26.7.12

Chandler y el alcohol

El autor no fue el primer borracho del oficio ni la noticia de su sed es nueva. Pero el nuevo relato de su vida viene especialmente empapado en licor
Raymond Chandler, creador de Philip Marlowe, el duro y cínico detective de sus novelas, ahora revisitado en una nueva biografía.foto.fuente:elmundo.es
A veces los grandes novelistas surgen detrás de la desgastada ventanilla de un banco, o del marginal escritorio de una oficina de burócratas de provincia, tipos grises de carcasa destilando genio abandonado, a punto de explotar con la debida combinación de nudillos en la puerta y un trago del whisky más amargo.
A Raymond Chandler no le fueron a llamar para reconocerle su inmenso talento aquella mañana sino para echarle a la calle de forma impúdica, ex ejecutivo del mundo del petróleo desde entonces y afiliado a una máquina de escribir poco después. La depresión del 29 le acercó a su verdadero motivo en la vida y a una botella, siempre con el trago en la mesa hasta alcanzar ese punto álgido de embriaguez que le diera la brillantez suficientes a sus textos.
Dicen que así parió su primera gran novela policiaca, negra, o la primera simplemente, cuando ya parecía demasiado tarde. Cuesta creer que un genio sarcástico y endemoniado, de frases rotundas continuas, tardase 51 años en publicar su primer novela, El sueño eterno, de 1939, un hecho histórico del que da fe Tom Williams en una biografía sobre el escritor, angelino empedernido aunque nacido en Chicago.
Williams aporta algunos nuevos detalles a lo ya conocido sobre la vida de Chandler en los trabajos biográficos anteriores dedicados al autor, 'The life of Raymond Chandler', de 1976, y 'Raymond Chandler', de 1997. Cuestiones como el hecho de que su padre fuera un borracho maligno, y que esa querencia también fue la suya durante mucho tiempo.
Cuenta el libro de Williams que una vez descubierto, Chandler se volvió un ser cotizado en Hollywood en labores de adaptación de guiones, y que llegaron a aceptar sus condiciones excéntricas. En abril de 1945, semanas después de que la Paramount le hubiera encargado el guión de 'La dalia azul' para el mítico Fritz Lang, el escritor solicitó tener a su disposición a dos secretarias dispuestas a escribir al dictado sus ideas, una que vez que hubiera alcanzado el punto exacto de borrachera para inspirarle como era debido.
Pidió además dos Cadillacs aparcados en la puerta de su casa y operativos las 24 horas del día para poder hacer sus recados y los pertinentes intercambios de notas sobre la marcha del guión con el estudio. Chandler abusó de su posición de fuerza como uno de los seres más cotizados de aquella meca del cine en pleno esplendor, justo un año después de haber firmado una obra maestra, el guión de 'Perdición' para otro maestro, Billy Wilder.
Mucho antes había dejado constancia de su don literario construyendo la figura histórica del detective Marlowe, aquel ser bajito, intrigante y de seguridad aplastante que encarnó Humphrey Bogart junto al gran amor de vida, la flaca Lauren Bacall.
Curioso además por el hecho de la relación dubitativa que mantuvo Chandler con las mujeres durante toda su vida, virgen hasta mediados los 30 y protector al máximo del sexo opuesto, siempre en busca de una figura materna como Florence, la irlandesa que le dio a luz en julio de 1888 después de haber emigrado a Estados Unidos en 1886.
Sus progenitores y después su esposa, Pearl Cecily Bowen, marcaron la vida del oscuro y brillante Chandler, una vida ahora resucitada con este nuevo trabajo indagatorio. Bienvenido sea.

25.7.12

Muertos, S.A.

Unan la cronica nera italliana, un poco de Marsé, otro de Vila-Matas y de Manhattan Transfer... Y busquen a un muerto llamado José García
El escritor barcelonés Jordi Corominas. foto: Elena Figoli. fuente:elmundo.es
Era miércoles, 17 de mayo de 2006. José García paseaba camino de casa de su hija. Nunca le había interesado demasiado el fútbol, así que le traía sin cuidado que quedaran minutos para que el FC Barcelona se midiera al Arsenal en la final de la Copa de Europa, nada menos. José García paseaba, ajeno a todo, por una Barcelona desierta, sin poder imaginar que aquella sería la última tarde que paseara porque cada minuto que pasaba era un minuto menos que le quedaba de vida. ¿Y quién iba a acabar con su vida, la vida de un tipo cualquiera, que no ha hecho daño a nadie, que sólo ha salido a dar un paseo una tarde especialmente tranquila? Nada menos que su hijo: José García. La primera novela negra de Jordi Corominas, 'José García' (Barataria) reivindica las historias que se esconden tras las iniciales en las noticias de los periódicos.
"Me gusta pensar en todas las cosas que pasan al mismo tiempo. Mientras yo me tomo este café aquí, puede estar muriendo alguien al otro lado de la ciudad. Esas cosas me fascinan"
"No empezó siendo una novela. En realidad empezó siendo un relato. Pero cuando lo tuve listo pensé que sería perfecto para iniciar una historia que fuese engarzando detalles de la vida cotidiana de muchos personajes. Realzar la anécdota. Convertir a los seres anónimos en héroes. Aunque sea en héroes caídos. Porque lo cotidiano está muy desdeñado hoy en día". Es Jordi Corominas quien habla. Escritor, poeta e inquieto entrevistador, descubrió su pasión por la crónica negra en Italia, país en el que vivió dos años. "Descubrí que había una sección en las librerías dedicada a la crónica negra y que los libros que podían encontrarse allí trataban la crónica negra de forma muy humana. Al estilo Buzzati: quién es el asesino, quién la víctima y por qué y en qué momento de sus vidas confluyen. Es decir, asesino y víctima como dos líneas temporales condenadas a cruzarse para mal", cuenta Corominas. Lo que en su caso, tirando del absurdo, se traduce en José García padre cruzándose fatalmente con José García hijo.
La ciudad tiene un papel importante. "Me gustaba la idea de que la ciudad estuviese encerrada en sus casas, en los bares, que no hubiese nadie en la calle, y que el narrador se fijara en dos personas, perdidas en una cuadrícula: Barcelona", asegura. "Cada ciudad determina cómo se comportan las personas que viven en ella. Y a la vez me sugiere una polifonía, porque toda ciudad es polifónica, está repleta de voces. Tenía en mente novelas de principios del siglo XX como 'Manhattan Transfer', que supieron recoger muy bien esa polifonía y que siempre me han fascinado", apunta, respecto a la manera en que está narrada la historia. Tras la muerte de José García, el relato se enzarza en otras muchas muertes que tienen que ver con el vecino que lo vio todo desde el balcón, y que, lo que son las cosas, también se llama José García, y con la camarera del 'frankfurt' al que solía ir a menudo tanto la víctima como el vecino que además de haber presenciado la muerte del otro José García, descubrió un cadáver en Italia, hace mucho tiempo.
"Lo que intento es captar la totalidad de la realidad. Creo que la literatura debería ser capaz de captar todo lo que ocurre. Me gusta pensar en todas las cosas que pasan al mismo tiempo. Mientras yo me tomo este café aquí, puede estar muriendo alguien al otro lado de la ciudad. Esas cosas me fascinan", asegura el escritor, que dice haber elegido un espacio "muy Marsé" y a la vez "muy Vila-Matas", no ya por la ciudad de Barcelona en sí, sino por el barrio de Gràcia. "De Vila-Matas además he tomado su fascinación por el absurdo de la realidad, o, mejor dicho, de la realidad como un absurdo trascendente". Interesado "por la normalidad, que es de todo menos normal", Corominas, destacado cronista negro en publicaciones especializadas, se embarcó, tras finalizar 'José García', en la investigación para un ensayo sobre Enriqueta Martí, la llamada Vampira del Raval. Con la intención no de echar más leña al fuego de la leyenda sino todo lo contrario. "Quiero desmitificar al personaje", confiesa. Extirparle las iniciales al mito.

23.7.12

La saga de Bevilacqua & Chamorro

"Cuando un hombre tiene que abusar de la mentira para cumplir con su deber, puede estar seguro de que anda equivocado de verdad o de deber"

El escritor madrileño Lorenzo Silva. foto: Mireya de Sagarra 
Portada Niños feroces, última obra de la saga de Bevilacqua & Chamorro, de Lorenzo Silva. foto:lavanguardia.com.fuente:elespectador.com
Desde siempre he sido de muchas relecturas, y a partir de los 70 de mi edad, muchísimo más. Pero sigo abierto a lecturas nuevas, y a ellas quiero dedicarles varias entradas de este mes en mi blog. Comenzando por un descubrimiento que me ha proporcionado abundantes horas de alegría lectora: la saga de Bevilacqua y Chamorro, a la que me referiré ensartando como cuentas de un collar las entradas que le fui dedicando en mi diario.
Weiß/Colonia, 17.5.
Termino de leer La estrategia del agua, la policial de Lorenzo Silva que cierra por ahora la saga del brigada Bevilacqua y la sargento Chamorro, de la Guardia Civil. La compré exprofesamente en Madrid para saber si vale la pena la serie entera, y me da en la nariz (la tengo grande) que sí que lo vale. La compraré. Completaré con ello un trío de autores españoles en el género: doña Emilia Pardo Bazán, J.M. Guelbenzu y este Lorenzo Silva que acabo de descubrir. El resto no me parece a la altura, sin excluir ni al supravalorado Vázquez Montalbán. En las policiales de VM el autor está todo el tiempo tratando de ser el Hammett y/o Chandler celtibérico, y es al divino botón. En las policiales la literatura no se puede hacer a fortiori; o sale o no sale. En los casos de Simenon o de Arnaldur Indriðason, sale. Porque no lo buscan ni lo fuerzan, y en ello se basa la diferencia esencial con esos productos de mercado como las novelas del tal Carvalho.
Weiß/Colonia, 21.6.
En el canal Arte estuvieron pasando hasta hoy, en tres jueves consecutivos, a dos por jueves, los seis capítulos de Pride & Prejudice en la versión BBC de 1995. Como el buen vino, gana cada vez que la veo. Y ahora comenzaré a meterme entre pecho y espalda los cinco primeros libros de la saga de Bevilacqua y Chamorro, la pareja de guardias civiles creada por Lorenzo Silva, de la que ya lei el último episodio y me entraron ganas de conocer la saga entera, de manera que me la procuré al alimón entre Visor en Madrid y La Librería en Bonn. Me hago la reflexión de que no sólo es pareja por ser hombre y mujer, sino, sobre todo, por ser de la Benemérita, y me acuerdo de un viejo chiste basado en la ancestral enemistad entre los gitanos y ella. Dos gitanos que se encuentran en la calle, y uno de ellos le dice al otro: «Ahí vengo del cruce a la salida del pueblo, que un camión se salió al arcén y ha matao a un guardia civil». Y el otro: «Pero compadre, ¿esa gente no va siempre en pareja?».
Weiß/Colonia, 23.6.
Anotado en El lejano país de los estanques, la primera novela de la saga de Bevilacqua & Chamorro, que terminé de leer anoche: «Cuando un hombre tiene que abusar de la mentira para cumplir con su deber, puede estar seguro de que anda equivocado de verdad o de deber». Es el tono de Dalgliesh, y ello me recuerda que debo enterarme de si ya apareció en español o mejor en alemán la novela de P.D. James con los personajes de Pride & Prejudice, de la que ella es una ferviente lectora y admiradora. El lunes preguntaré en la librería, adonde de todos modos debo ir a retirar el ejemplar encargado de La cosa empieza con que falta el punto final: volví a prestar ese libro y estoy seguro de volver a perderlo por tercera vez, pero quisiera atender una consulta de un forista [en mi columna quincenal en estas mismas páginas] y volver a tenerlo. Palabrita del Niño Jesús que no lo prestaré nunca más.
Weiß/Colonia, 24.6.
Termino de leer El alquimista impaciente, la 2ª novela de la saga de Bevilacqua & Chamorro, que cada vez me gusta más. Rescato esta observación del sargento a la guardia, a propósito del abogado de una central nuclear: «La única temeridad que podemos imputarles, por ahora, es la de tener a ese abogado para representar sus intereses. Si hubiera representado los de María Goretti, habría logrado que la acusaran de ir provocando». Y esta otra, en una discoteca de la costa malagueña llamada “Rasputín”, cuando el DJ pincha la canción homónima y el público ruge delirante: «Esto ya es un clásico, como Bach», «Tampoco te pases» le amonesta ella, y él: «Desde luego. Ya quisiera el pobre Bach un recibimiento así para cualquier aria de “La Pasión según San Mateo”».
Weiß/Colonia, 25.6.
Terminé la 3ª novela de la saga de Bevilacqua & Chamorro, La niebla y la doncella. Tengo la impresión de que recién aquí es donde Lorenzo Silva se dio cuenta del filón que le había caído en suerte. Aquí empieza a crearle más pasado a Bevilacqua, por ejemplo una ex mujer y un hijo de 9 años que vive con ella desde hace seis, y a quien sólo ve cuando la madre se lo permite. Pero acá también descuida detalles de las dos novelas precedentes, porque ya tiene puesto el punto de mira en el futuro. Por ejemplo, cuando Bevilacqua va a la playa con las dos guardias civiles, Chamorro y Anglada, y Anglada resulta que lo hace en top less, él reflexiona que no estaba preparado para ello, y en cambio sí para ver en bikini a la otra, porque no era la primera vez. Joder, la primera vez la vio en todavía menos que top less, nada menos que en purisimas pelotas, porque la obligó a acompañarlo a una playa nudista durante las pesquisas en El lejano país de los estanques, la 1ª de la saga. El diablo se esconde en los detalles, dicen los alemanes.
Weiß/Colonia, 26.6.
Me fui a dormir a las 3.30 a.m. después de jalarme de una sola tacada el 4° volumen de la saga Bevilacqua & Chamorro, Nadie vale más que otro. No es novela, sino acopio de cuatro cuentos que todos transcurren en verano y registran crímenes sórdidos, de aquellos donde se le echa el guante al asesino con sólo sumar 2+2: la violación y el estrangulamiento de una niña de doce años en un pueblo de la Castilla profunda, por ejemplo. Pero aparte de que están requetebién contados, con sobriedad y buen pulso, llevan un prólogo donde encontré la confirmación de mi sospecha: que con La niebla y la doncella fue cuando Lorenzo Silva se dio cuenta del filón que había descubierto. Él lo expresa de un modo distinto: «Casi me convirtió en rehén del sargento y su compañera». Ojalá lo mantengan secuestrado mucho tiempo.
Weiß/Colonia, 28.6.
Concluyo la lectura de La reina sin espejo, lo cual significa que ya conozco la saga completa. Ahora lo que me toca es quedar mordiéndome las uñas de impaciencia hasta que se publique la sexta novela. Puedo entender muy bien a los lectores de Dickens, en la Nueva Inglaterra que ya eran los Estados Unidos, aguardando ansiosos la llegada del navío que traía la siguiente entrega de Little Dorrit. En alguna parte he leído que en el puerto de Boston era una vez la aglomeración tan grande que la muchedumbre, sin querer, empujó a alguien al agua, donde murió ahogado. Me parece un precio excesivo, una vida humana a cambio de un poco de literatura, pero mucho mejor que morir por algo tan deleznable como eso que llaman ¡oh! “la Patria” [sic, la mayúscula].

17.7.12

Paco Ignacio Taibo II abandona la dirección de la Semana Negra de Gijón

El escritor delega funciones y pasará a formar parte del comité editorial que organiza los contenidos literarios. También se integrará al equipo asesor del político mexicano Andrés Manuel López Obrador
El director del festival literario, Paco Ignacio Taibo II, delega funciones. foto Alberto Morante.fuente:elpais.com
Durante los últimos 25 años su amarillento bigote pegado a un cigarrillo, sus camisetas negras, su verborrea imparable mitad mexicana mitad asturiana, su "Esto es la Semana Negra y continúa" se han oído en cualquier esquina -y han sido unas cuantas- de Gijón. El que fuera director de la Semana Negra desde los orígenes del certamen, Paco Ignacio Taibo II, anunció ayer que se iba "formalmente" del festival, dejando al frente a José Luis Paraja, gerente y uno de los hombres fuertes de la Semana Negra, a la que está vinculado desde sus inicios. Delega funciones y pasa a formar parte del equipo que elegirá los contenidos literarios del certamen.
"Esto no deja de tener una particular carga emotiva", dijo Taibo. "Nos volveremos a ver en Gijón. No me voy a terminar de ir nunca de la Semana Negra. Vendré a la 86 edición en silla de ruedas", añadía antes de recibir una calurosa despedida en forma de aplausos de los autores y de sus compañeros de la organización.
"Paco pasa a un segundo plano para dedicarse a la política de la mano de López Obrador en México", ha explicado Ángel de la Calle, segunda cabeza visible del certamen que se hará cargo de la dirección de contenidos literarios, comiqueros y culturales. "El año que viene cumplirá 65 años y empezó en esto con 40, imagino que estará un poco cansado. Pero no se va, delega funciones o como él dice, estará aquí para los primeros auxilios, me va a costar mucho mandarle".
El escritor asturmexicano se despidió de sus compañeros en el transcurso del acto de clausura de la XXV Semana Negra, que cerró el domingo sus puertas "más viva que nunca". El nuevo director del comité organizador, José Luis Paraja, destacó el éxito de esta edición, que ha demostrado que "allá donde va la Semana Negra, la gente de Gijón y de toda Asturias nos sigue", aseguró que, "mientras esto siga sucediendo, la seguiremos haciendo, porque es un compromiso que no podemos romper".
En esa misma despedida estaban presente representantes del Ayuntamiento de Gijón, perteneciente a Foro, el partido de Álvarez Cascos, un año después de las desavenencias que hicieron peligrar el futuro del certamen de literatura negra más importante de España. Eva Illán, la concejala de Bienestar Social, ejerció de portavoz del compromiso municipal: "La Semana Negra ha demostrado que está más viva que nunca. Los datos refrendan el éxito de este binomio de diversión y cultura. Deseo que el año que viene volvamos a encontrarnos aquí para seguir consolidando el festival como referente del verano gijonés". Le escuchaban Vicente Álvarez Areces, expresidente de Cantabria y Paz Fernández Felgueroso, la alcaldesa mientras sonaba de fondo la música de Novecento.
"Nuestro deseo sería volver al recinto de la universidad, pero el emplazamiento en los astilleros de Naval ha estado muy bien y podemos seguir acondicionándolo", ha dicho De la Calle. "Tantas buenas noticias no sé si son señales de que se acerca el fin del mundo, tanto amor parece sospechoso", bromeaba De la Calle. A finales de año la Semana Negra conocerá la sentencia de la Asociación de Vecinos de Pando en contra del nuevo lugar que ocupa el certamen.

14.7.12

Fallarás, ¡campeona!

La escritora barcelonesa es la primera mujer que gana el premio Hammett
Cristina Fallarás, durante esta Semana Negra en Gijón. foto: Marina Taibo.fuentes:elmundo.es, lainformacion.com
Cristina Fallarás se ha convertido esta mañana en la primera mujer que gana el Premio Dashiell Hammett de novela que conceden los escritores participantes en la Semana Negra de Gijón. Y esa condición de pionera es muy relevante si se tiene en cuenta que la novela vencedora, 'Las niñas perdidas' es un ajuste de cuentas con las frustraciones y los miedos que Fallarás asocia al hecho de ser mujer.
"Esta es una novela brutal, muy dura, sobre la maternidad y sobre la tendencia a la autodestrucción de las mujeres de nuestra edad. Cómo nos empeñamos en hacernos daño", explica Fallarás a elmundo.es, donde colabora habitualmente a través del blog Ellas. "Escribí la novela embarazada, cuando supe que esperaba una niña. Yo ya tenía un niño y todo había ido bien, pero, al saber que mi hija iba a ser mujer, sentí rabia y miedo. Pensé que no quería tener una niña, que viviera los malos tratos, los acosos sexuales, los jefes que te tocan una teta".
Y así surgió la novela, con un propósito de expiación. "Para conjurar los miedos, escribí la trama más bestia que fui capaz de inventar". En resumen: la detective Victoria González se encuentra con el caso de tres hermanas raptadas, violadas, asesinadas y descuartizadas. ¿Y salió Fallarás más loca o más cuerda de esa novela? "Más loca era imposible. Pero sí que me quedé sorprendida al descubrir la locura que encierro ".
"De pobre no me va a sacar el premio, pero sí me van a editar en Francia y voy a estar en un escaparate internacional", explica la autora, radiante. "Los otros finalistas eran muy buenos. Leí las novelas y pensé: 'Fallarini, esta no cae'. Pero fíjate, la primera mujer. ¡Y elegida por otros escritores!".
El jurado de este galardón estuvo formado por Carlos Zanón, Javier Márquez Sánchez y Fernando Marías. Quedaron finalistas las novelas 'Kryptonita', de Leonardo Oyola; 'Norte', de Edmundo Paz Soldán; y 'Un jamón calibre 45', de Carlos Salem.
OTROS PREMIOS
Junto a este premio, la Semana Negra de Gijón ha concedido además otros galardones como el premio Rodolfo Walsh a la mejor obra de no ficción sobre un tema criminal, que fue a parar a la mexicana Sanjuana Martínez por su obra 'La frontera del narco' y a Guillermo Saccomano por su obra 'Un maestro'; el premio Celsius de novela fantástica, para Emilio Bueso por 'Diástole'; el premio Memorial Silverio Cañada a la mejor primera novela policiaca a Kike Ferrari por 'Que de lejos parecen moscas'; y el premio Espartaco a Ignacio Martínez de Pisón por su obra 'El día de mañana'.
El Premio XXV Concurso Internacional de Relatos Policiacos recayó en 'Lucía', de Lola Sanabria García, 'La ley del narco', de Claudio Cerdán y 'Tensión superficial', de Carmen Redón Pomar.

13.7.12

El híbrido de la novela negra involuntaria

La mejor novela negra se está haciendo en Iberoamérica, aunque el mercado diga que ahora mismo es patrimonio de los países nórdicos, según ha sostenido el dibujante Ángel de la Calle, miembro de la organización del certamen literario gijonés
Este mosaico de gráficas muestra el vigor de la Semana Negra de Gijón, en su 25 Aniversario, ininterrumpido. foto:semananegra.org.fuente:elmundo.es
Los escritores de los países de Iberoamérica han desarrollado un género literario "híbrido" que toma los elementos característicos de la novela negra, pero de manera "involuntaria". Ningún narrador sudamericano puede sustraerse al hecho de que si pretende situar la historia en un contexto social o político terminará escribiendo una "novela negra involuntaria", según han coincidido autores de distintas nacionalidades que participan en la Semana Negra de Gijón.
"Lo más negro de la literatura que se produce en los países de la región es la realidad que se retrata", ha afirmado el colombiano Santiago Gamboa, que ha presentado en el festival gijonés su última novela titulada 'Plegarias nocturnas'. Para este autor, cualquier trama que se desarrolle al sur del río Bravo conduce indefectiblemente a "situaciones marginales" que son cotidianas en estas sociedades "jóvenes".
El mexicano Paco Arce, cuya última obra 'Xolostoc' realiza un descarnado retrato del México más actual, ha coincidido en la opinión generalizada de que "cualquier novela policiaca es eminentemente política".
También el argentino Guillermo Saccomano, finalista del premio Rodolfo Walsh que otorga la organización de la Semana Negra a la mejor obra de no ficción publicada en español durante el último año, defiende el "compromiso" de los intelectuales con el tiempo que les ha tocado vivir.

La novela negra en América latina

La mejor novela negra se está haciendo en Iberoamérica, aunque el mercado diga que ahora mismo es patrimonio de los países nórdicos, según ha sostenido el dibujante Ángel de la Calle, miembro de la organización del certamen literario gijonés.
El coordinador literario de la Semana Negra, Paco Ignacio Taibo, ha considerado que el nivel de calidad de la literatura iberoamericana no se ve correspondido en el mercado editorial mundial, que está fragmentado en pequeñas islas. A los escritores en español "hay un océano que nos une y un idioma que nos separa", porque "por absurdo que pueda parecer el mundo hispano-parlante se ha convertido en una serie de islas provincianas", ha afirmado Taibo. Este escritor mexicano, alma mater de la Semana Negra, ha considerado que "este fenómeno es viejo y está envenenado porque mandan las metrópolis, las listas de los libros más vendidos del 'New York Times', las subastas de la feria de Fráncfort y las malditas modas españolas e italianas".
"El lector español jamás se enterará de cuál fue el libro que impactó en la Feria de Bogotá, los chilenos no tendrán idea de qué está pasando en la novela histórica en España y desde luego los de Costa Rica no tendrán la más mínima posibilidad de enterarse de lo que se lee en Guatemala", ha afirmado. Para Taibo, "manda también el libro chatarra, efímero en torno a las figuras televisivas, el reportaje superficial en torno a las noticias de actualidad. La tan llamada globalización solo es válida para las zapatillas deportivas y los coches de lujo, los productos de Hollywood y el 'top ten' musical, lo demás es sólo aldea global", ha asegurado.

10.7.12

Un cuarto de siglo de puro misterio

La Semana Negra, el festival literario de Gijón, cumple 25 años a pesar de las desavenencias consistoriales y vecinales que lo tenían en jaque
El director de la Semana Negra, Paco Ignacio Taibo, levanta un ejemplar del periódico oficial del festival a la llegada del tren negro a la estación de Gijón, que ha trasladó a unos 140 escritores invitados. foto: Juan González. fuente:elpais.com
El nubarrón que desde hace un año se cernía sobre el cielo gijonés, obstinado en pender en las alturas del recinto de la Semana Negra, se ha disipado casi en el último minuto para permitir que uno de los mayores certámenes del mundo de literatura policíaca y de misterio celebre su más emblemática edición hasta la fecha: la 25, que tiene lugar entre el 6 y el 15 de julio y que también da cabida a la ciencia ficción, la fantasía y la novela histórica.
Las desavenencias que surgieron tras la llegada del FAC, el partido Foro Asturias, al Consistorio de la ciudad asturiana el pasado año tras más de una década de gobierno socialista –el rechazo a un presupuesto tildado de demasiado elevado (que este año han vuelto a conceder, aunque recortado), el desacuerdo sobre el emplazamiento del recinto de la Semana y las quejas vecinales por el ruido-, que pusieron en jaque la continuidad del certamen, han sido superadas, y hoy el festival se desarrolla “perfectamente a pesar de las limitaciones”, según explica Cristina Macía, una de las organizadoras. "Los milagros parece que son completos", añade Paco Taibo, el fundador y director, además de escritor. "Por ahora hemos tenido tres días de multitudes, y las mesas redondas y conferencias han ido muy bien".


"Generalmente lo llamamos el ‘pequeño milagro anual’, porque siempre hay complicaciones", dice Cristina Macía, de la organización

“Generalmente lo llamamos el ‘pequeño milagro anual’, porque siempre hay complicaciones”, enfatiza Macía. Aunque lo de esta edición ha sido un caso extremo: “Desde que el Ayuntamiento nos dio una fecha hasta ahora han transcurrido tres meses, es decir, que hemos tenido un tiempo ridículo para organizarlo todo”. Por causa de la premura, esta 25ª edición cuenta con menos presencia internacional que otros años. "Aunque en realidad esa participación ha sido muy variante a lo largo de los años: en uno podía haber, por ejemplo, muchos autores estadounidenses, y en otro no", señala Taibo. La calidad del género en castellano -de procedencia tanto española como latinoamericana-, hace que, de todos modos, no haya demasiado que echar en falta. “El nivel es una barbaridad”, ratifica Cristina Fallarás, autora ella misma destacada, finalista de esta edición al premio Hammett, que otorga el festival, por su novela Las niñas perdidas (Roca).
Esa enjundia de la novela negra en español tiene eco en la importancia misma del certamen, en el que participan en esta edición 143 escritores, 20 de ellos extranjeros. “Hay una especie de cosa perversa que hace que los autores españoles y latinoamericanos no nos solamos leer mutuamente”, añade Fallarás, “y la Semana Negra sirve de punto de contacto”. Con una tendencia histórica hacia el realismo, la temática que define mucha de la oferta negra en castellano está pegada al actual contexto sociocultural. “Aunque analizado desde puntos de vista muy diferentes”, matiza Blanca Rosa Roca, directora de la editorial Roca, que lleva cinco autores al festival. La omnipresente crisis tiene también, cómo no, su reflejo en el género. “Aunque yo la veo menos de lo que creo que sería normal”, dice el escritor Lorenzo Silva, que también participa en la Semana. “Se ve que todavía se está rumiando”.
A pesar de la menor participación internacional, el festival sigue fiel a su premisa: la diversidad. “Siempre se ha distinguido por hacer una apuesta muy grande, por ser un muestrario completo”, señala Silva, también comisario de Getafe Negro, que se celebra a finales de año en la localidad madrileña. “Así que no ha bajado ni la calidad ni el interés”. Algo que demuestra la asistencia de escritores de calibre global como Bernard Minier, James Thompson o Guillermo Saccomano. En el terreno de la fantasía y la ciencia ficción, el titular lo marca, sobre todo, la presencia de los grandes autores ingleses. "Así como el incremento de voces que se han unido en España", agrega Taibo. Del último gran género incluido en el festival, la novela histórica, el director destaca una reciente tendencia: "Están surgiendo novelas sobre un pasado más inmediato, de hace 50 o 60 años, con autores como Fabrizio Mejía".
Costumbres arraigadas en este cuarto de siglo, como el viaje entre Madrid y Gijón que realizan escritores y periodistas en la jornada inaugural de la Semana a bordo del tren negro, perviven a pesar de las piedras en el camino. Aunque en esta ocasión, el itinerario marcó una parada imprevista en La Robla, en la provincia de León, debido a la barricada que levantaron los mineros de la zona, inmersos en su protesta contra el tijeretazo a las ayudas al sector.


A pesar de la menor participación internacional, el festival sigue fiel a su premisa: la diversidad

El convoy, que también se detuvo en la localidad asturiana de Mieres –esta sí una escala habitual- fue recibido allí por los mineros con una sentada y una charanga a modo de banda sonora. “Salimos de Madrid a las 7.30 y no llegamos a Gijón hasta las 18.00”, cuenta Berna González Harbour, subdirectora de este periódico y autora de la novela Verano en rojo, que presentó el sábado, y que viajaba en el tren negro junto a otros escritores y periodistas como Fernando Marías, Ian Watson o el director Paco Taibo, a quienes recibió a su llegada la alcaldesa de Gijón, Carmen Moriyón. “Desde la ventana pudimos ver todo: cómo cortaban los mineros la carretera, cómo llegaban los antidisturbios…”.
Más allá de la reivindicación de los trabajadores del carbón, el festival se ha volcado en la causa de Sanjuana Martínez, finalista al premio Rodolfo Walsh de la Semana Negra al mejor relato de no ficción por La frontera del narco. La autora fue arrestada en su casa de Monterrey, en México, después de que su exmarido interpusiera una demanda en su contra por la custodia de sus hijos, aunque, según señaló Taibo en una rueda de prensa en el tren negro, "el operativo fue encabezado por una jueza a la que denunció por allanar un refugio para mujeres maltratadas".
Otra polémica, la del emplazamiento del recinto ferial -antes aledaño a la Universidad de Oviedo en Gijón-, ha quedado resuelta con su ubicación en un antiguo astillero, a pesar de la oposición de un grupo de vecinos, que han llevado el caso a los juzgados, aún pendiente de resolución. “Son solo unos 40 vecinos de unos 2.000”, se defiende Macías. “Todos los demás están muy contentos, porque es un barrio con poca afluencia que en estos días recibe cientos de miles de visitantes”. Por más obstáculos con los que se hayan topado, la organizadora muestra ya ingentes ganas de una 26ª Semana Negra. “Y muchas más: cuando caiga la bomba atómica, solo sobreviviremos las cucarachas y nosotros”.

Secretos burgueses

En su segunda novela con detective, la española Marta Sanz se mete de lleno en la tradición noir donde en el fondo del enigma anidan los lazos de sangre y el sexo. A veces, hasta en familia
Marta Sanz, escritora española, nos entrega su segunda novela negra, Un buen dtective no se casa jamás, donde explora el incesto y otras yerbas sexuales en familia. foto.fuente:pagina12.com.ar
En todo policial hay un incesto rondando. Sin ponernos demasiado teóricos, la sombra del crimen por definición para cualquier civilización o grupo organizado (tal como insisten los antropólogos a partir de Freud) siempre subyace a cualquier otro crimen que algún detective poco precavido tiene las intenciones de tratar de resolver a cambio de un dinero. Tomemos el caso no de una novela sino de una de los mejores policiales noir de la historia del cine: Chinatown (1974), película de Roman Polanski en donde un aguerrido y terriblemente bien vestido Jack Nicholson se sumergía en las profundidades de un crimen de naturaleza aparentemente político-mafiosa para desanudar un pecado original, fundacional de la familia comprometida por el caso: sí, vuelve a rondar el problema del incesto. O, sin llegar a tanto, en todo policial están las profundas raíces de los conflictos familiares, como en buena parte de Chandler y Ross Macdonald. En Un buen detective no se casa jamás, de Marta Sanz, nos encontramos desde las primeras páginas con este problema medular que toma casi la forma de una interminable pesadilla, atrapante, sí, y con el constante tufo de que alguien se acostó (o quiere acostarse) con quien no debiera.
Arturo Zarco, aquel detective introducido en la excelente novela anterior de Sanz, Black, black, black (2010), vuelve a aparecer en esta historia pero con un plan un poco más relajado: tomarse unas vacaciones. ¿En qué consiste esa temporada de ocio? En alejarse de Olmo, aquel joven que conocimos en la entrega anterior, fanático de las mariposas y los insectos, que pasa a transformarse en la pareja de Zarco, y en distanciarse de Paula, su ex mujer, una encantadora coja que por teléfono le dio al citado detective más de una recomendación tanto en su vida personal como en los asuntos por resolver. Nuestro querido Arturo no tiene mejor idea que irse al riurau (una antigua construcción de la zona del Mediterráneo español usada para secar pasas) devenido ahora en una lujosa mansión habitada por la pudiente familia de su amiga, Marina Frankel, una chica del pasado de Zarco que formó parte de su vida antes de que él saliera del closet.
Un buen detective no se casa jamás. Marta Sanz Anagrama 320 páginas
La familia de Marina es una sucesión de tres generaciones de gemelas monocigóticas, esto es, que compartieron el mismo “huevo” durante el embarazo de la madre y que, como resultado, hicieron surgir en el mundo dos personas exactamente iguales. Dijimos incesto, dijimos gemelas (o dobles), digamos laberinto: Marina tiene una hermana gemela, Ilse, quien a su vez tiene dos nuevas gemelas, Fanny y Erica. La “mami” Amparo, estrictamente, la tía de Marina e Ilse, es también hermana de otra gemela, Juana, quien luego de tener a sus hijas con el alemán Eric Frankel decide abandonarlo todo, dejar a las niñas al cuidado de su hermana e irse al país de su marido cambiándose el nombre a Jenni. El panorama familiar es más que complicado: Amparo es una poderosa empresaria que manipula y mantiene a toda la familia, Ilse es una esposa despechada que no tiene muy en claro qué hacer con sus dos hijas; Marina es una mujer orientada a las artes y, claro está, el tiro al aire, la mantenida por definición que no tiene problema en emborracharse con su amigo Zarco para terminar en el consultorio de su “tío”, el podólogo Marcos Cambra, el parco y recto marido de Amparo.
Marta Sanz logra en esta novela algo que ya se insinuaba en Black, black, black: partir del género policial como pretexto para armar una obra que desborda las estrictas reglamentaciones del noir por todos lados, convirtiendo los puntos medulares de tal tipo de novelas en problemas filosóficos, o mejor, en temas totalmente literarios, ya desprendidos de cualquier etiqueta. La huida de Marina de la casa en plena visita de Zarco no hace más que disparar la intriga: ¿por qué se fue? ¿Qué extraña relación existe entre Marcos, el “tío”, y Marina, la “sobrina”, como para que las tensiones implícitas salten a la luz frente a la mirada de un desconocido que no venía precisamente a investigar sino a descansar? Junto a eso, el impresionante estilo de Sanz, volcada, como ha confesado más de una vez, a los meandros de la palabra –por algo es filóloga– antes que a la inmediatez del mundo del espectáculo: Ilse, por caso, frente a un tablero de scrabble, relata todo este conflicto familiar usando las palabras formadas en una partida para plantear el enigma en uno de los mejores capítulos de la novela, sin contar el diálogo interno que Zarco mantiene con una Paula imaginaria, un Pepito Grillo dando “su” opinión frente a cada palabra.
Arturo Zarco, con esta novela, confirma su lugar dentro del panteón de los buenos detectives en una novela atrapante: la preocupación por la palabra o la aparición de laberintos, de misterios compuestos por gemelas, de secretos burgueses ocultos en la mansión de una familia que trata de guardar las apariencias, la propia lógica con la que el protagonista va contando los hechos y tratando de armar el rompecabezas, todas estrategias que transforman al libro en un exquisito cuento de hadas policíaco. Y claro, hay una moraleja: como en Chinatown, algunas veces conviene no meterse con ciertos secretos familiares. Nunca se sabe lo que se puede llegar a encontrar.

9.7.12

Semana Negra: lechuguinos abstenerse

"A mí me gustan las ferias de pueblo, esas con casetas de tiro, noria y martillo forzudo, macarras asidos a una chati chatunga, puestos de fritura en pan y música descendiente de Las Grecas"

La Semana Negra de Gijón continua...afiche oficial del encuentro. foto:archivo.fuente:elmundo.es

Me gusta la gravilla veraniega, las luces de colores cuando cae la tarde, a poder ser cerca del mar, el chunta y la risa estridente de las nenas que cargan los peluches de tómbola sosteniendo la mirada del feriante encanallado.
Por eso no me dicen nada las vaporosas jornadas en universidades de verano, los cursos teóricos o las reuniones de escritores públicamente abstemios. Por eso, la primera vez que llegué a la Semana Negra de Gijón no entendía nada. Qué gustazo. Yo vi a Dennis Lehane cruzarse con la chati mindunga y volver la cabeza ante el agarrao que se marcaba con su hombre delante de una pulpería. Ah, no saben lo que les costó levantar a Peter Berling de su silla, entre cuatro, con su enorme medallón de hippy que vivió con Klaus Kinski la ira de Dios. Ante Jorge Semprún un paseante se paró a preguntar "¿Pero éste no es un presidente?". Petros Markaris lloró el año pasado relatando las miserias de su Grecia del alma y una camarera del Hotel Don Manuel insistía: "¿le pongo un vino, no? Ay, pobrín, que sí, que le pongo un vinito".
Como a mí me gustan los puestos ambulantes de algodón de azúcar y manzana de caramelo, no me costó admitir que allí un autor es lo de menos. Que la Semana Negra funciona por acumulación. Y que Paco Ignacio Taibo II es un mago sobre el que un día dijeron que lo suyo era un circo y que sólo faltaban los animales. Al año siguiente apareció en la inauguración a lomos de un elefante acompañado por el tipo de la boa  constrictor.
Será un circo, sí, pero centenares de escritores ?entre los que están todos los grandes de la novela negra internacional, la mayoría de las bestias de ciencia ficción y los representantes del mejor cómic o del reportaje duro? acuden cada año desde cualquier punto del mapa a la cita sin cobrar un duro, a cambio del billete y unos tiquets de comida que aseguran buena fabada, excelente carne asturiana, verdura para el día siguiente y sidra fresca.
Todo eso me gusta mucho, sí. Y no debo de ser tan rara, porque en los últimos años, los visitantes han llegado al millón. Un millón de personas en 10 días no es una cifra que consigan ni los que fletan buses y avionetas.
Paco Ignacio Taibo II, alma y nervio de la Semana Negra de Gijón. foto. archivo.
Hace unos meses, las autoridades decidieron retirar su apoyo a la Semana Negra. Me pareció un error garrafal. Para empezar, porque a la ciudad de Gijón y al principado de Asturias la Semana Negra les sale baratísima: calculen asistentes y repártanlos por los restaurantes de la zona, los taxis, los hoteles, las tiendas, los puestines... Cuenten las apariciones en medios de comunicación y calculen la inversión que sería necesaria en una campaña de promoción un millón de veces menor. Calculen lo que les salga del libro y verán. Pero además, la Semana Negra de Gijón es un festival único. Absolutamente. Y un festival único hace único al lugar que lo acoge.
En ningún otro lugar la convivencia entre lectores, escritores, editores y curiosos es semejante, así, a barullo, Yo le he leído a usted, Me gusta su última novela, ¿Me puede recomendar algo de ese señor que habla? En ninguna otra convocatoria literaria se venden los libros por decenas de millar en una semana. En ninguna otra cita están tan de más los lechuguinos, los relamidos, los tristes y los cretinos. En ningún otro certamen un autor se expone, solo con abrir la boca, a que lo fiche uno de los muchos ojeadores franceses, italianos, alemanes, qué sé yo, que pululan por la Semana buscando traducción sobre la marcha. Hay instituciones oficiales que invierten en esto mucho más que la sidra que allí cuesta ese encuentro. Gijón se conoce de Nueva York a Moscú por la Semana Negra.
Este año, finalmente, se vuelve a celebrar. Y van 25, que se dice pronto. Como el presupuesto está recortado, solo veremos, entre otros muchos, a Peter Berling, Ana María Matute, Santiago Gamboa, Agustín Fernández Mallo, Curtis Garland, Jorge Martínez Reverte, Juan Madrid, Hernán Migoya, Fernando Marías, Ian Watson, Guillermo Saccomano, Ignacio Escolar, Javier Calvo, Lorenzo Silva, Manuel Vilas, Maruja Torres, Andreu Martín, Carlos Zanón... Pasearán, no lo duden, entre pulpeiros, chavalas con peluche y tanga rasa, asadores de bife, tocadores de bongos, lectores de a 10 compras la jornada y feriantes que con el gesto torvo mirarán de nuevo a esa gente tan rara que ocupa la carpa donde hablan y cantan. Sin cacharros ni nada

7.7.12

Hijos de la tragedia

"Cuanto más pobre eres, más cultura necesitas", afirma Petros Márkaris. El novelista, que tiene en marcha una trilogía policiaca sobre la crisis, critica la corrupción griega
Petros Márkaris, autor griego, creador del Comisario Jaritos.foto: Geert Vanden Winjgaert. fuente:elpais.com
Petros Márkaris (Estambul, 1937) nació en la comunidad armenia de Turquía, fue apátrida durante años, estudió en Austria y Alemania, y en 1967 se instaló en Grecia. Es un prolífico guionista y dramaturgo, pero el éxito internacional le llegó a finales de los noventa con las novelas sobre el policía Kostas Jaritos, un observador agudísimo de la realidad griega. Cuando comenzó la crisis en su país, Márkaris decidió escribir una trilogía sobre ella. Tras la primera entrega, Con el agua al cuello (Tusquets, 2011), a principios del año que viene se publicará en España la segunda, de tono aún más tétrico, en la que un asesino persigue a los evasores de capital. Antes, en septiembre, la misma editorial publicará Un tiempo sombrío. La crisis en Grecia y el destino de Europa, una recopilación de artículos y ensayos escritos originalmente en alemán para medios germanos.
En Atenas se escuchan frases durísimas contra los alemanes. ¿Cómo vive usted, un hombre de cultura germánica, ese desencuentro tan peligroso para toda Europa?
Cuando llegué a Grecia me preguntaba cómo era posible que los griegos acogieran a los alemanes, sus antiguos ocupantes, con los brazos abiertos. Mejor que a quienes les liberaron, los británicos y los estadounidenses. Y de repente llegó la crisis. En parte por nuestro empecinamiento, en parte porque los alemanes no muestran la menor comprensión, la relación ha quedado destruida. Los alemanes parecen haber olvidado que nunca pidieron disculpas por la ocupación. Lo hicieron con otros, no con los griegos. En la inmediata posguerra, el embajador de Alemania Federal en Grecia informó a su ministerio de que no hacía falta pedir disculpas porque los griegos estaban muy ocupados con su guerra civil y habían olvidado lo otro.
¿Era verdad eso?
Era falso, evidentemente. Ahora la historia nos está atrapando, y de muy mala manera.
¿Hay posibilidad de arreglo?
Llevará tiempo. Aunque si las cosas van bien, los griegos olvidan con rapidez. Es uno de sus defectos.

“La gente que vivió la posguerra conoció la pobreza. Los jóvenes no saben lo que es. Ahora van a saberlo y sienten pánico”
Otro fenómeno muy preocupante es la creciente xenofobia que se percibe entre los griegos.
Tiene usted razón. Pero déjeme subrayar que desde hace un par de décadas, Grecia sufre un terrible problema de inmigración. Ningún Gobierno griego, ninguno, ha dedicado la menor atención al asunto de los inmigrantes ilegales. No ha habido control. Han mirado hacia otro lado. Ahora los nazis sacan provecho electoral de todo esto.
Cuando empezó la primera novela de la trilogía sobre la crisis, ¿era usted más o menos pesimista que ahora?
Cuando la crisis empezó, la reacción del partido gobernante, el Pasok, fue la de minimizar su importancia. Dijeron que pasaría en dos o tres años. Mi impresión, en cambio, era la de que la crisis había venido para quedarse. Decidí hacer tres historias sobre la crisis en las que se describiera la evolución de la misma y sus efectos sobre la gente. Cuando aparezca en España la segunda novela de la serie, verá que la situación en que se desenvuelve el inspector Jaritos es mucho peor que en la primera. Al publicarse Con el agua al cuello, una joven periodista me preguntó si tendría tiempo de hacer otras dos antes de que acabara la crisis. Le respondí que tendríamos suerte si solo me daba tiempo a hacer tres novelas. Las cosas van a peor.
Pero ya desde antes de la crisis, el inspector Jaritos era muy escéptico sobre la aparente prosperidad griega.
Jaritos y su mujer nacieron en la Grecia rural. La gente que vivió la posguerra conoció la pobreza absoluta, y en los pueblos, más. Quienes crecieron en esa situación saben cómo enfrentarse a los problemas, y nunca acabaron de creerse el supuesto milagro por el que un país pobre se hizo rico. Eso no vale solo para mi policía: vale para cualquier griego de cierta edad. No tienen miedo. Los jóvenes, en cambio, no saben lo que es la pobreza y ahora van a saberlo: sienten pánico. Hasta hace poco, era costumbre que los padres compraran un coche a los hijos o hijas cuando entraban en la universidad. En este momento, con un desempleo juvenil del 51%, los jóvenes, muy bien instruidos, solo piensan en emigrar.
“Con la entrada en la UE empezó a llover dinero y la clase política lo usó para comprar gente. No se invertía, se repartía”
¿Y la hija universitaria de Jaritos? ¿También emigrará?
En la nueva novela está desesperada. Piensa en emigrar, como tantos otros jóvenes. Eso es un problema porque está casada, y su marido, médico, quiere irse con ella, lo cual crea conflictos en ambas familias. Mire, los jóvenes son los perdedores de hoy, todos los griegos seremos los perdedores de mañana.
¿Cómo se le ocurrió empezar a escribir sobre un policía?
Entre 1991 y 1993 estuve escribiendo guiones para una serie de televisión llamada Anatomía del crimen. Tenía un enorme éxito, pero al principio de la tercera temporada me sentía exhausto. Quería parar y los ejecutivos de televisión me presionaban para seguir. Llegué con ellos a un acuerdo: iba a escribir los cuatro primeros meses de la nueva temporada, y luego lo dejaría. Estaba con esos episodios cuando empecé a sentir la presencia de una familia, padre, madre e hija. Cada mañana, cuando me ponía a escribir, estaban ahí. Era una familia griega muy normal, ni ricos ni pobres. Yo no quería saber nada de ellos, solo que desaparecieran de mi cabeza. Me complicaban el trabajo. Pero el hombre, el padre, era realmente insistente. Estaba ahí cada mañana. Era una tortura que no me dejaba escribir. Entonces decidí que si él me torturaba a mí, yo le torturaría a él. Para empezar, le hice policía, un policía que participó en las torturas durante la dictadura. Así nació Jaritos.
Usted será lector de novela negra.
Desde siempre.

“Cuando la prensa alemana me pregunta qué puede hacer Alemania por Grecia les digo: mantengan callados a sus políticos”
¿Cuáles son sus preferencias?
Cuando empecé, mis referencias eran las novelas británicas y estadounidenses. Siempre preferí las estadounidenses, por el fondo social. Los enigmas policiales no me interesan demasiado. Cuando empecé a escribir la serie de Jaritos y comprobé que la novela policial podía ser novela política, me asomé al panorama literario europeo. Descubrí a Manuel Vázquez Montalbán, a Leonardo Sciascia… Mi generación fue muy politizada, por lo que me interesaba hablar de política. Y en ese sentido, Montalbán era un gran modelo.
¿Se siente parte de algún tipo de corriente literaria mediterránea?
Sí. El sur produce una novela policial específica. Para empezar, tiene un alto contenido social y político. Otra característica es su relativa ausencia de brutalidad, en comparación con la novela policial nórdica. Supongo que tiene que ver con el hecho de que el sur ha tenido que enfrentarse, política y socialmente, con la brutalidad: dictaduras, fascismos, mafias… Un escritor sueco, en cambio, tiene que demostrar que no todo es idílico en su sociedad y por eso recurre a la violencia. El tercer factor, muy importante, es la cocina. Pepe Carvalho, o el Montalbano de Andrea Camilleri, o el propio Jaritos, aman comer bien. Con los escritores nórdicos se tiende a la cerveza y los bocadillos. Lo de la cocina tiene mucho que ver con la posición de la mujer en la sociedad. En el centro y el norte de Europa, la emancipación de la mujer ocurrió antes y ya hace años que se liberaron de la condición de amas de casa. Eso fue bueno para la mujer, pero malo para la cocina. Los griegos de mi generación, y en general los mediterráneos, tuvieron madres que eran amas de casa. En nuestra infancia la comida fue un asunto relevante. Y por eso acabamos metiéndola en las novelas. Y aún una última cosa: la ciudad. Si usted lee una novela de Agatha Christie, no hay ciudad detrás. En nuestras novelas mediterráneas la ciudad no es solo un escenario, como ocurre frecuentemente con la novela estadounidense, sino un personaje. Si uno ha leído a Vázquez Montalbán, llega al restaurante Casa Leopoldo y le es completamente familiar.
¿Cómo será la Atenas en la que vivirá Jaritos al final de la trilogía?
Atenas ya ha cambiado mucho en los últimos tres años. Ha cambiado a peor. Ni siquiera yo la reconozco. Las revueltas en el centro de la ciudad han dejado decenas de edificios quemados. Fue un desastre que comenzó en 2008, con la primera explosión de violencia urbana y la decisión gubernamental de no utilizar su poder para sofocarla. Entonces tres escritores firmamos una carta en la que afirmábamos que aquello era lo peor que podía suceder. La intelectualidad de izquierdas me criticó por firmar la declaración. Les respondí que la ciudad estaba rompiéndose y había que hacer algo. Ahora les digo: mirad lo que ha ocurrido. No resulta admisible que la violencia de la izquierda sea legítima, y la violencia de la derecha, no. Eso es ideología barata. ¿Aquí todos somos inocentes de lo que ocurre? La inocencia se ha convertido en Grecia en una profesión. Tendríamos que hacer un monumento a Jean-Paul Sartre y concederle la nacionalidad griega a título póstumo, porque la única verdad que permanece en pie aquí es aquel principio sartreano: el infierno son los otros.
¿Cuál es la razón de que el sistema político griego sea de tan poca calidad?
Cuando llegué, en los sesenta, Grecia era aún muy pobre, frugal y disciplinada. En 1980, con la entrada en la Unión Europea, empezó a llover dinero. Fue como si a un paciente alimentado con sonda se le sirvieran de repente, sin proceso de adaptación, grandes potajes y piernas de cordero. Grecia se puso enferma. La clase política usó ese dinero europeo para comprar gente con un sistema clientelar. El dinero no se invertía, se repartía.
¿Qué consecuencias tuvo eso en la sociedad?
Hacer dinero rápido se convirtió en una obsesión colectiva. Fue un dopaje masivo y brutal. Ahora descubrimos que nuestro cuerpo está enfermo, como el de cualquier dopado.
¿Hay una cura?
Eso me pregunto yo. Queda todavía una buena parte de Grecia que trabaja decentemente. Y esa gente es la que sufre más golpes: subidas de impuestos, recesión, de todo. El Pasok, que siempre fue el partido hegemónico, hundió a las clases medias y bajas, justamente las que le votaban. Por eso se ha convertido en una fuerza marginal. Las clases medias griegas necesitan ayuda para levantarse. También hay grandes empresas privadas griegas que funcionan bien y exportan a China. Lo que no está contaminado por el sector público aún tiene futuro. Mire, el problema del Estado griego comenzó con el fin de la guerra civil; los vencedores, los nacionalistas, quisieron ayudar a los suyos, y lo hicieron colocando un gran número de gente en el sector público. Esas personas empezaron como porteros y al poco tiempo ya eran gestores. Ahora nos enfrentamos a un monstruo que debe ser abatido. Lo único que quiere ese monstruo es comer. Ya ve lo que está pasando: los grandes sindicatos del sector público abandonan al Pasok y se pasan a la nueva izquierda radical, Syriza, que hace mal en acogerlos porque traen gente corrupta, enviciada con las prácticas que nos han llevado al desastre.
¿Y las consecuencias culturales del desastre?
Grecia era un país pobre con un alto nivel cultural. No solo poesía, no solo teatro, no solo música: podría darle muchos nombres. Las películas de mi amigo Theo Angelopoulos son un ejemplo. Pero en 1980 no solo decidimos que habíamos acabado con la pobreza, sino también con los valores de la pobreza, morales y culturales. Ahora estamos volviendo a la pobreza, pero sin valores. Es una de las cosas que más me preocupan, porque cuanto más pobre eres, más valores morales y más cultura necesitas.
¿Qué ha votado Jaritos en las últimas elecciones?
Jaritos es policía y por tanto tiene instintos conservadores. No le gusta estar sin Gobierno. Ignoro lo que votaron su hija o su yerno, pero estoy seguro de que tanto él como su mujer votaron a la derecha, a Nueva Democracia. Hicieron como muchos otros griegos: se taparon la nariz, porque Nueva Democracia apesta, y votaron.
¿Y ahora?
¡Y yo qué sé! La prensa alemana me tiene loco preguntándome qué va a pasar, y solo puedo explicarles que a veces no hay respuestas. Y si me preguntan qué puede hacer Alemania por Grecia, les digo que mantengan callados a sus políticos. Que dejen de insultar a los griegos, por favor. El 24 de mayo estuve en Bonn para dar una conferencia y vi una portada de Die Welt, el diario conservador, en la que una ministra proclamaba: “Europa debe aprender de Alemania”. Nosotros no aprendemos, cierto, pero los alemanes tampoco aprenden. Recuerdo cuando los estadounidenses nos decían: “Nosotros tenemos el poder, así que debéis hacer lo que nosotros ordenamos”. Lo mismo decían, con más brutalidad, los soviéticos a los polacos o los checos: “Cumplid nuestras órdenes y callad, porque somos los más fuertes”. Los alemanes, en cambio, no nos dicen que son más fuertes, sino que son “mejores”.
Recurren a argumentos morales.
Porque tienen el trauma de la Segunda Guerra Mundial. No se atreven a decir “somos más fuertes que vosotros” y optan por decir “somos mejores que vosotros”, lo cual es mucho peor.