27.9.14

Escritor a cadena perpetua

Un sicario de la mafia siciliana que lleva 23 años preso presenta en la cárcel un libro sobre su vida. El relato fue galardonado con el Premio Leonardo  Sciascia de novela

Giuseppe Grassonelli, a la derecha, sostiene el premio. Junto a él, Carmelo Sardo. / Daniele Pace./elpais.com

Los dos son de Sicilia, del mismo pueblo, casi de la misma edad, pero no habían llegado a conocerse cuando, hace ya un cuarto de siglo, uno de ellos, Giuseppe Grassonelli, se convirtió en sicario durante una feroz guerra de mafias, y el otro, Carmelo Sardo, redactaba sus primeras crónicas como periodista de sucesos en una televisión local. Cada vez que Grassonelli, que por aquel sangriento entonces se escondía bajo el nombre de Antonio Brasso, cometía un asesinato, tenía la costumbre de sentarse frente al televisor para comprobar que no había errado ni el tiro ni la identidad de la víctima. Y era el joven Sardo —del mismo pueblo, casi de la misma edad— quien se lo contaba en directo desde el lugar del crimen. Ahora han escrito un libro juntos, Malerba (Mala hierba, publicado en Italia por Mondadori), que ha ganado —por votación popular— el último premio Leonardo Sciascia de novela

Carmelo Sardo sigue siendo periodista. Giuseppe Grassonelli fue detenido y condenado a cadena perpetua. Ha pasado 23 de sus 49 años de vida en la cárcel. “De vida, no”, puntualizaba ayer en la prisión de alta seguridad de Sulmona, una ciudad de 25.000 habitantes en la región de los Abruzos. “En la cárcel no se vive, solo se existe. La vida es otra cosa. Yo no puedo devolver la vida a los que se la quité. Si acaso les estoy devolviendo el tributo de la muerte blanca que es la cadena perpetua. La vida sin existencia de las plantas”.
Grassonelli escribió la obra junto al reportero que relataba sus crímenes por televisión
Grassonelli ya no es el “bárbaro criminal” —según propia definición—que, en el verano de 1986, con apenas 20 años, decidió participar a tiro limpio en una guerra de familias de la Cosa Nostra. Su abuelo, su tío y su mejor amigo fueron aniquilados. Él estaba llamado a ser el siguiente y, de hecho, resultó herido en una emboscada, pero la policía llegó a tiempo de cambiarle la muerte por una vida entre rejas. Nada más ser detenido se dio cuenta de que “el Estado siempre gana”, así que renunció a su defensa y admitió su culpa, pero se negó a arrepentirse —“en aquella Sicilia todos fuimos víctimas”— y a colaborar con la ley, lo que le supuso el régimen carcelario más duro: 22 horas de aislamiento al día.
Grassonelli se dedicó a estudiar y pasó de ser casi un analfabeto a licenciarse en Letras. Un día, el profesor de Nápoles Giuseppe Ferraro fue a visitarlo y le dijo: “Los delitos quedan, pero las personas cambian. Cuando se escribe, se habla con uno mismo. Y el futuro es el relato que haremos en pasado de nuestro presente. Escribe tu historia”. Fue entonces cuando Grassonelli, de nuevo sentado frente al televisor, se acordó de aquel muchacho siciliano que contaba sus crímenes en el verano de 1986. Lo llamó, le contó su vida y le pidió —durante dos horas en las que no le soltó las manos— que le ayudase a escribirlo todo.
Desde aquel chaval travieso al que ya sus padres llamaban Malerba y que enviaron a Alemania en un intento de engañar al destino al hombre preso de ahora, sin olvidar ni una coma del capo sanguinario. El resultado es un libro que, gracias a un permiso del Ministerio de Justicia, Grassonelli y Sardo pudieron presentar ayer en la cárcel de alta seguridad. Como testigos, algunos de los 500 reclusos —170 con cadena perpetua y el resto con largas condenas— y unos muchachos de un instituto cercano: “Antes de que vosotros naciérais, yo ya estaba en la cárcel. Cuidad vuestra libertad. Aquí solo se escuchan puertas que se abren y se cierran”.

23.9.14

Naturaleza muerta

Un crimen en la Reserva Ecológica es el punto de partida de Verde oscuro, la nueva novela policial de Alicia Plante, parte de la trilogía que se completa con Una mancha más y Fuera de temporada 

Alicia Plante, autora argentina de Verde oscuro./pagina12.com.ar


Aquí el “detective” es un guardaparque, los medios enrarecen la investigación y la ineficiencia policial más la especulación inmobiliaria conspiran contra el futuro del espacio público
Al principio es una tarde de domingo en la Reserva Ecológica de Costanera Sur y el detalle de unos caranchos sobrevolando en círculos sobre un punto del suelo. Al principio es un muerto, unos pies blancos que asoman en el borde de un sendero, las marcas de unas puñaladas en el pecho y la sangre seca que contrasta con la palidez de un torso desnudo, los ojos ciegos bien abiertos, la remera y el encendedor y la billetera y otras cosas que fueron suyas desparramadas ahí, alrededor, en el verde que si lo dejan crece. El que repara en los caranchos, el que descubre el muerto, es nuestro héroe: El Pollo. Se trata del guardaparques que protagoniza Verde oscuro, la última novela publicada por Alicia Plante, que enseguida sabe que el crimen precipitará la situación del sitio que da sentido a sus días y a su trabajo: si en un contexto de crisis –invierno de 2003– el Gobierno de la Ciudad apenas aporta recursos para cuidar la Reserva, la aparición de un muerto resulta un buen argumento para cerrarla y privatizarla. Trescientas cincuenta hectáreas, ahí: ma qué pajaritos ni lagartijas, piensa más de uno.
Enseguida aparecen también un par de policías, el comisario Juárez y el sargento Battaglia, pero ya se sabe: es una utopía narrar por estas tierras una novela policial con agentes preocupados por esclarecer, nomás, por trabajar para el lado de la justicia, o de la verdad, en fin. Plante los presenta y ahí se los ve, con las primeras diligencias, interrogando a la madre y a la hermana del muerto, indagando sobre la víctima para establecer que era fotógrafo y para detener a un muchacho que pudo ser amigo o amante, el sospechoso que, mientras se lo investiga (o el simulacro de eso), se lo detiene como muestra de que la institución funciona. Y como en la construcción de esa apariencia es clave el aparato mediático, de arranque también se enfoca en un debate por televisión en torno del asesinato, de la inseguridad, de la perversión que propicia la zona, una discusión (a lo Del Moro) en la que participan un obispo muy rancio, un secretario de Ambiente y Espacio Público más bien timorato, el jefe de la Federal, una socióloga y un especialista en pájaros de apellido Ibarra. El Pollo lee correctamente la pantalla: señales de que se viene una privatización, de que su trabajo y la Reserva como tales están en riesgo.
Narrada en una tercera persona que casi siempre sigue de cerca al Pollo (y bastante menos a los policías), Plante explicita en la mirada de su protagonista una conciencia de la importancia de que la Reserva siga siendo un espacio público y natural. En un policial de registro quien procura avanzar en la investigación de un crimen en Capital no es ya un policía, pero tampoco un detective, ni un funcionario judicial, o un periodista: que sea un guardaparque, un veinteañero venido de Bariloche, le da su toque insólito. Y más allá de las peripecias que surgen en trance de averiguar, de las cuotas de riesgo en sus pesquisas, el tipo no anda a los tortazos o a los tiros: un flaco más bien común, algo abrumado por la gran ciudad y ambientado a la Reserva, que juega las cartas que tiene. Por un lado, acude al diputado porteño que lo recomendó para el cargo, un ex amigo de su padre que le promete investigar y hacer declaraciones públicas a favor de preservar el sitio; por otro, consigue un trabajo adicional en una empresa incipiente que proyecta una urbanización top, torres, shopping, cancha de golf, amarradero, para un sitio que tiene toda la pinta de ser la propia Reserva.
Verde oscuro. Alicia Plante Adriana Hidalgo editora 290 páginas
Verde oscuro completa una trilogía de policiales a la vera de las aguas: Una mancha más (2011) se desarrolla en el delta del Tigre y tiene como tema el robo de bebés durante la dictadura; Fuera de temporada (2013) transcurre en Pinamar y retrata, a través de un juez que busca refugiarse ahí, la trama social a partir de un crimen. Aguas que se conectan, claro, con el Río de la Plata, así como se conectan unas generaciones con otras, unas ambiciones y pulsiones con otras. El Pollo tiene sus tironeos internos: ¿le interesa más la Reserva, su hábitat, que el tipo al que mataron? La mujer mayor que él, la secretaria del funcionario a la que encara para ver si consigue algún dato, ¿le facilita o le entorpece su pesquisa? Plante baraja los estereotipos del género cuando retrata a su héroe algo alterado cuando ella le dice que es más lindo cuando se ríe o que la divierte: “Lo que había querido averiguar no justificaba que hiciera el papel de forro”, piensa. En el despliegue de la trama van apareciendo las piezas del rompecabezas y ahí sí se asiste a los engranajes del género: el suspenso de un enigma, un arco de personajes sospechosos, las prácticas delictivas que van encadenándose, la configuración final, en la que confluyen causas y azares. “Yo siempre, desde chica, fui lectora de policiales, es un género que siempre me gustó apasionadamente”, decía Plante el año pasado a este suplemento. Y hace unos días, a poco de participar en el festival de novela negra Córdoba Mata, en otra entrevista, esta vez de La Voz del Interior, sostenía: “La gran novela negra es literatura políticamente comprometida. Su intención es denunciar aspectos de la realidad que favorecen a pequeños grupos a costa de las mayorías”; sostenía, también, que ella construye sus relatos teniendo en cuenta una serie de aspectos “en función de una propuesta social alternativa que aparece de modo implícito, a veces por descarte”.
Conceptos, búsquedas, ideas de las que, en Verde oscuro, hay unas cuantas pistas.

18.9.14

Esta es la Semana Negra de Medellín

Del 17 al 19 de septiembre se lleva a cabo el Quinto Congreso Internacional de Literatura Medellín Negro 

 
El Encuentro de Autores de Novela Negra se está llevando a cabo en la Universidad de Antioquía./elespectador.com
La programación de la Fiesta del Libro y la Cultura que inició el pasado 12 de septiembre en la capital paisa, incluye el Quinto Congreso Internacional de Literatura Medellín Negro, el cual es organizado por la Universidad de Antioquia y la Alcaldía de Medellín.
El epicentro del evento académico será el salón Humboldt del Jardín Botánico, en donde por medio de actividades como el encuentro con escritores, lanzamiento de libros, intervenciones artísticas y proyección de películas, se realizará una discusión a través de la literatura negra, género que se desenvuelve en medio de novelas policiacas, novelas de suspenso, enigmas y detectives.
El Congreso que se realizará del 17 al 19 de septiembre tiene como tema central “Fronteras del crimen”, espacios de exclusión o encuentro, en éste se reunirán escritores y académicos de todo el mundo como Mempo Giardinelli de Argentina, Gisa Klönne de Alemania y Hugo Chaparro Valderrama de Colombia.
Así mismo Fabio Lannutti lanzará su libro ‘La ropa del muerto’ y Gustavo Forero ‘Las víctimas, novela y realidad del crimen’.
Además, durante estos tres días se afianzarán los vínculos entre escritores, instituciones y personas interesadas en la literatura negra, al consolidarse la Red Internacional de Eventos Negros (RIEN), con el Festival Azabache, Novela y Cine Negro de Salamanca, entre otros.
De forma alterna al Congreso, la Semana Negra de Medellín realizará el’ Encuentro de Escritores Medellín Negro 2014’, en el Edificio de Extensión de la Universidad de Antioquia el 17 y 18 de septiembre y presentará la obra de teatro ‘El patio de mi casa’, en el Centro Cultural de la Facultad de Artes de la misma.

Horarios de los eventos con entrada gratuita 

  • Quinto Congreso Internacional de Literatura Medellín Negro 2014: "Fronteras del crimen"
Lugar: Jardín Botánico de Medellín, Salón Humboldt
Hora: 8:00 a.m. - 5:00 p.m.
Del 17 al 19 de septiembre de 2014
  • Encuentro de Escritores Medellín Negro 2014
Lugar: Edificio de Extensión de la Universidad de Antioquia, auditorios piso 2 (Cll 70 No 52-72)
Hora: 1:00 p.m. - 6:00 p.m.
Únicamente el 17 y 18 de septiembre de 2014.
  • Lanzamiento de libros
Lugar: Jardín Botánico de Medellín, Salón Humboldt
Jueves 18 de septiembre es la presentación del libro ‘Lanzamiento del muerto’ de Fabio Lannutti, premio concurso Novela de Crímenes 2014. A las 11:15 a.m.
Viernes 19 de septiembre Gustavo Forero dará a conocer el libro que surgió del Cuarto Congreso de esta especialidad literaria llamado ‘Víctimas, novela y realidad del crimen’. A las 10:00 a.m.

16.9.14

Kerr: "Escocia sola será peor que Grecia"

Se mueve con habilidad entre la boutade y la confesión sincera. El creador del detective Bernie Gunther intenta esquivar la literatura y charla sobre política, fútbol y la irascibilidad escocesa

 
El novelista Philip Kerr / Marcel·Lí Sàenz ./elpais.com
Las fiestas literarias, y más si son para celebrar un premio, suelen ser un sitio extraño, lleno de gente de lo más diversa con intereses de lo más dispar que confluyen en dos puntos: en los lugares de distribución de canapés y brebajes alcohólicos; y en el interés por conocer, hablar, adular o revolotear alrededor del premiado. Sin embargo, en la fiesta del VIII Premio RBA de Novela Negra celebrada en Barcelona faltaba el ganador, Lee Child. A cambio nos dimos de bruces con Philip Kerr (Edimburgo, 1956), que se empeñaba en presentarse como Lee Child. No sabemos qué pensará el creador de Jack Reacher de su doble en Barcelona, pero de la broma inicial y una breve conversación a tres bandas surgió un “a que no hay...” que parece ser tan catalán como madrileño y escocés, y al día siguiente, a las ocho de la mañana, estábamos cara a cara con el creador de ese explorador de la doble moral, de ese Philip Marlowe alemán llamado Bernie Gunther.
Con su serie del detective Gunther ha ahondado en las consecuencias del nacionalismo y su expresión más radical a través del nazismo ¿Dónde hunde sus raíces el independentismo escocés?
Todo nacionalismo se basa en el racismo y el odio. Soy escocés, nací en Escocia, como mis padres, como mis abuelos. No vivo allí, no tengo acento escocés, y por eso hay mucha gente que piensa que estoy desacreditado. La razón por la que han elegido votar en esta fecha es por una batalla en 1314. Es ridículo. La última vez que el ejército escocés venció al inglés fue hace 700 años. Y en torno a esa misma fecha se hizo una película con Mel Gibson, Braveheart, que es todo lo históricamente errónea que puede ser una película. El deseo de ser una nación viene de ahí. Los partidarios del sí tienen un serio problema con la verdad.
Máquina de fabricar titulares, Kerr dispara sin piedad y se mueve con habilidad entre la boutade y la confesión más sincera, sin que sus interlocutores terminemos de saber qué terreno pisa en cada momento. Es escocés, pero habla de sus compatriotas en tercera persona del plural.
¿Cuál será el resultado del referéndum del 18 de septiembre, y cómo será el día después?
Escocia es el único caso en el mundo en el que la parte pobre de un territorio se quiere separar de la parte rica. Si llegase la independencia, una de las opciones es que mantengan la libra como moneda, de manera que todas las decisiones económicas seguirían siendo adoptadas por el Banco de Inglaterra. Es como si Alex Salmond dijese que quiere dejar de pagar la cuota del gimnasio y seguir utilizando todas las máquinas. Creo que va a ganar el no, pero la distancia es cada vez menor. Da miedo pensar en el día después, porque si el 40% de los escoceses vota por la independencia, ese 40% va a sentir…[larga pausa] que no han sido escuchados y se van a mostrar enfadados, agraviados, porque ese es el carácter escocés: estar resentidos, ser agresivos, sentir que han sido engañados. No son gente particularmente racional.
Todo esto puede decirlo porque es escocés.
Pues claro. Y se me puede aplicar a mí también. Es algo que tiene que ver con el carácter escocés y que hace a la gente muy irascible. Se dice que un escocés puede montar una pelea con una venta cerrada. Y no es broma.
Si hay muchos catalanes que creen que lo de Cataluña y España es un “matrimonio sin amor”, la relación entre Escocia e Inglaterra va de cabeza al divorcio y con demanda de por medio. Como si fuera el cornudo que acaba de descubrir su condición, Kerr ataca de nuevo. “Muchos ingleses se han dado cuenta con este proceso de que pagan por ese lujo llamado Escocia”, asegura con los ojos bien abiertos y una perenne sonrisa, que un observador mal pensado podría calificar de sarcástica. “Creo que es muy útil tener un Gobierno que no sea catalán al que echar la culpa de todo. El problema es cuando te gobiernas a ti mismo y no tienes a nadie a quien culpar”, continúa. “Escocia está muy bien así porque tiene más dinero del que tendría si fuera independiente”, remata.
Kerr se dio cuenta de que quería ser escritor con 10 años y lleva contando historias desde entonces, pero no parece muy dispuesto a comentar de su obra.
Hablemos de sus libros. 
 ¿De verdad? Escocia estaba mejor.
Bien, pues sigamos con la política. Ya que está en España y es un orgulloso británico, ¿qué le parece lo de Gibraltar?
Una locura. Pero ¿qué quieren que hagamos? Putin tampoco quiere Ucrania, pero no puede asumir el coste político de renunciar. Es lo mismo en Reino Unido con esa pequeña y estúpida roca. No hay nadie en Reino Unido, nadie con algo dentro del cerebro, que quiera quedársela.
El fútbol es un potente y curioso recurso para unir almas y redirigir conversaciones. Donde no nos ha llevado la política nos va a llevar el deporte rey. Kerr no lo sabe, pero acaba de encajar un gol.
Con todo el respeto, ¿por qué alguien se hace fan del Arsenal?
Soy del Arsenal desde hace 40 años. Eliges un equipo y lo sigues siempre, sin importar lo que pase. ¿De qué equipo es usted? ¿Del Real Madrid? Eso es fácil. Gasta dinero y ya está.
¿Cómo ve el fútbol actual?
El dinero está acabando con él. Antes del cierre del mercado, sólo en la Premier se habían gastado cerca de 1.200 millones de euros. Eso es insostenible.
Y la serie de novelas que está preparando, ¿cómo enfocan el asunto?
Tratan de un entrenador que se convierte en una especie de detective. Por ahora tengo planeadas cuatro o cinco historias. Me gustaría llevarle por varios países, ya que, al contrario que la inmensa mayoría de los británicos, habla varias lenguas.
Una de las historias es en Grecia.
Sí. Y para llevar la conversación a un círculo perfecto diré que cualquiera que apoye la independencia de Escocia debería ir a Atenas.
¿Por qué?
Porque nada funciona. Es un desastre. Es un lugar arruinado, sucio, donde la gente no tiene dinero ni perspectivas de futuro. El día uno después de la independencia Escocia sería peor. Peor.
¿Cataluña en bancarrota? Nadie se imagina algo así, no va tan lejos. El escocés vuelve al fútbol para rematar el asunto. “Creo que, estrictamente hablando, los ingleses también deberían ser preguntados sobre si quieren deshacerse de los escoceses. Es una pregunta perfectamente legítima. Alex Ferguson, el exentrenador del Manchester United, hablaba de los ‘vecinos ruidosos’ en referencia a los aficionados del Manchester City. Bueno, hay mucha gente en Inglaterra que se ha dado cuenta ahora de que tiene a esos ‘vecinos ruidosos’ y, francamente, creo que hay cada vez más gente que quiere que se vayan”, afirma con tono indignado y cierta muestra de hartazgo que no le evita seguir disparando, pasar a preguntarse por qué no se habla más de la economía y el yihadismo y menos de Escocia y terminar loando a la reina y despreciando a los políticos por hablar y hacer demasiado.
Antes abrió la puerta de la literatura y casi se nos cierra. Aprovechamos que anda con la guardia baja tras la diatriba.
¿Cómo se maneja el éxito?
Todavía ando esperándolo. No siento que sea exitoso. No es algo que me diga a mí mismo, porque sería el inicio del desastre. Soy ambicioso y decidido, es mi parte más escocesa, y creo que lo más importante está todavía por llegar.
En una ocasión Paul McCartney negó el supuesto antimaterialismo de los Beatles. Dijo que, de hecho, en ocasiones, se sentaba con John Lennon a componer y decían: “Vamos a escribir una piscina”. ¿Se sienta usted a escribir una piscina?
Kerr se ríe, pero no contesta. Prefiere mezclar en rápida sucesión referencias a George Orwell, comentarios sobre la división de la izquierda española en la Guerra Civil y una escenificación de una escena de La vida de Brian, que coge al vuelo a raíz de un comentario en español. Puro show.
Si alguien le dice que ha leído todos sus libros, ¿qué piensa, que es una persona con buen gusto literario o un psicópata?
[Risas]. Creo que pensaría: lea otras cosas. Hace poco hice un programa de televisión con Gerard Depardieu. Es un tipo genial, divertido. Ha leído mis libros. Y durante el programa me dice: “Eres como Balzac”. Y no, no soy como Balzac.
Hablando de fans. ¿El escritor ha de ser accesible o es mejor que mantenga cierto misterio sobre su figura?
Todos los años hago un gran tour por América, que dura dos semanas aunque parece eterno. Llego a una ciudad, vamos a una librería y hablo. Lo que he aprendido después de tanto tiempo es que todo escritor debe ser dos personas si quiere triunfar. Uno, el que escribe y se queda en casa, un ser antisocial, misántropo, que no quiere ir a ninguna parte, no quiere hablar con la gente. El otro, el que va de promoción y que tiene que ser completamente distinto, accesible, simpático, divertido. No me imagino a Orwell o a Graham Green haciendo una gira promocional. Es como ser Doctor Jekyll y Mr. Hyde.
¿Entonces? Algo no cuadra. Cualquiera diría que hemos estado con el escritor y con el personaje a la vez, algo así como Philip Gunter. O con Lee Child bronceado. Ya saben, las fiestas son un lugar extraño.

Kerr, Philip Kerr

Carlos Zanón
Los delitos cometidos durante una noche deberían ser juzgados esa misma noche. Bajo ningún concepto a la mañana siguiente. Una promesa absurda, nocturna y engorilada me hizo prepararme unas preguntas, dormir nada, madrugar, coger un taxi, llegar tarde y darme cuenta de que unos dormimos en camas y otros en lechos de plumas de ganso crionizadas. En la cafetería del hotel, tanto el autor de novela negra Philip Kerr como Juan Carlos Galindo, periodista de EL PAÍS, se me asemejaban a personajes sacados de un hermoso capítulo de Retorno a Brideshead. Aunque parecía mentira, los tres habíamos estado en la misma fiesta de entrega del Premio RBA de novela negra la noche anterior. Premio que el escocés ganó hace unas ediciones. En ese evento nos habíamos hecho Philip Kerr y yo fotos de grupo. Él posó su mano en mi hombro y yo le ceñí la cintura con la mía hasta que pensé que se me abriría la chaqueta y mostraría una, a todas luces, falsa barriga. Después hablamos un rato, el tiempo que mi inglés formado por títulos de canciones, instrucciones de instalación de DVD y frases de Al Pacino dio de sí. Cuando dije algo así como “The first cut is the deepest, insert the disk and I know, Fredo, I know”, Kerr decidió marchar por una rubia. Al parecer, tenía sed.
Philip Kerr (Edimburgo, 1956) es la expresión del éxito y exhibe una seguridad sin tormento. Simpatía premeditada de gatillo fácil. Más delgado, bronceado y atractivo, uno que ha coincidido con él a lo largo de los últimos años se percata de que Kerr cada vez se asemeja más a Bernie Gunther y yo más a mi padre. La entrevista hace minutos que ha empezado. Me disculpo. Desayuno continental. Fruta, jamón, zumos. Yo mataría por un colacao con galletas, pero me hago el sofisticado y atravieso a tenedor un pedazo de sandía.
Están hablando de Escocia, del referéndum, y me temo lo peor. Para un periodista madrileño, tener a un catalán con resaca antes de desayunar es el cervatillo que se queda atrás en las estampidas. ¿Quieres más a papá o a mamá? Quiero galletas. Eso es lo que quiero. Kerr sonríe. Sus dientes son perfectos. Blancos. Su camisa también. Tiene desabrochados tres botones. Galindo pregunta. Yo escucho. Hablan de Escocia, del referéndum, de la nueva serie de novelas ambientadas en el mundo del fútbol, de su equipo favorito, uno de aquellos que aprendieron a jugar al fútbol por correspondencia y olvidaron pagar la última clase. La que enseñaba que la cosa consistía en chutar a puerta y marcar más goles que el contrincante. Les aseguro que sé de lo que hablo.
Pasan los minutos. Sé que Galindo ha de tomar un tren en media hora, y su entrevistado, un avión algo más tarde. Me temo lo peor. Que no haya sitio para mis preguntas. Philip Kerr parecía estar poco interesado en hablar de literatura. Se entusiasmó hablando de política y fútbol, pero cuando Galindo lo intentó, Kerr exhibió cara de “¿ahora de libros?”. No importaba. Yo había dormido poco, desayunado fruta y me sentía con menos autoestima que Jean Valjean. Además, me interesaba saber cómo afecta a la creatividad el éxito, el saber qué esperan de ti, el cruce de caminos entre perpetuar una manera de hacer y renunciar a la incógnita del error, de nuevos caminos, de la creación como enigma. Todo eso sin parecer envidioso, resentido o imbécil. En realidad, Hemingway ya resolvió el asunto. Cuando le preguntaron qué destrozaba a un escritor, él contestó: el éxito, las mujeres, el alcohol, la falta de éxito, la falta de mujeres y la falta de alcohol. Pero yo era un hombre con una promesa que debía pagar. Finalmente pude hacer algunas. No supe del creador de Bernie Gunther más de lo que ya sabía. Quizás uno escribe y promociona y explica de qué escribe hasta que ya no sabe por qué ni de qué escribe, qué fue de aquello que te quemaba. Lo pienso al quedarme ya solo, cara a cara con lo que queda de sandía.
FE DE ERRORES
En una versión anterior de este artículo se decía erróneamente que Philip Kerr había nacido en 1954. El autor escocés nació en 1956 en Edimburgo.

11.9.14

Tiempo de curar

El nuevo libro de Guillermo Saccomanno marca un regreso al escenario de El Oficinista, pero no intenta un giro hacia la literatura fantástica, sino un uso intensivo de recursos para explorar más hondo en el submundo de lo real. En Terrible accidente del alma, el juego de identidades, duplicidades y espejos deformantes llevan adelante una desgarrada introspección sobre una escenografía distópica. En esta entrevista, Saccomanno cuenta el origen de este libro, distinto aun dentro de su propia producción, habla de la fe de los perdedores, las deudas que contrae el escritor y el sentido –si lo tiene– de seguir escribiendo

Guillermo Saccomanno, autor argentino de Terrible accidente del alma./pagina12.com.ar
 
Portada Terrible accidente del alma de Guillermo Saccomanno

Lo alto y lo bajo. La carne y el espíritu. El cuerpo y el alma. Lo real y lo distópico. El barro y la pureza. Las dualidades están cómodamente instaladas de arranque en el nuevo libro de Guillermo Saccomanno. Los personajes y fantasmas que lo habitan y, por momentos, lo desbordan, se preguntan dónde estaba Dios cuando te fuiste, piensan en la fe y la salvación, en lo sagrado y lo sublime mientras se hunden en el sexo más abyecto. Creen a ultranza que el alma duele más que el cuerpo, pero no dudan en encarnizarse en el cuerpo de los otros, o en el propio. Y maltratan su alma, y pierden su alma para buscarla en el corazón de los otros, y ensucian su alma sólo para purificarla mejor. Dualidades y contradicciones, de eso hay aquí en abundancia. Inmediatamente se puede agregar otro par aparentemente ajeno a los anteriores: cuento y novela. Terrible accidente del alma es a la vez una novela y un conjunto de relatos autónomos conectados entre sí. Esto tampoco es muy decisivo: la circularidad, la persistencia obsesiva de los nudos del relato, el tono fuerte de tango apocalíptico, arrasan con lo que se le ponga por delante. Si alguien golpeara a las puertas del libro con las preguntas anotadas en un papelito (¿esto es una novela? ¿Cuál es el género? ¿Se trata de literatura fantástica? ¿Está usted cultivando la ciencia ficción o explorando las posibilidades de los géneros menores no tan menores?), un ogro amable, antes de decapitar al curioso, le diría: rajá, turrito, rajá. Fuera de bromas: ya no hay que dar muchas explicaciones, ni técnicas ni teóricas, alrededor de estos formatos cada vez más frecuentes en la narrativa contemporánea. Adiós a la linealidad de la novela clásica pero también adiós a la eficacia y el carácter cerrado de los cuentos tradicionales. Los escritores entienden con creciente lucidez que escribir se trata de abordar desafíos complejos que permitan la variedad formal y también algo experimental. El escritor avanza con un texto que no sabe si va hacia el relato, la nouvelle o la novela larga. Mientras escribe, hilvana y conecta. De las conexiones, surgen nuevas posibilidades narrativas, un rumbo se tuerce o se encuentra un atajo, un sendero. Otro puede ser abandonado. El sentido no es, entonces, hijo del cálculo previo o la planificación. El sentido puede ser hijo del caos, del desconocimiento, del misterio. O del sinsentido. El sentido, en las nuevas narrativas, no desvela a los narradores. Lo que no significa que éstos sean meros contadores que avanzan enceguecidos sin saber a dónde van. Se trataría de un equilibrio: no agotar el sentido antes de tiempo. El no sentido, la falta de sentido, sería no preguntarse hoy para qué traer otro libro al mundo que no sea hijo de la inercia, del encargo o de la costumbre. Entonces, la ausencia de la pregunta por el sentido de un libro deja en evidencia la más radical pregunta por el sentido de la literatura, por el sentido del hecho de escribir.

Saccomanno a mano

Aunque no lo parezca a primera vista porque hace rato que Saccomanno nos tiene acostumbrados a ser “la aplanadora del rock” de la narrativa argentina (desde La lengua del malón a Cámara Gesell, pasando por El Oficinista), este libro está plagado de cuestiones metaliterarias y preguntas que provienen del limo más profundo de la literatura. Del alma de la literatura. Cuestiones que sin embargo no interfieren en el deslumbrante tono hipnótico y acerado que encabalga la lectura. Saccomanno dirá en algún momento que no tenía mucha idea acerca del sentido de lo que estaba escribiendo. Que finalmente, en el pasaje a la computadora (ya hablaremos de la escritura a mano) fue emergiendo un hilvanado, algo que estaba en el aire del texto y que finalmente acomoda la trama. Pero que eso, francamente, no es lo más importante.
Cuenta que no escribió este libro en el orden que indica el índice. Pero que también, olfateando, avanzando, sabía lo que estaba haciendo. Y lo que no estaba haciendo también. “Bueno, uno no está siempre conforme con cómo es. A mí me gusta ser como soy cuando escribo. ¿De dónde viene todo esto? No sé. Este libro no lo hice yo solamente, y no quiero con esto entrar en la new age. Hablo del alma y de la fe”, aclara. “La fe es el último recurso del perdido. Todos sabemos que estamos perdidos. Citando a Lenin: somos muertos de vacaciones. Cuando hablo de la fe sé que suena raro, pero no es autoayuda, no tiene que ver con eso, no voy a transmitir una experiencia de lo que me pasó como para señalar un camino de sanación. Creo que consiste en la relación de uno con el Todo. Vinimos a este mundo vaya a saber por qué, o sin quererlo, pero si no lo vas a mejorar, no vengas a destruirlo más. Si la literatura no habla de esto no sé de qué vamos a hablar.”
Unos años atrás, Saccomanno había ganado el Premio Seix Barral e iba a viajar a España a recibirlo. Lo había recibido por El Oficinista, una novela que con esta nueva entrega comparte cierto clima de ciudad tecno medieval saturada de signos distópicos. Un escenario de helicópteros, lucha entre guerrilla y milicos, lluvia ácida, perros clonados, prostituciones indecibles, ciudadanos ateridos con el diablo en el cuerpo y en el alma. Pero entonces sufrió el embate de una enfermedad súbita. Un golpe al cerebro (¿nombre científico del alma?); en criollo, una meningitis. Estuvo muy mal y se fue recuperando. Sufrió una hospitalización de película. O de libro. Salió a flote. Finalmente, viajaría a España, esta vez para la semana de Gijón, en julio de 2012. Y ahí, empezó a escribir una novelita corta que se convertiría en uno de los capítulos de Terrible accidente del alma, un capítulo llamado “Hotel Pathos”, que aunque suene a invención, así se llama el hotel de Gijón donde estuvo alojado.
“Dos deudas tiene este libro” recuerda Saccomanno. “Una con el médico joven del Hospital Interzonal de Mar del Plata que me sacó adelante, Mauricio Tomei. Yo tenía miedo de haber sufrido un ACV, sobre todo por la herencia de mi padre. Después me enteré de que los médicos y las enfermeras habían dicho que había riesgo de que no pasara de esa noche. Era verano, el hospital estaba colapsado por el fin de año, los turistas. Me habían trasladado de Gesell para hacer los estudios y entré a la sala de terapia de guardia. Pedí mi cuaderno, mi diario, para anotar lo que pudiera registrar. Cuando lo tuve empecé a anotar. Miraba mi letra y eran unos garabatos, vista hoy no la reconocería. Pero sabía que escribiendo iba a poder recordar. Tenía momentos de conciencia. El diagnóstico fue una meningitis. Este médico dijo: ‘Yo no lo derivo porque no tengo la historia clínica’. Me tocó estar en un lugar donde había gente con los estados alterados. Creía que iba a repetir la historia de mi padre, y yo con un hijo chico. Yo quería volver a Gesell, pero después de una semana aproximadamente me trasladaron al Hospital Alemán de Buenos Aires. La segunda deuda de este libro fue con Juan Boido, que hizo muchas gestiones para lograr este traslado y después me regaló uno de esos cuadernos con tapa pulp, pero que trae hojas en blanco, no es un adorno sino que se lo puede usar de libreta. Cuando vi el cuaderno le dije que iba a usarlo para escribir una novelita y que cuando la terminara se la iba a regalar. Tiempo después finalmente fui a España. y me alojé en el Hotel Pathos de Gijón. En la esquina estaba un puticlub llamado Privé. Entonces ahí en Gijón escribo la novelita que transcurre en esos lugares y en un bosque, como un cuento que empieza con el famoso Había una vez...”.
Con tantas vicisitudes, traslados y viajes, los cuadernos y libretas llevaron naturalmente a adoptar la escritura manuscrita. Con la letra ya más reconocible. Y en este fluir de la mano y la conciencia, Saccomanno fue descubriendo algo del orden de la creación poética y de la fluidez. Cabe aclarar que en los últimos años Saccomanno se ha dedicado con vértigo y pasión a la poesía. A leerla y escribir sobre ella. Y, entonces, volviendo a lo del sentido o sinsentido del comienzo, Saccomanno señala:
“Fui escribiendo sin detenerme en el sentido. En el último cuento intento articular la trama, como algo que pasó en la mente enferma o afiebrada de un escritor. Pero ésa es una explicación falsa del sentido. En realidad es la creación de un poeta. ¿Esas palabras me son dictadas? Es el libro más misterioso para mí mismo de los que haya escrito”.
Y una anécdota (que luego aparece colada y filtrada en el final del libro) para redondear el aspecto hospitalario de esta narración. Se sabe que en los hospitales merodean la desesperación, la muerte, la salvación y Dios. Y si Dios ha muerto o desertado, nos queda la fe, o la falta de fe (en un pasaje de la novela, un personaje piensa: “Sin embargo, aunque Dios ha muerto no podemos olvidarlo”. Frase clave). “En el hospital yo habría querido tener una Biblia para leer el Eclesiastés –recuerda Saccomanno–. Una mañana veo que entra un pastor, un muchacho joven, moreno, bastante parco en los gestos, y va recorriendo cama por cama. Cuando se acerca le digo: ‘Vanidad de vanidades’. Me preguntó si era lector de la Biblia, y si podía ayudarme. Yo le pregunté si podía decirme qué había tenido. Ahí él me dijo: ‘Tuviste un terrible accidente del alma’. Y entonces, una de mis hijas que estaba ahí presente, sabiendo la que se venía me gritó: ‘¡Papá, dejá de hacer literatura!’”.

Al sur del realismo

Terrible accidente del alma se instala en el imaginario urbano distópico de El Oficinista. En esa ciudad, el “chico”, hijo de un oficinista, escapa de la casa y en la calle, además del infierno, encuentra al enano, un filósofo de café algo romántico pero, siguiendo la línea de dualidades permanentes del libro, asesino impiadoso, mercenario de cuerpos y traficante de almas. El chico se inicia a la vida bajo la guía del enano, pero no quedarán las cosas muy tranquilas ni románticas. A partir de ahí, la novela se convierte en una feroz proliferación de dobles, falsas identidades, una conciencia torturada por su otro, palimpsesto y pesadilla de espejos. Hasta la ciudad urbana a ultranza tiene su réplica en una ciudad del sur con pozos petroleros, mineros en huelga salvaje y prostitución a full: la Ciudad del Fin del Mundo. Hay un bosque, y el bosque replica en el mar y al final todo termina en un Hospital que contiene y replica todo el sufrimiento del mundo, de las ciudades y de la mente. No todo fue un sueño, pero sí una pesadilla.
Es evidente que no estamos frente a una novela realista. Pero es también bastante simple y claro que no estamos en el territorio ni en los paisajes de una novela ajena a lo real. Por utilizar un término caro a los postulados programáticos de Carlos Correas, hay un intento por lograr un efecto corrosivo que sea perforante de lo real; si se quiere, un más allá del cross a la mandíbula que no sea otro mandoble sino un efecto total, una conciencia total en busca de una lectura totalizante. ¿Qué totalizar? ¿La angustia? ¿El dolor? ¿El deseo? Ya se sabe: la enfermedad puede ser vehículo de dolor y sufrimiento. El dolor del alma, más intolerable que el dolor del cuerpo. En Terrible accidente del alma importa que la experiencia sea total: total sensación, total angustia, total anestesia, total existencia. Y será por eso que la búsqueda es siempre a dos puntas, exhaustiva: por abajo y por arriba, por lo sublime y abyecto, por el goce y el sufrimiento. El sexo, aquí, es siempre perforante. Y descomunal. Se coge con desmesura y la desmesura mata. Y se mata con desmesura shakespeareana. Fluye la sangre a borbotones. Se desgarra, se decapita, se degüella. Y cuando todo termina en un viaje vertical hacia los confines del alma, todo vuelve a comenzar.
No es un libro ni optimista ni pesimista, probablemente porque no está basado en valores morales desde los cuales se juzga o prejuzga. Pero sí es un libro nihilista porque parece creado de la nada. Desde el fondo de una herida absurda que es el origen no buscado de la vida. Nace del misterio de la vida como desgarramiento. Por eso es un libro que trata de la fe, aunque no necesariamente sea un libro religioso y el pastor que aparece hacia el final sea más bien timidón.
Y un poco entreverados en todo esto –no hablamos de él para no repetir– aparecen los ineludibles Roberto Arlt, Erdosain, los oficinistas, los perdedores que se aferran a una fe en la que ni siquiera terminan de creer, los crucificados de clase media, los fracasados. Saccomanno cree que si hay un libro de Arlt que le puede servir de referencia para Terrible accidente del alma, es El criador de gorilas, o sea, un libro exótico en el universo del propio escritor. Como venido de otra parte.
Y al final y como siempre –oh, Kafka– hace su entrada el padre.

El buen sentido

“El temor a repetir a mi padre en la enfermedad estaba desde el comienzo. La muerte del padre es la muerte de Dios –piensa Saccomanno–. En el fondo el escritor es el hombre de fe. Kafka dice: la escritura es mi religión. A esta altura creo que ya no puedo vivir sin escribir. Veo y oigo historias por todas partes. Y veo que a diferencia de otros de mis libros, esta novela no tiene retorno. No puedo retrocederla, no tengo más allá.”
Acerca de lo real –la novela realista o fantástica sobre lo real– Saccomanno cree que en este libro no inventa nada, no en el sentido de que haya tomado las historias del mundo tal como lo conocemos, sino que son “fábulas de lo colectivo, y que el escritor las capta en el sentido en que Alexander Kluge dice que el escritor, o el artista, es un sismógrafo. Desde la literatura fantástica se puede contar la realidad, pero no la abarca del todo. Tampoco el realismo. Hay que buscar captarlo todo desde un punto de vista que no haga distinciones, ni géneros. Yo sentí que entraba en un terreno de libertad absoluta y que eso me lo daba el comic, algo que yo hice y sigo haciendo. En El adolescente de Dostoievski hay un sinfín de tramas y subtramas que se lo daba el folletín. Yo sentí una compulsión a escribir esto, no me guiaba una intención de género o de literatura fantástica. Me había pasado ya con El Oficinista y el comic. Pero yo no tengo prejuicios ni con la historieta ni con los géneros literarios ‘menores’. Que te sirvan para avanzar. Y buscar. Encuentra bello todo lo que puedas, le dice Van Gogh a su hermano Theo. ¿Qué clase de belleza puedo encontrar en gente tirada en la calle, o en los cuerpos deformados? ¿Qué clase de belleza puede haber en el mal? Es evidente que la belleza no es la de las revistas satinadas, de la decoración. Otra vez el sismógrafo: hay que registrarlo todo. Tal vez la famosa función de la literatura sea inspeccionar estas zonas de la realidad. Tal vez el lector no vaya a ser el protagonista de este libro pero el escritor, el sismógrafo, le dice: no digas que no te avisé”.
En cuanto a la belleza, no es un tema menor en el armado de Terrible accidente del alma, ya que aparentemente cultiva el “feísmo”, la truculencia, el mazazo en la nuca, pero el sismógrafo también capta otras señales. Puede leerse en “El chico y el enano”, primer relato del libro: “La belleza no consiste en lo que uno ve sino en la forma que lo ve. Todo depende de los ojos con que veamos. El gusto es un sentimiento difícil de cultivar en estos tiempos. A todos les resulta más fácil repudiar la calle, sus escenas, considerarlas nauseabundas. Pocos saben ver la calle de otro modo. Hay que ver con detenimiento el estallido de un helicóptero, ese segundo en que parece un pájaro de fuego descuartizado. Hay que detenerse en la variedad actoral de las últimas expresiones de los muertos diseminados por toda la ciudad. No todas son expresiones de sufrimiento”.
Y entonces, finalmente, se acepta que hay algo de belleza según se la mire pero ¿hay algo de sentido, un sentido?
¿Tiene un sentido seguir escribiendo? ¿Tuvo un sentido alguna vez?
“Escribo por necesidad –dice Saccomanno–. Por necesidad y urgencia. A esta altura me siento en condiciones de escribirlo todo, de escribir cualquier cosa. Pero creo que hay que escribir en contra del oficio, en contra de la carrera.”

4.9.14

Lee Child gana el RBA de Novela Negra

El autor británico consigue el galardón por la novela Personal, parte de la saga de Jack Reacher

Lee Child, autor británico, ganador del Premio RBA de Novela Negra./elpais.com

El autor británico Lee Child (Conventry, 1954) ha ganado el VIII Premio RBA de novela negra fallado este jueves en Barcelona con su novela Personal, parte de la saga de Jack Reacher. El jurado, formado por Soledad Puertolás, Lorezo Silva, Antonio Lozano, Paco Camarasa y Joaquim Palau, ha valorado "su pulso narrativo y el conocimiento del trasfondo real de los servicios de inteligencia". Child, cuyo verdadero nombre es Jim Grant, empezó a escribir a los 40 años, cuando perdió su puesto de trabajo en el mundo de la televisión, donde era directivo. El autor debutó con Killing Floor (1997) galardonada con los premios Barry Award y Anthony Award al mejor debutante.

La serie de Jack Reacher, ese ex policía militar, hijo de militares, vagabundo superdotado, adicto al café desde los cuatro años, mercenario de cuerpo imponente y amante de la violencia como medio de venganza se compone de 19 libros y ha vendido cerca de 60 millones de copias en todo el mundo. Child, que escribe un historia al año aunque eso sólo le lleva seis meses, defiende sus obras como libros también para mujeres a pesar de toda la violencia y la testosterona que desprenden. "Reacher no está interesado en la gente débil, por eso construyo personajes femeninos y competentes, que pueda tratar de tú a tú. Adoro a las mujeres", ha asegurado desde Nueva York poco después de recibir el premio.


En el alma humana existe la necesidad de sentirnos protegidos y no sé si es coincidencia o no pero mi carrera cogió ímpetu después del 11-S

Lee Child

"Me parece curioso que la gente le considere un héroe americano. No es correcto. La tradición de Reacher nos lleva a la historia medieval y tiene muchísimos años por detrás", ha defendido al ser preguntado por el personaje. "En el alma humana existe la necesidad de sentirnos protegidos y no sé si es coincidencia o no pero mi carrera cogió ímpetu después del 11-S", ha añadido para resaltar la figura del caballero andante que puebla sus novelas. El autor señala algunas diferencias con su protagonista. "Me declaro completamente contrario al ejercicio físico. Soy fuerte sin necesidad de machacarme en el gimnasio", ha asegurado sin asomo de sonrisa tras ser preguntado por su aversión al deporte, muy al contrario que esa bestia de la naturaleza que recorre el mundo en sus novelas. Especie de samurái caído en desgracia, Reacher tiene dos grandes ventajas para Antonio Lozano, miembro del jurado: es un killer analógico y no se psicoanaliza. Soldado de fortuna, políglota, solitario y que no bebe alcohol, Jack, qué nombre iba a tener si no, es un vengador al más puro estilo americano.

Lector voraz, gran narrador, provocador vocacional, Child, que vive en EE UU desde 1998, comparte con Reacher ese gusto por solucionar las cosas de manera directa, algo que aprendió en la violenta Birminghan en la que creció. Más paradojas aparentes resueltas de un plumazo. ¿Cómo un admirador de Chandler y Christie escribe thrillers comerciales tan alejados de ellos?  "No hay ninguna contradicción en que sea fan esos escritores tan clásicos y haga thrillers porque soy un admirador de cualquier cosa que se haga bien, y ellos lo hacían muy bien", ha afirmado impertérrito, con el mentón apoyado en sus manos y la mirada fija. Child, que no tiene ningún problema con la naturaleza comercial de sus libros, asegura siempre que tiene oportunidad que no va a pedir perdón por lo que escribe.


Lector voraz, gran narrador, provocador vocacional, Child, que vive en EE UU desde 1998, defiende a ultranza el carácter comercial de su obra

RBA ha publicado en España El camino difícil, Mala suerte y Un disparo. Esta última fue adaptada al cine en 2013. A tenor de las declaraciones del propio autor, el éxito de la película, protagonizada por Tom Cruise, cambió poco su vida. "No creo que eso suponga ningún cambio para mí. ¿Qué va a pasar? ¿Voy a ganar mucho dinero? Ya soy millonario, así que —en todo caso— sería un poco más millonario” comentaba en una entrevista en EL PAÍS poco antes del estreno del filme. El ganador recibe 125.000 euros y la publicación de la novela en la serie negra de RBA. Personal parte de un atentado fallido contra el presidente de Francia, sólo tres asesinos en el mundo pueden hacer un disparo así desde esa distancia y uno de ellos es John Kott, que terminó en la cárcel por culpa de Reacher años atrás.

El pseduónimo tiene una historia detrás. Lee viene de una broma familiar y Child está deliberadamente elegido para aparecer en las estanterías de las librerías entre Raymond Chandler y Agatha Christie.

Los otros ganadores de este premio han sido Arnaldur Indridason, Michael Connelly, Francisco González Ledesma, Andrea Camilleri, Phillip Kerr, Harlan Coben y Patricia Cornwell.
Elogio de la bestia literaria, entrevista con el autor, por TONI GARCÍA (2013)

3.9.14

M. A. West, un escritor tan desconocido que nunca existió

Alexis Ravelo asume la autoría de El viento y la sangre, atribuida al falso autor estadounidense

El escritor Alexis Ravelo, creador de M. A. West. / Quique Curbelo./elpais.com
“Acaso por su propia tendencia al anonimato, Martin Aloysius West es uno de los grandes olvidados de la novela negra norteamericana”, comienza la reseña del autor de El viento y la sangre (Navona, 2012). Tan anónimo que no existió. Ni existió ni escribió la obra. Su autor, Alexis Ravelo, escritor galardonado este año con el premio Dashiell Hammett, proponía con su publicación un juego en el que el escritor, la procedencia y su biografía eran inventadas. “El culto a la personalidad, herencia del romanticismo, a veces hace que el texto pierda el valor”, concede. “En ocasiones las etiquetas son un lastre, como una celda”, afirma. Y concluye: “Ha sido una máscara para demostrarme que no soy un escritor canario, español o calvo, sino, sencillamente, un artesano, un escribidor”. Así nació M. A. West que, por cierto, nunca más volverá a escribir.
La novela, supuestamente editada en 1950, fue “rescatada del olvido” en 2013 
El viento y la sangre era hasta esta semana una novela pulp firmada por Martin Aloysius West, escritor estadounidense nacido en Cincinatti, publicada sobre 1950 y caída en el olvido. “La encontré tras un gran trabajo de investigación”, le dijo el escritor Alexis Ravelo a Pere Sureda, de Navona Ediciones. “Puede valer para la colección de novela negra”, sugirió. Sureda, reputado experto, la leyó y se la “tragó”, reconoce. Devolvió la llamada y Ravelo le dijo que se había inventado la biografía de West, sus referencias bibliográficas y los diez trabajos más que supuestamente tenía publicados el estadounidense; que la pieza no se había escrito en Estados Unidos, y que la traductora, la periodista Thalía Rodríguez, era cómplice de la trampa. La novela se escribió en Las Palmas de Gran Canaria en 2012 y su autoría era de quien le hablaba. Sureda dudó. Se enfadó unos instantes y admitió el mérito: “Juguemos a lo que quieras jugar, Ravelo”, le dijo.
El juego, cuenta su autor, nació de un “ejercicio de estilo” y se convirtió en un reto que intentaba poner la lupa justo encima del texto, olvidando el nombre de un desconocido autor estadounidense de mitad del siglo pasado. Cansado de ellas, trataba de eliminar etiquetas. No es un juego nuevo: algunos otros, entre ellos Boris Vian con heterónimos como el de Vernon Sullivan, ya lo hicieron antes. “Es un pecado que quise cometer”, dice Ravelo. Se trata de quitarse de encima el peso de haber nacido en un lugar y pertenecer a una generación. “Lo complicado es crear desde otra cabeza, con las limitaciones que da su ubicación geográfica e histórica, personajes que fueran reales”, expone.
El viento y la sangre se sigue vendiendo en las librerías con un goteo intenso y continuado. Navona ha recibido comentarios y buenas críticas de una obra que sorprendía por su método, por su estructura clásica, “canónica” hasta el extremo, como dice el autor. Por fugarse de las manos de forma trepidante entre personajes descritos de forma prolija y casarse con la lógica más sangrienta y por el diálogo directo como un tiro en la sien. “Después de ser cómplice del autor, se la pasé a grandes expertos y amigos que me devolvieron con un aplauso esta obra sin saber que su autor era canario, consternados por no conocer a M. A. West”, dice Sureda. La obra es la segunda de una colección, Navona Negra, en la que se encuentran apellidos como Chéjov o Dürrenmatt.
Quería volver a dar la importancia al texto, no al nombre y las etiquetas que lo acompañan
Alexis Ravelo, creador de M. A. West y autor de El viento y la sangre
La novela desprende crudeza y en ella Ravelo se puso la careta de West para viajar hasta los años 50 en Estados Unidos, en Dakota del Sur y escribir como si hubiese nacido en 1927 en Ohio. Sus personajes de una forma u otra salen de la periferia de Chicago para encontrarse en Marksonville, una pequeña ciudad que sirve de escenario para explícitas escenas de sexo y mucha violencia en una trama en la que se deja ver la evidencia de un sistema corrupto y en el que la mafia tiene un peso determinante.
M. A. West, decía su falsa biografía, era un tipo en apuros económicos, con muchos hijos, que escribía para completar un sueldo que le permitiera sobrevivir. Cuando Ravelo comenzó a escribir la historia tenía “la nevera muy vacía y el corazón muy lleno”. Dos años después, se conoce su autoría y en ellos ha recogido el premio Getafe Negro, por La última tumba (2013), y el Hammett, por La estrategia del pequinés (2014). En unos días parte hacia Córdoba, Argentina, para participar en el encuentro internacional de novela negra Córdoba mata, y en el horno ya cuece su último trabajo, que saldrá en unos meses. Acostumbrado, y aún apabullado por sus propias escenas de sangre, Alexis Ravelo ha matado de un tiro a M. A. West. Un tiro limpio y pulcro. “Es impresionante el mérito”, dice Sureda, y remata en alusión a las dificultades que atravesaba el escritor: “Es una forma de salir al mundo. De decir que las etiquetas y el origen, a veces, son una condena”.

2.9.14

A Agatha Christie también le gustaría

La primera secuela de Hércules Poirot autorizada por los herederos de la escritora británica llegará a las librerías de 50 países el 9 de septiembre, editado en 30 lenguas

La escritora Agatha Christie. / Bettmann/elpais.com

¿Quién no volvería a una noche con su primera novia? ¿Quién no se introduciría en un escenario conocido y daría vida a unos personajes como Poirot o Marlowe, que tanta compañía le hicieron? La tentación es grande. Pero para el último supuesto esta ha de luchar contra los derechos de los herederos de Agatha Christie y de Raymond Chandler. Eso ha conseguido que la marca Poirot y la marca Marlowe aún signifiquen algo. El experimento funcionó con John Banville en una apuesta más arriesgada que la de Christie, ya que al manierismo de Chandler se le unía el de su detective. En las novelas de Hércules Poirot la sensación es que el estilo es invisible, que toda la afectación y excentricidad recae en la trama y en el detective belga más famoso de todos los tiempos. Pero tampoco era tarea fácil.
Sophie Hannah pone el acento en el Hércules Poirot vanidoso y romántico
A mediados de los 70 un hogar español de clase media con hijos en bachillerato no era nada si no tenía el Mediterráneo de Serrat, el álbum rojo de los Beatles y una pila de libros de Agatha Christie editados por Molino. Luego, los sabihondos te dijeron que Agatha Christie era, a lo sumo, una mediocre escritora. Vaya por Dios. Pero le debías muchas horas de lectura ensimismada y tu primer contacto con la literatura popular. Esos libros de Molino se compraban en quioscos, se prestaban y heredaban. Solucionaban y sanaban el daño que habían hecho todos aquellos libros juveniles de niños pera con o sin perro que no eran sino un plan maquiavélico para que dejaras de leer. Las novelas de Christie eran la señal de que ya leías otras cosas. Sabías qué buscabas en cada libro y siempre lo encontrabas. Más allá de las tramas, del carisma de sus investigadores, lo que te embargaba era la sensación de orden. Todo funcionaba en un mundo que uno asimilaba con lo británico, es decir, con lo civilizado. Asesinar y ser asesinado a lo Christie no dejaba de ser sino otra expresión de ser educado. Al finalizar el partido, el asesino se acercaba a la red, daba la mano al detective y a los lectores y se iba a la Torre de Londres veinte años. Querer volver allí en 2014 tiene algo de arcádico e ingenuo en un mundo del crimen literario caótico, sobreactuado, grotesco y tan poco respetuoso con la justicia y, especialmente, con las víctimas. Uno tenía la sensación al leer a Tía Agatha de que necesitaba un jerez y unas vacaciones en España en las que conociera a un torero (que mataría en la siguiente entrega). Con muchos de los escritores de negra de hoy en día, uno tiene la sensación de que necesitan ver menos tele, un pabellón de psiquiatría a su servicio y que la policía investigue el disco duro de su ordenador.
Sophie Hannah (Manchester, 1971) es la autora de la primera secuela autorizada de las aventuras de Hércules Poirot, Los crímenes del monograma (Espasa). La elección de Hannah recaía sobre una prestigiosa y popular escritora además de fan confesa de Agatha Christie. Su éxito le ha venido de novelas de investigación criminal como La cuna vacía, Matar de amor o Mala madre.
La acción de Los crímenes del monograma se sitúa en 1929
Hannah ha sido respetuosa con casi todo. La acción de Los crímenes del monograma acontece en 1929, en la época en que Christie no publicó ninguna novela. No resucita al detective belga, al que su autora finiquitó de un ataque de corazón en Telón, en 1975. Tampoco modifica a Poirot. Acentúa eso sí, su carácter reflexivo, metódico, vanidoso y tremendamente romántico, sector solterón otoñal. Tres personas han sido asesinadas casi al mismo tiempo en tres habitaciones del hotel Bloxham en Londres. Los cadáveres se hallan dispuestos de modo idéntico en el suelo y tienen un gemelo con unas iniciales en la boca. El enigma de la habitación cerrada multiplicado. La lectura es amena, la intriga funciona y es que el libro está escrito por una escritora y no por una juntapalabras. El talento de Hannah no se ve reprimido por personaje, ambiente y desarrollo de la trama. Muy al contrario. Y cuando ha de dar lo suyo específico, lo hace —en una decisión muy acertada— creando a Edward Catchpool, detective de Scotland Yard, que es quien relata la historia y quien tiene el cupo de ironía y sentido del humor —junto a la camarera Fee Spring, otro hallazgo— de la novela. Algo que sorprende, cuando en el resto de novelas negras de Hannah el humor estaba desterrado, muy al contrario de su poesía, donde lo maneja con maestría.
Los crímenes del monograma te reconcilia con el subgénero, gustará a los seguidores de Poirot y, casi con toda probabilidad, a su creadora. Aunque quizás esta le achacara su extensión y el modo en que desarrollan, piensan y hablan sus personajes, que lo hacen —más en el fondo que en la forma— con nuestra psique y verborrea. Pero eso son decisiones de Sophie Hannah. Decisiones de autora.
Carlos Zanón es escritor. Su última novela es Yo fui Johnny Thunders (RBA).