando y su unión se deshace. Ese es el viaje de 'Nosotros contra el mundo'", explica Roslund.
Y, en diálogo constante con ese grupo cerrado de hermanos, aparece el padre, un albañil serbio emigrado a Estocolmo, violento, bebedor y, a su manera, moral. Ivan, el padre de la novela, es una mala bestia que da palizas en los restaurantes a cualquiera que le mira mal, pero también es un hombre que quiere, con todas sus fuerzas, proteger a sus cachorros y, a la vez, enseñarles a que se defiendan solos. Que es un poco lo que nos proponemos todos los padres, ¿no?
"Mi padre es una persona muy especial", explica Thunberg. "Su obsesión era que nadie hiciera nada que perjudicase a la familia: 'Tenemos que defendernos unos a otros', era como un mantra, era su manera de estar en el mundo. Nos educó a sus hijos con el propósito de que estuviéramos tan cerca unos de otros que acabó expulsado del grupo. Y después ocurrió lo que se ve en la novela: se metió a ladrón de bancos para estar con ellos, para volver a estar dentro".
Y Roslund le da la réplica como padre de dos crío: "Yo también tengo el instinto de defender a mis hijos como sea, pero también sé que montar una pelea no sería protegerlos ni hacerles bien. El padre de la novela tiene los instintos correctos pero la herramienta equivocada: la violencia".

Papá tenía mal genio

Ya, bueno: pero el mundo está lleno de personas que han soportado a padres equivocados, violentos y bebedores pero que no por eso se han dedicado a dar tiros por ahí. "Mire, cuando conocí a Stefan y entré en la historia de los Thunberg", explica Roslund, "mi fascinación se dirigía hacia él, hacia Stefan, el hermano que rompió con esa espiral de violencia. Mi primer instinto era escribir sobre Stefan. Después descubrí que esa historia no nos acababa de funcionar como narración, no había suficiente tensión, y lo que decidimos fue repartir sus experiencias y sus opiniones entre sus hermanos y también inventar a un policía que fuera el contrapunto de la banda. El policía de la novela odia la violencia, visita a las víctimas, toma nota de los destrozos... Nos hacía falta eso para evitar, precisamente, un retrato 'buenista' de la violencia. Hubiese sido muy fácil caer en eso porque es verdad que si conoces a los hermanos de Stefan te vas a encontrar con que son todos muy majos y con que te entiendes muy bien con ellos".
Y continúa Thunberg: "Lo de empatizar con unos personajes cuyos actos son terribles era el riesgo que asumíamos. Pero es que si la literatura consiste en transmitir emociones, en lograr que el lector sienta algo, tienes que asumir riesgos y ponerte en el límite de lo moral y lo inmoral. Eso es lo que hemos hecho y siento que hemos caído del lado bueno de la línea, y por eso está bien la novela. Podía habernos salido mal".
En una escena de 'Nosotros contra el mundo', Ivan, el padre de la camada, enseña a su hijo mayor a pegar: primero la nariz y luego la mandíbula, no con el brazo sino con el cuerpo entero y siempre en movimiento, para que el contrincante no tenga un referente. Y en medio de la sesión, llega el inevitable momento de gravedad: el padre anuncia al hijo que la vida va a ser pelear con un oso y que al oso nunca le podrá vencer pero sí que podrá bailar con él, marearlo y, entonces, meterle un par de buenos puñetazos.

Anarquistas y criminales

¿No tienta hacer una lectura política de esa historia del oso, de toda la novela? Roslund y Thunberg están encantados con la propuesta: "Mi padre siempre decía que él era anarquista. 'Soy anarquista, no estoy en esta sociedad'... Cosas como sacarse un pasaporte le enfadaban muchísimo...", explica Thunberg. Y Roslund revela que el primer manuscrito de 'Nosotros contra el mundo' incluía 100 páginas (hasta llegar a 800) dedicadas a hablar del sistema bancario, de la distribución de la riqueza, de la desigualdad... "Pero eran un poco demasiado".
"La avaricia no está entre las motivaciones de los hermanos", explica Roslund. Roban bancos pero viven como carpinteros, no como personajes de 'El lobo de Wall Street'. "El alimento que tienen es ser mejores que su padre. El hermano mayor quiere sustituir al padre y convertirse en un nuevo líder, más fuerte, más capaz de garantizar la independencia del grupo... El problema es que la relación que tiene con sus golpes es como la de un adicto con la droga. Cada vez necesita más: dar golpes dobles, triples... Nada es suficiente. Y su hermano Felix le dice un día: 'oye, que te estás convirtiendo en Papá, que ya no te importa hacer daño".
Última pregunta, un poco boba: al principio hablábamos de Suecia, la gente buena y la gente mala. Habrá quién se acuerde del noruego Karl Ove Knausgard, atrapado en Estocolmo primero y en Malmoe después, quejoso por lo pijos e insondables que le parecen los amigos suecos de su mujer. "Bueno... Knausgard es buen chaval, a mí me cae bien. Pero es que a veces parece que va de Ingmar Bergman y dan ganas de decirle venga tío, la vida no está tan mal, también están las comedias románticas y novelas de ladrones de bancos".

7.5.15

Banville: "Inventé a Benjamin Black como una aventura"

El escritor irlandés se presentó en el ciclo La Ciudad y las Palabras de la UC. Habló de su obra y de las novelas firmadas por su alter ego

John Banville atiza la imaginación de su alter ego: Benjamin Black./latercera.com

A la hora del desayuno John Banville dio los primeros aperitivos de su visita a Chile. De camisa negra y chaqueta gris, el escritor irlandés dio muestras de su genio y de su humor en un encuentro en el campus Lo Contador de la UC. Premiado y celebrado por la crítica, Banville es hoy más conocido por su alter ego, Benjamin Black, escritor de policiales: “Inventé a Black como una aventura. Pensé que sería solo un libro, y luego dejaría al personaje de lado, pero averigüé que tenía cierto talento para la literatura barata”, dijo entre risas.
Premio Príncipe de Asturias de las Letras, el autor irlandés aterrizó en Santiago el martes desde Buenos Aires, donde  participó en la Feria del Libro. Antes, había hecho escala en la Feria de Bogotá, Colombia. 
Ayer en la tarde, el autor de novelas como El mar y El libro de las pruebas participó en el ciclo La Ciudad y las Palabras, organizado por el Doctorado en Arquitectura de la UC y apoyado por La Tercera. 
El auditorio estaba lleno. Banville no defraudó: conversó cerca de una hora con el director del Doctorado  en Arquitectura, Fernando Pérez. Y se mostró sagaz, amable, agudo y con gran sentido del humor.
Repasó su infancia en Wexford, donde nació en 1945. Contó que en su casa no había libros, pero con sus hermanos se obsesionaron con las palabras y con escuchar historias. “Con las historias podemos perdonar muchas cosas, uno se puede escapar pero a la vez encontrarse con uno mismo”, dijo.
Su madre quería que fuese arquitecto, pero -según reveló- “no tenía ningún talento”. Sí tenía ganas de dejar su ciudad, donde se sentía asfixiado por la influencia de la Iglesia. Entonces, se empleó en una línea aérea. “Viajé alrededor del mundo y el 68 conocí a  mi esposa en San Francisco”, relató.  
Habló de la tradición literaria de su país -Joyce, Beckett-, de cómo los escritores construyen los lugares de su ficción y de la imposibilidad de huir de las raíces: “Uno no se escapa jamás de su lugar de origen”.
De allí, de sus recuerdos de la Irlanda de los 50, nacen los escenarios de Benjamin Black, contó. 
Escritor refinado, Banvi-lle declaró su admiración por Henry James, a quien llamó el padre de la novela moderna. “Las grandes obras realmente levantan el alma, una obra de arte es una experiencia”, reflexionó a propósito. 
La escritora Carla Guelfenbein quiso saber su opinión de la inspiración. Banville respondió: “La inspiración llega una vez al año; el trabajo es una labor diaria: es concentración, pasión, compromiso y tratar de nunca rendirse”. 
FORTUNA Y OLVIDO
Por la mañana, Banville había adelantado algunos temas, como su experiencia de escritor autodidacta.  “La educación universitaria me hubiese dado una disciplina que me falta. No haber ido a la universidad me impidió beber a destajo, seguir a las chicas, levantarme más tarde... Pero un artista debe transformar las desventajas en ventajas. Así que logré establecerme cierta disciplina en mi desorden mental”, señaló.  
Escritor de la memoria, como lo hace en El mar (Premio Booker 2005), detalló su obsesión con ella: “Siempre me ha sorprendido el pasado. Me recuerdo a los 4 o 5 años y yo era muy nostálgico. Me fascina saber cuándo el pasado se convierte en pasado: ¿Cuando han pasado 10 segundos, 10 horas o 10 años? Creo que el pasado es algo que uno se imagina. La comunidad científica ha dicho lo mismo, y se han dado cuenta que yo he tenido la razón todo el tiempo”. 
Hace 10 años, Banville publicó El secreto de Christine, la primera novela de Benjamin Black. “Black es un artesano y él está orgulloso de su obra. Con Black siempre espero entretención y poder hacerme de una fortuna. Mientras el pobre Banville pretende ser un artista”, dijo. “Creo que en 50 años más cuando alguien consulte sobre Banville será derivado a Benjamin Black. Y la obra del señor Banville será olvidada por completo”, agregó.
El año pasado, los herederos del escritor estadounidense Raymond Chandler le pidieron revivir al detective Philip Marlowe. Así publicó La rubia de ojos negros. “Para Chandler el estilo lo era todo. Yo lo admiro enormemente. Y disfruté mucho haciendo el libro”, comentó.  
También ensayó las diferencias literarias  entre irlandeses e ingleses: “La literatura irlandesa es la venganza contra los ingleses con respecto a la colonización. En la escritura, los autores ingleses buscan claridad y los irlandeses una suerte de rebelión. Para mí la lengua es un lente que también se distorsiona. Me encanta la ambigüedad. Los grandes escritores irlandeses me hacen pensar en las estatuas de la isla de Pascua, los Moái, siempre mirándote severos y desde cierta distancia… En un pequeño país como el nuestro es extraordinario tener tan buenos escritores. Es una fuente de orgullo”.
Hoy, a las 12.00, Banville tendrá una conversación en la biblioteca Nicanor Parra, de la UDP, con Arturo Fontaine.

6.5.15

Así invente a Montalbano

A raíz de la inminente edición conjunta de las tres primeras novelas protagonizadas por su popular detective, el escritor italiano recuerda cómo le urdió

Andrea Camilleri, en su casa, en Roma. /Antonello Nusca:/elmundo.es

Todo surgió a raíz de una novela 'histórica' que había empezado a escribir en 1993 y que se editaría años después, La ópera de Vigàta. Mientras trabajaba en aquel libro me di cuenta de que mi forma particular de contar una historia era, por así decirlo, bastante desordenada.
Me explico: todo lo que había escrito hasta el momento había nacido de un fuerte impulso (el recuerdo de un hecho que me habían contado, un episodio histórico...), y siempre había comenzado a componer mis narraciones partiendo precisamente de esos impulsos, de esas ideas, que luego, una vez acabada la novela, no conformaban ni mucho menos el primer capítulo, sino que encontraban su lugar una vez que la trama estaba encauzada. Al final, el primer capítulo al que metía mano acababa siendo el quinto o el décimo, a saber.
Así fue como me hice una pregunta: ¿era capaz de escribir una novela empezando por el primer capítulo y siguiendo el hilo, sin saltos temporales ni lógicos, hasta el último? Me contesté que quizá lo sería si lograba adentrarme en una estructura narrativa lo bastante sólida.
Llegado a ese punto, me vino a la cabeza un texto de Leonardo Sciascia sobre la novela negra, sobre las reglas que debe respetar un autor policíaco. Al mismo tiempo, recordé una afirmación de Italo Calvino, según el cual era imposible ambientar una novela negra en Sicilia. Y de ese modo decidí aceptar un doble reto: contra mí mismo y contra el iluso de Calvino. De todas maneras, antes de poner negro sobre blanco reflexioné largamente sobre la elección del protagonista, del investigador.
Tenía ya mucha práctica con el relato policíaco, porque, en calidad de delegado de producción de la RAI, había sido, entre otras cosas, responsable de todo el 'Maigret' televisivo y de una serie de Sheridan. Y también había dirigido otras producciones policíacas. Pero, por encima de todo, me había influido la manera que tenía el dramaturgo Diego Fabbri de adaptar a la pequeña pantalla las obras de Simenon: las desestructuraba como novelas y las reestructuraba como guiones para la televisión. Estar a su lado era como ir al taller de un relojero y verlo desmontar un reloj para volver a montarlo adaptándolo a una caja nueva, con otra forma.
Estoy convencido de que allí aprendí ese arte y, sin darme cuenta, lo guardé en un rincón. En consecuencia, mi investigador se perfiló enseguida no como un detective privado o un 'husmeabraguetas', como los llaman los americanos, sino como un policía institucional, como un inspector o un comisario. ¿Por qué no un suboficial o un oficial de los 'carabinieri'? Durante mucho tiempo estuve tentado de elegir como protagonista a un subteniente de ese cuerpo, puesto que precisamente uno había sido el investigador de mi primera novela,  El curso de las cosas.
Al final me decidí por un comisario porque me pareció que estaba menos obligado a someterse a determinadas reglas de comportamiento de las que los miembros del cuerpo de carabinieri no pueden prescindir.
¿Qué rasgos característicos debía tener ese personaje? Tengo que confesar que los vi claros desde el principio: debía ser un hombre inteligente, fiel a su palabra, reacio a los heroísmos inútiles, culto, buen lector, que razonara con sosiego y que careciera de prejuicios. Un hombre al que se pudiera invitar tranquilamente a una cena familiar. Un hombre que «cuando quería entender una cosa, la entendía», como escribí ya en el primer libro.
Tenía pensados dos nombres: Cecè Collura y Salvo Montalbano, ambos muy comunes en Sicilia. Elegí ponerle Montalbano en agradecimiento a Manuel Vázquez Montalbán, ya que su novela El pianista me había sugerido la estructura definitiva de  La ópera de Vigàta.
Una vez que aclaré esas cosas, escribí mi primera obra policíaca ateniéndome a las reglas que me había impuesto (de hecho, el primer capítulo comienza al amanecer y así sucedería en todas las entregas posteriores). La editorial Sellerio la publicó en 1994 con una cubierta exquisita.
Tras haber superado con claridad el primer reto, el que me había puesto a mí mismo, y muy probablemente también el segundo, el de Calvino, mi impulso inmediato fue dejarlo ahí.
No le hice caso porque no estaba completamente satisfecho con cómo había quedado la figura del comisario. Tenía la impresión de que no lo había dibujado del todo, de que había antepuesto la labor de investigador, pasando por alto algunos aspectos de su carácter.
En resumen, me parecía que sólo lo había resuelto a medias. Y dejarlo a medias me molestaba mucho. Siempre intento concluir lo que empiezo. Así pues, por una especie de escrúpulo artesanal, decidí escribir una segunda novela sobre aquel comisario y terminar mi breve carrera de escritor de género negro.
Creo que, ya desde las primeras líneas, hay algo que salta a la vista, una diferencia sustancial entre la primera novela y la segunda: en una, el amanecer lo ven dos basureros, mientras que en la otra lo ve Montalbano. Así sucedería en todas las novelas posteriores.
Cabe señalar que, a partir de la segunda entrega, todo lo que ocurre se ve a través de los ojos de Montalbano, tenemos siempre el punto de vista de una cámara subjetiva; es decir, no sucede nada ajeno a él: o lo ve o se lo cuentan. De ese modo, el lector siempre tiene en las manos las mismas cartas que el comisario.
Decidí que también la segunda novela debía centrarse en una investigación sui géneris: si el primer caso se basaba en esencia en un delito de imagen, el segundo iba a centrarse en la memoria, en un crimen sucedido muchísimos años antes y ya prescrito. Con la publicación de aquella segunda novela, El perro de terracota, en 1996, daba definitivamente por concluida mi incursión en el campo de la narrativa policíaca. No obstante, y por motivos que aún hoy me resultan inexplicables, el personaje cosechó un gran éxito. Y no sólo eso: su éxito sirvió de acicate para mis obras anteriores, hasta el punto de que la editorial Sellerio tuvo que reeditarlas.
Empecé a recibir decenas, centenares de cartas que me invitaban, más o menos perentoriamente, a seguir escribiendo sobre Salvo Montalbano. También es cierto que el personaje no necesitaba el respaldo de los lectores para hincharme las narices constantemente. Empezó a aparecérseme incluso cuando menos convenía, apremiante. Había leído que determinados autores decían estar obsesionados con algunos de sus personajes y lo había achacado a una afectación literaria.
Sin embargo, constaté que aquello podía suceder de verdad. Acabé en la absurda tesitura de sólo poder pensar en una novela 'histórica' con la condición de pensar al mismo tiempo en un nuevo caso de Montalbano. De otro modo no podía seguir adelante.
Y así me vi 'obligado' a escribir, y además con cierta urgencia, la tercera novela, El ladrón de meriendas, en la que favorecí un aspecto del comisario completamente personal.
Una vez más, me hice ilusiones de haber puesto punto final. La verdad es que no me apetecía ser escritor de novela negra, y menos de una serie con un mismo personaje.
Sin embargo, fue como echar gasolina al fuego.

2.5.15

Novedades y regresos negros para la resaca del día del libro

El género negro sigue en ebullición y es fácil demostrarlo. Desde la vuelta de grandes del género que siguen en forma, bien por que les publican, bien porque les reeditan, hasta ciertas sorpresas y novedades, un buen catálogo para leer y disfrutar, que de eso se trata

Autores y títulos de novela negra./elpais.com
Quien esto escribe vive en un eterno día del libro, en un interminable Sant Jordi y no le ve tanta gracia, pero ya que sacamos los libros a la calle no nos vamos a quejar.  Para seguir con la fiesta, traemos una serie de novedades. Como siempre, el puñado de obras de las que hablaré responden a un criterio personal e intransferible: conozco a los autores, los he leído, y por eso puedo apostar por ellos. Por eso también salen cosas raras, faltan novelas que les recomendarán por aquí y por allá. Lo sé.
El género negro sigue en ebullición y es fácil demostrarlo. Desde la vuelta de grandes del género que siguen en forma, bien por que les publican, bien porque les reeditan, hasta ciertas sorpresas y novedades, un buen catálogo para leer y disfrutar, que de eso se trata.

Regresos a los inicios de la vida

Atención porque vuelven algunos de los mejores y lo hacen de variopintas formas pero todos con un denominador común: el regreso a aspectos fundamentales de sus vidas que les han marcado.
1.- Roja y Negra de Random House publica El murciélago, de Jo Nesbo (traducción de Bente Teigen y Mariano González). Primera novela de Nesbo, a quien según me confesó en Getafe se le ocurrió en el avión que le llevaba a Sydney y en el que se estaba aburriendo. Bendito aburrimiento. Harry Hole es enviado a Australia para investigar el asesinato de una mujer noruega. Una novela iniciática que mantiene el pulso y nos muestra algo de la maestría que convirtió a Nesbo en un autor de referencia.
2.-Hipotermia, Arnaldur Indridason (RBA, traducción de Enrique Bernárdez). El pobre Sveinsson inicia el doloroso camino de investigar la desaparición durante una tormenta de su hermano. Un hecho que le ha marcado durante toda su vida. Una novela perfecta para acercarse más a este policía islandés, un personaje desesperado, profundo, con una visión muy particular de la vida. Dejo aquí la entrevista que le hice con motivo del Premio RBA y algún reportaje más.
3.- Los mocasines de otro hombre, Craig Johnson (Siruela, traducción de María Porras). El gran personaje Walter Longmire pertenece a esa estirpe de los “preferiría no hacerlo” pero no le queda otra solución. El sheriff maneja con destreza los casos y tiene una dimensión humana poco común. Pertenece, además, como por ejemplo el Dave Robicheaux de James Lee Burke o el Lew Archer de Ross Macdonald, a aquellos marcados por su pasado como soldados en guerras cruentas. De hecho, Longmire se hizo policía a raíz de un caso que abordó como policía militar y que vuelve a su vida en esta cuarta entrega. Aquí conté en su día las razones por las que le adoro.

Otras vueltas gloriosas

1.- Perfidia, James Ellroy (Random, traducción de Carlos Milla Soler). Poco me queda por decir de la vuelta del maestro. Está en mejor forma que nunca. Aquí dejo el post que le dedicamos a este libro que inaugura el segundo Cuarteto de Los Ángeles y la entrevista con Ellroy.
2.- Camino de ida, Carlos Salem (Navona). Sigue siendo la mejor novela del autor, un libro lleno de fuerza y originalidad. Una apuesta extraña que no deja de ser del todo negra pero que tiene momentos muy reseñables. Un artefacto que ahora recupera con su entusiasmo habitual el editor Pere Sureda.

Tres apuestas distintas

1.- Ciudad de Bohane, Kevin Barry (Rayo Verde, traducción de Javier Calvo). Una novela oscura y poderosa sobre una ciudad ucrónica y algo distópica en la que varias mafias luchan por el poder. Un submundo creado con una fuerza alucinante para ser una primera novela. Y la edición es de tapa blanda pero elegante. Y la traducción es genial. Hablaremos de este libro de manera más extensa.
2.- El comisario Lascano, Ernesto Mallo (Siruela). La editorial Siruela ha tenido la buena idea de reeditar y compactar a algunos de sus mejores escritores. Lo hicieron con Fred Vargas y ahora lo hacen con los tres libros de Perro Lascano, un policía cínico y genial. Humor, buenos argumentos, buena literatura y buenas historias de un escritor divertido e inteligente. Hablaremos más de él.
3.- Yo, asesino, Antonio Altalarriba y Keko Godoy (Norma Editorial). No soy lector de comics, ni de novelas gráficas. Nunca lo fui. Pero esto cayó en mis manos por recomendación de los amigos de la librería Burma y me ha dejado bastante impactado. La historia es buena aunque tiene algún tópico y los dibujos me impresionan (insisto, habla la voz del profano). En breve uniré mis fuerzas a alguien que sabe de verdad de esto para contarles más.
Eso es todo por ahora. Estamos detrás de muchas cosas, siempre que el cuerpo aguante y no tengamos que dormir mucho. Ya saben, lean y disfruten.