22.8.11

Por una novela negra "de altura"

Savater y Guelbenzu coinciden en defender la regeneración del género
El escritor Fernando Savater, ayer en Santander.foto:UIMP.elpais.com

Los escritores Fernando Savater y José María Guelbenzu coincidieron ayer en plantear una defensa por elevación de la novela policiaca. Por separado, los autores abogaron por una intelectualización de un género en el que se han venido primando las historias que, aunque bien acogidas por un público mayoritario, tratan temas sociales de manera "tópica y elemental". No sonaron sus defensas en el mismo ámbito: los escritores las expusieron ayer por separado en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander (UIMP), donde ambos participan en los cursos de verano.

Guelbenzu afirmó que el origen del desastre de este género literario está en el norte de Europa. "La realmente culpable es la novela nórdica", indicó en una pausa del seminario sobre literatura polaca en el que ha participado. El ganador del premio Torrente Ballester 2010 por El hermano pequeño aclaró que estas novelas no profundizan en la crítica social cuando se intenta hablar de los problemas de la sociedad, "porque los escritores son mediocres o porque interesa abarcar un público masivo".

Tras impartir una charla en un seminario dedicado al escritor Jorge Luis Borges, precisamente sobre el relato policiaco cultivado por el escritor argentino, Savater opinó que en estas novelas se aborda más las denuncias psicológicas que el análisis intelectual de casos criminales. "Cuantos más muertos hay, más torpe es el autor", dijo. El filósofo confesó que comparte con Borges el gusto por la novela negra como "problema intelectual", más que como "asunto sociológico".

"Desde el principio sabemos cuál es el culpable, el culpable es siempre el capitalismo", opinó Savater, que además se mostró en contra de escribir historias sobre asesinos en serie, temática que para él "no tiene gracia", porque, según dijo, "el derroche de hemoglobina es un poco burdo". El autor de La hermandad de la buena suerte se mostró más próximo en el tratamiento que dieron a este género pioneros como Edgar Allan Poe, G. K. Chesterton, Agatha Christie o el propio Borges.

"Creo que para muchos escritores la novela negra ha sido una solución para hablar de algo que no sabían hacer a un nivel de mayor altura", explicó Guelbenzu. Crítico en Babelia, suplemento literario de EL PAÍS, se decanta por autores como los suecos Maj Sjowall y Per Walöö, o el belga George Simenon. Y prefiere las historias de aventuras, como "Sherlock Holmes", a la novela "falsamente social". Un fenómeno que, según él, responde a un criterio basado únicamente en las ventas. Aunque Guelbenzu confesó haber acabado una novela que "no verá la luz hasta el próximo año", prefirió no adelantar detalles antes de su publicación.

11.8.11

Los crímenes en la República de Weimar

Las novelas berlinesas de dos escritores, Philip Kerr y Volker Kutscher, ubican a sus detectives entre 1918 y 1933, en un período donde acecha la sombra del nazismo
LOS PRIMEROS NAZIS. Los inicios del movimiento nacional socialista en la República de Weimar. foto.fuente:Revista Ñ

La ciudad mítica, la época de oro, combinan en el imaginario del siglo XX y se sitúan en el Berlín de la República de Weimar (1918 a 1933). Un personaje en la sombra y al acecho era Johann Reichhart, ejecutor. Era un hombre meticuloso y mentalidad burocrática. Durante Weimar guillotinó a ciento setenta y dos personas, durante el III Reich a 2.800, casi una al día; después de la guerra fue asistente de los verdugos aliados en ejecuciones de criminales de guerra, un récord de tenacidad en la eficacia. La gravitación de Reichhart era real pero también simbólica, como esas pesadillas que al acecho esperan su turno. A través de la literatura conocemos ese período de Berlín por Franz Biberkopf, el hombre que no puede escapar del delito, gracias a la maliciosa pericia de Alfred Döblin, que lo inmortalizó en Berlin Alexanderplatz. También nos ha llegado el cabaret (representado en El ángel azul y en el cine estadounidense), lugar de expansión de ideas de sátira y rebelión; ámbito de un tipo de ironía que suele asociarse al carácter berlinés, y a la mayoría de los acontecimientos políticos, sociales y culturales que desembocaron en la llegada de Hitler al poder y al fin de ese mundo. La constitución de Weimar (1919) transmitía espíritu de concordia y mutuo entendimiento, y como tal, la indefinición y ambigüedad. En Weimar no se instauró un Estado nuevo, sino que se dio al Deustche Reich (que conservó tal denominación) una nueva forma republicana.

El clima político

En Berlín y otras ciudades la lucha política a principios de los años treinta se libraba en la calle. En algunos barrios, como Kopenick, Moabit o Wedding, no era muy prudente llevar la camisa parda, y los militantes nacionalsocialistas se enfrentaban a organizaciones de izquierda reagrupadas en el Frente Rojo, KPD (Partido Comunista Alemán), el SPD (Partido Socialista Alemán) y a otras organizaciones comunistas y socialdemócratas. Amenazas, ataques a militantes, barricadas y asaltos a salas de reuniones de los partidos eran hechos de cada día. Y todo ello ocurría sin que la policía republicana pudiera hacer nada.

La delincuencia "no política" proliferó esos años y de eso se ocuparon tanto el ex inspector jefe de policía Bernie Gunther como el comisario Rath (ambos de la Cripo, policía criminal prusiana). Gunther, que es una afectuosa creación del escritor escocés Philip Kerr, cuenta su historia desde el III Reich, con permanentes referencias al período Weimar; improbable detective privado en la era de Hitler, combatirá en la guerra y matará por mandato. Pero no dejará de recordar la época en que capturó al famoso estrangulador Gormann, guillotinado por Johann Reichhart "en ocho segundos". Los años de la república son su referencia sentimental y ética. Miembro de la policía desde 1922, la abandonó en 1933, renunciando a una jubilación anticipada. Conserva amigos "de Weimar" o del "otro Berlín", insertos en el aparato del poder, y juntos conspiran en una suerte de ilusión que se plasma en el recuerdo melancólico de los tiempos de la guerra civil, la república espartaquista, el asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, la hiperinflación y los enfrentamientos políticos, casi todos hechos atroces. Otro Berlín nos llega entrelíneas, y allí están Bertolt Brecht, Heinrich Mann, Franz Werfel, F.W. Murnau y Fritz Lang, George Grosz y Otto Dix. Atmósfera de horror y humor en el presente de Gunther, nostalgia en su pasado weimariano. Gunther desborda sentido del humor y se juega la vida con sus bromas y burlas. Entre sus clientes están Hermann Göring y el fatal Reinhard Heydrich, sutil extorsionador y asesino de masas.

Crimen organizado

El comisario Rath, creado por Volker Kutscher, no es berlinés; ha llegado a la ciudad desde Colonia, donde su padre es jefe de la policía criminal y amigo de Konrad Adenauer. Es un buen profesional que necesita desprenderse del yugo moral a que lo somete su familia. En Berlín se encuentra con los enfrentamientos políticos y reflexiona "en el sepelio de Wessel los nazis canonizaban a su muerto como si fuera un mártir, los rojos como si fuese un mal bicho: ambos mentían". Wessel, asesinado por los comunistas, era un típico idiota nazi que había compuesto una canción campestre, loa a la naturaleza superficial que fue inmortalizada como "La canción de Horst Wessel" y cantada por las saludables juventudes hasta el final de la guerra. Rath va al sepelio para ver qué aires tiran. En el Berlín de finales de los años treinta, al margen de los enfrentamientos políticos, reinaban distintas Ringvereine, asociaciones en las que se había organizado el crimen de la ciudad y que eran tan buenas y eficaces, cuando no mejores, que las inspecciones más importantes de la jefatura superior de policía. La última novela de Kutscher, aún no publicada en castellano, centra la peripecia en el mundo del cine y en el momento del cambio del mudo al sonoro ("¿es o no es arte este invento"?). Actrices prometedoras son privadas de sus cuerdas vocales a fuerza de bisturí y a continuación son asesinadas; los hechos pueden leerse como una metáfora de la disputa entre lo establecido y la modernidad que amenaza su pervivencia. Pero también como un anticipo del silencio a que serán sometidos el pueblo alemán y Europa entera. Los casos se resuelven, pero Rath sabe que por poco tiempo. Observa: "Ha nevado durante la noche y la nieve ha depositado sobre el mundo un velo blanco que, al menos por un instante, le ha devuelto la inocencia. Desde ahí arriba la ciudad parece haber brotado de un cristal blanco. Una bella imagen. Una última y bella imagen." Philip Kerr escribió seis novelas con el detective Berhard Gunther. Las que retrotraen en su recuerdo al período Weimar son Violetas de marzo, Pálido criminal y Si los muertos no resucitan (RBA Libros). Volker Kutscher ha escrito, con Rath como protagonista Sombras sobre Berlín (Ediciones B) y La muerte muda (de próxima publicación en la misma editorial).

En todas estas novelas, a modo de alusión omnipresente, se insinúa la figura de Johann Reichhart el ejecutor, como una premonición o un recuerdo de lo que hay detrás de todo intento de estabilizar la realidad: la amenaza, crimen y castigo.

10.8.11

La coartada de la normalidad

Cómo se ve y se describe el mal. La crónica de sucesos narrada por periodistas, forenses o abogados comienza a ganar nuevos lectores que se acercan a un género con esa dosis de morbo añadido que supone la realidad. La culpa siempre es peliaguda y el criminal no se diferencia tanto del resto de las personas
Libros que analizan los crímenes reales.foto:E.OHoppé.

Piscina (2006), de la serie Crónica del crimen, de Wong Hoy Cheong. Obra de la exposición de PhotoEspaña, El poder de la duda, en el Museo ICO, de Madrid, abierta hasta el 11 de septiembre.fuente:elpais.com

Una máxima policial sugiere que si deseas descubrir un crimen debes seguir la pista que dejan el semen o el dinero. Aderezada con el humo de un cigarrillo, la frase podría formar parte de alguna de las tesis de un detective de ficción como Bernie Günther, creado por Philip Kerr en la saga Berlin noir. Sucesos y seres de ficción inspirados en la vida real, que son los hilos que tejen esta historia, este reportaje, que rastrea la atracción y las sensaciones contradictorias que esto ejerce sobre la gente. Unas pistas las adelantan dos escritores expertos: Joyce Carol Oates y Luis Magrinyà. Para la norteamericana, que recreó la historia del carnicero de Milwaukee en Zombie, dicha fascinación está relacionada con la incómoda sensación de que tales personas son formas de nosotros mismos, formas descarriadas que han salido horriblemente mal. Un misterio que para Magrinyà, editor de la colección Alba Oscura, estaría en que esos individuos "tocan nuestras fibras reprimidas y hay una cierta identificación prohibida al menos en lo que se refiere a la fascinación por la impunidad".

Un paso más allá lo da uno de los héroes de esta historia, a quien no le llama la atención la literatura negra. A lo largo de los últimos 500 años, en su familia han predominado los escritores y los juristas y él se dedica a ambas materias. Es abogado y se llama Ferdinand von Schirach (Múnich, 1964). Por experiencia, este abogado, defensor en ocasiones de figuras polémicas, sabe que "el sexo y la codicia actúan como los móviles más fuertes del adulto y en ellos se basan la mayoría de los crímenes". De entre los más de 700 procedimientos criminales en los que ha participado, ha seleccionado 11 casos, basados en hechos reales, sobre la delincuencia y sus consecuencias en Crímenes, que Salamandra editará en septiembre.

En la estela de la escuela creada por Truman Capote en A sangre fría, el libro Crímenes se ha convertido en un éxito de ventas en Alemania, donde se ha mantenido 45 semanas en la lista de los más vendidos. "Parece que mis libros le llegan al lector, porque se da cuenta de que también tratan de él", cuenta vía correo electrónico desde Múnich Von Schirach. "El criminal no se diferencia demasiado del hombre normal. Es la situación que lleva al asesinato. Si tenemos suerte, nunca nos encontramos en una circunstancia así... Si tenemos suerte".

En su caso, lo de escribir fue un antídoto. No duerme bien y una noche sencillamente empezó a contar historias. "Desde entonces se han vendido más de un millón de libros en todo el mundo y las historias se publican en más de 30 países. Naturalmente, no era mi intención y tampoco imaginaba que esto ocurriera. Lo hice para mitigar el insomnio. Todos los casos que se publican en Crímenes son reales, pero no en el sentido de que todos sucedieron de esta forma. Imagínense las bellas antiguas cajas de imprenta que llevan 38 veces la "A" y 44 veces la "E". Si en toda la vida no has hecho otra cosa que ser abogado defensor, tienes una caja de imprenta bastante grande, llena de personajes, acontecimientos y pequeñas escenas. Y con estos elementos voy formando la historia. Lo único que no cambio es el motivo del crimen o, mejor dicho, el tono fundamental de un caso. Y pienso que es este tono lo que nos impresiona", añade.

Su trabajo como abogado defensor le permite escuchar intimidades de homicidas o psicópatas que de otra manera no le confesarían a nadie. Casos como el de un joven que quería comerse a su novia, el de un muchacho que veía a la gente como números, el médico que juró no abandonar nunca a su odiosa esposa o el del sicario que mata a dos punkis neonazis que trataban de agredirlo en el metro de Berlín. En todos los casos se trata de gente que de una u otra forma le muestra su alma. "El abogado defensor no se hace amigo de su cliente. Mantiene la distancia, solo es un observador. No juzga, no moraliza, no lo abandona. Esta actitud profesional y desinteresada resulta importante para el acusado. Todo lo que dice se encuentra protegido por el secreto profesional del abogado. Él puede abrirse, porque sabe que no va a ser traicionado. Y es más fácil que con un cura, porque el abogado no juzga. Solo el tribunal puede decidir si es culpable. Si lo absuelve, el cliente no es culpable. No importa si yo lo considero culpable o no".

Con frecuencia, el sentido de la justicia de los presos suele ser más cruel que el de los jueces, pero en el caso de Von Schirach son los propios reclusos quienes le pasan su nombre a algunos imputados. ¿Le agrada estar tan bien considerado en el otro lado? "Debemos diferenciar entre criminales profesionales y personas que pertenecen a la sociedad civil y han incurrido en una pena en una ocasión. Uno mata a la esposa por desesperación y no porque sea su profesión. Este tipo de cliente suele tener el mismo concepto de justicia e injusticia que un juez. Para un civil, una demanda judicial muchas veces es lo peor que le pasa en la vida. Esto los cambia. Por algo se representa a la Justicia con la espada. Yo defiendo a personas que son acusadas de un crimen. Para eso hace falta estar bien considerado. Y aunque siempre se diga que no hay abogados estrella, de todas formas yo no lo soy ni quiero serlo. Estrellas sobran en los tribunales. Las cosas son demasiado serias para eso".

Claro que entre los malos también hay grados. Los modales de Anders Behring Breivik, el asesino que sembró Noruega de cadáveres el pasado 22 de julio, rozaban lo exquisito. Calificado como un buen vecino y un tipo simpático por sus vecinos, pasó meses preparando su macabro plan hasta que se disfrazó de policía y mató a decenas de personas. Dejó 1.500 páginas colgadas en Internet donde desgrana su ideología y, una vez detenido, se comportó como un corderito. Hasta aquí su comportamiento no se diferencia nada de otros asesinos, muchos de los cuales desean hacerse famosos. Disfrutan leyendo los titulares de los periódicos en los que se habla de ellos. En el caso de algunos asesinos en serie, cuando alcanzan la notoriedad, llega ese momento en la carrera de muchos delincuentes que parecen estar pidiendo a gritos que los detengan. En cuanto los pillan, confiesan sin oponer resistencia. Se diría que la captura forma parte de su plan. Como sucede con otros fenómenos, puede que se trate de individuos carentes de talento o que no haya ninguna base para la fascinación, pero cuentan con fans, páginas web y algunos, incluso, se casan en la cárcel. Resuenan, aquí, las palabras de Joyce Carol Oates, acerca de que la fascinación y la repugnancia que despiertan con la sensación de que tales personas son formas descarriadas de nosotros mismos.

Luis Magrinyà comparte esa opinión, pero reconoce que, además, en algunos casos puede haber algo más, una especie de identificación prohibida por la impunidad: "Nosotros no somos capaces de movernos sin que nos pongan una multa y ellos parecen ser capaces de evadirse de todas las leyes". Como editor, hasta su despacho llegan muchos manuscritos que no merecen su atención, ni como lector, ni como editor. "Hay mucha basura", añade, para justificar cómo desecha los textos que no aportan nada más allá de un resumen completo de lo publicado en los periódicos o los que ocultan su desconocimiento de los hechos cargándolos de adjetivos. Seguramente se trata del género que menos los necesita. Hechos, hechos y hechos, pero bien contados y con muchas fuentes. Alba Oscura publica apenas un par de novedades al año, la mayor parte textos firmados por periodistas que han investigado los hechos, abogados que han participado en los procesos, forenses que desvelan cómo su trabajo ayudó a aclarar una muerte, psicólogas que nos descubren que es posible crear recuerdos falsos o el del policía que acuñó el término asesino en serie allá por los años setenta. Curiosamente la mayor parte son autores anglosajones. En Estados Unidos y en Reino Unido existe una gran tradición por la crónica negra. Las noticias arrancan en las páginas de sucesos, pero no hay asesino o suceso importante que no disponga de su propio libro. Su última apuesta lleva un título ¡sugerente!: BTK (átalas, tortúralas y mátalas). Treinta y un años de impunidad para un asesino en serie.

A los 18 años empezó a robar bragas. Mientras sus amigos soñaban con enamorarse y tomar a sus novias de la mano, él solo pensaba en estrangularlas. Dennis Rader, cabeza de familia y presidente de una comunidad luterana, no tenía tras de sí una infancia atormentada. Los vecinos y su esposa aseguran que se trataba de un tipo de lo más normal. Caprichoso y amable, no quería saber nada de tacos. Multaba a sus vecinos por no mantener el césped al nivel exigido por la ley de Wichita (Kansas), pero esa solo era su coartada de normalidad. Eligió Chipas como apodo para su pene. En octubre de 1974, en una carta a The Wichita Eagle, el periódico que colaboró en su detención, descubrió su primer asesinato y anunció los siguientes. "Mi contraseña será bind them, torture them, kill them (átalas, tortúralas y mátalas): BTK. Encontrarán estas letras en la próxima víctima". No fue detenido hasta 2005. Hoy cumple cadena perpetua por diez asesinatos.

El libro, firmado por los redactores que investigaron y ayudaron en la resolución del caso (el periódico publicó unas 800 informaciones de los crímenes), se lee como una novela policiaca. Los retratos de Rader y Ken Landwehr, el policía que dirigió la investigación, parecen copias: ambos nacieron en el corazón de Estados Unidos, pertenecían a familias de clase media que acudían a misa los domingos; los dos fueron boy scouts, se casaron y tuvieron hijos. Pero uno se convirtió en un pervertido que mataba por placer y el otro se hizo policía para proteger vidas ajenas. Sus elecciones los convirtieron en adversarios de un juego mortal. Las atrocidades de BTK se siguen en paralelo a la vida de los parientes próximos a las víctimas. Los sucesos violentos suelen acarrear consecuencias adicionales entre los familiares que no encajan en lo ocurrido y cuya vida se destruye también. Los policías cumplen también con otro de los tópicos del género. Beben mucho y gozan de un sentido del humor que solo se entiende como un mecanismo de defensa ante el horror. Tal vez sin ese caparazón no podrían seguir adelante. También los periodistas del gremio participan de esa escalada verbal de atrocidades. ¡Qué remedio! Si a veces llegan a tiempo de ver el reguero de sangre dejado tras un homicidio o cruzan la mirada con un asesino que es conducido esposado al calabozo. Palabrotas e insultos rebajan muchas tensiones.

Pero no toda se traduce en sangre y muerte. El género se alimenta también de numerosos títulos, escritos por profesionales de la criminología o la psicología, que buscan hacer más humana la justicia y que invitan a reflexionar sobre el sistema judicial. Elizabeth Loftus, una de las psicólogas experimentales más importantes, explica con sencillez sorprendente cómo podemos crear recuerdos falsos, imaginar escenas completas y jurar que son ciertas. En Juicio a la memoria. Testigos presenciales y falsos culpables narra su participación en ocho casos donde las únicas pruebas contra los acusados eran las declaraciones de los testigos. "El testigo que señala con el dedo a un acusado inocente no es un mentiroso: cree de verdad en lo que declara. El rostro que ve ante sí es el del agresor. La cara de la inocencia se ha convertido en la de la culpa. Eso es lo aterrador: la idea ciertamente espeluznante de que nuestros recuerdos pueden cambiar y alterarse sin remedio y que lo que nos parece saber, lo que creemos de todo corazón, no es necesariamente cierto".

Tras investigar expedientes relacionados con violaciones, asesinatos o pedofilia descubre también ruedas de reconocimiento delirantes (cuatro hombres blancos y uno negro o todos altos y uno muy bajo), un pésimo trabajo policial o fiscales poco exigentes. Loftus cuenta en primera persona su participación en cada uno de los sucesos que relata, incluido el de un asesino en serie o el hombre al que se juzgó en Israel como Iván el Terrible, guardia de un campo de exterminio nazi. Tras darle muchas vueltas, la doctora Loftus rechazó participar como perito en el juicio contra el acusado de crímenes contra la humanidad "por exceso de trabajo y porque soy judía".

Cuentos sobre delincuentes, asesinos en serie o literatura criminológica, entre los lectores de estos temas abundan los fanáticos de las novelas policiacas, personas relacionadas con el derecho procesal, profesionales especializados o, simplemente, lectores cansados de las novelas. También gente como Magrinyà que, en su particular interés por los crímenes y los criminales, cree detectar un doble fondo que puede calificarse de irracional. Jamás se ha cruzado con un psicópata violento, reconoce que hay cierto infantilismo en la predilección por las figuras malignas que ni las lecturas más entregadas han conseguido redimir, "dotarlas de un contexto me ha procurado ideas y un vocabulario y me ha permitido profundizar en cómo se ve y se describe el mal en nuestra sociedad; pero sigue sin decirme nada de por qué aún sigo clavado ante la tele cada vez que reponen El silencio de los corderos".


BTK (átalas, tortúralas, mátalas). Treinta y un años de impunidad para un asesino en serie. Roy Wenzl, Tim Potter, Hurst Laviana y L. Kelly. Traducción de Francisco López Martín. Alba. Barcelona, 2011. 365 páginas, 21 euros. Asesinato en América. Los grandes delitos de sangre de la historia norteamericana relatados por los premios Pulitzer. Editado por Simone Barillari. Traducción de Sara Álvarez Pérez, Antonio García Maldonado, Fernando Pérez Fernández, Carmen Torres García. Errata Naturae. Madrid, 2011. 349 páginas. 22,90 euros. Cadáveres exquisitos. Marilyn Monroe, Robert Kennedy, Janis Joplin, Sharon Tate, Natalie Wood, William Holden, John Belushi y otros cuerpos presentes en la mesa de disección desvelan los enigmas de sus últimos trances. Thomas T. Noguchi. Traducción de Ezequiel Martínez Llorente. Global Rhythm Press. Barcelona, 2011. 244 páginas. 19,50 euros. Crímenes. Ferdinand von Schirach. Traducción de Juan de Sola. Salamandra. Barcelona, 2011. 192 páginas. 15, 90 euros. Juicio a la memoria, testigos presenciales y falsos culpables. Elizabeth Loftus y Katherine Ketcham. Traducción de Concha Cardeñoso Sáenz de Miera y Francisco López Martín. Alba. Barcelona, 2011. 402 páginas. 23 euros.

9.8.11

Escritores en la comisaría

Nuevos autores españoles de novela negra conquistan público y crítica. La Guerra Civil y la Transición conviven con temas actuales: malos tratos, pederastia, prostitución...
De izquierda a derecha: Antonio Jiménez Barca, Cristina Fallarás, Jorge Navarro, Teresa Solana, Gregorio Casamayor, Jerónimo Tristante y Willy Uribe.fotoilustración:Fernando Vicente.fuente:elpais.com

La novela negra española goza de buena salud, pese a que editoriales y librerías no lo están pasando bien. Se publican muchos títulos extranjeros, demasiados, pero sí hay una apuesta clara de los editores por autores españoles. Han aparecido primeras y segundas novelas muy interesantes, que conviven con las de autores reconocidos, como J. M. Guelbenzu, que ha sacado la quinta entrega de su serie de aroma británico protagonizada por la juez de instrucción Mariana de Marco, El hermano pequeño (Destino). O de la veterana Maruja Torres, que ha debutado en el género negro con Fácil de matar (Planeta).

Los nuevos autores plantean situaciones que lamentablemente vivimos a diario: malos tratos, pornografía infantil, pederastia, prostitución, trata de blancas. La Guerra Civil y, en menor proporción, las de tema histórico, también tienen su hueco.

El aviso, de Paul Pen (Madrid, 1979), por ejemplo, es una estupenda primera novela. La inevitabilidad del destino, el acoso escolar, el maltrato de una madre a su hijo, la cobardía de un padre, la soledad y el miedo de un niño, el sentimiento de culpa. Esos son los temas que aborda en clave negra que se mezcla con el terror. Se desarrolla en dos tiempos y con una doble trama que converge progresivamente. David es herido gravemente en un atraco y su amigo Aarón se siente culpable. Empieza a investigar y descubre que es el cuarto atraco que se ha producido en el mismo lugar y circunstancias. Leo sufre ya acoso escolar en su primer día de colegio. La incomprensión, el maltrato, el desprecio de su madre y la cobardía de su padre son estremecedores. Pen dosifica bien la tensión y nos convence de que es imposible escapar del destino.

Primera novela también El verano de los juguetes muertos, de Toni Hill (Barcelona, 1966), y asimismo con doble trama: prostitución salvaje de jovencitas africanas, casi niñas, por un lado, y la muerte de un chico de 19 años al caerse, ¿o le tiraron? de una ventana, por otro. Personajes muy bien trazados, cada uno con su biografía, desde el mosso d'esquadra argentino a las familias bien de tres jóvenes que se meten en líos. La hipocresía, la pedofilia, las relaciones entre padres e hijos y una espléndida geografía de Barcelona redondean esta ambiciosa historia.

La compraventa de mujeres para la prostitución es el argumento de la segunda novela de Antonio Jiménez Barca (Madrid, 1966), La botella del náufrago, tan buena como la primera, Deudas pendientes. El escritor tiene una habilidad especial para crear personajes entrañables y ambientes en los que sumerge al lector, como ese Madrid que sufre una ola de calor o el Vigo más canalla. Lo mejor de la novela es el protagonista, Antonio Chacón, un experiodista deportivo que sufre una profunda depresión tras la muerte de su mujer y su hijo en un accidente de tráfico provocado por un conductor borracho. La frenética búsqueda de una joven vendida a un prostíbulo es el inicio de la recuperación de Chacón.

Gregorio Casamayor (Cañadajuncosa, Cuenca, 1955) aborda de forma muy original el abuso y la violación en el seno de la propia familia en La vida y las muertes de Ethel Jurado, tan notable o más que la primera, La sopa de Dios. Cuenta lo que sucedió a Ethel a través de cuatro testimonios: el hermano de Ethel y tres amigos de la joven. En realidad, no sabemos qué piensa ella, solo lo que dicen los otros. Hay una cierta ambigüedad sobre lo que realmente pasó. Bien escrita, mantiene en vilo al lector que no puede parar de leer.

Más abusos y en este caso asesinatos en Las niñas perdidas, de Cristina Fallarás (Zaragoza 1968), residente en Barcelona, pero lo trata con una dureza que duele. Dos hermanas de dos y tres años desaparecen. Una de ellas es encontrada brutalmente asesinada. Investiga el caso la detective privada Victoria González, en avanzado estado de gestación. Hay policías buenos y algún asesino sentimental. Fallarás retrata la Barcelona más lóbrega: pedofilia, pornografía infantil, droga.

Guerra Civil, posguerra, Transición, en clave negra. Todo está perdido, con la que Rafael Reig (Cangas de Onís, Asturias, 1963) ha ganado el Premio Tusquets, es tan bestia como Sangre a borbotones. A quien no le interese demasiado el fútbol las primeras páginas de esta novela le pueden echar para atrás. Empieza con una de las fases eliminatorias de la Eurocopa 2008, que ganó España, pero si se supera este pequeño escollo se adentrarán en una novela muy divertida que trata de temas serios. Los que ganaron la guerra, los que se enriquecieron con el franquismo, los que fueron revolucionarios y luego se colocaron bien, los que siguen siendo muy ricos y la Inmaculada Transición, según dice Reig. El fútbol solo es un hilo conductor para cachondearse de que "otra España es posible". Una joven muere envenenada. Es hija de un empresario de gran fortuna que se ha hecho rico envasando hostias que se venden en dispensadores. ¿Y si ha sido una de esas hostias la que ha matado a la hija? El negocio y el fútbol son lo primero. Todo eso sucede en Madrid, una ciudad navegable gracias al Canal Castellana. El final es de antología.

Con menos humor trata Teresa Solana (Barcelona, 1962), en Negras tormentas, de cómo los desafueros del franquismo llegan hasta el presente. Y eso que en sus dos anteriores novelas, Un crimen imperfecto y Atajo al Paraíso, era el principal ingrediente junto con la sátira y la crítica. Un hombre que ha escrito unas memorias de posguerra, en las que da el nombre y apellidos de quien delató a su padre tras la guerra y le condujo a la muerte es asesinado. El caso se cierra en falso. El culpable pertenece a una de esas familias de la burguesía catalana que progresaron con el franquismo.

En un registro muy diferente, El valle de las sombras, de Jerónimo Tristante (Murcia, 1969), mezcla historia y suspense sobre la construcción del Valle de los Caídos. La investigación de un asesinato unirá y hará amigos para siempre a un preso republicano que trabaja en Cuelgamuros para redimir pena y a un militar del bando nacional.

Las cinco muertes del barón airado, de Jorge Navarro (Castelldefels, Barcelona, 1962), es una de las sorpresas más agradables de la temporada. Transcurre en 1893 y parte de hechos reales -como las bombas del Liceo o el asalto a las propiedades de un noble en Castelldefels que costó cuatro víctimas más el hombre inocente que fue ajusticiado por ello- y de ficción en una sabia combinación.

Barcelona vive en un clima de agitación social y violencia anarquista y el soberbio y prepotente barón de Castellfullit quiere ponerle remedio a su manera: militares y civiles juntos impondrán una dictadura monárquica, lo que pone de los nervios al Gobierno de Sagasta.

Al barón lo odia todo el mundo y son bastantes quienes quieren matarle, su hijo, su mujer, su ex secretario, su amante, las fuerzas del orden. A ratos parece una comedia de enredo en la que hay personajes de ficción y reales, como el pintor Ramón Casas. Buenísima ambientación de la Barcelona de la época, acertado ritmo en los diálogos y la narración en esta novela que en el fondo trata del arrepentimiento y la expiación.

Willy Uribe (Bilbao, 1965) es un excelente ejemplo de la actual narrativa negra española. Lo supimos desde que publicó Sé que mi padre decía, ahora perdida porque también se perdió la editorial que la lanzó, El Andén. Libros del Lince promete recuperarla. Sus historias son duras, sin concesiones, sin moral ni moralina. No necesita adjetivos para crear ambientes.

En Los que hemos amado se percibe desde el principio que algo gordo va a pasar, pero todo empieza como una aventura. Dos chicos de Getxo, Eder, de familia rica, Sergio, pobre, hijo de madre soltera, están aburridos del invierno y viajan a Marruecos. Su gran pasión es el surf, las olas. También les gusta el hachís. Antes de partir se producen dos muertes misteriosas. Su amistad es extraña, Eder le desprecia y utiliza; Sergio admira su liderazgo, le necesita. Hay mucha droga, para consumir, distribuir y pasar por la frontera. La aventura se convierte en una pesadilla. Llega un punto en que no se sabe quiénes son los buenos y quiénes los malos. Se diluye la frontera entre el bien y el mal. Willy Uribe es un narrador potente.

Julián Sánchez (Barcelona, 1966), radicado en San Sebastián, tuvo éxito con El anticuario, en torno a un misterioso manuscrito. Con La voz de los muertos se adentra en la novela negra. Tiene un planteamiento original, está narrada a través de varias voces y abarca diversas épocas. El protagonista es el inspector David Ossa, un hombre que oye voces, ve sombras y tiene capacidades especiales, como él dice. Aquí la frontera es delicada. Ossa ¿tiene realmente poderes o es un desequilibrado?

Cuatro cadáveres destrozados aparecen en un piso en el que aparentemente nadie pudo salir. Ossa casi enloquece. Es la primera novela de una nueva serie. Excelente recorrido por la Barcelona de hoy.

El aviso. Paul Pen. RBA. Barcelona, 2011. 328 páginas. 19 euros. El verano de los juguetes muertos. Toni Hill. DeBolsillo. Barcelona, 2011. 368 páginas. 12,95 euros. La botella del náufrago. Antonio Jiménez Barca. RBA. Barcelona, 2011. 268 páginas. 20 euros. La vida y las muertes de Ethel Jurado. Gregorio Casamayor. Acantilado. Barcelona, 2011. 304 páginas. 19 euros. Las niñas perdidas. Cristina Fallarás. Roca Editorial. 198 páginas. 15 euros. Todo está perdido. Rafael Reig. Tusquets. Barcelona, 2011. 368 páginas. 19 euros. Negras tormentas. Teresa Solana. RBA. Barcelona, 2011. 258 páginas. 18 euros. El valle de las sombras. Jerónimo Tristante. Plaza&Janés. Barcelona, 2011. 380 páginas. 18, 90 euros. Las cinco muertes del barón airado. Jorge Navarro. Seix Barral. Barcelona, 2011. 332 páginas. 19 euros. Los que hemos amado. Willy Uribe. Libros del Lince. Barcelona, 2011. 228 páginas. 19 euros. La voz de los muertos. Julián Sánchez. Roca Editorial. Barcelona, 2011. 430 páginas. 20 euros.

8.8.11

Policial parisino

La nueva novela de la francesa Fred Vargas indaga el enigma de un crimen cometido por un misterioso personaje al que llaman La Sombra
Fred Vargas, autora de La tercera virgen, última incursión del Comisario Adamsberg.foto:archivo.fuente:adncultura.com

La francesa Fred Vargas (París, 1957), licenciada en Historia y Arqueología, se ha graduado además como una de las narradoras más leídas de Europa en los últimos años, gracias a su serie de novelas policiales que tienen por protagonista al comisario Jean-Baptiste Adamsberg, un viejo zorro de provincias que se las ingenia, con estilo flemático, para resolver los enigmas que le plantean diversos crímenes cometidos en los bajos fondos parisinos y otras regiones de Francia.

Como jefe de la Brigada Criminal del distrito 13 de París, Adamsberg cuenta con un vasto personal a su cargo, más de veinte agentes, cada uno con su definido carácter, con sus muchos vicios y mañas -el comisario tiene los suyos-, y sus no menos numerosas virtudes, que Adamsberg sabe potenciar y combinar por el bien de las investigaciones en curso.

Por no hablar de cómo potencia las cualidades de otra extensa cohorte de auxiliares y contactos, entre forenses y paleontólogos, así como las de un gato muy gordo al que los policías llaman la Bola, el mimado de la brigada. La Bola es sólo una de las muchas notas de humor con que Vargas salpica sus historias, tal el caso de La tercera virgen , la más reciente entrega en castellano de la saga del veterano policía originario de la región del Bearn, sobre los Pirineos.

"Ya los has visto, nos has visto", dice la teniente Retancourt, una de las colegas más afines al comisario, en una charla con un nuevo integrante de la brigada, en la que despacha con breves pinceladas las características salientes de sus compañeros de tareas: "Adamsberg y su divagación inaccesible. Danglard y su erudición inmensa [?] Nöel, huérfano y rayano en la brutalidad obtusa. Lamarre, tan cohibido que le cuesta mirar a los demás. Kernorkian, que tiene miedo a la oscuridad y a los microbios".

Y hay más, varios más, dotados de dosis parejas de frescura y extravagancia. Todos ellos corren detrás de un asesino al que de momento, con pocos datos a su disposición, denominan la Sombra. Se trata en efecto de una presencia fantasmagórica que los testigos y el mismo Adamsberg, en su propia casa recién estrenada, han visto flotar en el aire, deslizándose como un espectro fugado de una historia de ogros, brujas y otros temibles seres del imaginario medieval.

La Sombra da muerte a dos pobres diablos de las orillas de París, dos marginales que previamente se prestaron sin escrúpulos a profanar la tumba de una joven virgen en un cementerio de la ciudad. Allí se desencadena la historia, aunque el espectro asesino deja una estela de crímenes cuyo rastro se remonta a la región de Normandía. Un poco a su pesar, Adamsberg trata con unos rústicos pueblerinos de la zona que, aprovechando la presencia del policía, le ruegan que atienda a la muerte premeditada, y sin finalidad aparente, de unos delicados ciervos en el bosque de la comarca.

Adamsberg no sabe nada de ciervos, desde luego, como tampoco sabe nada de un secular elixir de la juventud, una poción de la vida eterna que parece estar en la mira de la Sombra y en el centro de esta trama de tintes esotéricos, en la que ciervos y vírgenes se mezclan con otras historias paralelas que protagonizan los miembros de la brigada para darle aún más sabor al relato.

Así, el enigmático teniente Veyrenc, flamante incorporación de la unidad criminal, es dueño de una irresistible tendencia a hablar en verso, sobre todo a la hora enunciar las verdades más certeras de la investigación o de las cuestiones personales que van saliendo al paso, entre ellas una vieja cuenta pendiente con el comisario que tiene en vilo a la brigada... y al lector.

Fred Vargas, autora de una obra especializada sobre la peste negra en la Edad Media, se sirve de su erudición histórica como integrante del Centro Nacional de Investigaciones Científicas, y de una indudable sensibilidad sobre las relaciones humanas, para dotar a sus personajes de la sagacidad que les permita desenterrar el misterio de las muertes, de las vírgenes y de la Sombra asesina..

La tercera virgen

Fred Vargas

Siruela

Trad.: Anne-Hélène Suárez Girard

394 páginas

$ 99

4.8.11

La compañera del fallecido Stieg Larsson niega que exista una cuarta novela

Eva Gabrielsson asegura que lo que hay son unas doscientas páginas inconexas que podrían ser el comienzo
Eva Gabrielsson, viuda de Stieg Larsson.foto: Kim Manresa.fuente:lavanguardia.com

Eva Gabrielsson, compañera durante 32 años del difunto autor sueco Stieg Larsson, negó hoy que exista una cuarta novela que remate la popular trilogía "Millennium" que encumbró al artista después de su muerte en 2004.

En declaraciones a Radio 4 de la BBC, Gabrielsson afirmó que "no hay mucho de cierto" en los rumores que apuntan a que Larsson dejó esa obra escrita en un portátil y matiza que, por lo que sabe, lo que hay son unas doscientas páginas inconexas.

"Hay el comienzo de una cuarta novela", concede la compañera del genio del suspense, inmersa en una batalla legal con la familia del fallecido por los derechos sobre su obra.

"Estimo que hay unas 200 páginas, a juzgar por lo que vi (...) y por lo que sé del volumen de trabajo que tenía en los últimos dos meses" de su vida, declaró en el programa "Woman Hour".

Gabrielsson estimó que "probablemente las páginas escritas no estén conectadas. Stieg -recordó- era un escritor espontáneo, podía escribir escenas y no hilarlas hasta más adelante, simplemente le gustaba aquella escena". "Eso no se puede llamar una novela", aseveró Gabrielsson.

Stieg Larsson, muy comprometido con movimientos democráticos y contra el racismo en su país -lo que se refleja en sus libros y su trabajo periodístico-, es el autor de la popular trilogía protagonizada por Lisbeth Salander, de la que se han vendido 27 millones de copias en el mundo y que ha sido convertida también en una saga de películas.

Larsson murió de un infarto en 2004 cuando tenía 50 años. Debido a que no estaban casados, Gabrielsson no heredó su patrimonio, que fue a parar a la familia de él, con la que, según su compañera, no tenía buena relación.

Gabrielsson reiteró hoy que "muchos de los pensamientos e ideas vertidos en Millennium" eran suyos, y añadió que "algunas cosas" eran "solo" suyas, otras eran de él y otras las habían "desarrollado juntos".

Explicó que rechazó la oferta que el padre y el hermano de Larsson le hicieron en 2009 de varios millones de euros y un cargo en el Consejo de Administración en la empresa que ahora controla el legado del artista porque, dijo, la habría "limitado".

Sobre su nuevo libro, titulado en inglés "Stieg and me" ("Stieg y yo"), aseguró que no lo ha escrito por venganza sino con espíritu de "justicia", en un intento de dibujar un retrato sincero de su pareja de toda la vida.