26.9.11

Novela negra 'made in China'

"Este escrito tiene mucho de novela china. Pero por otro lado es una novela inglesa. Escribir en una lengua que no es tu lengua materna es fascinante. Es todo un proceso de descubrir una nueva lengua", explica Wei Lang
Diane Wei Lang. Autora china de novela negra, La casa del espirítu dorado. foto: Ediciones Siruela.fuente:lavanguardia.com

"China es el futuro". Es el lema del momento. Cada pedazo que nos llega de Oriente es un valor en alza. No podía faltar en la larguísima serie de pujanzas la novela negra made in China. 'La casa del espíritu dorado' (Siruela) es el tercer caso de la detective Mei Wang, de 33 años, soltera, afincada en Pekín. El nuevo Pekín. Su autora, Diane Wei Lang es china y escribe sobre su país, pero en inglés y desde Inglaterra. No made in China del todo. Pero casi.

"Este escrito tiene mucho de novela china. Pero por otro lado es una novela inglesa. Escribir en una lengua que no es tu lengua materna es fascinante. Es todo un proceso de descubrir una nueva lengua", explica Wei Lang. "No es un género, el policiaco, que existiera antes en China. Porque necesariamente en estas novelas muestras el crimen y la corrupción del país, y ahí chocas con el 'establishment' gubernamental". Como siempre, la urbe será el foco de infección. La personalidad. 'Un personaje más', por usar una expresión requetehecha. Ese turismo extraño que piden los lectores de novela negra, que quieren conocer ciudades con el condimento culpable de unos muertos, de unos abusos, unos secretos.

"Pekín es muy similar a lo que pueda ser una ciudad cosmopolita occidental. Pekín es una ciudad muy complicada. Se mueve constantemente. Podría ser como Nueva York". 'El ojo de jade' y 'Mariposas para los muertos', sus dos novelas anteriores, también indagaban en turbiedades de la capital china y en sus ajetreos. "Las dos tenían más conexión con el pasado de China y con la 'Revolución cultural'. En ésta me centro más en el presente, en la etapa post-olímpica del país".

La bella escritora participó en los años 80, cuando asistía a clases en la Universidad de Pekín, al movimiento democrático estudiantil. Estuvo en las míticas Revueltas de la Plaza de Tian'anmen (también llamada 'Puerta de la Paz Celestial') de 1989, contra la opresión de la República Popular de China. Más tarde se fue a vivir a los EEUU, y después al Reino Unido. Reside en Londres.

Mira hacia su pasado en China: "Cuando eres joven piensas que vas a cambiar el mundo. Fue un tiempo muy excitante. Millones de personas se movilizaron y cruzaron a China para apoyar el movimiento", y considera: "Muchos de mi generación queríamos irnos de China. Y la mayoría de los que se fueron han vuelto. Pero para un escritor vivir en ese país es más complicado que para una persona normal. A mí, personalmente, me gustaría ir más a China de lo que voy. Pero es un lugar muy restrictivo, donde los escritores no están en libertad. Las restricciones son más políticas que económicas. Si te dedicas a hacer buenos negocios, estarás bien y en paz. Pero si te dedicas a escribir libros puedes ir a la cárcel".

¿Contempla nuevas revueltas exigiendo más derechos?: "Yo no veo una revolución a corto plazo en mi país. En esta China desarrollada las generaciones nuevas, de jóvenes, están más contentas y saciadas. Son unas circunstancias muy diferentes", explica la creadora de la sabueso Mei Wang. "En cierto sentido sí se puede decir que hay un culto al dinero mayor del que pueda haber en EEUU. Mi protagonista no está dentro de ese culto. Tiene otros valores. Pero en cierto modo, sus familiares podrían decir que está como en una burbuja". Una clásica estampa: el detective, en su burbuja moral, que mira con melancolía su ciudad corrupta. La ciudad del futuro, en este caso; para mayor melancolía. No made in China. Pero casi.

15.9.11

Retomando la senda

De Suecia, del frío, llega la tercera novela policial de Asa Larsson, relacionada con las anteriores, pero que puede leerse en forma autónoma. La senda oscura vuelve sobre los juegos del poder y personajes femeninos bien delineados e insinúa un debate sobre el uso de la política como telón de fondo
Asa Larsson, la autora que viene del frío.foto.fuente:pagina12.com.ar

Estamos ante la tercera parte de una nueva saga de novelas de suspenso con los helados escenarios de Suecia como marco para la acción. Un hecho curioso, ya que tanto el inspector Wallander, criatura del sueco Henning Mankell, que desde varios años atrás encarna una exitosa serie televisiva, como la otra famosa saga sueca, Millenium, del malogrado Stieg Larsson, parecían acontecimientos excepcionales. En este caso la autora es Asa Larsson, que con sus dos libros anteriores, Aurora boreal (llevada al cine) y Sangre derramada, ha tenido gran éxito de público a todo nivel. A ambos relatos les fueron otorgados los máximos premios del género novela negra dentro de Suecia. Pero es importante aclarar que, si bien hay continuidad en la trama y en la historia de los personajes (todos reaparecen en La senda oscura), también hay independencia y total autonomía entre los diferentes volúmenes: es decir que no es necesario haber leído los tomos anteriores para comprender lo que ocurre aquí.

La sangre aparece enseguida, aunque sea extrañamente poca, aunque ya esté seca. Y el metro de hielo sobre el lago Torneträsk sobre el cual se apoya la cabaña de pesca donde ocultaron el cuerpo no alcanza para quitar temperatura al hecho de que esa hermosa mujer haya sido asesinada. El desarrollo de la trama, la investigación que llevan a cabo juntas la inspectora Mella y la fiscal Martinsson, el perfil de cada uno de los personajes investigados, tan diferente uno de otro, tan convincente cada uno en su personalidad, en su aspecto físico y en su historia personal, que Larsson intercala con los hechos presentes, alimentan nuestra ansiedad por saber, víctimas del suspenso, hasta la culminación que animó el principio.

La senda oscura. Asa Larsson Seix Barral 464 páginas

El deseo febril de poder, de dinero, de admiración, determinó el modo perverso de relacionarse que tienen estos seres –a un nivel profundo sumamente frágiles, víctimas a su vez de carencias afectivas que el éxito no aplacó–. Los rodean "los otros", los testigos necesarios a los que quieren seducir, impactar o destruir, los que habitan la periferia de la lucha entre ellos mismos, la que los ata sin remedio y finalmente les quita lo que creyeron que eran cuando sólo lo tenían.

Pero un comentario sobre La senda oscura no puede agotarse aquí, en el hábil manejo que la autora hace de la ficción. Porque paralelamente a su anécdota aparece un tema (el de la minería) que resulta muy relevante para nosotros como argentinos, como país en vías de desarrollo, como integrantes de una región en la que los recursos no renovables del suelo, el agua y la vida, humana y animal, están gravemente amenazados por los intereses económicos de las corporaciones mineras internacionales. A poco de comenzar el relato y a medida que va surgiendo su escenario dramático, la autora dice a través de un personaje: "Los países pobres no se atreven a hacer leyes a favor del medio ambiente que puedan espantar a los inversores extranjeros. Así que (los inversores) envenenan las aguas y la gente enferma de cáncer y otras enfermedades incurables (...), colaboran con regímenes corruptos o quizá haya guerras civiles y entonces utilizan a los militares contra la población".

El tema reaparece en la novela y es un eje central de la acción. ¿Deberíamos pensar que el tratamiento que hace Larsson de la intervención de los inversores en la vida política de esos países a fin de garantizar mayores ganancias está en función de dar un buen telón de fondo a su historia? ¿O será tal vez lo contrario? El debate queda abierto a partir de esta nueva y buena novela de Larsson.

13.9.11

La misma sangre

Los casos reunidos de dos detectives legendarios del policial negro como Sam Spade y Lew Archer llevan a discutir la influencia entre sus autores: Dashiell Hammett y Ross MacDonald
''Todos los casos de San Spade'' y ''El expediente Archer'' son los libros de Hammett y MacDonald. fotoilustración.fuente: Revista Ñ

El halcón maltés es la cuarta novela escrita por Dashiell Hammett y, en palabras del autor a su editor Alfred A. Knopf, lo mejor que había escrito al momento de su aparición. Fue serializada entre septiembre de 1929 y enero de 1930 en la célebra revista de narrativa “dura” Black Mask y produjo para su creador un conjunto de beneficios materiales –tres adaptaciones cinematográficas y un pasaje a Hollywood como guionista– que, sin embargo, no deberían eclipsar el verdadero motivo de la estima que el escritor sentía por la novela: en ella debutaba Sam Spade, y con la irrupción del famoso detective privado, Hammett creía por fin haber alcanzado cierta calidad literaria de la que él aún dudaba, a pesar de que hacia 1927 su estilo físico y cortante ya había cosechado elogios, por ejemplo, del mismísimo André Gide.

En comparación con el anónimo y casi amoral Continental Operator que había protagonizado las anteriores El gran golpe y Cosecha Roja, Sam Spade posee la carnadura y la impronta de un héroe clásico, quizá mucho más asociadas a la interpretación que de él hizo Humphrey Bogart en la película dirigida por John Huston que a la propia calidad del texto de Hammett, salpicado de referencias autobiográficas que ofrecen en clave un recorrido sumarísimo por la trayectoria del autor como detective privado al servicio de la Pinkerton entre los años 1915-1922 y cruzado por una parábola existencial que actúa como anticipación de su propio futuro: en la novela, Spade le cuenta a Brigid la historia de un hombre llamado Flitcraft, que rompe lazos con su vida pasada por el simple hecho de haber estado a punto de morir en una circunstancia absolutamente casual. Mandado por el azar, Flitcraft desaparece de su mundo y empieza una nueva vida, algo muy parecido a lo que estaba por hacer el mismo Hammett, que poco tiempo antes de que El halcón maltés se edite en forma de libro, abandona a su mujer y a sus hijas para irse a Nueva York y empezar de nuevo junto a Lillian Hellman, que también era escritora.

El volumen Todos los casos de Sam Spade que RBA editores acaba de distribuir en nuestro país, agrupa El halcón maltés con los otros tres relatos protagonizados por el célebre detective privado (Demasiados han vivido; Sólo pueden ahorcarte una vez y Un tal Sam Spade), escritos entre julio y noviembre de 1932 en circunstancias, como se dijo, de replanteamientos tanto personales como profesionales. Hammett se había trasladado a Nueva York huyendo de su familia, se había gastado casi todo el dinero que había logrado reunir tras su experiencia como guionista en Hollywood, y pasaba sus días bebiendo con William Faulkner y la decadente bohemia literaria que frecuentaba en el sórdido hotel regenteado por otro escritor, Nathanael West, en cuya suite “diplomática” había instalado una especie de estudio. Hellman recordaría en sentidas notas autobiográficas aquellas jornadas de trabajo intenso, en las que su compañero se encerraba a trabajar en forma obsesiva, a veces durante diez o quince días seguidos, casi sin salir a la calle, mientras las cartas de su esposa reclamando alimentos para sus hijas se acumulaban en la oficina de su editor. En las elecciones del otoño de ese año se enfrentaban Roosevelt y Hoover, pero de aquellos tres relatos protagonizados por Spade, donde abundan asesinatos, engaños y chantajes de todo tipo, se desprende que Hammett no abrigaba ninguna esperanza de que su país fuera a transformarse en un mejor lugar para vivir.

Ningún imitador

Veinte años después del debut de Spade, en los inicios de 1949, se publicaba El blanco móvil, primera novela protagonizada por el detective privado Lew Archer, presentado inicialmente como un especialista en divorcios con una habilidad extraordinaria para encontrar personas desaparecidas. Sin embargo, El expediente Archer, que el sello Mondadori pone al alcance del lector en nuestro país, recoge todos los cuentos protagonizados por la creación de Ross MacDonald (seudónimo de Kenneth Millar) remontándose incluso a 1946, cuando aún ni siquiera se llamaba así y andaba hurgando en vidas ajenas bajo el más impersonal nombre de “Joe Rogers”. Si bien en los orígenes de la novelística de MacDonald se encuentran tanto Hammett como Chandler (el primero en un sentido casi literal, puesto que el detective de MacDonald toma su apellido del socio de Spade asesinado en las primeras páginas de El halcón maltés) al creador de Archer le tomará una media docena de novelas encontrar un tono y un estilo propios, que lo alejarán de sus influencias para bien y terminarán por transformarlo en un escritor extraordinario, con un mundo y una sensibilidad perfectamente identificables. A diferencia de lo ocurrido con Hammett y Spade, los cuentos protagonizados por Archer se ubican en los intersticios de un ciclo de dieciocho novelas que, en su etapa final, acumula por lo menos siete u ocho obras maestras ya no de la lieratura policial negra, sino de la literatura a secas. En este sentido, Lew Archer es un personaje mucho más completo y complejo que Spade –tal como lo demuestra el extraordinario perfil biográfico reconstruido por Tom Nolan a partir de toda la saga novelística e incluido en el volumen–, especie de testigo y narrador de un ciclo que se inicia en la noche negra del macartismo y alcanza un bellísimo crepúsculo a través de Watergate y la Guerra de Vietnam. Como consecuencia, los relatos breves de Archer no son desprendimientos sino condensaciones de sus novelas, y por lo tanto contienen, aunque en escala, su misma fuerza poética y narrativa. MacDonald toma el legado de Hammet, eso es innegable, pero el paso de los años le otorga la perspectiva necesaria para fundir crítica y reflexión con un lirismo y una complejidad que el creador de Sam Spade acaso poseía pero no llegó a explotar por completo, tecleando como estaba en el mismísimo ojo de la tormenta. A la muerte de Dashiell Hammett en enero de 1961, John Crosby comentó en el Herald Tribune de New York que las ondas televisivas estaban repletas de Sam Spades de imitación. Por entonces, MacDonald ya estaba muy atareado tratando de mostrar que Lew Archer era otra cosa.

12.9.11

El lenguaje como frontera

"La gran dificultad del trabajo poético es construir un mundo", dice este escritor mexicano que con dos novelas ha logrado una voz singular donde conjuga narcos, inmigración y belleza

Yuri Herrera, escritor mexicano, autor de Los trabajos del reino. foto.fuente: Revista Ñ

Siempre hay un mito de origen. Y el de Yuri Herrera es un cuento que escribió sobre el lunar que tenía un maestro de la escuela primaria. Un lunar que por las noches escapaba de esa cara y cometía crímenes por la ciudad. "En esos momentos sospechaba que inventar historias servía para varias cosas: entretenerse, burlarse, tratar de hablar de un mundo mucho más amplio del que uno alcanza a transitar diariamente", dice ahora este escritor mexicano que, con solo dos novelas, ha conseguido transitar los bordes de ese abismo en el que se convierte el lenguaje. Porque la manera que tiene Herrera de nombrar el mundo convoca a un extrañamiento.

Su primera novela, publicada originalmente en 2004, fue Trabajos del reino, cuyo protagonista es un cantor de narcocorridos que encuentra en el Rey (es decir en el Jefe Narco) su única posibilidad de una existencia digna y de transmutarse en el Artista. La segunda, Señales que precederán al fin del mundo, de 2009, es más radical: narra el viaje iniciático de Makina, una chica de un pueblo fronterizo que sale en busca de un hermano que nunca regresó a casa. ¿Pero ella está viva? ¿Está muerta? ¿Existe? Los mundos que construye Yuri Herrera consiguen los rasgos de la fábula. Son territorios del misterio, de la pesadilla. Y, encima, extremadamente reales.

Siendo originario de Valle del Mezquital, una zona semidesértica del Estado de Hidalgo, en algún momento dijo que siempre intentó escribir sobre la belleza de lo árido. ¿Podría definir esa belleza?
Si es cierta esa frase de Lezama Lima de que el paisaje crea cultura, algunas de aquellas historias surgieron directamente de cómo percibía el Mezquital. Un lugar duro, sin exuberancia, de una belleza trabajosa que exige atención y tiempo para advertir el resplandor de la tierra árida.

La situación política y social de su país es una obsesión en su obra, ¿intenta a veces esquivar esas obsesiones que parecen imponerse?
No esquivar, pero sí procesarlas, intento no caer en la mera reacción o rabia, y tratar siempre de entender esa "situación" en la escala humana. Otras obsesiones, supongo que imposible desligarlas de aquellas: las relaciones amorosas, el acto creativo, y el poder de los pequeños odios, como pueden crecer e incubar tragedias.

En el FILBA participará en una mesa sobre "Primeras novelas-Grandes disturbios". ¿Cuál fue el disturbio que le ocasionó "Trabajos del reino"?
Es un libro que me ha cambiado muchas cosas, pero no sé si haya sido un disturbio súbito. Ha ido ganando lectores lentamente. Su publicación me dio cierta sensación de seguridad, me ayudó a creer que había podido dar el salto de la escritura como una actividad casi íntima a dialogar con los lectores, pero lo publiqué después de los 30 años, llevaba mucho tiempo escribiendo, así es que no fue algo escandaloso. Su recepción pública tiene que ver en parte con las limitaciones y virtudes de la novela, pero también con el hecho de que ciertos temas que están ahí se han convertido en los temas centrales de nuestra vida política y social. Más que causar un disturbio, puede que se haya convertido en otra pequeña lente para mirar nuestros disturbios nacionales.

En "Señales que precederán al fin del mundo", el trabajo sobre el territorio de la frontera y sus problemáticas es central y a la vez subterráneo.
Creo que en Trabajos del reino estaba más claramente la frontera. Espacial y temporalmente. Es más explícito. Pero esta última novela es más fronteriza en un sentido epistemológico. En realidad hay un sólo capítulo que sucede en la frontera. Al principio es un movimiento hasta la frontera y después cuando la cruza y lo que ocurre del otro lado. Sin embargo podría decir que este texto es más fronterizo. Una frontera que no tiene que ver sólo con los límites geográficos o políticos. El de Makina es un personaje fronterizo. Ella es una traductora de lenguas, de realidades. Está en la frontera de distintos tipos de sujetos. Y al moverse transforma su identidad. Conforme está viajando, su identidad, que ya es inestable, se modifica. La frontera es un espacio lábil, es un espacio de intercambio donde se está gestando otro universo.

¿Y en relación al lenguaje?
En lo fronterizo, además, hay una reflexión sobre el lenguaje. Por un lado es producto de una realidad cambiante. Y el lenguaje, al nombrarla, está haciendo que esa realidad cambie. La novela plantea el lenguaje como frontera.

Hay una sensación de irrealidad permanente en la novela.
Me gusta que eso esté, pero si te respondo esta pregunta debería revelar alguna de mis estrategias. Hay algo de eso que decís sobre lo onírico, el extrañamiento. La novela permite dos lecturas: una más llana, que es el viaje de una mujer en busca de una persona querida que descubre un mundo. Y otra, que es el viaje de un muerto que no sabe que está muerto. La estructura narrativa es la del descenso al Ixtlan en la cultura Mexicali. Es la mitología de una cultura que algunos se confunden y dicen que es la azteca, pero no. Cierto es que no hay sólo una versión de esa mitología. Yo tomé una versión de esta narrativa y tomé los nueve pasos en este descenso al inframundo. Pero para entenderla el lector no necesita estar enterado de todo esto. De todas maneras, y tal como lo comentás, en este nivel de lectura el personaje también pone en duda la estabilidad de la realidad.

¿Podría pensarse que es una novela sobre la problemática de la inmigración?
Siempre traté de evadir algunas palabras que se han convertido en clichés. En mi anterior novela hablaba de droga, narcocorridos, Ciudad Juárez, pero en ningún momento se mencionaban estas palabras. Esta fue mi preocupación. Fue mi condición de migrante privilegiado lo que me impulsó a pensar sobre estos temas. Creo que una de las funciones de la literatura es darle más volumen a los fenómenos, no someterlos al "achaque" de la realidad. A partir del discurso del poder estamos siendo bombardeados por un lenguaje que simplifica todo el asunto. Pero de ese modo estamos limitando las posibilidades de la historia. La migración es la gran experiencia de nuestro tiempo. Cambian los países, las lenguas: viajar se ha convertido en un recurso ineludible para rehacerse. La migración define nuestra época.

Incluso plantea la analogía entre poeta y el migrante.
Un personaje que está migrando, somete su identidad a un cambio. Eso tiene que ver con el trabajo poético: encontrar maneras originales de hablar sobre el mundo. Para señalar una característica, la mirada del migrante es compartida con la del poeta. Ambos súbitamente están a la intemperie. La gran dificultad del trabajo poético es construir un mundo. Es dar un paso al vacío. Porque no se está preparado para ese mundo.

Y en relación a esto, el personaje de Makina también parece, al principio, que da un paso al vacío que la lleva a la muerte.
Es un paso al vacío que no se puede prever. Al escribir no puedo tener todo claro hasta que efectivamente empiezo.

¿Y al final del trabajo, uno tiene claro lo que escribió?
Cuando uno le pone el punto final siente que sabe lo que hizo cuando tiene la certeza del trabajo bien hecho. Esa es una gran experiencia. Pero siempre digo que los libros son objetos maleables. Cambian de significado y de intensidad dependiendo el lector. Yo no los vuelvo a leer. Tengo una superstición: si leo mi obra una vez escrita siento que quedaré rehén de lo que ya he hecho.

Patricia Cornwell gana el Premio RBA con una novela de mujeres malvadas

Innovadora del género policiaco, la escritora estadounidense introdujo la investigación forense en sus obras
La escritora de novela policiaca Patricia Cornwell, en una imagen de archivo. foto:AP. fuente:elpais.com
El Premio Internacional RBA de Novela Negra sorprende cada año. En 2010 se llevó los 125.000 euros de dotación Harlan Coben, un escritor de thrillers estadounidense. En esta edición, la quinta, la ganadora es Patricia Cornwell (Miami, Florida, 1956), un peso pesado, una de las innovadoras del género policiaco, que introdujo la investigación forense, precursora de tantas series de televisión (CSI, Bones...) con su patóloga forense Kay Scarpetta.

Según cuenta el acta del jurado, Cornwell se presentó al premio con una novela titulada Red rain y bajo el seudónimo de Patrick Welsh. Al abrir la plica, descubrieron que se titula Red mist (Niebla roja) y que su autora es Patricia Cornwell.

Niebla roja (unas 600 páginas), decimoneva novela de la serie, trata de mujeres malvadas. La perturbada Dawin Kincaid, que se halla en un hospital a la espera del informe que determinará si puede o no ir a juicio, o Kathleen, o Lawler, que cumple una sentencia de 20 años por homicidio. Los asesinatos en serie es una de las especialidades de Cornwell. "Creo que brindo oportunidades a todos mis 'empleados", ha bromeado Cornwell en la presentación del premio, "y por eso hay también mujeres malvadas. Aunque, el denominador común del mal es el abuso de poder y eso no tiene género". "Pero cuando encuentras a una mujer mala es malvada de verdad. Las mujeres somos más inteligentes y sabemos cómo hacer sufrir".

La novela, narrada en primera persona, cuenta, según quienes la han leído, con los mejores ingredientes de la serie de la doctora Scarpetta, que ahora es directora del Centro Forense de Cambridge (Massachussets), médico coronel de las fuerzas armadas y colaboradora del departamento de Defensa estadounidense. Aparece su marido, Benton Wesley, presuntamente muerto en una novela anterior; su inteligente sobrina Lucy, que tiene un trastorno bipolar y presume de lesbiana; la exnovia de esta, Jaime Berger, cuya ruptura fue traumática, Y, entre otros, Pete Marino, exdetective de Homicidios que ha colaborado con Scarpetta en muchas ocasiones.

Evolución de la serie

La serie Scarpertta ha evolucionado mucho en estos casi 20 años. "A medida que me hago mayor cambio y cambia ella también. Muchos lectores me reclaman a la Kay de los primeros libros, pero no puedo volver a ella. He cambiado de perspectiva".

En su primera novela, Postmorten, publicada en 1990 y que obtuvo ese año cinco premios, y en las siguientes, se hacía hincapié en la carnicería forense, ahora las historias son más psicológicas y políticas. "Al principio me centré sobre todo en los procedimientos forenses en la morgue, pero pronto aparecieron tantas series de televisión con estos argumentos que dejó de interesarme. Si analizamos las últimas novelas, vemos que Scarpetta lo sabe todo a nivel tecnológico, pero esto no es lo más importante. Lo importante es lo que piensa Kay, sus sentimientos". "Puedo decir que mi visión del género negro es la compasión".

Cornwell se inició como periodista de sucesos. "Cada vez que iba a la escena de un crimen, me preguntaba por el cadáver, por la víctima. Es la evidencia más importante y en general se trivializa la muerte para centrarse en los criminales". Estudió ciencias forenses y medicina y, lo más importante, la escritora trabajó durante seis años en la morgue de Richmond (Virginia), en cuya directora se inspiró la figura de Kay Scarpetta.

La escritora afirmó que no lee novelas policiacas y dijo que ente sus autores favoritos están Ernest Hemingway y Federico García Lorca. "Leo cosas actuales como la trilogía de Stieg Larsson para saber por qué hace tanto ruido, pero no más, me da miedo que me influyan".

Primera vez en España

Es la primera vez que visita España y añadió que Barcelona le gustaba. "Desde la ventana de mi hotel esta mañana pensaba en que esta es la tierra de Cervantes y me decía que cuánto podrían aprender nuestros políticos de Don Quijote para no meterse en líos".

Cornwell es autora de otras dos series, la de Andy Brazil y Judy Hammer y las Win Genaro, que no tienen tanto éxito como la de la patóloga forense. RBA proyecta publicar Niebla roja para Navidad, pero es una novela compleja y laberíntica, y su traducción no será rápida.

El jurado recomendó la publicación de Puedes llamarme majestad, presentada con el seudónimo de Jobo Ciendones, cuyo nombre no se dio a conocer, y que sitúa a sus víctimas en construcciones de Gaudí en Barcelona.

7.9.11

Márkaris: "Grecia es un paraíso para un escritor de novela negra"

"Los jóvenes interesados en escribir deberían leerlo todo, sin excepciones ni criterio; ya tendrán ocasión de seleccionar, más adelante"
Petros Markaris, escritor griego de novela negrocriminal, creador del detective Jaritos, habla de él y su oficio de escritor.foto: Nacho Calonge fuente:aviondepapel.tv

Petros Márkaris es un escritor tardío de novela negra. Descubrió este talento en mitad de una crisis existencial de su trabajo como guionista de televisión. Su personaje más famoso, el detective Jaritos, es una de las voces más críticas contra la clase política helena y europea. Apasionado de la fotografía, construye sus novelas a partir de imágenes y visualiza a sus personajes, como si fuesen parte de su familia, sentados en su casa, en su mesa. Lector ávido, recomienda a los jóvenes escritores que lean todo lo que caiga en sus manos, que ya tendrán tiempo más adelante de seleccionar sus lecturas.

Dice que siempre encuentra inspiración en las imágenes, ¿nos puede contar cuál es su proceso creativo?

No soy un escritor que trabaje con mucha planificación, no necesito mucha información para comenzar a escribir una historia. Voy capítulo a capítulo, no sé qué ocurrirá luego. Para empezar a escribir necesito una imagen, siempre es una imagen. Si me pregunta por qué, supongo que será porque fui durante mucho tiempo guionista de televisión y necesito imaginarme la historia para arrancar. Cuando ya tengo esa imagen, no me inquieta la historia porque sé que, a partir de ahí, la encontraré.

¿Surgió su personaje principal, el detective Jaritos, de una de esas imágenes?

Le ví un día a él y, a toda su familia, delante de mi mesa de trabajo. Estaban ahí, como una familia normal de clase media, mirándome. En ese tiempo estaba escribiendo una serie para televisión y estaba muy estresado, porque tenía que entregar un capítulo cada semana. Y me dije: mejor pasa de esta familia y céntrate en lo tuyo. Pero el hombre fue muy persistente, no se quería ir, se quedaba allí todo el día. No me dejaba escribir, no me dejaba trabajar, era una tortura. Después de un mes de tortura me dije: este hombre es un policía o un dentista, no puede ser otra cosa. Una vez encontré que era un policía, ya lo supe todo de él: su nombre, su apellido, el nombre de su mujer y el de su hija, Caterina.

Hay algunos rasgos de Jaritos que son muy suyos.

Bueno, los comentarios sobre la situación social y política son totalmente míos. El modo que mira a Atenas, a la sociedad, es mi punto de vista. Por otra parte, su sitación familiar no tiene nada que ver con la mía. Sí que tiene mucho que ver con la de mis padres, con la familia en la que crecí. De hecho cada vez que mi hija lee una nueva novela mía, me dice que está harta de oír todo el día mis bromas y luego, volver a leerlas, en mis libros.

¿Tiene algún ritual, a la hora de escribir?

Soy muy estricto con mis horarios. Trabajo cada día ocho horas, eso sí independientemente de que tenga algo que escribir o no. Es mi única regla. La inspiración no viene sola, hay que forzarla para que aparezca. Es cuestión de auto disciplina. No es fácil, viviendo en Grecia, con esa buena temperatura y el sol. En Suecia, o llueve o nieva, y te quedas en casa. En el Sur, es díficil.

Muchos escritores creen que las series suponen una limitación a la hora de escribir, ¿qué opina usted?

Sí, las series suponen algunas limitaciones. Por una parte, si tienes un personaje fijo, está la ventaja de que le conoces de antemano. No es sencillo crear un protagonista cada vez. La desventaja es darse cuenta de cuándo un personaje está agotado. El ejemplo más claro es Arthur Conan Doyle, con Sherlock Holmes, que mató a su personaje y tuvo que recuperarlo.

En su caso, ¿sigue con Jaritos en su nuevo libro?

Sí, estoy escribiendo una trilogía con Jaritos como protagonista. Y también tengo prevista una nueva novela. Todo a la vez. Teniendo en cuenta que no planifico mis historias, es un gran avance para mí tener esa proyección de mi trabajo, tan definida. Así que sí, Jaritos sigue, al menos, en mis próximos cuatro libros. Después, ya se verá.

Hablando de Suecia. ¿Por qué cree que hay ese boom de la novela negra?

Este boom empezó a mitad de los 80. Hay 2 razones, la primera fue el asesinato de Olof Palme en 1986. Dos años más tarde apareció la primera novela de Håkan Nesser y en 1990, la primera obra de Henning Mankell. Así que podemos decir que 1986 fue un año crucial. Para el resto de Europa, el año decisivo fue 1989, no sólo por la caída del muro de Berlín y la disolución del sistema soviético, si no porque fue el inicio del crimen organizado, como gran poder económico.

También están gozando de ese boom en su país, ¿o lo siguen considerando como un subgénero, como ha dicho en alguna ocasión?

Pues en Grecia siempre nos llega todo con retraso. Eso sí, somos como los elefantes, podemos ser el animal más lento, pero cuando nos ponemos en movimiento, no hay quien nos pille. Y con el boom de la novela negra ha pasado igual. Llegó tarde, pero lo importante es que la gente enseguida reaccionó y ahora ya somos unos cuantos escritores que cultivamos el género.

El crimen organizado, la inmigración y las grandes corporaciones son temas recurrentes en sus libros.

Sí, soy un gran observador. Creo que es mi principal talento. Intento no involucrarme. No es una regla, porque muchos escritores se involucran en sus historias, yo no. Aunque tengo una gran amistad con Jaritos. Vivo con él todo el año, no importa que esté escribiendo o no, es parte de mi día a día. Por otra parte, puedo tomar distancia con la situacion política y social, porque no soy griego de origen y me resulta más sencillo. La realidad es que actualmente Grecia es un infierno para vivir, pero es un paraíso para un escritor de novela negra, como yo.

Ha comentado a menudo que la clase política actual ejerce de contable.

En Europa podemos escoger los partidos, pero no los políticos, y lo encuentro raro y me enfada. Ya pudo ver cuánta gente participó en las elecciones europeas, muy poca, porque todo el mundo cree que no sirve para nada. Realmente, creo que no son capaces de encontrar soluciones políticas y por eso se centran en la financiera, porque creen que la resolución de una llevará a la solución de la otra, y se equivocan. Es el camino equivocado.

¿Usted cree que los intelectuales tienen que comprometerse?

Bueno, yo soy de una generación que aprendimos a pensar en términos políticos. Ahora bien, creo que nuestra función es reflejar una realidad, no solucionarla.

¿Qué autores leía de joven; cuáles le influyeron más?

Leía todo lo que caía en mis manos, todo. De hecho, cuando mis amigos salían con chicas, yo me quedaba en casa leyendo. No pienso volver a hacerlo nunca, si tengo la oportunidad de vivir una segunda vida. Ahora, me beneficio de ello, lo que perdí de joven, lo estoy recibiendo ahora. Siempre es así en la vida. Los jóvenes interesados en escribir deberían leerlo todo, sin excepciones ni criterio; ya tendrán ocasión de seleccionar, más adelante.

¿Se imagina a su personaje Jaritos en el cine?

Ya tiene experiencia en televisión. Ha protagonizado dos series en Grecia, basadas en mis primeras novelas. No creo que, por ahora, haya una tercera parte, debido a la crisis y al costo de estas producciones, que se realizan en exterior, y necesitan un presupuesto elevado.

¿Cómo fue ver a Jaritos en la televisión?

No encontrará en mis cinco novelas, una descripción de Jaritos, porque quería que cada lector se hiciese su propia imagen. Así que sigo sin querer hacerme una idea definida de él.

Puede contarnos un poco más sobre la novela que está escribiendo.

Es una historia con Jaritos, en la que varios banqueros resultan muertos; no le puedo adelantar más, porque no sé qué va a ocurrir, todavía…

6.9.11

Un trago negrísimo

Regreso al McGonagle, el pub sobre el que gira la obra criminal de Benjamin Black

El escritor John Banville que escribe lo negrocriminal bajo el seudónimo de Benjamin Black. foto:Sergio Enríquez Nistal. fuente:elmundo.es

No corren buenos tiempos para los detectives demasiado aficionados a la bebida. En concreto, no corren buenos tiempos para Garrett Quirke, el atormentado forense que creó el lado oscuro de John Banville (ese tipo llamado Benjamin Black, que lo sabe todo, y no actúa desde la mente de sus personajes, como el exquisito Banville) y que arrojó al Dublín de los 50. La tercera entrega de sus desventuras ya está lista. ¿Su título? En busca de April. La publica Alfaguara (su editorial 'negra'). Y sí, la protagonista es, una vez más, una mujer.

Después de descubrir a su hermanastro falsificando el certificado de defunción de su mujer (que murió hace muchos años) en El secreto de Christine, pistoletazo de salida de la serie y estreno de Banville (Black) en la ficción negrocriminal, y de meterse donde no le llaman cuando le pide a un amigo que evite practicar la autopsia al cadáver de su esposa recientemente fallecida (sí, otra esposa), pelirroja y algo ingenua Laura Swan, en El otro nombre de Laura, Quirke abandona la sala de autopsias para buscar a April Latimer.

¿Y quién es April Latimer? Una joven doctora del hospital que acostumbra a salir con más chicos de la cuenta (al menos, para el Dublín de los 50) y que un día desaparece sin más. Su mejor amiga es, casualmente, la hija de Quirke, Phoebe, que no tarda en pedirle a su padre que trate de encontrarla. "¿Cómo demonios crees que voy a hacer eso?", espetará el bueno (y esta vez, sobrio, y enamorado, de una actriz llamada Isabel Galloway) de Quirke. Pero no tardará en ponerse manos a la obra. Y descubrirá que la familia de April está tratando de silenciar su desaparición, por miedo al qué dirán. Después de todo, con la vida que llevaba, en opinión de casi todo el mundo, sólo era cuestión de tiempo. Pero, ¿lo era realmente? ¿Dónde está April Latimer?

El malogrado Garret Quirke, el tipo que pasó su infancia en un orfanato dirigido por frailes (la Escuela Industrial de Carricklea) que no eran, decididamente, nada decentes (el chico Quirke sufrió todo tipo de abusos, por parte de compañeros y profesores), se verá esta vez forzado a enfrentarse a un caso que cambiará para siempre su manera de entender el mundo. Después de todo, se trata de un caso de 'vivos', y estos le parecen "más extraños" (e indescifrables) que los muertos. Se avecinan nuevas visitas al McGonagle (su pub habitual) y una lucha titánica contra el deseo etílico. La angustia y la poderosa belleza moribunda de la autodestrucción están servidas. Después de todo, aunque disfrazado y escribiendo en ordenador (Black es un tipo a los que las pantallas no le dan miedo), es Banville. John Banville.

1.9.11

Venecia: se ha cocinado un crimen

Un día entre libros y fogones con Donna Leon, una de las autoras de novela negra más exitosas
La novelista Donna Leon, en una pequeña bodega veneciana

La escritora Donna Leon y la cocinera Roberta Pianaro (a la izquierda), hacen la compra en Venecia. A la derecha, los manjares preparados. foto:Xavier Torres Bachetta.fuente:elpais.com

"Muchas cosas han cambiado en Venecia en los últimos 40 años, y pocas para bien". Lo dice, y con conocimiento de causa, Donna Leon (Monclair, Nueva Jersey, 1942), una de las escritoras estadounidenses de género negro más populares del mundo. Vive en Venecia desde 1981 y allí parió a su personaje estrella, el inspector Brunetti, que ha acabado inspirando visitas guiadas por la ciudad tras los pasos del personaje.

Pero el último libro de Leon no habla de casos sin resolver, de misterio o de cuerpos que aparecen flotando en un canal. En su última incursión literaria ha dejado la soledad de la autora para trabajar a cuatro manos en una faceta que conoce muy bien: la cocina veneciana. Su cómplice en este trabajo ha sido su amiga Roberta Pianaro, quien acompaña los minirrelatos de Leon con un impecable recetario que huele a pescado, a pasta, a aperitivos elaborados con materias primas de esas que solo se sirven en lugares como el mercado de Rialto. Un oasis de comida a pocos metros del famoso puente, pero asombrosamente alejado del meollo de las masas.

Allí es, precisamente, donde EL PAÍS se cita con las sospechosas. El volumen en cuestión se llama El sabor de Venecia (editado en España por Seix Barral), con el que miles de fans han saciado su apetito de nuevos casos de Brunetti, a la espera de la próxima entrega de la saga, prevista para principios de 2012. Las páginas de El sabor de Venecia rezuman la "simplicidad" de la comida de las calles estrechas de la ciudad de los canales.

Pianaro, veneciana de pro, cocinera, pintora y joyera, conoce esa otra urbe como la palma de su mano y recorrerla con ella es saludar a troche y moche, un bella por aquí, otro por allí: a la pescadera que lleva 30 años guiándola por los vericuetos de gambas, lubinas y doradas; la verdulera con los tomates más jugosos y la menta más verde... Incluso al tipo que vende los vinos y se enfada cuando le piden permiso para hacer fotos pero que después sonríe y da su consentimiento en uno de esos ademanes inequívocamente venecianos.

Leon firma autógrafos y se hace fotos con al menos media docena de turistas a lo largo de un recorrido que finalizará en una pequeña bodega de cuatro palmos y vinos exquisitos donde dos personas ya ocupan el aforo completo. "Esta es la Venecia que nos gusta, la que amamos. No sé lo que están haciendo con ella, con toda esas tiendas insulsas, quitando bancos donde podías sentarte para poner tenderetes. Cada vez somos menos los que resistimos aquí [censo de Venecia en 2011: 59.000 almas]. Los extranjeros se compran una casa, están una semana aquí y luego se cansan, se dan cuenta de lo difícil que es vivir aquí, sin ascensores, con problemas cada dos por tres, sin aires acondicionados, con la suciedad que dejan los turistas… Así es como están descuidando esta ciudad maravillosa. ¿Crees que hay algo en el mundo como Venecia?", clama Pianaro en flagrante pregunta retórica.

"Mira, yo trabajaba en Arabia Saudí como profesora de literatura inglesa para mujeres y ya no podía más con aquellos aires y aquel machismo. Un día llamé a unos amigos para que me ayudarán a buscar otro sitio donde vivir. Me encontraron una casa y me fui. Estuve yendo y viniendo hasta principios de los ochenta cuando me instalé definitivamente. No soy veneciana pero me siento como en casa", explica la escritora en lo que parece ser un respetuoso turno de palabra.

Leon es más callada que su amiga, más observadora, más "anglosajona", remarca ella misma, pero las dos parecen formar un binomio indivisible en la que Pianaro marca el tempo y Leon la pausa. El paseo hasta la casa de la primera, un precioso apartamento pegado al canal pero alejado de las hordas de turistas, es otro rosario de saludos y bendiciones. La cocina de Pianaro, que se ha propuesto demostrar al periodista las bondades de la gastronomía local, es casi tan pequeña como aquel garito visitado al principio y huele a madera, a guiso, a guerras libradas con el tomate y la cebolla, las zanahorias o los calabacines.

Cuando la veneciana se pone el delantal no quiere ayudantes ni curiosos, así que desalojar el campo de batalla es prioritario. "Berta lleva dándome de comer desde hace 40 años, no sé ya cuántas veces me he sentado en esta mesa", cuenta Leon mientras Pianaro trae una botella de Prosecco frío. "La literatura es impredecible", dice Leon, "nunca sabes qué va a funcionar o no. Recuerdo cuando me enviaron las galeradas de El código Da Vinci, de Dan Brown. Leí 20 páginas y lo tiré a la basura. Al cabo de un año era el autor más vendido del mundo. Quién sabe cómo funciona esto, yo ya he dejado de intentar averiguarlo".

Es la una y media y el aroma que llega de la cocina empieza a ser peligroso. Pianaro está en su salsa, peleándose con una avispa, una cacerola, una paella y dos bandejas: "Es una maravilla verla cocinar. Lo mejor es que ella se cocina cada día algo para sí misma". Por fin llegan a la mesa los higos con jamón, las bases de alcachofa al pesto y una bandeja de calamares rellenos en jugosa salsa de tomate con gambas. "¿Ves? Es muy simple. Es lo que tiene la cocina veneciana: gran materia prima y simplicidad". Ante la cara de circunstancias del periodista por lo de "simple", la cocinera se ríe con ganas. "Bueno, en Venecia también hay que tener algo de dinero".

Leon anda ahora metida en un proyecto orquestal y habla de batutas y cantantes entre patas de calamar y trozos de pan bañados en salsa. Pianaro anda metida en probar el vino Vermentino que hay en la mesa y en mostrar la traducción de su libro al finlandés mientras reconoce no entender ni papa. Con la clásica grappa encima de la mesa, toca preguntarle a la cocinera por el mejor cocinero del mundo: "¿Ferran Adrià? ¿Y ese quién es? No había oído hablar de él. Yo es que nunca voy a restaurantes".