Tras otros dos intentos de enterrarlo, la trama de la novela hace irreversible la retirada del personaje. El escritor sueco publica ‘El hombre inquieto’, la 11ª y última obra protagonizada por su antihéroe

El escritor sueco Henning Mankell, hace dos años, durante una visita a Barcelona
ERNEST ALÓS
Esta vez sí: Henning Mankell, quien popularizó internacionalmente la novela negra escandinava con las novelas protagonizadas por el desilusionado, obeso y entrañable inspector Kurt Wallander, ha dicho adiós para siempre a su criatura. El 11° libro de la serie Wallander, El hombre inquieto, «hace imposible que haya otro». Lo anunció hace un año a este diario. Pero, ha revelado después, «no muere». Por un lado, la novela que llega esta semana a las librerías parte de la desaparición de un oficial de la Marina, suegro de su hija Linda y remite al espionaje durante la guerra fría y a las incursiones de submarinos en los años 80. Pero El hombre inquieto es sobre todo un largo y progresivo adiós a un personaje destrozado por el envejecimiento.
LOS MOTIVOS
El éxito de la última adaptación televisiva sobre Kurt Wallander, una producción para la BBC a cargo de Kenneth Brannagh estrenada a finales del 2008 y galardonada en los premios Bafta, ha sido probablemente el empujón que ha necesitado Mankell para volver por última vez a su personaje y cerrar su historia de forma irrevocable. Pero la de Brannagh no ha sido la única adaptación. Pueden encontrarse hasta tres series de telefilmes basados en las novelas de Mankell. La primera, producida por la televisión pública sueca y con el obeso y rubio Rolf Lassgård como Wallander –el actor que según Mankell mejor refleja a su criatura–, trasladó entre 1994 y el 2007 las nueve primeras novelas sobre el inspector.
ÉXITO DE BRANNAGH
El adiós final a Wallander, pues, aún se hará esperar, pero será televisivo. A no ser que Mankell aproveche la ventana que deja abierta en la novela para recuperar a una Linda Wallander que cada vez se parece más a su padre como protagonista y mantener a Kurt, eso sí, limitado a ser una fantasmagórica presencia. Difícilmente habrá más que esto. «Wallander (...) no quería ser un viejo que se repetía», deja ir el autor en la página 64. «El relato de Kurt Wallander termina ahí, irrevocablemente», sentencia como broche final.
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