23.7.15

¿Demasiada sierra mecánica?

Lemaitre, Sund y Llobregat nos ofrecen cabezas grapadas, dientes arrancados o dedos amputados en la moda de crueldad de la novela criminal; Salem, investigación gamberra

Un momento de la investigación de un crimen. / elpais.com
Un asesino busca modelos de atrocidades para sus obras. ¿Dónde? En las novelas de crímenes. Pierre Lemaitre (París, 1951) imagina en Irène (título original, Travail soigné) una serie de crímenes entre 2001 y 2003, de la periferia de París a Glasgow, copiados de ficciones de James Ellroy, Bret Easton Ellis, William McIlvanney, Émile Gaboriau, Sjöwall y Wahlöö. Al asesino los periódicos lo llaman el Novelista. Su perseguidor será el comandante Camille Verhoeven, de 40 años y 1,45 metros de estatura por culpa de una madre fumadora: un Toulouse-Lautrec sin pelos en la cabeza, “gnomo de la policía judicial”, funcionario prestigioso a pesar de sus indisciplinas, marido de la bella Irène. Si el criminal rinde homenaje sangriento a la novela policiaca, el excelente Lemaitre parte de una operación análoga: Irène parece seguir la fórmula de Agatha Christie en Diez negritos, donde una cadena de homicidios se ajusta, uno por uno, a las desapariciones descritas en una canción.
Hay en Irène un rasgo característico que se repite en otras novelas criminales contemporáneas: el gusto por los catálogos de herramientas destructoras, taladradoras, sierras mecánicas, pistolas de clavos, cuchillos, ácido clorhídrico, mecheros, cortaúñas para arrancar labios, por ejemplo. Y también merecen registros escrupulosos los daños producidos: descuartizamientos, perforaciones, fracturas. Una cabeza aparece grapada en la pared por las mejillas, o encima de la cómoda con los ojos quemados, o, en Persona, pegada al cuerpo, pero con los dientes arrancados. Irène es la primera entrega de una trilogía dedicada a Camille Verhoeven, y Persona inicia la trilogía Los rostros de Victoria Bergman, de Erik Axl Sund, seudónimo de los suecos Jerker Eriksson (1974) y Hakan Axlander Sundquist (1965). Da la coincidencia de que Verhoeven y la policía de Persona, la comisaria Jeanette Kihlberg, sufrirán al final de su primera aventura casi el mismo martillazo del destino.
Hija y nieta de policías, mujer de un pintor y madre de un hijo (hijo de una pintora era el policía de Irène), Kihlberg investiga un misterio de adolescentes torturados hasta la muerte con minuciosidad, inmigrantes a quienes nadie busca ni reivindica. La trama, tensa, bien anudada, une a la comisaria con la psicoterapeuta Sofia Zetterlund, especialista en desdoblamientos y otros trastornos de la personalidad. Zetterlund no se puede quitar de la cabeza a una antigua paciente, Victoria Bergman, niña de la que abusaron su padre y otros hombres, mala quizá, porque criaturas como ella, a quienes “los adultos les robaron la infancia”, acaban devolviendo los golpes: “Víctimas y verdugos se confunden”. La capacidad de provocar en el lector cierta simpatía o compasión por el demonio es lo mejor de Erik Axl Sund, un caso literario de dos conciencias en una.
Jordi Llobregat (Valencia, 1971) exhibe en El secreto de Vesalio una ávida imaginación de coleccionista de maravillas, feliz de volver a juntar cuentos oídos muchas veces sobre enmascarados, sacrílegos experimentos, científicos locos, una humanidad fantasmal que habita en las cloacas, cajas de música con un compartimento secreto, mensajes en tinta simpática en un manuscrito del siglo XVI, gente que vuelve de la muerte y mata. En la Barcelona de 1888, en vísperas de la Exposición Universal, el cadáver de un médico insigne aparece en aguas del puerto. Jóvenes obreras se esfuman inexplicablemente y resurgen en las alcantarillas o en las dársenas, monstruosamente asesinadas. Daniel Amat, profesor de lenguas clásicas en Oxford e hijo del médico, se presenta en Barcelona para aclarar las circunstancias de la muerte de su padre. Lo anima un periodista de sucesos acabado, hambriento de una noticia sensacional: si no la encuentra en el plazo de una semana, lo echarán del periódico. (Por cierto, ¿en las redacciones de los periódicos resonaban ya en 1888 máquinas de escribir?).
Pero la novela de época no renuncia a la marca de la narrativa criminal vigente: El secreto de Vesalio comparte con Irène y Persona la insistencia en los repertorios sadianos de crueldades, y su inspector de policía, a pesar de ser más suave que el criminal de la historia, amputa un dedo con un cortapuros. El horror recreativo transforma a estas novelas en realistas, pero de una realidad de periodismo sensacionalista. Carlos Salem (Buenos Aires, 1959) se lo toma a broma: los crímenes de En el cielo no hay cerveza se ceban en tertulianos o presentadores de la televisión escandalosa. Los asesinados no son 10 como los Negritos de Christie, sino 12 como los apóstoles de Cristo, y lucen nombres transparentes, caricaturas de nombres reales del mundo televisivo español. El investigador, de Lavapiés, fue joven poeta de éxito y acabó travestido en autora de novelas erótico-sentimentales. El sospechoso, inocente pero cargante como un niñato perpetuo, un tal Diosito, dice ser el segundo hijo de Dios y lo es de un millonario que se cree Dios. Salem utiliza la biografía de Diosito, “un evangelio de cerveza-ficción”, para distorsionar el esquema de la novela negra hasta romperlo y ofrecer una novela de costumbres gamberras.

Policiaca, criminal, sangrienta

Irène Pierre Lemaitre. Traducción de Juan Carlos Durán Romero. Alfaguara Negra. Madrid, 2015. 396 páginas. 19 euros.
Persona. Los rostros de Victoria Bergman. Erik Axl Sund. Traducción del francés de Joan Riambau. Roja & Negra Random House. Barcelona, 2015. 404 páginas. 19,90 euros.
El secreto de Vesalio. Jordi Llobregat. Destino. Barcelona, 2015. 540 páginas. 20 euros.
En el cielo no hay cerveza. Carlos Salem. Navona Negra. Barcelona, 2015. 430 páginas. 17 euros.

22.7.15

Seis cosas por las que amar la Semana Negra

Los libros y los locos por los libros están por todas partes

Lorena Nosti (lesionada) y Paco Ignacio Taibo II./ Daniel Mordzinski./elpais.com

La 28ª edición Semana Negra de Gijón, esa fiesta, ese milagro cultural, ha terminado. Atrás quedan decenas de actos y presentaciones, cientos de risas y buenos momentos, miles de intercambios, interacciones, enseñanzas. Ya saben, Carlos Zanón se llevó el Hammett por Yo fui Johnny Thunders (RBA), no puede ser más merecido, y que anduvimos por allí compartiendo la vida y la literatura con amigos, haciendo fotos y aprendiendo con Daniel Mordzinski (para muestra, la que ilustra este artículo) y buscando a Patricia Highsmith.
Pero hoy quería traerles unos motivos, sentimentales algunos, casi empíricos otros, por los que lo que ocurre en Gijón cada julio es único.
Un lugar único donde se venera a los grandes. Julián Ibáñez, Claude Mesplede o Paco Ignacio Taibo II son algunos de los maestros que uno se puede encontrar en la Semana Negra. Y digo encontrar, porque así es. Se puede hablar con ellos, se puede tomar algo con ellos. Eso no pasa en cualquier sitio. No.
La feria de los milagros. Quienes hayan estado por Gijón ya saben a qué me refiero. En un lugar post industrial, algo surrealista y rodeado de atracciones, arena, bares y feriantes, la Semana Negra se celebra en un lugar único. Lo mejor: he visto actos que empiezan casi vacíos, la gente va llegando, pasan por allí, se quedan y escuchan y al final algunos hasta se compran el libro que se presenta. Lo prometo. Milagros en Gijón.
La comuna y la noche. Se lo dice alguien no muy partidario de socializar: lo que ocurre en la Semana Negra es digno de estudio. Escritores, profesores, artistas, periodistas y lectores cenan y alternan, salen y cervecean juntos. La camaradería de las noches de Don Manuel, donde igual se habla de libros que se canta un tango o una escritora argentina explica que significa antimola y por qué le marcó Verano Azul es algo digno de estudio.
La literatura, ese veneno. Los libros y los locos por los libros están por todas partes. Hay actos, decenas si no cientos de actos, pero también discusiones, escritores con los que se puede hablar, que se dejan entrevista en cualquier lugar, firmas… Una fiesta literaria alejada de todo boato.
Clases magistrales. Este bloguero tuvo la oportunidad de trabajar de nuevo con Daniel Mordzinski, de quien no para de aprender, o escuchar a Paco Ignacio Taibo II cómo le contaba la historia surrealista que vivió con James Crumley en EE UU, donde a punto estuvieron de ser apaleados por unos fans irredentos y cerveceros. Víctor del Árbol, Alexis Ravelo, Carlos Zanón, Claude Mesplède, Marcelo Luján, Carlos Salem y otros muchos me enseñaron cosas estos días. Laura Muñoz sigue empeñada en regalarme fotos y momentos. 
Los escritores. Sí, esos señores que hacen libros y que en Gijón están más cercanos que nunca. Los hay de todos los niveles, colores, gustos y nacionalidades. Y hacen que el festival tenga sentido. Son accesibles, se dejan entrevistar, comparten sus pasiones, te convierten a su credo.

Gracias a todos. Vive le noir!

20.7.15

Escritores argentinos, como estrellas de rock en un festival de novela negra

 Un encuentro que es mezcla de letras, feria, fiesta y kermesse. El eje este año es la violencia de género y #Niunamenos se hizo sentir

En el Tren Negro. Así llegaron los argentinos hasta Gijón, en Asturias. La autora, de lentes negros./revista Ñ.
Si hace dieciséis años, cuando trabajaba reseñando películas pornográficas, me hubieran contado que el viaje comenzaba con un Tren Negro, otra hubiera sido esta crónica. El viernes pasado a las 11.05, desde Madrid, una comitiva de escritores, fotógrafos y periodistas de todo el mundo nos embarcamos en dos vagones con destino a Gijón, sede de la XXVIII Semana Negra.
La SN es uno de los festivales de novela policial más reconocidos del mundo. Durante nueve días y sus correspondientes noches, se dan cita cerca de doscientos profesionales del género. Su programación es seductora. Los invitados van desde bestsellers hasta escritores emergentes. Las mesas convocan. Sin embargo, aunque me lo habían dicho una y otra vez, “hasta que no estés en Gijón, no esperes entender de qué va”. Así fue. Después del tren, de valijas y valijas que no estaban repletas de ropa sino de libros (moneda oficial de estos encuentros), de ruedas de prensa y de compartir asiento con gente que sólo había leído y releído en tapa dura, llegamos al Cantábrico.
De pronto, como si el orden del cosmos se hubiera invertido, nosotros, los escritores, éramos una gran banda de rock. Famosos recibidos con pancartas y orquesta local: el grupo Ventolín tocando el Himno de Riego. No, no lo conocía, nunca lo había escuchado ni creo que se pueda conseguir en CD pero en ese instante, en el segundo que bajé por las escalinatas con mis dos pesadas maletas (la rosa chicle armada por mi niña; la negra, de escritora seria de género), estaba lista para salir al escenario de River Plate y dejarlo todo. Respiré profundo, miré a mis compañeros y supe que estábamos, como mínimo, entrando a un universo paralelo. Los experimentados me devolvieron un guiño cómplice, los novatos sonrieron desbocados, esperando abrirse camino entre la multitud para subirse al micro oficial. Sí, por un segundo todos soñamos con groupies de letras y fue mágico.
La Semana Negra no es sólo un festival literario. No es sólo un lugar para contactarse con colegas de todo el globo. No es sólo una ciudad preciosa rodeada de mar y desbordada de sidra; es un parque de diversiones, un enorme y populoso parque. Y no hablo de manera metafórica. Las actividades comienzan a las 5 de la tarde y terminan (aunque nadie mira el reloj) a las 4 de la mañana. La movida literaria está emplazada en una feria de atracciones, una de esas con montaña rusa, noria, autitos chocadores, algodones de azúcar, globos, escenarios musicales y gente de lo más variada. Hasta acá, un Italpark literal y literario, apto para todo público y de trascendencia internacional. Pero, con el correr de las horas, pasa algo extraño. Caminando a la luz de los neones podés toparte con hombres y mujeres bailando semidesnudos sobre barras que venden comida y alcohol. Y, de pronto, esta crónica (tal vez) ya no dista tanto de aquella que hubiera podido escribir dieciséis años atrás. Pero volvamos a la literatura.
Este año, entre los radicados en el país y los que viven en España, somos quince argentinos: Pablo De Santis, Gabriela Cabezón Cámara, Selva Almada, Carlos Salem, María Inés Krimer, Jorge Yaco, Mariano Quirós, Matías Néspolo, Diego Conde, Sol Pombo, Loyds Lebrón, Iñaki Echeverría, Daniel Mordzinski, Marcelo Luján y la que hoy narra. Somos el mayor bloque latinoamericano, cosa no tan llamativa ahora que nuestros festivales negros crecen de manera exponencial. Ya tenemos cuatro: Azabache (originario de Mar del Plata, aunque este año se hace en Azul), BAN (Buenos Aires Negra), Córdoba Mata y La Chicago Argentina (Rosario). Uno a uno sucederán luego de Gijón, como si este fuera el precedente de todos los crímenes que vendrán.
Quedan ya pocas jornadas para que termine el encuentro. Superados los nervios del principio, la participación en las mesas y las presentaciones de libros, no puedo evitar pensar que este grupo argentino representa algo más que su literatura. El eje de la programación 2015 gira alrededor de la violencia de género. Pienso en nuestra marcha del 23 de junio, pienso en #NiUnaMenos. El reclamo argentino logró cruzar el Atlántico y atravesó el negro asturiano. Esa es otra de las cosas que cargábamos en las valijas que, al parecer, no estaban solo repletas de libros. Otra de las cosas que espero se vean enriquecidas por el intercambio.
Prometo, pese a este pequeño relato, no arruinarle la sorpresa a los que vengan el año que viene. Prometo repetir la frase “hasta que no estés en Gijón, no esperes entender de qué va”.

18.7.15

Carlos Zanón gana el premio Dashiel Hammett a la mejor novela criminal del año

Yo fui Johnny Thunders, la obra elegida, es una intriga entre los restos del lado salvaje de la Barcelona de los años 80

Carlos Zanón, autor español de Yo fui Johnny Thunders, Premio Hammett de la Semana Negra de Gijón./elpais.com
Carlos Zanón ha ganado con su novela Yo fui Johnny Thunders (RBA) el premio Dashiell Hammett 2015 que se entrega en la Semana Negra de Gijón. El novelista, poeta y crítico literario de EL PAÍS ha conseguido el galardón con una novela negra muy particular, que juega con los límites del género, una historia de barrio, un relato plagado de perdedores, un libro en el que la música, la otra gran pasión del autor, es protagonista.
Abogado penalista, además de su obra poética Zanón ha publicado otras dos novelas negras (No llames a casa y Tarde mal y nunca, finalista del Silverio Cañada) en las que ya se veían las señas de identidad de un novelista que encabeza la ola renovadora de la novela negra mediterránea. A saber: crítica social alejada del panfleto, costumbrismo, personajes cercanos y maltratados por la vida y un gusto por historias sencillas, reales, dolorosas.
Yo fui Johnny Thunders es una historia sobre la miseria, sobre la droga, sobre la furia juvenil y sobre qué pasa cuando vives como si no hubiera mañana y al final te plantas en el futuro, sin nada, sin rock’n’roll; un relato de pesadillas urbanas, de amores imposibles; una cuesta abajo imparable que el protagonista, Francis, Mr. Frankie, trata de rematar, nunca de frenar, cuando vuelve al barrio que lo conoció cuando tocó con Johnny Thunders, joven, retador, con dinero y sueños. Barcelona juega un papel fundamental en su obra, pero desde un prisma distinto al convencional. Es una Barcelona de calles grises y arrabales, una ciudad alejada de cualquier misticismo, un escenario para las previsibles derrotas de los personajes que pueblan sus novelas.
Zanón releva en el palmarés del Hammett a Alexis Ravelo. El premio Memorial Silverio Cañada a la mejor ópera prima en novela negra ha sido para David Llorente por Te quiero porque me das de comer (Alrevés).
El jurado que concede este galardón en la Semana Negra de Gijón ha valorado la estructura narrativa de la obra como un "aire nuevo" para la novela negra, ha informado su portavoz, el editor Paco Camarasa.
Por su parte, Martín Olmos ha ganado el Premio Rodolfo Walsh para obras de no ficción por Escrito en negro, que profundiza sobre la personalidad de varios criminales, mientras que el Premio Espartaco de novela histórica ha recaído en Alfonso Mateo-Sagasta por El imperio de los hombres sin amor.

 Alias: Paco Ignacio Taibo II 

En la Semana Negra de Gijón se han dado cita algunos de los más peligrosos autores 
Paco Ignacio Taibo II plancha, fija y da esplendor. / Daniel Mordzinski/elpais.com

Alias: Paco Ignacio Taibo II
Tapadera: ¿Qué fue primero, el escritor, el historiador o el activista infatigable de izquierdas? Los tres a la vez, y sin dejar de fumar y beber refresco de cola. Se le “acusa” con pruebas de ser el creador del neopolicial latinoamericano, un género con identidad propia en un continente en el que la realidad cotidiana es una novela negra. Casi sesenta libros en solitario y otros tantos colectivos, guiones de cómic, documentales…, y le sobró tiempo para fundar, en 1988, la Semana Negra de Gijón, y dirigirla durante veinticinco años. Inventó un detective “independiente” (que no privado y mucho menos privatizado), Belascoarán Shayne, que acabó compartiendo novela a cuatro manos con el subcomandante Marcos. Y algo que jamás antes había confesado: el primer libro que escribió, siendo muy joven, fue una biografía de Bruce Lee.
Coartada: No necesita. Aunque ya no está en la primera línea de fuego, la Semana Negra no sería lo mismo si él no volviera en julio.
Ídolos: El general Custer “porque era un soberbio y odiaba a los indios”.
Ranking: Durante años se declaró “Jefe de un circo de tres pistas”. Ahora sigue planchando con todo lo que arruga el coraje y la solidaridad.

17.7.15

Pleno de argentinos en Gijón

El festival reúne en la misma jornada a primeras espadas albicelestes: Selva Almada, Carlos Salem, Gabriela Cabezón Cámara, Tatiana Goransky, Marcelo Luján...

El argentino Carlos Salem, en la Semana Negra de Gijón, donde presentó En el cielo no hay cerveza./elmundo.es

Más allá de tópicos o chistes fáciles, quien dude de la verborragia argentina es porque: nunca se ha psicoanalizado, jamás ha compartido con uno de ellos una mesa redonda o ni tampoco le ha pedido a ninguno que le presente su libro. Lapidario juicio que lanza este cronista con conocimiento de causa, que no como primera piedras sino como antepenúltima. Puede que sea compartido por los programadores de la XXVIII Semana Negra de Gijón o quizá fuera fruto de la más fortuita coincidencia, sólo Dios (no Maradona) lo sabe. Pero todo invita a pensar en un malicioso encaje de bolillos, tan astuto como necesario porque el grueso de todos los escritores y escritoras argentinos invitados al festival pasaron de uno en uno, en fila india, por su cuarta jornada.
Y quien no lo tuvo nada fácil fue Rosa Montero, de la mano de Elia Barcelo, que se atrevió a plantarle cara al aluvión albiceleste, con la presentación de su nueva novela 'El peso del corazón', para robar algo de público y protagonismo y por cierto que no lo hizo nada mal. Gracias a su nueva obra de género, pero no policíaca justamente, se permitió deslizar la siguiente reflexión: "La ciencia ficción y la novela negra tienen en común el hecho de que ambas funcionan como dos marcos a través de los cuales se puede introducir la crítica social". Y de paso Montero rompió una lanza contra la piratería: "Nadie toma partido en ello, ni la industria ni los políticos y así las cosas entramos en un camino sin retorno", advirtió.
Minutos antes y en la misma carpa central quien encandilaba al público era, cómo no, la narradora argentina Selva Almada, quien aspira al Premio Rodolfo Walsh de mejor libro de no ficción por su libro 'Niñas muertas' (editado por Penguin Random House en su país y probablemente también en España en el entrante), presentado por la catedrática filóloga en literatura hispánica y experta de violencia de género Cathy Fourez. Tres "femicidios" misteriosos y jamás resueltos que probablemente están en la base del explosivo malestar que embarga a la sociedad argentina -sumado, por supuesto, al lacerante goteo de "una mujer muerta cada 30 horas en nuestro país, en manos de un hombre al que generalmente conoce", puntualizó la escritora-. Malestar que ha dado lugar a una multitudinaria movilización el pasado 23 de junio en Buenos Aires convocada por la plataforma #NiUnaMenos.
La escritora argentina Selva Almada, en Gijón.
Lo cierto es que el reportaje narrativo de Almada, conocida en España por la novela 'Ladrilleros' (Lumen), además de su demoledor valor testimonial y social, se sostiene sobre todo por el literario. "Al trabajar en la redacción de estos tres casos que investigué intentaba un tono neutro, quería hacerme la periodista, pero yo no lo soy, soy narradora, y el resultado no me convencía, me sonaba a voz impostada. Por eso utilicé las mismas herramientas que uso en la novela y creo que el resultado fue más genuino", confesó.
En la carpa de enfrente y con pocos minutos de diferencia, otra autora argentina (también pionera junto con Almada de la plataforma #NiUnaMenos): Gabriela Cabezón Cámara reclamaba su atención. Lo hacía con tres duros relatos encadenados: 'Y su despojo fue una muchedumbre' (Cazador de Ratas), ilustrados por Iñaki Echeverría, con la presentación de Empar Fernández. Y una tercera narradora argentina de la generación de nacidas en la década del 70, la que está revolucionando las letras porteñas, Tatiana Goransky también daba la nota con su endiabladamente inteligente y divertida novela de género '¿Quién mató a la cantante de jazz?' (Cazador de Ratas), presentada con pericia por la catedrática Fourez. Pero la daba literalmente porque la escritora comparte el arte de la protagonista o víctima de su novela y cerró la presentación con una aplaudida versión 'a capela' del estándar Smile.
Que no se hable de discriminación positiva porque los argentinos en pantalones también tuvieron su cuota. Marcelo Luján hizo lo suyo en manos de Ángel de la Calle con la presentación de 'Subsuelo' (Salto de Página), una novela angustiante novela negrísima protagonizada por tres adolescentes que dinamita la noción de familia como fundamento de la sociedad burguesa. Para no mentar al poeta y pirata porteño de la prosa afincado desde hace lustros en Madrid, Carlos Salem, que hizo de las suyas con 'En el cielo no hay cerveza' (Navona). Una implacable y corrosiva sátira negra sobre la desdichada segunda venida del hijo de Dios (que no Maradona) a la tierra en los tiempos de la telebasura. Un ajuste de cuentas con la toxicidad catódica "que antepone a la libertad de expresión la libertad de empresa", resumía Salem desgranando la manipulación y desinformación enmascarada de periodismo de investigación de las tertulias. Y ante el lector incrédulo aclaraba que se trata de "una novela religiosa, que defiende enloquecidamente la existencia de Dios", bromeaba, "pero también del diablo".
Al legar aquí puede que lo de aluvión argentino en la Semana Negra suene a hipérbole, pero lo cierto es que no lo fue porque allí se quedan en el tintero nombres como Mariano Quirós, María Inés Krimer, Jorge Yaco y algunos más que también coparon el festival.

Alias : Toni Hill

En la Semana Negra de Gijón se han dado cita algunos de los más peligrosos autores


¿Toni Hill ensaya lo que sienten sus personajes? /Daniel Mordzinski./elpais.com
Alias: Toni Hill.
Tapadera: Estudió Psicología. Las conductas perversas no le son ajenas. Traductor durante años de una gran editorial, un día no le pareció maldad suficiente (Traduttore, traditore), y comenzó a escribir unas novelas muy negras con Barcelona como escenario y delitos que sirven de fondo al tema central: la compleja vida personal del mosso de escuadra de origen argentino Héctor Salgado. La primera novela de la trilogía, El verano de los juguetes rotos, lo elevó al centro de las miradas y las envidias del que vende mucho y bueno. La segunda, Los buenos suicidas, confirmó las sospechas: Hill había llegado para quedarse.
Coartada: Aterrizó en Gijón para presentar Los amantes de Hiroshima, que pone fin, por un buen tiempo, a las desventuras de Salgado. El próximo libro, anunció, será también negro pero ajeno a esta trama. Tal vez por eso intentó fingir su propia muerte: para eludir envidias de colegas y agresiones de lectores que exigían seguir con la misma historia. Cuando la mucama del hotel Don Manuel que encontró su cuerpo en la suite volvió con ayuda, había desaparecido, no sin antes tender la cama. Un suicida educado.
Ídolos: Mr Ripley de Patricia Highsmith.
Ranking: Ejecutor. Nada personal.

14.7.15

Dizieri: "Ya no puede creerse en héroes que salvan al mundo"

Dos héroes cotidianos condicionados para siempre por los traumas vividos, con el interior roto y la personalidad herida, unidos por el dolor y el deseo de justicia


El escritor italiano Sandrone Diazeri / C.Maffione./elpais.com
Una trama que se mete en las cloacas de Italia, donde el poder obra atendiendo a intereses particulares y no al bien general, donde jueces, policías y servicio secreto están más interesados en moldear la realidad que en hacer justicia. Esos son los elementos esenciales de No está solo, la novela de Sandrone Dazieri (Cremona, 1964)que llega ahora a España (Alfaguara, traducción de Xavier González Rovira).
Un thriller que se sale de lo convencional gracias a unos personajes nada típicos. Por un lado, la policía Colomba Casseli, una mujer atractiva, algo macarra, impulsiva e inteligente que triunfaba en un mundo de hombres hasta que fue destrozada por lo que ella llama El Desastre. Por otro, Dante Torres, un joven que estuvo metido en un silo 11 años y que ahora se dedica a sobrevivir a buceando en sus recuerdos y poniendo su poderoso intelecto en la búsqueda de desaparecidos. Un hombre demediado, un tipo hundido que encuentra en esta aventura un camino a la redención. Un extraño secuestro del que ni policía ni jueces quieren saber nada les une. 
El thriller está estructurado al estilo clásico: narración en presente, algún flash back y pequeñas píldoras con sorpresas. Pero no falla. Sorprende que Dazieri nos diga que no tiene pensada la estructura al empezar porque si no se aburriría. Aunque está de paso por Madrid, hablamos con él en la distancia y nos cuenta algunas claves más de su novela. Estará en la Semana Negra de Gijón el sábado.
Le hemos oído decir algo tan atrevido como que la novela negra está muriendo en beneficio del thriller. A pesar de la excelente salud del thriller ¿No es un poco osado?
No creo que la novela negra esté muriendo porque si fuera así no habría tantas novelas negras tan malas. Yo creo que el thriller es más adecuado para contar la época actual. Para mí la novela negra es hija de una época romántica en la que aún podía creerse que los héroes podían salvar el mundo, solitarios, como caballeros. No creo que siga siendo posible. Bajo el nombre novela negra, como al final ha triunfado, se ha publicado mucha morralla y el mío era un intento de ruptura en esa dirección.
¿Hasta qué punto se puede jugar con el lector? ¿No tuvo miedo de perder credibilidad según desarrollaba el argumento?
No. Siempre es un riesgo, hay lectores a los que no les gustará lo que escribo. Yo consigo seguir adelante y creer en lo que escribo hasta que no siento que me apasiono. Puedo equivocarme pero estoy seguro de lo que hago porque lo hago con sinceridad, por eso cuando no encuentro una solución para una parte de la trama se convierte en una obsesión hasta que lo resuelvo. Mi amor se convierte en algo terrible y es difícil estar a mi lado. Trato de hacerlo lo mejor posible.
Los protagonistas tienen el Bien de su lado. Sin embargo, están continuamente violando la ley. ¿Hasta qué punto cree que se puede hacer el mal para castigar al crimen o no dejarlo impune?
En la vida real no tengo ni idea. Lo único que puedo decir es que lo que mueve a mis protagonistas no es ni la venganza ni el castigo a los culpables sino salvar a las víctimas. Y creo que si tienes que salvar a alguien de una violencia intolerable casi cualquier medio es lícito. Dante es sobre todo una víctima que quiere que a nadie le suceda lo que le sucedió a él y se juega la vida para lograrlo.
La estructura de la obra, clásico thriller de muñeca rusa en el que cada parte destapa poco a poco una sorpresa, funciona muy bien. ¿La planea desde el principio? ¿Deja algo a la improvisación?
(Risas) Dejo mucho espacio a la improvisación porque cuando empiezo a escribir sé las líneas generales pero podría llenar como mucho 50 páginas, el resto sale según escribo, según crecen y se mueven los personajes, yo creo la historia pero al mismo tiempo la vivo mientras la creo, es una inmersión total. No consigo planificar todo antes. Si sé ya todo no me divierto y no me apasiono, es como si ya lo hubiera escrito.

Personajes marcados por el dolor y el afán justiciero

Me gusta mucho Colomba: macarra, amante de la Roma oscura, traumatizada, leal, capaz de firmar un pacto con el diablo para buscar la justicia. ¿Qué influencias ha tenido a la hora de crear el personaje?
La primera influencia fue una tumba que vi en Florencia, en el cementerio de los románticos, donde había un nombre:  Colomba Castelli, y pensé que tenía que ser el nombre de la protagonista. La segunda fue cuando empecé a escribir una serie de televisión: Equipo antimafia en el que había un personaje que era un poco como Colomba, que se las arregla muy bien en un mundo de hombres, nunca conseguí representarla como quería pero me quedó dentro y cuando he tenido la posibilidad le he dado vida.
Dante es un tipo muy extraño y atractivo, con un amplio conocimiento teórico y vital sobre el secuestro y el trauma ¿Investigó mucho para crearlo? En general, ¿hay un trabajo a fondo de investigación en la novela?
Sí, sobre todo respecto a Dante me he documentado, para tratar de entender cómo reaccionan las víctimas de traumas, de encierro y he leído mucho sobre traumas infantiles. Una gran ayuda para construir el personaje me lo ha dado mi psicoanalista porque hace 14 años que me hago análisis y hablamos sobre la influencia de mi infancia y mis lutos en la construcción de mi persona. En Dante hay mucho de mí, de algún modo él encarna mis temores pero amplificados.
¿La elección de personajes que sufren tanto busca que el lector empatice mejor con ellos?
Por supuesto. Yo trato de tocar las cuerdas de los lectores y de transmitir emociones auténticas pero no con emociones falsas sino tratando de hacerles revivir algo a través de mis personajes. Quiero que encuentren una parte de ellos mismos en Colomba y Dante, porque estoy convencido de que la tienen.
Cremona, su localidad natal, aparece en la obra. ¿Hay, además, algo personal puesto en estos personajes, en sus traumas, en su sufrimiento?
Sí, como decìa antes hay mucho de mí en la construcción de esta historia. Me fui muy joven de Cremona, aún era menor de edad y durante una parte de mi vida Cremona ha sido algo sin resolver, huí de esa ciudad. Ciudad que me provocaba angustia y malestar y como Dante al final estoy volviendo, estoy tratando de superar mi malestar. Los lugares a los que van los protagonistas en Cremona son los que yo recuerdo, a los que yo voy.
¿Las cloacas de Italia siguen tan podridas como se ve en la novela? ¿La judicatura y la policía siguen llenos de personajes como estos?
La respuesta podría hacer que me imputaran pero creo que existen. Noo tengo ni idea de en qué proporción pero he conocido personas que se aprovechaban de su poder, en cualquier sector, solo que si eres policía  haces más daño. Mi intención era crear un mundo donde no te puedes fiar de nadie y la gente que tratas te puede hacer daño porque es malvada, corrupta y sobre todo sirve a sus propios intereses. Creo que uno de los principales problemas de mi país es que dentro de las instituciones muchos sirven más a su interés que al colectivo y creo que también sucede en la UE. A veces lo hacen por avidez, por interés, pero a veces solo por estupidez. Si quemas la barca en la que vas para calentarte, al final te hundirás con los demás pasajeros, pero de esto no se da cuenta todo el mundo.

13.7.15

La Semana Negra más reivindicativa

La Semana Negra de Gijón, considerado el mayor festival literario al aire libre de Europa y la Feria del Libro más importante de Asturias, además entrega uno de los premios más significativos del género en nuestro país, el Dashiell Hammet


Una atractiva lectora en el parque donde se realiza la Semana Negra de Gijón./elcultural.es
Este viernes arrancó el festival de novela negra de Gijón que, además de contar con un programa plagado de grandes autores del género, demuestra una actitud contestataria que no se amolda a los inevitables recortes

La Semana Negra de Gijón vuelve abrir sus puertas un año más, y ya van 28. El antiguo astillero de Naval Gijón, en donde multitud de actos culturales conviven con atracciones de feria durante el trascurso del festival, acoge del 10 al 19 de julio un programa plagado de actividades con los autores más destacados del panorama de la novela negra española. Charlas, debates, ruedas de prensa, exposiciones y conciertos para que los visitantes fortalezcan su relación con el mundo del libro. “El objetivo de la Semana Negra está claro desde las primeras ediciones y no es otro que la promoción de la lectura”, explica el director de contenidos del festival, Ángel de la Calle. “Queremos que la lectura forme parte de la fiesta y hemos demostrado que es una idea muy positiva y que funciona perfectamente”.

En esta edición el festival contará con la presencia de 155 autores, entre los que destaca Antonio Muñoz Molina. “Llevamos 25 años intentando que viniera porque tiene dos de las mejores novelas negras españolas, Beltenebros y El invierno en Lisboa, explica el director de contenidos de la Semana Negra de Gijón. También pasarán por Gijón Dolores Redondo, que sigue arrasando en las librerías con la Trilogía del Baztán; el legendario autor de cómics Milo Manara; Didier Daeninckx, uno de los máximos representante del neopolar francés de la generación 70; el escritor italiano Sandrone Dazieri o el novelista gráfico Edmon Baudoin, al que se le dedica una exposición centrada en su trabajo con Fred Vargas. Además estarán en Gijón un buen número de escritores que no suelen faltar a la cita, como Jon Arretxe.

El festival sigue teniendo como principal reclamo la literatura de género negro, sin embargo, como viene siendo habitual en los últimos años, su programa es cada vez más multidisciplinar y se abre a otros géneros sin complejos. La poesía gana peso este año con tres interesantes velada poéticas. En la primera se podrá escuchar a Luis García Montero y Giocanda Belli recitando sus textos, la segunda estará protagonizada por Luis Alberto de Cuenca y la última por Carlos Salem. También hay espacio para la novela histórica con autores como Mateo Sagasta y Juan Martín Olmos o para la ciencia ficción con la segunda novela de Rosa Montero dedicada a este género. “Realmente es un festival de las artes narrativas”, explica De la Calle.

Este año la organización no solo potencia la parte lúdica de la literatura sino que muestra una actitud contestataria que se escenifica a través del cuadro La libertad guiando al pueblo de Eugène Delacroix, colocado en la Carpa de Encuentros donde trascurren numerosas actividades. “Es un momento en el que las libertades están siendo brutal y salvajemente recortadas”, comenta De la Calle. “Es la misma imagen que tuvimos hace cuatro años cuando empezó un impasse del que todavía no hemos salido. Nos recortan presupuesto, espacio, tiempo... Es el momento de reciclar y por eso hemos querido tener otra vez esa imagen con nosotros, porque sigue siendo igual de pertinente que hace cuatro años”.

El presupuesto de la Semana Negra de Gijón ronda los 600.000 € desde hace cuatro años. Antes de las crisis, el festival llegó a disponer de 900.000 €. Sin embargo, por cada cuatro euros que recibían en aquella época de las instituciones, la organización se tiene que conformar ahora con tan solo un euro, de manera que la autofinanciación del evento llega al 80 %. “Estamos en una ubicación maravillosa que está bendecida por el sudor de la frente de la clase trabajadora que construía barcos aquí hasta hace poco tiempo”, comenta el director de contenidos del festival. “Pero no existen ni tomas de agua ni hay energía eléctrica... Es un festival con un gasto inicial muy grande y que se realiza con muy poco dinero”.
Este año optan al mismo Yo fui Johnny Thunders de Carlos Zanón, Todos los buenos soldados de David Torres, Fantasmas del desierto de Guillermo Orsi y Un millón de gotas de Víctor del Árbol. “La salud del género negro es muy buena”, explica De la Calle. “Hay un gran numero de autores nuevos probablemente porque los tiempos que nos han tocado vivir son duros y difíciles. Hay que recordar que la gran depresión fue el contexto en el que nació la novela negra americana, Hammet fue la respuesta a lo que estaba pasando”.

El 'caminoir' de Santiago

Tras su lectura, todo buen lector que se precie de serlo acabará por consagrar, sin duda, al joven escritor como una de esas apuestas seguras dentro del panorama editorial

El escritor Mikel Santiago. /Asís G. Ayerbe./elmundo.es

De Mikel Santiago [Portugalete, Bizkaia; 1975] ya dijo aquí Marga Nelken, en esta misma sección negronovelera, justo cuando salió su anterior novela, 'La última noche en Tremore Beach', que había que lanzarse a leerlo "como si no hubiera un mañana". Pues bien. Afortunadamente, ese mañana no sólo ha llegado sino que acaba de prorrogarse, del modo más feliz que uno conoce, con la aparición de este nuevo libro, 'El mal camino', artefacto narrativo de alto nivel adictivo publicado por Ediciones B.
Tras su lectura, todo buen lector que se precie de serlo acabará por consagrar, sin duda, al joven escritor como una de esas apuestas seguras dentro del panorama editorial patrio.
Un caballo ganador. Un fijo para nuestras nutridas estanterías y e-books. Otro de los nuestros llegados para quedarse en lo alto del podio letrero. Eso sí, aunque para camino, camino de verdad, el que está realizando este thrillero, paso a paso, párrafo a párrafo, novela tras novela, en una línea ascendente bastante de agradecer. Da gusto toparse con gente que escribe lo que escribe y, lejos de repetirse, trata de encontrar nuevas fórmulas para sus genuinas y sorprendentes historias. El caso es que lo consigue. Y de qué manera...
A nuestro Mikel Santiago lo han comparado, por aquello de tener dotes más que suficientes para facturar un perfecto bestseller, con Stephen King. Gajes del etiquetado en el que cae, continuamente, nuestra  canallesca. Bien, pues ha llegado la hora de añadir unas gotas de Patricia Highsmith al genoma novelero del escritor.
Será porque hay mucho, y bueno, de la thrillera nacida en Fort Worth en esta historia repleta de música, claroscuros, asfalto, violencia y desengaños. Y porque cada página de la misma está sobrecargada de un suspense muy-a-la-manera-Highsmith. Lo cual, como ya podréis adivinar, resulta bastante de agradecer.
Poco, o muy poco, se puede contar de esta novela sin convertir esto en un campo minado de spoilers. Lo único que diré, antes de ponerme en contacto con mi abogado, es que la historia del escritor Bert Amandale y su colega Chucks Basil, rockstar en horas bajas, avanza tan espídicamente como si fuésemos a bordo de un coche sin frenos y lo hace al ritmo del Exile on Main Street, de los Stones, entre otras grandes glorias rocanroleras. Parafraseando a Marga Nelken, decana en materia'negronovelera', diré que hay que leer, y releer, este  El mal camino como si ese mañana que todos llevásemos tanto tiempo esperando, ese día prometido en que volvería a caer un dignísimo thriller entre nuestras manos, no sólo hubiese llegado, sino que es una tajante, negrísima y dichosa realidad. Que os aproveche su lectura. Os dejo con tres buenos párrafos:

Crucé la puerta con el cañón de la pistola por delante, esperando encontrarme otros guardas, pero el bosque estaba quieto y en silencio. Los campos que rodeaban la clínica eran extensos, pensé, y los otros guardas quizás estarían haciendo su ronda en alguna otra parte. Sin embargo, las tres detonaciones habían debido de sonar también muy lejos. No tardarían en dar conmigo. Ellos o sus perros. Y la suerte que había tenido con François, muerto a balazos por su propio jefe, quizá no se repitiera. ¿Hacia dónde correr? Sabía que al otro lado del bosque estaba la casa Van Ern, pero tenía la sensación de que no sería muy bien recibido a esas horas. De las otras tres coordenadas restantes, dos ofrecían una gran incógnita: los bosques al norte y al este; pero quedaba Mount Rouge. Cruzar el campo de canola y llegar a aquel bosque que me llevaría a la carretera. Tal y como debió de hacerlo el propio Daniel Someres la noche en la que casi logar escapar de la clínica Van Ern. Me apresuré a través de los árboles hasta el mismísimo borde del bosquecillo, delimitado por la carretera de la clínica. A partir de allí se trataba de rodear la mansión y salir a aquel campo de flores. Ladridos y unas luces alborotadas me hicieron volver la vista atrás. Un grupo de personas con linternas cruzaba el prado desde el patio de viviendas en dirección a la capilla. Eran por lo menos cuatro. Oí ladridos de perros. Gritos. Aún no habían llegado a la "ermita" y eso me daba una ventaja única para cruzar el campo de canola sin ser visto.

11.7.15

En cuestión literaria, en Gijón tienen la Negra

Crónica del viaje con los escritores, de diversos registros, que abordaron el tren con el cual empezó la Semana Negra, el festival más veterano del género

Ana González, consejera de Cultura del Principado de Astruias, y Ángel de la Calle, de la Semana Negra de Gijón, con el primer ejemplar de  A Quemarropa, el periódico oficial del festival. /Juan González./elpais.com

El péndulo de la historia a veces juega a favor. ¿Recuerdan cuando la novela negra era un género menor, casi vergonzoso, y en ciertos ambientes comentarla parecía necesitar una buena excusa, como lo cómoda que había sido la hamaca? Difícil justificar que uno se había zampado Milleniumo que era adicto a Wallander. Lo propio era hacer como si hubiera pasado el verano leyendo a Victor Klemperer. Que tal vez.
Y está claro que Stieg Larsson no es Cervantes, ni Nooteboom, ni Le Clézio, pero que las miles de páginas que tejió no solo atrapan, sino que pintan con las herramientas del arte una imagen del mundo que no está en las guías ni en la prensa. Sino escondida.
Y eso ha sido lo interesante. De pronto, para conocer Grecia necesitamos leer a Markaris, para saber de Perú nos gustó Roncagliolo, para recorrer México nos sirvió el desasosegante Yuri Herrera, los países nórdicos perdieron su espejito mágico de la mano de Jo Nesbo o Henning Mankel; y la cocina y los criminales de Sicilia no tuvieron mejor escaparate que Camilleri. Y es entonces cuando empezamos a admitir que las mejores tragedias griegas o las obras maestras de Shakespeare nos contaban cosas parecidas. Con intriga, con dolor, con muerte y desesperación. Con calidad.
Hoy, la situación no solo ha dado un giro sensacional, sino que nada ni nadie parecen brillar sin aproximarse a la etiqueta negra, que contagia pompas de glamour a quien se acerque. Los focos del escenario se han girado hacia el universo negro y, si te sitúas a tiro, eres tendencia. Los últimos grandes en apuntarse han sido el premio Princesa de Asturias de las Letras, concedido a Leonardo Padura; el Planeta que ganó Jorge Zepeda Patterson; y los Goya, que llovieron sobre un producto canónico como Isla Mínima.
“Recuerdo cuando trajimos a Padura y vendió dos ejemplares, uno de ellos a la propia librera…”, cuenta Ángel de la Calle, director de Contenidos de la Semana Negra. “Y hoy es premio Princesa de Asturias”.
Estamos a bordo del tren negro, que lleva a decenas de autores a la cita más veterana y callejera del género: la Semana Negra de Gijón, que mantiene la chispa después del susto que supuso la victoria del Foro Asturias en una región de tradición roja, como manda el reglamento negro. Con menos presupuesto, pero las mismas ganas, arranca el festival, y bajo el foco no solo están los grandes autores del momento, sino una colección de estrellas que poco o nada tienen que ver con la sangre y las pistolas, pero sí con la diversidad que ha llegado hasta aquí: desde Sergio Ramírez y su enorme Sara, novela cargada de humor fino, habilidad y riqueza, hasta Gioconda Belli en recital poético con Luis García Montero; pasando por Luis Alberto de Cuenca, Antonio Muñoz Molina o Elvira Lindo.
Porque para que todo esto haya sido posible, cuenta De la Calle, no es que la novela negra se haya abierto a otros géneros o territorios, que también; es que los demás se abrieron al negro. Por eso están hoy aquí.
“Triunfa lo negro, sí, porque son tiempos negros, duros y complicados”, asegura el director. “La novela negra está ejerciendo de espejo del poder; el poder se mira en él y no le gusta lo que ve. Por eso triunfa”.
“Todo lo que tiene que ver con el mal, con el genoma conectado a la capacidad del hombre para hacer daño nos atrae, nos reconocemos en el mal, nos sentimos cómodos”, asegura el autor argentino Marcelo Luján. “Lo negro triunfa por lo noble y por lo innoble. Por el negocio, pero también porque hay muchos buenos escritores. La novela negra se ha convertido en algo que complementa el periodismo porque está dando literatura a la realidad”, asegura el también argentino Carlos Salem. “Esto consiste en cuestionar los límites de nuestras democracias”, dice el colombiano Gustavo Forero, autor de Desaparición, novela que narra la toma del Palacio de Justicia por el M-19, EN 1985. La misma Gioconda Belli, a bordo del tren negro que ayer viernes nos ha traído a Gijón, nos cuenta que también prepara una novela criminal. “Me interesa el aspecto psicológico de esa parte oscura del ser humano”.
La explosión negra también brilla en televisión, donde las series más exitosas también cumplen los cánones, desde Europa a Estados Unidos. Porque el fenómeno es tan global que no se vislumbra una marcha atrás.
Si el péndulo de la historia se anima a quedarse en el lado bueno del mal, hará justicia. Iluminará para siempre el inevitable lado oscuro que llevamos dentro, desde los tiempos del Antiguo Testamento a los de Shakespeare. O hasta hoy.

9.7.15

Semana Negra Gijón: los finalistas del Hammett y la fiesta criminal

Queridos amantes de lo negro y criminal, llega uno de los grandes momentos del año: la Semana Negra de Gijón


Semana Negra de Gijón, Asturias.Afiche oficial./elpais.com
La calidad del programa y su inabarcable amplitud dejan aturdido a cualquiera. Exposiciones, conciertos y mucha, mucha literatura para una fiesta que va del 10 al 19 de julio. Estaremos por allí algunos días, pero antes vamos a contar algunas cosas.
Es imposible empezar a nombrar escritores sin dejarnos a muchos o hacer una lista infinita. Así que nos concentramos en cuatro que van a estar y que son los candidatos al Premio Hammett 2015: Carlos Zanón con Yo fui Johnny Thunders; Víctor del Árbol con Un millón de gotas; David Torres con Todos los buenos soldados y Guillermo Orsi con Fantasmas del desierto.
Pero vamos con los cuatro finalistas de un premio que el año pasado se llevó Alexis Ravelo por La estrategia del pequinés y que con este plantel hace justicia a su prestigio.
Carlos Zanón nos dejó a principios de 2014 esta pequeña joya de la novela negra de barrio, si es que tal subgénero existe, llamada Yo fui Johnny Thunders (RBA). Se trata de una historia sobre la miseria, sobre la droga, sobre la furia juvenil y sobre qué pasa cuando vives como si no hubiera mañana y al final te plantas en el futuro, sin nada, sin rock’n’roll; un relato de pesadillas urbanas, de vidas tiradas por el váter, de amores imposibles; una cuesta abajo imparable que Francis, Mr. Frankie, trata de rematar, nunca de frenar, cuando vuelve al barrio que lo conoció cuando tocó con Johnny Thunders, joven, retador, con dinero y sueños. Un soplo de aire fresco tan necesario como bienvenido.
Víctor del Árbol merece este premio tanto como sus rivales, pero con él conseguiría además un reconocimiento que nuestros admirados franceses ya le concedieron hace tiempo. Su Un millón de gotas (Destino) es una exploración de las aristas del alma,  una novela en la que el lector es llevado de la mano por una historia de búsquedas, venganzas y gritos de libertad. Buceando en episodios traumáticos del siglo XX, Del Árbol nos trae aquellos componentes esenciales de su obra que ya nos atraparon en La tristeza del samurái o Respirar por la herida (Alrevés). A saber: las casualidades no existen, son “sólo una apariencia en la que se escudan los que no necesitan saber más”; el pasado permanece y nos devuelve la visita; todos nos movemos por intereses más o menos personales pero siempre, siempre, nuestros actos tienen consecuencias y pagamos por ellos.
David Torres lleva tiempo escribiendo buenas novelas. Llega al Hammett con Los buenos soldados (Planeta), que reseñó para Elemental Carlos Salem. Nadie mejor que él para contar por qué Torres está entre los elegidos. “Soy de los fans de David Torres, de los que creen que es uno de los mejores novelistas de nuestra lengua, porque le sobra talento y escribe lo que quiere, no lo que recomienda (u ordena) el  caprichoso oleaje del marketing editorial. Y cada vez lo hace mejor. Si Niños de tiza fue una despedida del barrio y de una época que ya no volverá, y Punto de fisión un  retrato de este tiempo de opereta que vivimos, "Todos los buenos soldados" es la mirada hacia atrás sabiendo que no hemos adelantado casi nada. Una novela modélica, por su factura y por su alma, que sí, señores: las buenas novelas tienen alma. Aunque cuenten la vida de personajes desalmados”.
Guillermo Orsi, que ya ganó el Hammett en 2010, completa el cuarteto de finalistas con Fantasmas del desierto (Almuzara). No la he leído aún, así que dejo aquí el comentario de Leer sin prisa, que de esto algo sabe: “Fantasmas del desierto es una novela exquisita, que recuerda al estilo seco de Hammett, a la denuncia de Alexis Ravelo, pero plasmado de un modo mucho más complejo. No es una novela fácil, no utiliza una prosa sencilla de interpretar. Al lector le supone un esfuerzo, pero un esfuerzo que resulta gratamente recompensado si se molesta en hacerlo”.
Nos gusta Sandrone Diazeri, que ha escrito un extraño thriller titulado 'No está solo y al que entrevistaremos mañana; nos gustan dos docenas de escritores españoles; nos gusta que vaya el poeta Luis Alberto de Cuenca; nos gusta que en las carpas de los encuentros haya bares; nos gusta el pequeño caos que es todo aquello. Se lo contaremos desde Gijón. Mientras, lean, vivan y disfruten. Vive le noir!

3.7.15

Paula Hawkins, 'la chica del tren'

Su novela, un thriller psicológico entre Hitchcock y Patricia Highsmith, ha vendido cinco millones de ejemplares en seis meses.  "En muchos casos, las mujeres somos educadas para pensar como víctimas. Ya desde niñas se nos advierte...".  Periodista económica, dejó los libros románticos de encargo para escribir lo que realmente le gustaría leer

Paula Hawkins, la autora de La chica del tren, en el Museo del Ferrocarril de Madrid./José María Plaza./elmundo.es
Desde que se tienen datos editoriales, nunca en la historia de la literatura se había vendido tan rápido (y tanto) un libro. Ni 'El código da Vinci', ni 'Harry Potter', ni 'Cincuenta sombras de Grey'... 'La chica del tren' se publicó en inglés a principios de este año y ya se han vendido 5 millones de ejemplares. Adquirida por 44 países, en España lleva siete ediciones en un mes exacto. Son los datos que ofrece Elena Ramírez, directora de ficción internacional de Planeta.
'La chica del tren' se ha convertido en el fenómeno editorial del siglo. Su autora, Paula Hawkins es una mujer accesible que aún no ha digerido su descomunal éxito, y llegó a Madrid para hablar de su novela. No es la primera que escribe, pero sí la primera que aparece con su nombre.
Periodista económica, como su padre, hace seis años dejó la prensa para dedicarse a los libros, algo que siempre había querido: 'Me encargaron una serie de novelas románticas para mujeres, que firmé bajo seudónimo. Escribí cuatro: dos se vendieron bien, y las otras, no tanto; pero no me convencían las historias y me propuse escribir la novela que a mí me hubiese gustado leer'.
Así surgió 'La chica del tren', una historia basada en su experiencia personal. "Como tanta gente, todos los días viajaba en tren para ir a Londres a trabajar. Me encontraba con los mismos pasajeros, con los que se establece una relación peculiar, y al mirar por la ventanilla veía a las personas en sus salones un día tras otro y me preguntaba cómo sería sus vidas".
Empezó a dar vueltas a esta idea, que se juntó con un personaje que tenía en la cabeza, Rachel, una alcohólica con problemas de memoria y de cómo afecta, estos olvidos a su responsabilidad. Al unir ambos elementos se dio cuenta de que encajaban muy bien y que ya tenía la novela.
"La acabé muy rápido. Creo que ser periodista es una buena base para lanzarse a escribir y te proporciona herramientas muy eficaces para ser novelista", señala Paula Hawkins, quien intenta que el ruido de su multitudinario éxito no le afecte, ahora que está escribiendo su segunda novela, una historia psicológica de dos hermanas que se reencuentran al cabo de los años y donde también habrá un crimen.
No sabe qué es lo que tiene 'La chica del tren' para que se haya convertido en un fenómeno mundial. El boca a oreja ha funcionado a pasos agigantados y la suerte también le ha ayudado. Stephen King, autor al que no conoce Paula Hawkins, leyó la novela y la recomendó en un tuit. Posteriormente el libro fue elogiado por las actrices Gywneth Paltrow y Reese Witherspoon, y así comenzó a rodar una bola de nieve que logró que la novela estuviera 20 semanas en la lista de los libros más vendidos del New York Times. Rápidamente se compraron los derechos para llevarla al cine, y el papel de Rachel será interpretado por Emily Blunt.
Al hablar de 'La chica del tren', la crítica suele citar 'La ventana indiscreta', la película de Hitchcook, y la novela 'Perdida', de Gillian Flynn. "Creo que esta autora y yo somos muy diferentes. Quizás coincidamos en la protagonista, una chica joven que ve algo raro y se obsesiona, se vuelve paranoica".
Otra referencia es 'Extraños en un tren', de Patricia Highsmith, una de las escritoras que más gustan a Paula Hawkins. "Admiro la psicología de sus personas, su manera de escribir y ese lado oscuro de sus novelas, que me encanta". Su otra escritora favorita -además de Ruth Rendell, con quien se la ha comparado- es Agatha Christie. "Leí sus libros en mi juventud y fue la autora que me animó a escribir".
Todos esos nombres de referencia son mujeres y están relacionadas con el thriller psicológico. Paula Hawkins lo justifica: "Las mujeres tenemos una manera especial de ver lo cotidiano y aportamos una perspectiva diferente a la hora de abordar las historias de crímenes. En muchos casos, somos educadas para pensar como víctimas. Desde niñas se nos dice que no vayamos con tacones, que no nos pongamos ropa provocativa, que no andemos solas por la noche... y se nos avisa de lo que nos puede suceder".
Las mujeres tienen una especial sensibilidad para ver lo extraordinario dentro de lo cotidiano. También sucede en algunos cuentos hispanoamericanos, como 'Las babas del diablo', de Cortázar, llevado al cine por Antonioni con el título de 'Blow -Up'. En esta historia, un fotógrafo descubre un crimen al ampliar una imagen que ha tomado de un apacible parque. En 'La chica del tren', una joven pasajera también descubrirá un misterio criminal en ese anodino paisaje urbano que ve pasar todos los días por delante de su ventanilla.