27.2.15

El talento de Miss Highsmith

Se reedita  Suspense. Cómo se escribe una novela de misterio  o esa 'cocina' donde la autora de  Extraños en un tren  desvela su proceso creativo. Y, a la vez, se vuelven a publicar todas sus novelas. Un placer pantagruélico para los amantes de la literatura

Patricia Highsmith, escribiendo sus trucos en su casa de París en 1977. /elmundo.es

La publicación de la obra completa de un escritor fallecido suele darse cuando se cumple un aniversario emblemático de su nacimiento o de su muerte. Patricia Highsmith, autora conocida mundialmente por su personalidad antitética, ha sucumbido a la tradición. En el XX aniversario de su muerte, Anagrama, la editorial que fue fiel a la escritora en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, acaba de inicar la reedicción de la obra completa de una autora imprescindible. La novela negra vive una época dorada y para un devoto del género, renegar de Patricia Highsmith es como ser católico y perjurar de Dios.
Desmontar a Highsmith se puede hacer a través de sus novelas y de los personajes que la hicieron célebre, o a partir de un libro que acaba de editar la editorial Círculo de Tiza titulado 'Suspense. Cómo se escribe una novela de misterio', un ensayo escrito por la autora de Fort Worth que trata de ahondar en el proceso de creación sin pretensiones de adoctrinar. El camino que debe elegir cada escritor es personal e intransferible.
'Suspense' no es un manual de instrucciones. Nos lo advierte la autora en un prefacio en el que asegura que la profesión de escritor es apasionante, precisamente, por la posibilidad de fracasar. Y con el fracaso como posibilidad y sin la fórmula del éxito en el bolsillo, Highsmith hace una disección sin concesiones de un oficio como escritora cultivado a lo largo de 50 años.
Uno de los secretos para escribir un libro es divertirse con la historia que se tiene entre las manos si luego el propósito es lograr divertir a los lectores. El lector, persona de mentalidad activa a pesar de su actitud pasiva, siempre busca que suceda algo y su función como escritora es la de sorprender. Para demostrar sus postulados, Highsmith recurre a sus maestros. Habla de Dostoievski y de 'Crimen y castigo', y habla de Edgar Allan Poe y de sus 'Narraciones extraordinarias'.
Asegura la autora de 'El grito de la lechuza' que el germen de sus novelas siempre ha sido una imagen. El sacrificio de una tortuga de agua, lanzada viva a un cazo de agua hirviendo, o de una tortuga de mar, decapitada cuando trata de morder un cebo, le sirvió para escribir 'La tortuga', un relato con un desenlace poco compasivo. El germen de las novelas puede ser "pequeño o grande, sencillo o complejo, quieto o móvil", escribe Highsmith, que aconseja llevar una libreta en el bolsillo para anotar las experiencias que más tarde puedan servir para originar una gran historia. Y en este punto cardinal, Highsmith resalta la necesidad del escritor de rodearse de gente estimulante. Una vida inspiradora ayuda al optimismo, y para mantener el pulso a lo largo del lapso que se necesita para escribir una novela, el escritor tiene que ser, por lo menos, medianamente optimista.
Dependiendo de si se trataba de escribir un relato breve, una novela corta o una novela larga, Highsmith necesitaba de seis semanas a tres años. Y en este proceso largo o corto, dependiendo, como nos dice, de las lunas que iluminan el camino, tienen que quedar resueltas todas las cuestiones que ayudan o perjudican al relato. Preguntas de índole de si el protagonista debe de ser un vencedor o un vencido, de si el tono debe de ser de comedia o de tragedia, y, algo fundamental, qué tipo de acercamiento emocional tendrá el narrador a la historia. Highsmith se decanta por el criminal simpático, también conocido como "el héroe criminal". Y en cuanto al ritmo narrativo, dependerá de la historia que tenga entre las manos en conexión con la mente. Quienes hayan leído los libros de Patricia Highsmith, le darán la razón cuando la autora asegura que le gustan los giros inesperados que compliquen la vida del protagonista y que, de paso, signifiquen estirar al máximo la credulidad del lector en el sentido de quebrar su sentido de la lógica.
Son muy interesantes las opiniones que versa sobre la importancia del narrador. Una vez tuvo la idea de entregarle las riendas de la narración a un muerto, pero sólo fue una idea. Sea el protagonista, o uno de los personajes o el escritor en el rol de mirón, ella siempre se decanta por dos puntos de vista como conductores de la trama.
Escribir una novela significa perseverancia. Un primer borrador, un segundo borrador... El escritor tiene que estar abierto a pulir todas las esquirlas de la narración antes de que pase a imprenta. Se supone que la calidad literaria es una cualidad intrínseca de su oficio como escritora, una marca reconocible tras muchos años de relación con el público, pero los relatos están muertos si no fluyen por la mente del lector. Como un río que necesita de la lluvia para discurrir, el lector debe identificarse con la historia y sus personajes para que circulen por su mente.
'Suspense. Cómo se escribe una novela' de misterio es un libro entretenido y muy útil para enfrentarse con la inteligencia de Tom Ripley a las obras reeditadas por Anagrama y englobadas en una colección que permite recuperar a una autora que, como dijo Graham Greene, "ha creado un mundo original, cerrado, irracional, opresivo, donde no penetramos sino con un sentimiento personal de peligro y casi a pesar nuestro, pues tenemos enfrente un placer mezclado con escalofrío".

21.2.15

¿Novela negra en Colombia?

Laura Restrepo, Sergio Álvarez y Gustavo Forero, tres generaciones distintas de autores nacionales, se reunieron en Casa América Catalunya de Barcelona, para hablar sobre realidad y ficción

Sergio Álvarez,autor de  35 muertos, piensa que escribir una novela en Colombia es muy difícil porque la realidad es más emocionante. / Diana Sánchez./elespectador.com

En Colombia no hay novela de detectives sino de criminales. Todas las novelas son negras. Es la conclusión de la charla entre Laura Restrepo, Sergio Álvarez y Gustavo Forero. Los tres se reunieron el pasado 11 de febrero en la Casa Amèrica Catalunya de Barcelona para charlar acerca de la novela negra en Colombia. Tres generaciones de escritores y diversas formas de ver el panorama nacional. Unos más optimistas que otros, con la ventaja que tienen la distancia y la experiencia, y ninguno sin la desventaja de los estereotipos que hay sobre vivir en el país.
La charla es dirigida por Paco Camarasa, comisario de BCNegra 2015 y librero, quien pregunta a cada participante cuál es la luz que aportan sus novelas a la realidad colombiana.
“En Colombia no se puede escribir sobre detectives, sería gracioso. No se investiga porque todo el mundo sabe quién mata”, dice Laura Restrepo, y continúa: “En toda civilización se dice que la vida es mejor que la muerte, pero en Colombia esto no es tan claro y la vida no tiene mucho sentido. Es la herencia que nos ha dejado Pablo Escobar: dinero fácil, lujo, mujeres, y si no lo tienes la vida es sólo anonimato”. A pesar de las declaraciones, esta escritora, Premio Alfaguara en 2004 con su novela Delirio, no puede evitar la emoción que siente al hablar sobre literatura, así sea sobre el tema recurrente de la muerte en las novelas colombianas. Restrepo comenta el inicio de Cien años de soledad, de García Márquez, y El desbarrancadero, de Fernando Vallejo, y demuestra cómo en un solo párrafo estos dos escritores atan el pasado, el presente y el futuro en torno al ciclo de la vida. “Un amarre de temporalidad”.
Sergio Álvarez, autor de 35 muertos (Alfaguara, 2013), cuenta que cuando era niño y vivía en un barrio de desplazados vio cómo alguien se empeñaba en robar siempre en la misma calle a pesar de los maltratos de policías y de la gente del barrio. En ese momento se dio cuenta de que los colombianos repiten una y otra vez las mismas historias. Después comenta con detalle el día en que Fabio Ochoa participaba en una cabalgata y la impresión que sintió al ver cómo la gente lo recibía aplaudiendo. “Escribir novela en Colombia es muy difícil porque la vida real siempre es más emocionante. La violencia lo atraviesa todo”.
Gustavo Forero, director del Congreso Internacional de Literatura Medellín Negro, se pregunta qué es lo que ilumina sus pasos. “La forma en que caminan los europeos y los norteamericanos es diferente. Ellos lo hacen con seguridad, el imperio se los da”. La intervención de Forero se centra en la necesidad de vigilar todo en Colombia, y en que a pesar de esto desaparecen treinta y cinco personas cada día y se convierten en anónimos. Denuncia que en el país se camina a la intemperie, no hay Estado, Gobierno, salud, vivienda, estudio. “En mi país la gente camina diferente”.
Al final de la charla Laura Restrepo cita a José Saramago, quien dijo que Colombia era fascinante, terriblemente fascinante. Estas dos palabras son enfatizadas por la escritora y después compara la inteligencia de los colombianos con la de los somalíes, que viven rodeados de conflictos. “Somos una descarga de energía, una mezcla agradable, adictiva, así nos matemos”. ¿Qué salida hay?, le pregunta un español del público bastante consternado por la situación del país. A lo que ella responde que los colombianos vivimos como si estuviéramos en un laboratorio que nos permite ver hacia adelante, como si ya hubiéramos vivido todo y estuviéramos de vuelta; lo que se vive allá es lo que va a pasar con la humanidad. “Esto no va bien, lo de Colombia es una visión concentrada del mundo, de lo mal que va, pero por lo menos poseemos la noción. Seguiremos igual a menos que tengamos el coraje de darle la vuelta a este sistema que no es humano”.
Sergio Álvarez dice que los seres humanos son capaces de lo mejor y lo peor dependiendo de las circunstancias. Cuenta que a veces pone las noticias de Colombia y se aburre pues llevan cincuenta años repitiendo lo mismo. “No importan las situaciones en las que viva la gente, los colombianos siempre vamos a encontrar una forma de comunicarnos”. A él no le preocupa el futuro, a diferencia de Laura Restrepo, prefiere vivir el día a día, “prever un poco porque vivimos más tiempo del necesario”. También insiste en que el futuro del mundo es el mestizaje, pero no el de raza sino el de culturas, religiones. Otro español consternado pregunta sobre el boom de producción audiovisual que hay en Colombia. “Tenemos una ley del cine fascinante (Ley 814 de 2003) y hay muchas posibilidades de hacer algo. ¿Está mal que Colombia haga novelas, series, películas de sicarios? ¿De qué más hacemos, de nuestros premios nobel en física?”, responde Sergio Álvarez, quien cuenta que el actor que escogieron para interpretar a Pablo Escobar era muy bueno, y la gente terminó queriéndolo más. “En Colombia pasan esas cosas, pero es un país de oportunidades tanto buenas como malas, así que hay que jugárselas”.
Los participantes en la charla hablaron principalmente sobre la situación actual del país, de cómo el mundo ve a Colombia y qué se puede hacer para cambiar la imagen. Hizo falta un poco más de literatura y sobraron estereotipos.

14.2.15

Padura: "Nadie se va del todo de Cuba"

Informe especial
Yo Soy el Punto Cubano


La literatura cubana no se puede reducir, dice Leonardo Padura, a una serie de motivos comunes. Es, dice, un arte "diverso, universal, tópico y atípico". Y él asume toda esa tradición de un modo "irreverente y respetuoso"


Leonardo Padura Fuentes, autor cubano de la saga del capitán Mario Conde. / Paco Toledo./elcultural.es
Su último libro, Aquello estaba deseando ocurrir, se ocupa, en trece relatos escritos a lo largo de los últimos veinte años, de una vertiente concreta de la política en Cuba: la que marca el destino del ciudadano. "Un destino que, por razones políticas, sentimentales o geográficas lo supera y, de alguna forma, lo somete"
Leonardo Padura (La Habana, 1955), como todo autor que escribe desde Cuba, no escapa a su compleja circunstancia. Podría decirse que a ello ha dedicado toda su obra, en particular el libro que ahora presenta y, aún más, su anterior novela, Herejes (2013), de la que le interesa hablar por causas que nada tienen que ver con la literatura. “Entre el momento en que se edita una novela mía en España y el momento en que sale en Cuba pasa un año, más o menos”, cuenta el escritor. “Pero Herejes aún no ha salido aquí, me dicen, por problemas 'poligráficos'. Confío en que esa sea la verdadera razón y no se quiebre algo de lo que me siento muy satisfecho: mi relación con los lectores cubanos, con la gente que vive mi realidad y quiere leerla”.

Escritor, dígase entre comillas, “tolerado” por el régimen, Padura tiene en el exilio, y en esa frontera a menudo insalvable que separa el interior del exterior, uno de sus principales caladeros literarios. “El exilio es una condición que nos persigue, no solo ahora, sino a lo largo de toda nuestra historia”, afirma.

- ¿Usted nunca pensó en tomar también ese camino?
-Mi permanencia en el país fue el resultado de una decisión consciente y meditada. En los años más duros pensé en irme, pero me dije al final que no, que no quería vivir el desgarramiento del exilio y que trataría de hacer mi obra cubana desde dentro de la realidad de Cuba. Fue una decisión humana y literaria que asumí con todas las consecuencias.

“Centrado en mi vorágine de amor y sexo -dice el narrador de uno de los relatos, “Nueve noches con Violeta del Río”-, vivía yo de espaldas a la magnitud de las tormentas que se habían desatado”. Es una de las constantes de Aquello estaba deseando ocurrir: los personajes padecen la realidad cubana, pero con suerte escapan al caer la noche. El escritor, sin embargo, prefiere matizarlo: esa huida, dice, es artificial, imaginaria. “Vivimos nuestra realidad de manera tan homogénea, tan para todos, que es casi imposible tomar distancia. Cuando había un apagón, era para todos; cuando no alcanza el arroz o cuando no se come carne, es para todos (o para casi todos). No es fácil escapar de esa red tan tupida en la que hemos vivido y en la que la política ha pasado a formar parte de la vida de la gente”.

Realidad homogénea



-Algunos textos están escritos y ambientados en el periodo de excepción que siguió a la caída de la URSS. ¿Cómo era la vida en La Habana entonces?
-Fue una época terrible en que la vida se hizo muy difícil. Faltó la comida, la electricidad, el transporte, las medicinas, el dinero... Y mi generación lo sufrió de manera más drástica pues teníamos la responsabilidad de alimentar a nuestros hijos y de que nuestros padres no se quedaran ciegos por una neuropatía avitaminosa.

-Sin embargo, hubo cierto repunte de la creatividad, ¿no es así? Usted pertenece a esa generación de creadores.
-Sí; se distendió el peso del Estado y los creadores nos sentimos más libres y necesitados de soltar muchas de las cosas que llevábamos dentro. Entonces escribíamos, pintábamos, hacíamos música.

-Aquella crisis hirió a la Revolución, pero ni mucho menos la mató.
-Sí, y le puedo asegurar que a los cubanos nos embargó un sentimiento de derrota, sentimos que el futuro que nos habían prometido se esfumaba; aquello significó para muchos un mazazo en la frente y algunos optaron por el exilio, por el alcohol o por el desencanto.

Con todo, hoy Padura puede considerarse un privilegiado. Sale y entra del país con libertad, pasa la mitad del año fuera y posee el altavoz nada desdeñable de sus libros. En Cuba, además, su obra se viene publicando (más o menos), es leída, esperada, y hasta recibe premios importantes, como el Nacional de Literatura en 2012. ¿Cómo se logra un equilibrio así?
-Es un equilibrio extraño. Yo también recibo ataques, a veces bastante duros y arteros, pues a algunos les molesta que no piense igual que ellos o no escriba lo que ellos suponen que debería escribir. Y a veces recibo silencio y mi trabajo no es reseñado ni informado.

-¿Nunca le tentó la autocensura?
-Yo escribo con toda la libertad de que soy capaz. No le niego que en algún momento me he autocensurado, pero no siempre por razones políticas. A veces lo hago por la exigencia de ser políticamente correcto respecto a temas sociales, religiosos o sexuales en los que no quiero ser agresivo. En los años 80 era más cauteloso; ahora soy mucho más libre.

-Los exiliados tienden a levantar un muro, a trazar una división muy clara entre los que se fueron de Cuba y los que se quedaron. ¿Lo considera injusto?

Agua por todas partes


-Es tan injusto hacer esa división desde el exilio como hacerla desde Cuba. Pero ha sido una práctica frecuente, a menudo por filiaciones políticas y no por razones culturales. Creo, sin embargo, que esa división cada vez tiene menos peso y sentido. Para mí Eliseo Alberto siguió siendo mi amigo Lichi y su literatura, una pariente muy cercana de la mía. Y Abilio Estévez o Iván de la Nuez, que nunca serán catalanes, siguen siendo mis colegas y cuando escriben me hablan a mí, y espero que cuando yo lo haga les hable a ellos, como si estuviéramos todos juntos en La Habana, pues aquí están nuestras semillas y obsesiones mayores. ¿Por qué insistir en romper algo tan hermoso?

-Estar juntos en La Habana: esa parece una obsesión de todo escritor cubano, que, incluso desde el exilio, regresa siempre, en su literatura, a la isla.
-Eso es porque la pertenencia cultural cubana es muy fuerte. Las condiciones de nuestra vida insular son excesivamente magnéticas. Virgilio Piñera decía que estábamos condenados por la “maldita circunstancia del agua por todas partes”, por nuestra insularidad, que no es solo geográfica, ya que tiene mucho de mental, de sicológica... Pero además, cuando un escritor ya formado sale de su país, ¿puede reciclarse y convertirse en otra cosa? Creo que nadie, yéndose de Cuba, se va del todo e, incluso, muchos de los que se van se obsesionan más por Cuba que los que seguimos en la isla.

-¿Cuál es su balance del proceso de apertura de los últimos años? ¿Es real? ¿Ha facilitado el acceso a la cultura de la gente?
-Se han ganado espacios de libertad, sí, pero creo que no es suficiente. Todavía hay personas que deciden (o pretenden decidir) qué es lo que deben consumir culturalmente los ciudadanos. Pero es cierto que las tecnologías han abierto espacios alternativos. En Cuba circula semanalmente un “paquete” de programas televisivos y hasta de noticias que se distribuye en memorias y discos duros y que es altamente consumido. También circulan libros digitales, pirateados, que incluso son vendidos por emprendedores.

11.2.15

Por siempre Mankell

BCNegra rinde homenaje al admirado autor sueco que padece una enfermedad terminal

Beatriz de Moura, editora de Henning Mankell, dialoga con Paco Camarasa./Adriana Dominguez./elperiodico.com

Era un acto pequeño, casi íntimo, dentro de la programación de ayer de BCNegra, pero Ens estiment tant Mankell! llenó hasta la bandera el auditorio del Conservatori del Liceu. Y no porque Henning Mankell, el gran maestro sueco de la novela negra, hubiera viajado a Barcelona. No, el autor no estaba presente en su homenaje, una conversación entre su fiel editora en el sello Tusquets, Beatriz de Moura, y el comisario del encuentro, Paco Camarasa. Hace unos meses el padre de Wallander pasó por el médico para que le diagnosticaran lo que parecía una hernia discal que acabó siendo un cáncer de mal pronóstico. La noticia, es evidente, ha preocupado a sus lectores, volcados en la propuesta del festival que ha dispuesto una urna y unas postales para que quien quiera pueda dejarle durante estos días palabras de aliento y de gratitud.
Beatriz de Moura evocó cómo en el 2000 tuvo noticia, gracias a su "red social de editores que entonces funcionaba muy bien", de la fama de este autor sueco que todavía no había sido traducido al inglés y estaba a punto de aparecer en italiano. En esa lengua leyó La quinta mujer -sexto libro de los 12 que más tarde compondrían la serie protagonizada por el inspector de policía Kurt Wallander- sin apenas saber nada del autor. "Me pareció una novela muy dura y a ratos incluso desagradable, que entroncaba con el modelo europeo cultivado por Simenon". La sorpresa de De Moura fue doble. Una encontrar un autor así, y otra darse cuenta de que Suecia, uno de los países más desarrollados de Europa, también tenía sus sombras.
Más tarde vino el conocimiento en persona del autor. En Buenos Aires, en Madrid y aquí en Barcelona, cuando le concedieron el premio Pepe Carvalho, y organizó como buen hombre de teatro que también es una perfecta interpretación de sí mismo en el Romea. "No es un hombre excesivamente sociable. Cumple con las actividades que le imponen las promociones de sus libros pero no regala un solo segundo de más. Se va casi sin despedirse". Es ese carácter y su compromiso social los que han llevado al autor a vivir durante mucho tiempo parte del año en Maputo, la capital de Mozambique, donde dirige el Teatro Nacional Avenida.
Difirieron Camarasa y De Moura al imaginar el aspecto físico de Wallander. El librero le ve con los rasgos del escritor. A la editora le gusta más el actor que lo interpreta en la serie televisiva sueca. "Kenneth Branagh [que lo encarna en la serie británica] es un maravilloso actor pero a mí me parece demasiado seguro de sí mismo", dijo afirmando que ella veía al personaje como alguien menos elegante, más marcado por sus problemas personales, que son también el reflejo de lo que ocurre en la sociedad sueca.
El momento más emocionante del acto coincidió con la lectura de la carta que el autor ha dedicado a sus lectores catalanes en la que anuncia que actualmente está escribiendo un nuevo libro, la continuación de Zapatos italianos, que se llamará Botas de lluvia suecas. "Creo que todos los escritores del mundo se esfuerzan por acercarse todo lo posible a Cervantes como creador de historias. Si miramos a nuestro alrededor veremos que el universo confuso en que vivimos sigue siendo el mismo en el que se movían Don Quijote y Sancho Panza". Hoy Mankell cumplirá 67 años.

BCNegra 2015. Octavo informe. En los brazos del lado oscuro

7.2.15

Un héroe infame que atrapa al lector

Fernández Díaz aprovecha las dilatadas fronteras de la novela negra y construye una trama vasta, pero clara y de buena ingeniería, enmarcada en el mundo del espionaje y el narcotráfico

Portada El puñal de Jorge Fernández Díaz/adncultura.com

Jorge Fernández Díaz, autor argentino de El puñal.

No hace mucho tiempo, Carlos Gamerro reflexionaba sobre la dificultad que enfrentan los escritores argentinos que se proponen producir literatura policial. Conjeturaba que la novela policial clásica corre con la ventaja de asumirse desde el inicio como mero artificio, "se ha vuelto insospechable: nadie puede confundirla con la realidad". El lector acepta que esa ficción es un juego intelectual y no se preocupa por la distancia que pueda haber entre el mundo imaginario que tiene ante sus ojos y lo que verdaderamente sucede en las calles. En cambio, la novela negra padece las exigencias que le impone su propia consigna genérica, aquel realismo que la distinguió a partir de la década de 1920 de las obras de Poe, Conan Doyle o Chesterton. Según Gamerro, para la literatura argentina, la pretensión de ser realista -esto es, rendir cuenta de la criminalidad de las fuerzas policiales y no ignorar todo lo sucedido durante el Proceso- casi anula la posibilidad de postular un protagonista que tenga la intención de hallar la verdad y hacer justicia. El problema fundamental es cómo construir un personaje que no escape a las coordenadas de ese mundo y que al mismo tiempo conquiste al lector, quien debería simpatizar con sus padecimientos y, al menos, no rechazar del todo su sistema axiológico. La solución que ofrece El puñal, la última novela de Jorge Fernández Díaz (Buenos Aires, 1960), es la del "héroe infame".
Remil es ese tipo de héroe. Su relación con el Estado comienza en Malvinas, como conscripto dragoneante, destacado por su valor y su accionar sobresalientes. Con la llegada de la democracia es reclutado por los servicios de inteligencia. En el presente, opera para la "Casita", una dependencia de la SIDE, una pequeña estructura paralela "que no aparece en ningún mapa", dirigida por Leandro Cálgaris, el coronel, un veterano del espionaje entrenado en Estados Unidos. Cuando Remil no participa de importantes misiones, se ocupa de solucionar los problemas domésticos de las figuras del poder político. Más como matón que como espía, lava trapos sucios y pone las cosas en su lugar. También ha sido agente encubierto y ha desbaratado una banda de ladrones dirigida por las autoridades de una penitenciaría. Siempre expone el pellejo y su estilo es una mezcla de audacia, fuerza física e intuición; si todo eso no basta, su Glock puede desatar los últimos nudos. "Me miro en el espejo de cuerpo entero. Músculos todavía firmes, antiguas cicatrices, tatuajes carcelarios. Un viejo que la pelea, pero un viejo al fin." También es un lector voraz, especialmente de libros de historia y biografías noveladas, cuyas páginas le permiten razonar sobre el presente. Su ética no es la de Philip Marlowe, pero su código de lealtad y los límites que impone a la impunidad de la que goza -"no soy un sicario", repite- lo aproximan a la órbita del bien. El nombre por el que todos lo conocen no es más que un apodo, un segmento del insulto que mejor lo elogia: hijo de remil putas; un intensificador que connota su vigor superior.
Los días de Remil cambian definitivamente cuando recibe la misión de espiar a la bella española Nuria Menéndez Lugo. Auxiliado por una fotógrafa, dos delincuentes y la más alta tecnología puesta al servicio de penetrar llamadas y vigilar cualquier paso dado en la Red, Remil empieza a conocerla. Ese primer contacto enciende una alarma: se resquebraja el hielo de su corazón. De esta sorpresa pasará a otra, cuando Nuria resulte una integrante de una banda de narcotraficantes de la que participan funcionarios argentinos, y a la que los servicios de inteligencia tendrán que brindarle protección y logística para exportar la droga que ingresa al país. Han recortado los fondos para la Casita y no queda otra que autofinanciarse. Incómodo con el nuevo papel que le toca cumplir, Remil expone el núcleo de su moral: "Para los hombres como yo, el problema no es lo que hay que hacer (se hace lo necesario) sino la razón que nos obliga". De espía pasará a guardaespaldas de Nuria. Este nuevo contacto acentúa su debilidad por esta femme fatale, que "pertenece a esa clase de mujeres que en algún momento parecen desvalidas. Logran con esa sutil simulación que los hombres prometan lo que no tienen".
Fernández Díaz aprovecha las dilatadas fronteras de la novela negra y construye una trama vasta, pero clara y de buena ingeniería. El espionaje y el narcotráfico conforman el gran marco que habilita la puesta en escena de los mecanismos ocultos de la maquinaria estatal, de los cursos por los que corre la corrupción del poder público. De ese mismo tejido se desprenden la investigación personal de Remil y su historia de amor con Nuria, su verdadera causa. Aparecen entonces la sensibilidad y la fragilidad del protagonista: "Porque no está en mis planes ser feliz". Pero los momentos románticos nunca quedan a salvo de la acción en esta novela de descripciones austeras pero precisas, cargada de escenas que tienen a Remil como el protagonista de un western urbano. La primera persona y el tiempo presente de la narración acentúan el vértigo de un relato que casi no tiene mesetas. La búsqueda de la verdad, que arrastra a Remil a enfrentar las más duras consecuencias, atrapa al lector hasta las páginas finales. Para un hombre sumergido en un universo de mentiras será muy difícil saber dónde terminan las máscaras: "A veces nos confundimos con el papel que representamos. A todo el mundo le pasa. Hasta el más insignificante tiene su papelito en esta obra", reflexiona este héroe infame.

BCNegra 2015. Séptimo informe

De la sed de whisky y la falta de fe

Alicia  Giménez Bartlett durante su discurso. BCNegra 2015./Rubén López./elpais.com

Por Alexis Ravelo


No me lo puedo creer, ditoseadiós... Al final, resultó que era cierto. Casi no daba crédito a mis ojos cuando lo vi a usted, ahí, oculto entre el público, clavándome en el cogote su mirada de avispa a través de los agujeros que había hecho en su programa de mano. No se fía de mí, jefe, y eso duele, carajo, con lo bien que les he servido yo a usted y al Cuerpo durante todo este tiempo. Sí, ya sé que me dijo usted que solo pasaba por aquí, que el encuentro fue casual, que todo esto son paranoias mías... Pero yo he desarrollado un cierto olfato para el embuste y sé que lo que ocurre es que no cree que yo esté cumpliendo mi labor con eficacia, que piensa que estoy todo el día metido en el bar. 
Esto, como usted supondrá, daña mi autoestima. Motivo por el cual ayer, después de nuestro encuentro, ahogué mis penas en el bar del Conservatori del Liceu. Y me jode, que conste, porque abajo, en la sala, abarrotada como siempre, estaban Christoffer Carlsson, mi adorada Anna María Villalonga y Juan Bolea —Charlotte Dink no pudo venir—, hablando sobre novela psicológica. Y después, al parecer, se armó la de San Quintín con Leandro Pérez, Santiago Roncagliolo y Juan Sasturáin, hablando de fútbol y corrupción. Sin embargo, las lágrimas de dolor a causa de su desconfianza no me permitieron, por esta vez, cumplir mi cometido. Y, las cositas claras, suya, que no mía, es la culpa. En fin, para usted hace. Por cierto, en el bar del Conservatori hay una cuenta que dejé a su nombre. Ahora ya no tengo por qué mandarle las facturas: puede satisfacerlas usted mismo, sacar los sucios billetes de esa cartera negra, como negra es el alma que tiene.
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De izquierda a derecha: Luis Alejandro Díaz, Santiago Roncagliolo, Leandro Pérez y Juan Sasturáin | Foto: Rubén López
Así, con mi congoja y seis whiskis entre pecho y espalda, me fui a la plaza de San Jaume, y me colé de rondón en el Saló de Cent del Ayuntamiento, porque ayer se entregaba el Premio Pepe Carvalho. Este galardón, usted lo sabe, es uno de los platos fuertes de la BCNegra. Premia la trayectoria de veteranos y activos escritores negrocriminales. Otros años lo obtuvieron Francisco González Ledesma —alias Silver Kein—, Henning Mankell, P. D. James, Michael Connelly, Ian Rankin, Andreu Martín, Petros Márkaris, Maj Sjöwall y Andrea Camilleri. Y esta vez la distinción que otorga l’Ayuntament ha ido a parar a una gran dama del crimen: Alicia Giménez Bartlett.
Pero esta no es una dama del crimen cualquiera. Esta mujer es la madre literaria de la mismísima Petra Delicado y del propio Fermín Garzón. Ella fue la pionera, la primera y yo diría mejor de las autoras que pusieron a mujeres policías a investigar. Sí, señor: en una época en la que los personajes femeninos no eran protagónicos y se limitaban a representar a la víctima, la ayudante del investigador o la fatal mujer fatal —incluso en las novelas escritas por mujeres—, esta albaceteña adoptada por la ciudad de Barcelona tuvo los redaños de escribir Ritos de muerte, la primera novela de esta serie en la que Delicado, con su distancia crítica, disecciona la realidad española a lo largo de libros como Un barco cargado de arroz o El silencio de los claustros. El más reciente se titula Crímenes que no olvidaré, y me lo voy a llevar de aquí firmado por esta mujer que, si ya me caía bien, ayer se ganó mi corazón para siempre. ¿Por qué? Porque hizo un discurso de agradecimiento divertido, sincero y hermoso, en el que le dio tres patadas a la solemnidad, con toda la coherencia del mundo, pues, como ella misma dijo, la novela negra, sencillamente, no puede ser solemne. Más bien, todo lo contrario: será políticamente incorrecta o no será.
Y por aquello de que será: será el discurso de esta gran dama del crimen o será que ando muy dolido con usted por su poca fe en mí, pero ¿sabe qué le digo?, que no me extraña nada que Cristina Fallarás y Toni Hill se hayan pasado al bando de esta gente. Es más, sospecho que, si esto sigue así, acabaré siguiendo sus pasos. Sí, jefe, lo siento mucho, pero me está perdiendo. Usted sabrá lo que tiene que hacer para evitarlo. Pero yo, por el momento, ya he quedado con algunos sospechosos para esta misma tarde, a las cuatro, en la Sala Barts, para charlar un rato. Estarán allí Eugenio Fuentes —un conocido habitual del que nos llegan informes desde Extremadura—, Víctor del Árbol —que está esparciendo Un millón de gotas por toda Europa— y un más que sospechoso contrabandista de libros recién llegado de Bilbao, por nombre Jokin Ibáñez y con vinculaciones con varias bandas organizadas, como Novelpol o Calibre .38. Si en esta reunión hago de infiltrado o acabo pasándome al lado oscuro, dependerá de su actitud y se verá de aquí a las cuatro. Pero, lo repito, jefe: estoy muy dolido y no sé si podrá usted ya remediarlo. Hasta entonces, lo espero en el bar. Traiga su negra cartera, porque tengo sed.
En Barcelona, Año 15 de BCNegra, día 7.

BCNegra 2015. Sexto informe. Fronteras

6.2.15

Un Pepe Carvalho para Alicia Giménez Bartlett

La autora recibe el premio en el Saló de Cent del Ayuntamiento barcelonés

Alicia Giménez Bartlett es saludada por el librero y comisario Paco Camarasa, ayer./Elisenda Pons./elperiodico.com

Alicia Giménez Bartlett, que ayer recibió en el Saló de Cent del Ayuntamiento barcelonés el Premio Pepe Carvalho, le cabe el (¿dudoso?) honor de haber pronunciado, quizá por primera vez -no hay constancia escrita que consultar- entre sus centenarias paredes las expresiones «cojones», «pringao» y «trotona de esquinas». Qué nadie se asuste, fue en un discurso de agradecimiento que se sabía políticamente incorrecto -con políticos como testigos, el alcalde Xavier Trias y el regidor de Cultura Jaume Ciurana- y que ante todo reivindicaba que la novela negra debe ser «contraria a la solemnidad». Que si fuera música debería ser jazz y si pintura, un grafiti callejero. «Creo que la novela negra debe buscar un lugar tranquilo cerca de la gente», reivindicó Giménez Bartlett que en todo momento demostró controlar esa ironía un punto británica que caracteriza a su personaje, Petra Delicado, la primera investigadora mujer que obtiene el Pepe Carvalho en los 10 años de su trayectoria, y una policía nacional que no se anda con remilgos -como demostró ayer su creadora- a la hora de expresar sus emociones.

Giménez Bartlett empezó su discurso con una declaración de amor a Barcelona, su ciudad «de acogida, aprendizaje y pasiones inolvidables», con la que ha adquirido una especie de «simbiosis positiva». También a modo de broma y para acallar susceptibilidades sobre posibles corrupciones empezó recordando las palabras de Groucho Marx cuando dijo aquello de que «nunca te tomes demasiado en serio un premio que sale de un jurado del que has formado parte». Sí, Giménez Bartlett reconoció haber formado parte en el pasado de este jurado hoy integrado por Jordi Canal, Andreu Martín, Rosa Mora, Daniel Vázquez Sallés, Sergio Vila-Sanjuán y Paco Camarasa. Para todos tuvo palabras de afecto incluido Camarasa -comisario de Bcnegra -, ese «valenciano en la corte del rey Arturo. Sin él este encuentro no existiría». Tanta exaltación de la amistad podría sonar sospechosa pero la escritora redondeó el argumento: «Hay algo definitivo que acallará las críticas. La dotación del premio es inversamente proporcional a su prestigio».

Antes, la glosa de Camarasa se había remontado a 1996, el momento en que Carmen Balcells, la agente literaria de la escritora le reprochó cariñosamente el momento que había elegido para ponerse a hacer novela negra. «Y tenía razón, pero Balcells no sabía entonces que Petra Delicado abriría el camino a la actual aceptación del género».

Petra, la primera policía local que adquirió renombre es antipática como Sherlock Holmes -un disfraz, por cierto, que la escritora adoptó en la presentación de su novela 'Una habitación ajena', que no tenía nada de policiaca-, radical y sin pelos en la lengua, partidaria de vivir en Poblenou y no en una aséptica urbanización, leal a su inseparable compañero Fermín Garzón -por él Petra se mantendrá en la Policía Nacional y no ingresará en los Mossos porque Garzón ya no tiene edad para ese trasvase-.

Una vez presentada, Camarasa se lanzó a inventar qué es lo que diría Pepe Carvalho al enterarse de que su galardón este año iba a ir a parar a una mujer. «¡Cómo se os ocurre darle el premio a una mujer policía, si apenas hay!». Pues eso es precisamente lo que ha destacado el jurado, la perspectiva femenina y feminista de un género que nació musculoso y se ha vuelto más sutil.

5.2.15

Kerr: "Si escribes sobre fútbol has de escribir sobre sexo"

Philip Kerr pasa de la Segunda Guerra Mundial a la Premier con Mercado de invierno

El escritor escocés Philip Kerr, autor de  Mercado de invierno. / Alberto Estévez./elpais.com

Philip Kerr (Edimburgo, 1956) ha desembarcado en la alineación de BcNegra en plena forma y con gran dominio del balón. Llega al festival de novela policiaca tras el regate que ha supuesto su cambio de registro a una nueva serie criminal ambientada en el mundo del fútbol y que arranca con Mercado de invierno (RBA). Así, Kerr pasa del noir histórico al thriller deportivo, de la Segunda Guerra Mundial a la Premier (League), del detective berlinés Bernie Gunther, reclutado por los servicios de seguridad del III Reich, al investigador amateur escocés Scott Manson, segundo entrenador del ficticio equipo de fútbol London City (¡y exaprendiz con Guardiola!), que ha de resolver el asesinato de un mister portugués (!) de la liga inglesa, una muerte de la que son sospechosos aficionados enfadados, jugadores cabreados, magnates del fútbol mafiosos, intermediarios y un árbitro.
La novela explica muchas interioridades del mundo del fútbol y abunda en humor, intrigas, sexo y palabrotas, todo ello consustancial a ese deporte, según subraya Kerr. El pasaje en el que el protagonista explica que su juego erótico favorito consiste en que su novia disfrazada de enfermera le haga una felación después de beberse la chica un Martini muy frío es de los que dejan poso.
Kerr empieza por tranquilizar (nos) a los fans de Gunther: la nueva novela de la serie del investigador alemán, la décima, aparecerá en mayo en inglés, se titula The lady from Zagreb y en ella Goebbels encarga a Bernie que investigue acerca de una bella actriz de la UFA —la materia preferida del doctor después de la propaganda—. La trama lleva a nuestro hombre a Croacia, y a encontrarse con todo el horror de la ocupación nazi y los crímenes de los ustachas. El autor se resigna a hablar del tema, pese a que hoy toca fútbol: “Siempre me preguntan cuántos libros más escribiré de Gunther. Si eres un escritor riguroso no dejas de plantearte cuándo has de acabar, si has escrito ya demasiados. Hay una cuestión añadida y es que las novelas de Gunther son difíciles de escribir, requieren mucha documentación y cuidado por la parte histórica, cuesta mucho no cometer errores y anacronismos. Tienes ganas de salir y escribir libremente de algo contemporáneo. En todo caso, creo que nos acercamos al límite de la serie”.
“El fútbol es como la pesca: dejas de pensar en todo lo demás"
El protagonista de la nueva serie, Scott Manson, exfutbolista, licenciado en Lenguas (y no hablamos de su novia) y acusado falsamente de violación, tiene sangre negra, un abuelo afroamericano. “Es cosa mía. Soy escocés pero nunca me dejaron sentir que lo era. Tengo la piel muy oscura y me apodaban Paki. Eso te da perspectiva sobre cómo deben sentirse los mal vistos por razones raciales. Por otro lado, hay muchos negros en el mundo del fútbol”. El entrenador del London City asesinado, Joao Zarco, está claramente inspirado en José Mourinho. “Posee algunos de sus rasgos, tiene glamour, es polémico, dice cosas controvertidas, pero no es él. Hay otros entrenadores que son figuras, como Guardiola, pero Mourinho tiene algo más: es una estrella”. ¿Se sintió popular Kerr en el Camp Nou, donde disfrutó el partido con el Villarreal, con una novela en la que asesinan a un sosias de Mourinho? El novelista ríe. “Sé que no es muy querido aquí, pero ¡cuidado!, no tiene sentido odiar a alguien que puede regresar; como ha hecho Mourinho al Chelsea. La gente tiene la memoria muy corta en el mundo del fútbol”.
Uno de los aspectos más complejos de la novela es el difícil equilibrio entre ficción y realidad, nombres verdaderos e inventados. A algunos puede chirriarles oír que en el London City juegan dos jugadores llamados Xavier Pepe (!) y Juan Luis Dominguín (!!). “Cuando quieres escribir sobre el deporte moderno y tienes un equipo que es irreal, lo que era necesario para no perder a los fans de ningún equipo —nadie del Arsenal leería una novela centrada en el Tottenham, y viceversa—, lo que has de hacer es jugar con equipos reales y contra jugadores reales. He intentado que cuando un jugador hace algo sucio sea inventado y si hace algo heroico le pongo un nombre real”. Pues nos está descubriendo que el asesino no es Messi… Kerr ríe. “Eso puedo revelarlo”.
“Con la nueva serie quiero contribuir a que los hombres vuelvan a leer”
¿Hay mucho sexo en el fútbol? Por lo que se lee en Mercado de invierno… “Bueno, ¿hasta qué punto es importante el sexo para hombres jóvenes y sanos con muchísimo dinero y adoración pública? Sí, la mayoría de los jugadores están hipersexuados y tienen más oportunidades de practicar sexo que la mayoría, era importante recalcar ese aspecto. Si escribes sobre fútbol has de escribir sobre sexo, al igual que tienes que mencionar Twitter, que es otra forma de los futbolistas de meterse en problemas, expresando sus opiniones”.
¿Está justificado el peso que tiene el fútbol en nuestra sociedad? “No lo sé, pero es verdad que tiene un peso inmenso. A menudo la gente lo ve como un antídoto de todo lo demás. En esos noventa minutos dejas de pensar en la Jihad siria o cualquier otra cosa. El fútbol es como ir a pescar, es una forma de exiliarte del mundo, una forma de escapar”.
Con la nueva serie futbolística Kerr acomete una misión. “Hacer que los hombres vuelvan a leer; los editores se han olvidado de los hombres, muchos quieren leer pero no encuentran el libro apropiado. Quiero hacer con los hombres lo que J. K. Rowling hizo para los adolescentes”.

La flor del mal

Jorge Herralde explica su fascinación por la escritora de la serie de Ripley ahora que Anagrama estrena su Biblioteca Highsmith


Patricia Highsmith, en los años 40./elmundo.es
Sydney Smith Bartleby es un escritor frustrado. No escribe tanto como le gustaría ni escribe lo que le gustaría escribir. Pero eso no es lo peor. Lo peor es que aborrece terriblemente a su mujer y a menudo piensa en deshacerse de ella. El pensamiento simplemente aparece, a cualquier hora del día, con cualquier excusa. Ahora podría clavarle un cuchillo y acabar con todo, se dice. Y lo que esconde es un deseo imperiosamente salvaje de destruir su mundo. Así fue, a ritmo de villanos que no era más que tipos corrientes con un pie al borde del abismo, como Patricia Highsmith trató de entender a su madre. Su madre, que se divorció de su padre antes de que ella naciera y que, en una ocasión, se bebió un vaso de aguarrás, lleno hasta el borde, para tratar de deshacerse de ella, tuvo una vez un pie en esa clase de abismo cotidiano. Y ella, la minúscula Pat, por entonces poco más que un bebé en el útero, representaba para su futura madre aquello que había convertido el mundo en un lugar horrible.
A su editor español, Jorge Herralde, le gusta considerarla "la artista del mal". Hoy, 20 años después de su muerte, Highsmith estrena Biblioteca en Anagrama (biblioteca que se abre con seis títulos míticos, entre ellos, cómo no, 'El talento de Mr. Ripley', pero también 'Crímenes imaginarios', la novela que protagoniza Sydney Bartleby) y Herralde recuerda cuándo se conocieron. Fue en un aeropuerto, cuando los dos iban a embarcar con destino a San Sebastián, allá por 1983, el año en el que la escritora a la que Cabrera Infante llamó en una ocasión "el gran tortillón", hizo una pequeña gira por España. "Había aceptado ser la invitada de honor en el Festival de Cine, y causó un gran revuelo, desbancó a todas las estrellas y 'starlettes'", recuerda Herralde, que también recuerda una cena mítica con Enrique Tierno Galván en la que la escritora trataba de comunicarse con el entonces alcalde de Madrid en francés. "Le dije entonces que hacía poco que Tierno Galván se había reunido con el Papa y ella soltó algo parecido a: 'Pues espero que su latín sea mejor que su francés'", cuenta.
¿Cómo dio Jorge Herralde con Patricia Highsmith a principios de los 80? "La descubrí cuando empezaron a ocuparse de sus derechos en España las agentes Mercedes Casanovas & Michi Strausfeld. Querían lanzar a Highsmith como una gran escritora, y llegaron a acuerdos con Anagrama, pero también con Alfaguara y Alianza", cuenta. En Anagrama se publicaron dos primeros títulos suyos en otoño de 1981. Los títulos eran 'A pleno sol' y 'La máscara de Ripley'. "Eran los títulos 5 y 7 de la recién nacida Panorama de Narrativas, una colección de altísima literatura pero de autores aún poco o nada conocidos en España", asegura el editor, que dice que la acogida de aquel primer par de libros fue "extraordinaria". "Dos 'bestsellers' súbitos y un puntal de la colección junto con 'La conjura de los necios'. Hasta 2005, publicamos en total 27 títulos suyos", aclara. ¿Y sus favoritos, entre todos ellos? "Las primeras que leí, 'Extraños en un tren' y el primer Tom Ripley", contesta.
Si algo hizo como nadie Highsmith, añade Herralde, fue crear "a un asesino fascinante": Tom Ripley. ¿Fascinante por qué? "Su amoralidad no impide la empatía total con el lector", argumenta. Ripley es la clase de lobo con piel de cordero sobre el que Highsmith llevaba leyendo desde los ocho años, cuando descubrió 'La mente humana', de Karl Menninger, un decididamente perverso tratado sobre la enfermedad mental, repleto de casos, casos en los que la futura madre del encantador y retorcido Tom Ripley, se basó para crear su colección de villanos.

Sue Grafton: "Me interesa el lado oscuro de los seres humanos y me gusta escribir sobre lo que me asusta"

Sue Grafton, creadora de la popular serie de novela negra de la detective Kinsey Millhone, señala que a través de sus obras intenta entender la violencia y el lado oscuro del ser humano, algo que le interesa a la vez que le provoca miedo

 
Sue Grafton, es la tercera de izquierda a derecha./lainformacion.com
 "Es algo que a mí me asusta pero me gusta escribir sobre lo que me asusta", ha aseverado.
Así lo ha manifestado la autora en una rueda de prensa que ha ofrecido en el Museu Valencià de la Il·lustració i la Modernitat (MuVIM), donde participa como invitada en una jornada literaria organizada por la Institució Alfons el Magnànim de la Diputación de Valencia.
En su primera visita a Valencia, la novelista ha estado acompañada por la delegada del área de Cultura de la corporación provincial, María Jesús Puchalt y el director de la IAM, Vicent Ribes. En la tertulia abierta al público que se celebrará esta tarde, Grafton hablará sobre su proceso creativo y entregará el premio Valencia de Novela Negra de la Diputación a Juan Ramón Biedma. El escritor sevillano galardonado con el premio de la IAM también ha acudido al encuentro con medios de comunicación.
Grafton presenta además su nueva novela, 'W de whisky', fruto de los 34 años de "affaire con la novela negra" que vive esta escritora, según lo ha definido ella misma. La autora es responsable de la serie Alfabeto del Crimen, del que Tusquets ha publicado ya todos los títulos anteriores. Varias de ellos han obtenido premios tan importantes como el Mysterious Stranger Award, el Shamus Award, el Anthony Award, y, en 2004, el Premio Ross Macdonald.
La novelista ha desvelado que una de sus preocupaciones es cómo abordar, sin repertirse, sus dos últimas novelas, dedicadas a la Y y Z, "No tengo nada pensado pero espero que se me ocurra algo", ha bromeado.
Lo que sí ha asegurado Sue Grafton es que Millhone seguirá en los años 80. "No la veo en la era digital, sino con sus fichas, sus anotaciones y su proceso de investigación clásico", ha apuntado.

Lo mejor de dos vidas

"Yo soy Kinsey Millhone --ha proseguido-- vivo dos vidas: la suya, repleta de aventuras, y la mía, delante del ordenador, pero tengo lo mejor de esas dos vidas".
Preguntada por las razones del auge en los últimos tiempos de este género literario, Grafton ha argumentado que la historia de la novela policíaca empieza en la página 1, hay crímenes, acción y eso siempre facilita la conexión y pone n marcha la imaginación del lector, mientras que hay otros géneros donde es más fácil qu ese produzcan meandros".
"Las novelas de detectives captan la atención del lector de manera más sinmediata y eso puede explicar el boom" ha agregado la escritora, que ha añadido: "Vivimos tiempos peligrosos, solo hay que leer el periódico".
Grafton se ha mostrado muy contenta de visitar por primera vez Valencia y ha hecho notar la conexión entre el paisaje mediterráneo y California. "He venido en tren desde Barcelona y he recordado las mismas sensaciones que en un viaje que realicé a Australia. Dos lugares muy lejanos a la costa de Florida y también de California pero de imágenes y ambientes muy similares".
Por su parte, la diputada María Jesús Puchalt ha agradecido la generosidad de Grafton al aceptar la invitación de la Institució Alfons el Magnànim. "Su presencia es una muestra excepcional del éxito de la IAM en su apuesta por la novela negra. Es muy grato comprobar que el reto que nos marcamos hace unos años ha superado nuestras expectativas y ha conectado al público con grandes nombres de las letras valencianas, españolas y también internacionales".

W de whisky

La nueva entrega de esta serie policíaca arranca con dos muertes aparentemente sin conexión que llevarán a la detective Kinsey Millhone a enfrentarse a su pasado.

4.2.15

BCNegra 2015. Quinto Informe. Las churras y las merinas

Alexis Ravelo nos entrega la mejor y más sentimental crónica de la fiesta negra. Unas líneas llenas de homenajes y buena prosa. Lean y disfruten

Se ponga sentimental o no, nuestro cronista no se pierde una ./Thalía Rodríquez./elpais.com

Por Alexis Ravelo
Jefe: de nuevo encomendado a San Actrón, intento sacar algo en claro de las imágenes que me he traído desde el sueño, elaboradas con las cosas que vi y oí ayer. Por eso Philip Kerr afirma que el Lanborghini es un trasto que Dios inventó para demostrar a los futbolistas jóvenes que están ganando demasiado dinero, mientras Ernesto Mallo explica la importancia de la sífilis en la primera fundación de Buenos Aires, y los ojos de Empar Fernández y de Rosa Ribas —dos pares de ojos perfectos cada uno en su estilo, de esos que atisban con inteligencia lo que hay más allá de las líneas y los rostros— se me clavan haciéndome preguntas que jamás podré contestar con certeza.
Usted dirá que estoy mezclando churras con merinas, pero es que aquí, en BCNegra, el Comisario Camarasa ha sabido no solo mezclar churras y merinas, sino que las churras monten a las merinas y estas paran maravillosas ovejas negras que leen a Rodolfo Walsh y cantan Blues en Jam Sessions inesperadas en las que uno nunca sabe si Tatiana Goransky acabará marcándose un tango. Ella, Goransky, participó con Ernesto Mallo y Claudia Piñeiro en una mesa moderada por Matías Néspolo sobre la novela negra argentina —que es tanto, en mi opinión, como hablar sobre la novela política argentina—, provocando carcajadas y asentimientos a un público entregado y exponiendo teorías novedosas. Mallo, por ejemplo, sostiene que el crimen no es un virus externo a la sociedad, sino algo intrínseco a ella y, por tanto, inevitable, por lo cual lo que hay que hacer es educar a los asesinos para que se conviertan en estafadores, pues siempre es preferible que te estafen a que te maten.
Antonio Lozano y Philip Kerr
Antonio Lozano (izquierda) y Philip Kerr | Foto: Thalía Rodríguez

Homenaje a los fans entregados

El público, jefe: un día tengo que dedicar unas líneas a ese público entregado que hace colas bajo el frío y la lluvia para poder ver y escuchar a sus favoritos. Por ejemplo: Philip Kerr. Yo sé que usted es fan absoluto de sus novelas sobre Bernie Gunther. Pero ahora Kerr ha dejado de contar historias ambientadas en el reino de la maldad nazi para buscar un infierno peor: el fútbol. Entre bromas y veras, dijo Kerr que sus libros tienen mucho éxito entre las mujeres —a Thalía Rodríguez no le extraña, porque, según ella, con mostrar su foto en la solapa podría captar el interés de cualquier lectora heterosexual—, pero que él quería ganar a los hombres para la lectura: le parece una función social y se proponía que, igual que Rowling volvió a atraer a los niños hacia el mundo del libro, hacer lo mismo con los hombres. Yo, jefe, qué quiere que le diga, opino que este es de los más peligrosos: a ver si ahora le va a dar a la gente honrada por leer entre Partido del Siglo y Partido del Siglo... que, se empieza por ahí y se acaba pensando.
Poca crónica más puedo hacerle de los actos oficiales. Básicamente, porque ayer, como hoy, llovía y hacía frío y uno necesitaba algo de calor. Lo encontré temprano en la tarde en la cafetería del Conservatorio del Liceu, donde pude escuchar una estupenda banda de jazz contemporáneo, a la misma vez que, en el interior del auditorio, se sucedían las mesas redondas. Pero uno andaba algo tristón pensando en eso que hace  siempre el Comisario Camarasa antes de empezar los actos de cada día: mencionar a quienes nos han dejado recientemente, que son Josep Forment, Paco Porrúa, Jaume Vallcorba, Jean-Francois Vilart, Conxa Gubern, José Manuel Lara y Lauren Bacall, la flaca que nos enseñó a silbar. Y yo, que tengo mis propios muertos recientes, acabo de escuchar en la radio que ha comenzado a nevar en Barcelona y recuerdo aquel momento tan triste y bello de un cuento de Joyce que finaliza diciendo “... nieva sobre los vivos y sobre los muertos”. ¿Recuerda?


Pero el ratito melancólico duró poco y algo me sacó de esta nostalgia boba que me entra con las precipitaciones: un encuentro con Andreu Martín, el Maestro, Rosa María Puig y Juan Sasturain, el Maestro de Ultramar —otro de esos elementos peligrosos—, quienes, sin percatarse de mi condición de infiltrado —o percatándose y, sin embargo, compadeciéndome por ello— me llevaron al Milano, uno de esos perfectos locales donde uno puede tomarse un cóctel también perfecto escuchando a un no menos perfecto trío de jazz —adjunto foto y factura—.  Por allí pasaron también Carmen Moreno y Toni Hill. Por más peligrosa que sea ella y más traidor a la causa que sea él, hay que reconocer que son dos individuos encantadores.   
En fin, jefe, discúlpeme el acceso de melancolía chica de hoy. Pero tras la ventana comienza a llover nuevamente y uno, aunque infiltrado, tiene su corazoncito. De estas churras y merinas de las que le informé hoy, le envío las fotos que hizo Thalía Rodríguez con nueva cámara de usar y tirar que compré en un quiosco. Las hizo ella porque yo, a partir de la cuarta cerveza, no suelo estar ya para hacer fotos.  
En Barcelona, Año 15 de BCNegra, día 5