17.6.08

LA NOVELA NEGRA NORTEAMERICANA:DECADENCIA SIN CAIDA PREVISIBLE

Paco Ignacio Taibo II



Es de noche. Un par de borrachos cantan a grito pelado canciones de amor a unas decenas de metros de mi ventana. México suele ser así. Me gustan las letras de estas canciones de amores fracasados. Intento ordenar la cabeza. ¿Qué he leído en este último año que me haya desconcertado, encariñado, enloquecido, divertido? Preparando la Semana Negra comienzo a darle vueltas a las ediciones norteamericanas. Libros colocados de canto hace meses en esquinas de los libreros para recordarme algo, van siendo rescatados. Hay que tirara al suelo falsas señales, mensajes para otros destinatarios. Después de un par de horas un panorama extraño ha surgido. Tengo más preguntas que respuestas. Descubro que entre las novelas policíacas que me han interesado en estos meses hay autores canadienses, escoceses, griegos, latinoamericanos, españoles, británicos, argelinos... Pero muy pocos norteamericanos. ¡Vamos ahí! Algo raro está pasando. La mesa, el suelo, a la izquierda y derecha de mi silla , se van llenando de libros. Vago como desesperado por la casa, bajo al garaje, saco libros, subo al despacho de Paloma, vuelvo con otra pila de libros, me meto al dormitorio, reptando para no despertar a mi mujer, regreso con una nueva pila, incluso incursiono en pasillos y cuartos de invitados.

¿Qué pasa? Durante años el género fue propiedad del mundo anglosajón, luego irrumpimos desde la periferia. Pero la interrupción cuantitativamente era aún marginal, y sin embargo...

No queda otra que aceptar lo que estoy viendo. ¿Está pasando la novela negra norteamericana por una etapa de decadencia? ¿Por qué? Comienzo a elaborar respuestas.

Primera hipótesis: algunos de nuestros amigos se han ido.




La muerte de Ross Thomas (La oportunidad del chino- Los tontos del pueblo están de nuestro lado), uno de los más maliciosos narradores del género, la retirada total o parcial de varios más como Joseph Wambaugh quien hace años que no publica, Roger Simon que tras el éxito de la serie de novelas protagonizadas por Moses Wine (progre, un poco hippie, muy de los 60) iniciada con The big fix se hundió en el mundo de Hollywood y dejó por varios años la novela policíaca, aunque los últimos rumores parecen indicar que retorna. Han dejado el género Andrew Bergman (El escándalo del 44), Gerald Petievich ( se acuerdan de: Vivir y morir en Los Angeles?). Joe Gores (recuerdan su fascinante novela sobre los gitanos ladrones de cadillacs o su versión de Hammett?) incursionó en el cine y la televisión y dejó aparcada lateralmente la novela. La enfermedad ha marginado a Tony Hillerman tras la maravillosa serie de novelas situadas en el mundo de los indios navajo que tanto éxito han tenido dentro y fuera de los Estados Unidos.

Segunda hipótesis: Los exiliados


A lo anterior habría de sumarse el exilio de las más enigmáticas figuras del género negro en Estados Unidos, Marc Behm y prófugo de Hollywood, refugiado en Paris, mítico narrador sujeto de un culto casi subterráneo, demasiado original para un público masivo, había dejado de publicar en Estados Unidos y tras su breve incursión en Inglaterra a través de Zomba Books con una trilogía, dejó incluso de publicar en ingles, habiendo salido sus novelas en Francia y España. Separado de todos, oculto a festivales y encuentros, Behm es uno de los sujetos míticos de la serie negra. Charyn se ha establecido medio año en Paris y medio en Nueva York dedica cada vez más tiempo al cómic, otra de sus pasiones, con varias colaboraciones con José Muñoz. La malicia literaria de J.Charyn y Behm tenía poco espacio en los EstadosUnidos. ¿Se podía seguir hablando de ellos como narradores norteamericanos?

Tercera hipótesis: Retorno al mainstream.

El género ha sido abandonado por autores que incursionaron fugazmente en él moviéndose más tarde hacia el mainstream, la literatura no genérica, como Paul Auster (¿quién se puede olvidar la trilogía de Nueva York?) o el crítico de jazz Natt Hentohf que escribió un par de novelas fabulosas situadas en Nueva York y luego se disolvió en la niebla.

Cuarta hipótesis: Adiós guerra fría.

La guerra fría se terminó, ha sido substituido por algunas pequeñas guerras calientes. Los escritores son víctimas del síndrome Le Carre; la desaparición de un sujeto narrativo ha dejado sin espacio a varios autores, quizá el más interesante sea Robert Littel, autor de Anónimos a bordo.

Quinta hipótesis:¿Qué pasó con el relevo?

Con todasestas deserciones y bajas, alguien podría haber depositado esperanzas en la generación del relevo, pero los Peter Blauner (Motín a cámara lenta), Walter Mosley (El diablo vestido de azul), Julie Smith, Andrew Vachs, parece haberse desinflado tras una serie de novelas muy interesantes. Los lectores que alguna vez los quisimos tanto parecemos desilusionados por sus nuevas novelas. ¿Si hay una generación de relevo, dónde esta?

Sexta hipótesis: El bestseller mata.

La presión editorial a la búsqueda del bestseller es un potente veneno en el proceso de creación en Estados Unidos. Algunas editoriales como la famosa Mysterious Press Han sacado de catálogo a sus mejores narradores buscando nuevas novelas que les funcionen como bestseller. El mecanismo es monstruoso, porque deja sin editor a autores que por su calidad estaban en las tablas medias de ventas. El hecho descorazona al narrador de largo aliento e invita al creador de anécdotas originales pero que se vuelven historias sin experimentación y carentes de atmósfera. Sólo quieren bestseller y en su búsqueda pueden perder mucho más de lo que ganan. Y desde el punto de vista del lector, sabemos que el bestseller, con su comodidad narrativa, su facilismo, sus personajes esquemáticos, no da para gran cosa (Grisham y compañía incluidos).

Séptima hipótesis: escríbeme lo mismo, vida mía.

Pero sobre todo sería la reiteración, un mal mayor en el mundo del libro norteamericano, la que dejaría en estado preagónico a la novela policiaca norteamericana. La presión de agentes y editores para que un autor escriba y reescriba la misma novela parece estar dando resultado, resultado dramático, por cierto. En un ambiente editorial muy conservador, editor y agente le aprietan los tornillos al escritor para que si tuvo un mínimo éxito, vuelva a escribir el mismo libro.
Sue Grafton, Sara Paretski, Robert Parker, Loren Estleman, parecen haber caído en esta trampa.

Salida ilusionada.

En un universo tan rico siempre se producen sorpresas; algunos de los viejos maestros siguen produciendo y sus novelas seguirán desconcertándonos y sorprendiéndonos. Mari Cruz Smith es capaz de hacer algo notable en un escritor, escaparse del éxito de lo ya probado y salirse de su triunfante serie del detective ruso Arkadi Renko (iniciada en Gorki Park) y crear un libro fascinante como La Rosa, una novela poco convencional dentro de un género atrapado por convenciones. Más allá de sus delirios y sus visiones paranoides de la historia James Ellroy continúa produciendo novelas inquietantes como Jazz Blanco o Seis grandes. Donald Westlake parece ser inmortal, su imaginación no esta dañada por el paso del tiempo. James Crumley (ojo, Snake está sin editor en España) tiene una rabia, mala fe y talento que se notan cada vez más en sus novelas.

Ellos mantienen viva la novela negra en Estados Unidos, ellos y esa joven que acaba de entregar su manuscrito en una editorial, uno entre los 6 mil manuscritos de novelas policíacas que la industria editorial norteamericana recibe anualmente.





Lunes 9 julio 2001 en A Quemarropa