Recuperamos, por el aniversario del escritor, un fragmento de la entrevista que le realizó Blanca Berasátegui y que se recoge en el libro Gente de palabra
Leonardo SciasciaEl escritor italiano Leonardo Sciascia (1921-1989), quien se atrevió a hablar sin tapujos de la mafia, desafiando la ley del silencio de Sicilia, es recordado estos días en Italia, cuando se cumplen 20 años de la muerte de este clásico incontestable de la literatura del siglo XX. Estas demostraciones de afecto se producen también en Sevilla donde se celebra un congreso dedicado al autor, y que su hija ha agradecido considerando que este tipo de actos "devuelven" el cariño que su padre dio a lo largo de su vida.
Anna Maria, quien ha asistido al acto de homenaje a su padre en Agrigento (Sicilia), confiesa que le gusta recordarle con las palabras que el poeta español Federico García Lorca (1898-1936) expresó en su elegía Llanto por Ignacio Sanchez-Mejías (1934): "tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, un andaluz tan claro, tan rico de aventura".
Mucho antes de fenómenos editoriales como sus compatriotas Roberto Saviano o Andrea Camilleri, y de que autores estadounidenses como Mario Puzo descubrieran al mundo el equivalente de la mafia italiana en Estados Unidos, Sciascia tuvo el valor de retratar con minuciosidad una Sicilia en la que el crimen organizado era un elemento imprescindible. En un mundo, el de la Italia del milagro económico, en el que la mafia de la Cosa Nostra no existía oficialmente y en el que muchos políticos y periodistas aún se referían a ella como un mito inventado por los comunistas, relatos como El día de la lechuza (1961) o A cada cual, lo suyo (1966) constituían una anomalía incómoda para muchos.
Precisamente Camilleri ha publicado el pasado día nueve un libro que recoge los discursos parlamentarios de Sciascia cuando era diputado, bajo el título Un onorevole siciliano, una de las iniciativas que han compuesto los actos conmemorativos del Año Sciasciano en Italia. El mismo día, la Fundación Leonardo Sciascia y el Instituto Italiano de Cultura de París organizaron sendas jornadas dedicadas al escritor en la capital francesa y en Roma, esta última inaugurada por el presidente de la República, Giorgio Napolitano, quien en mayo visitó la tumba de Sciascia en Racalmuto (Sicilia). Una tumba sobre la que Sciascia quiso que se grabara la leyenda Nos acordaremos de este planeta, cita del escritor francés Auguste de Villiers de L'Isle-Adam (1838-1889).
Sciacia fue una personalidad incapaz de alejarse de la literatura, ni siquiera en el momento de la muerte. Tanto que, en su testamento, dejó encargado que el relato Una historia simple, considerado hoy una de sus obras maestras, fuera publicado ese mismo día, el 20 de noviembre de 1989.
Siciliano, de la pequeña localidad de Racalmuto, en el interior de la isla y no muy lejos de Corleone, Sciascia conocía de primera mano la realidad que el entonces mito de Cosa Nostra escondía y todas sus ramificaciones, en especial entre la clase política. Gran admirador de su paisano, el dramaturgo Luigi Pirandello (que siempre, bajo una u otra forma, aparecía en sus obras), cultivó casi todos los géneros literarios, a excepción del teatro.
Aunque el éxito le llegó con las novelas policiacas, siempre renegó de que se le encasillara como escritor de género negro, que alternó durante toda su vida con ensayos (Feste religiose in Sicilia); poesía (La Sicilia, il suo cuore); novelas históricas (El archivo de Egipto) e incluso comedia (L'onorevole), además de su incesante labor de periodista y crítico literario.
Como gran amante de la historia siciliana, Sciascia sentía una cierta fascinación por España y lo español, algo que se tradujo en la publicación del libro Horas de España (1988), una recopilación de artículos en los que Sciascia repasa la cultura, la literatura y la historia españolas.
Anna Maria, quien ha asistido al acto de homenaje a su padre en Agrigento (Sicilia), confiesa que le gusta recordarle con las palabras que el poeta español Federico García Lorca (1898-1936) expresó en su elegía Llanto por Ignacio Sanchez-Mejías (1934): "tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, un andaluz tan claro, tan rico de aventura".
Mucho antes de fenómenos editoriales como sus compatriotas Roberto Saviano o Andrea Camilleri, y de que autores estadounidenses como Mario Puzo descubrieran al mundo el equivalente de la mafia italiana en Estados Unidos, Sciascia tuvo el valor de retratar con minuciosidad una Sicilia en la que el crimen organizado era un elemento imprescindible. En un mundo, el de la Italia del milagro económico, en el que la mafia de la Cosa Nostra no existía oficialmente y en el que muchos políticos y periodistas aún se referían a ella como un mito inventado por los comunistas, relatos como El día de la lechuza (1961) o A cada cual, lo suyo (1966) constituían una anomalía incómoda para muchos.
Precisamente Camilleri ha publicado el pasado día nueve un libro que recoge los discursos parlamentarios de Sciascia cuando era diputado, bajo el título Un onorevole siciliano, una de las iniciativas que han compuesto los actos conmemorativos del Año Sciasciano en Italia. El mismo día, la Fundación Leonardo Sciascia y el Instituto Italiano de Cultura de París organizaron sendas jornadas dedicadas al escritor en la capital francesa y en Roma, esta última inaugurada por el presidente de la República, Giorgio Napolitano, quien en mayo visitó la tumba de Sciascia en Racalmuto (Sicilia). Una tumba sobre la que Sciascia quiso que se grabara la leyenda Nos acordaremos de este planeta, cita del escritor francés Auguste de Villiers de L'Isle-Adam (1838-1889).
Sciacia fue una personalidad incapaz de alejarse de la literatura, ni siquiera en el momento de la muerte. Tanto que, en su testamento, dejó encargado que el relato Una historia simple, considerado hoy una de sus obras maestras, fuera publicado ese mismo día, el 20 de noviembre de 1989.
Siciliano, de la pequeña localidad de Racalmuto, en el interior de la isla y no muy lejos de Corleone, Sciascia conocía de primera mano la realidad que el entonces mito de Cosa Nostra escondía y todas sus ramificaciones, en especial entre la clase política. Gran admirador de su paisano, el dramaturgo Luigi Pirandello (que siempre, bajo una u otra forma, aparecía en sus obras), cultivó casi todos los géneros literarios, a excepción del teatro.
Aunque el éxito le llegó con las novelas policiacas, siempre renegó de que se le encasillara como escritor de género negro, que alternó durante toda su vida con ensayos (Feste religiose in Sicilia); poesía (La Sicilia, il suo cuore); novelas históricas (El archivo de Egipto) e incluso comedia (L'onorevole), además de su incesante labor de periodista y crítico literario.
Como gran amante de la historia siciliana, Sciascia sentía una cierta fascinación por España y lo español, algo que se tradujo en la publicación del libro Horas de España (1988), una recopilación de artículos en los que Sciascia repasa la cultura, la literatura y la historia españolas.
Sciascia: "La misión del escritor es denunciar al poder"
Por Blanca Berasátegui (Gente de palabra, Plaza y Janés)
Volvemos a la misión del escritor. A Sciascia le parece bien que los escritores, en Italia, estén cada vez a más distancia de la política. Pero al tiempo considera que la política es la vida de un país, y un escritor vive en un país. Piensa que aunque las ideologías están muertas, es necesario seguir haciendo política. "Ahora bien, el escritor debe estar siempre en la oposición. La misión del escritor es estar siempre contra el Poder. Quiero decir que tiene que criticar, molestar, denostar, atacar, insultar, denunciar al Poder. Debe actuar de centinela contra el poder. Porque el poder en sí es malo casi siempre. Es la manifestación objetiva del mal. Y que digan de mí que soy un escritor insoportable para el poder me complace mucho. Creo, además, que es cierto. Que consigo irritarlo".
(...)
Esa frase repetida y con sabor a tópico que asegura que el escritor escribe siempre el mismo libro es, en el caso de Leonardo Sciascia una verdad muy aproximada. Podría decirse que toda su obra -una obra comenzada tardíamente, pasados los 30 años- constituye un solo libro. Un libro comprometido, de denuncia siempre, sobre los aspectos más dolorosos del ayer y del hoy de las gentes y las tierras de Sicilia. Una obra, por otro lado, muy en la tradición, según Sciascia, de la literatura siciliana. "El escritor siciliano ha sido siempre realista, comprometido con los problemas de su entorno, siempre a vueltas de los mismos temas. Incluso Lampedusa, que aspira a dar una justificación a la clase aristocrática siciliana, está dentro de esa tradición, de esa especie de obligación por representar la realidad histórica del momento y denunciar los males sicilianos".
Por Blanca Berasátegui (Gente de palabra, Plaza y Janés)
Volvemos a la misión del escritor. A Sciascia le parece bien que los escritores, en Italia, estén cada vez a más distancia de la política. Pero al tiempo considera que la política es la vida de un país, y un escritor vive en un país. Piensa que aunque las ideologías están muertas, es necesario seguir haciendo política. "Ahora bien, el escritor debe estar siempre en la oposición. La misión del escritor es estar siempre contra el Poder. Quiero decir que tiene que criticar, molestar, denostar, atacar, insultar, denunciar al Poder. Debe actuar de centinela contra el poder. Porque el poder en sí es malo casi siempre. Es la manifestación objetiva del mal. Y que digan de mí que soy un escritor insoportable para el poder me complace mucho. Creo, además, que es cierto. Que consigo irritarlo".
(...)
Esa frase repetida y con sabor a tópico que asegura que el escritor escribe siempre el mismo libro es, en el caso de Leonardo Sciascia una verdad muy aproximada. Podría decirse que toda su obra -una obra comenzada tardíamente, pasados los 30 años- constituye un solo libro. Un libro comprometido, de denuncia siempre, sobre los aspectos más dolorosos del ayer y del hoy de las gentes y las tierras de Sicilia. Una obra, por otro lado, muy en la tradición, según Sciascia, de la literatura siciliana. "El escritor siciliano ha sido siempre realista, comprometido con los problemas de su entorno, siempre a vueltas de los mismos temas. Incluso Lampedusa, que aspira a dar una justificación a la clase aristocrática siciliana, está dentro de esa tradición, de esa especie de obligación por representar la realidad histórica del momento y denunciar los males sicilianos".
fuente: El Cultural.es
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