17.10.09

"Carter es un killer cerebral"

El autor de La astucia de la razón habla del detective que protagoniza sus dos
últimas novelas, donde se divierte con el género negro y ofrece una sombría
visión del Estados Unidos más conservador

Entrevista José Pablo Feinmann

Por Martín Lojo
Los relatos se suceden incansables en el estudio atestado de libros y discos de José Pablo Feinmann. Desbordado por el entusiasmo, el autor de La filosofía y el barro de la historia comenta entre risas cada uno de los detalles de su más reciente creación, el detective estadounidense Joe Carter. Anticomunista, homofóbico y racista, asesino despiadado, Carter protagoniza una serie de novelas plagadas de referencias a la cultura de masas, en las que el humor negro, la violencia y el sexo se mezclan con la política para crear una cruda caricatura del conservadurismo estadounidense. Feinmann contó a adn cultura la génesis de las dos primeras novelas, Carter en New York , en la que el maduro detective investiga a la esposa de un mafioso, y Carter en Vietnam , de reciente publicación, donde se relatan sus fechorías juveniles en la guerra del sudeste asiático.
-Comencé a escribir para entretenerme cuando mi mujer viajó a Nueva York, en diciembre de 2007, y me quedé solo. Hacía tiempo que tenía ganas de escribir una novela norteamericana. Una de las mayores creaciones de esa tradición es el detective clásico, el Marlowe de Chandler o el Sam Spade de Hammett. También el detective malvado, como Mike Hammer, de Mickey Spillane. Escribí primero algunos cuentos jocosos, porque me salía un humor cruel. Cuentos como "El asesinato de Lady Di", que no está publicado, en el que Carter va a Londres a investigar el asesinato de Diana con Helen Mirren. Ese tipo de cosas me mataban de risa. Después escribí Carter en New York y Lloraré por ti, Stella Collinwood , que en principio eran nouvelles . Carter en Vietnam ya es una novela. Con ese libro me convencí de que tenía un personaje, de que me entusiasmaba la temática y el lenguaje que había encontrado. Me interesaba escribir en un lenguaje de traducción.
-¿Cómo elaboró ese lenguaje?
-Me inspiraron las traducciones precarias de la Serie Naranja de bolsillo, de editorial Hachette. Especialmente una novela que admiro mucho, Noche de brujas , de Frederick Brown, o Nick Charles, detective , de Dashiell Hammett. También tomé el doblaje de las series de televisión: "Eres un apestoso", ese tipo de cosas. El lenguaje surgió de ahí y exageré un poco para darle forma. Al ser una lengua de doblaje, doy por supuesto que el lector argentino entiende que los personajes hablan en inglés, porque pueden decir cosas como "vete de aquí o te romperé la crisma". Eso me fascinó muchísimo. También contrastarlo con el narrador, que es muy distinto, tiene un estilo. Hay oraciones larguísimas, sin punto aparte, porque Carter es un loco que empieza a pensar y no puede salir de su paranoia.
-¿Cómo describiría a Joe Carter?
-Es el detective clásico norteamericano, pero en el siglo XXI. Después del atentado a las Torres Gemelas, tendría que estar muy preocupado, ya no por el comunismo, sino por el islam. Todos los odios de Carter, a los negros, a los judíos, a los gays, a los hispanos, son tradicionales en un fascista como él. Pero el odio al islam se mezcla con el miedo y la derrota. Por eso en Carter en New York dice que siempre que va a la ciudad tiene que visitar el Ground Zero. No puede creer esa injuria a su patria. Se siente atacado por un sujeto al que no conoce. Carter asume el destino de América, por eso su discurso encarna todos sus símbolos, desde Mighty Mouse, Popeye y Captain Marvel hasta Cassius Clay. Aun cosas terribles como las bombas atómicas le parecen formidables. Lo veo muy ligado a Mike Hammer, y creo que en la Argentina va a ser inevitable asociarlo a Boogie el Aceitoso, el personaje de Fontanarrosa. Boogie es un mercenario más frontal; Carter no, es un contract killer cerebral y un detective. No se sabe hasta qué punto tiene poder porque, aunque vive como una rata, puede llamarlo el FBI o la CIA para encargarle un asesinato sofisticado.
-¿Cuáles fueron sus modelos?
-Además de los literarios, los detectives y villanos del film noir . Cuando me imagino su cara pienso en Sterling Hayden, el protagonista de Casta de malditos , la película de Kubrick. O actores como Robert Ryan y Robert Mitchum. Son los que me gustan, no Gregory Peck ni Glenn Ford. Admiré desde muy chico a los antihéroes. Jack Palance o Lee Marvin en su etapa brillante en Hollywood. Tendría seis años cuando vi El beso de la muerte , con Richard Widmark, y quedé loco con la escena en que Tommy Udo tira a la viejita por la escalera. Hoy podría ser el villano de Dennis Hopper en Terciopelo azul , un personaje muy poderoso. Me gustan los villanos.
-En Carter en New York, el personaje dice que Estados Unidos hoy no necesita héroes sino asesinos. ¿Cuál es la diferencia entre el héroe estadounidense clásico y el actual?
-Ésa es la tesis fundamental de la novela. Como en Irak, América está dispuesta a hacer la guerra donde sea necesario. Ése es el concepto de guerra preventiva. Carter es el detective de la era Bush, mata sin dudar, sabe que todo lo que se opone al interés americano merece morir. Los héroes de Carter son McCarthy y Hoover, que combatieron el comunismo. Pero desprecia a un héroe como el de Gary Cooper en A la hora señalada . Un referente es la diferencia entre el viejo y el nuevo Batman, tal como lo reformula Frank Miller. El que era un héroe moral incorruptible, a la luz del presente muestra su costado más fascista, capaz de torturar al Guasón. Ahora Miller lo enfrenta con Osama Ben Laden. La evolución de Batman es también lo que Carter representa. Por eso al final de Carter en New York , luego de ser atacado por Al-Qaeda, termina escudado detrás de un escritorio con una ametralladora y un terror paranoico a que regresen. Es como creo que está América ahora.
-¿Cuál es la consecuencia de ese terror estadounidense?
-La ética Bush da como resultado el fanatismo. Aunque no sea consciente de ello, Carter comienza a imitar el fanatismo islámico. El Corán lo fascina y se aterroriza cuando empieza a creer en el poder de Alá. La locura final de Carter tiene que ver con ese reconocimiento, empezar a creer en el dios justiciero e impiadoso del otro. Temer demasiado al enemigo puede llevar a parecérsele.
-Si bien Carter es la encarnación del maniqueísmo conservador, también tiene una gran pasión por la música y el cine de su país, de los que se habla mucho en las novelas.
-Tengo cinco novelas de Carter, porque me salen fácil. En el transcurso de los textos el personaje se complejiza y se vuelve más culto. La verdad, es una gran confesión, admiro mucho a Estados Unidos; la música, la literatura. Creo que Estados Unidos es Nixon, es McNamara. Es Kissinger, el más grande criminal de guerra vivo y al que no pueden juzgar. Una sola vez lo llevaron a un tribunal por el golpe de Estado en Chile, el 11 de septiembre del 2001. Estallaron las Torres Gemelas y la audiencia se levantó, la historia tiene esas cosas increíbles. Pero Estados Unidos también es todo lo que amamos, Gershwin, John Ford, Raoul Walsh, Pollock, Faulkner. Es impresionante la cultura de ese país. Y tiene algo muy interesante, que fue, en principio, el respeto por las libertades individuales. Eso lo llevó a ganar la Guerra Fría, porque nunca estableció, al menos en su territorio, una dictadura, como la Unión Soviética o el nazismo. Aunque sí ayudó decididamente a que se establecieran dictaduras en otras regiones. Cuando ellos dicen " it´s a free country ", esa frase hecha es cierta, es un país libre.
-El personaje expresa la contradicción entre la cultura estadounidense conservadora y la liberal.
-Carter tiene todo lo malo, pero me permite hablar de lo bueno. Todavía no lo enfrenté al problema de que le guste George Gershwin. Es la gran música americana y gran parte del jazz se hace sobre sus canciones, pero es judío e hizo una ópera sobre negros. Va a tener que reformular sus ideas sobre América para llegar a la conclusión de que su cultura es un híbrido y que ese tradicionalismo que busca no existe. Sólo se encuentra en una tendencia política muy de derecha, que es el anticomunismo, y después la guerra contra el terror.
-¿La parodia del policial negro le permitió ser más duro en la crítica?
-No sé si es una parodia. En realidad podría ser considerada claramente un panfleto antiimperialista. Termina con una visión de Estados Unidos terrible, de un imperio que destruye; que donde entra, arrasa.
-¿Cómo surgió el relato de Carter en la guerra de Vietnam?
-Escribí las dos novelas en un mismo mes. Carter en New York me llevó quince días, y después le agregué cosas. Carter en Vietnam la escribí en una semana, a mucha velocidad. Escribo sin detenerme hasta cierto punto, y después vuelvo atrás sólo a lo escrito ese día y el día anterior. Tengo un ejercicio muy grande porque el periodismo exige escribir rápido. El tema de Vietnam atrae mucho. Se me ocurrió que el personaje era veterano, y luego decidí que tenía que mostrarlo de joven. Después pensé meterlo como un personaje más en la historia de Apocalypse Now , la película de Coppola.
-¿Cómo se le ocurrió esa idea?
-Es una película que adoro. Se me ocurrió porque era lógico. Cuando se te ocurre algo así, no ves la hora de empezar a escribirlo. Incluso pensaba prolongar más el efecto, pero me pareció que iba a devorar la novela.
-Un personaje de la novela, Austin Sanders, dice que la esencia de la cultura occidental es el mal, que la cumbre de la civilización es Auschwitz y no la Capilla Sixtina. ¿Cómo pensó esa explicación de la guerra?
-Me inspiré en Dialéctica del iluminismo , de Adorno y Horkheimer. El desarrollo de la razón instrumental que nace con el iluminismo termina en los campos de concentración, un proceso que llaman "la racionalidad al servicio del exterminio". La tesis de Austin Sanders es que la guerra no es lo inhumano, sino que es profundamente humana y cada uno puede encontrar en su condición la capacidad profunda de dañar a otro. La supuesta esencia bondadosa del hombre es una coartada para salvar su pureza, que Sanders no reconoce. Su teoría es que él y William Calley, el oficial que ordenó en 1968 la masacre de cuatrocientos civiles en My Lai, la aldea vietnamita, le hicieron un bien a la humanidad porque mostraron qué es realmente la guerra: el exterminio total del enemigo, militar o civil y la explicitación de la crueldad humana. Una teoría tremendamente nihilista, muy desalentadora, pero muy de acuerdo con las tendencias filosóficas de Walter Benjamin, por ejemplo, cuando dice que la historia no es una cadena de hechos racionales, sino una catástrofe. Lo que ve el rostro aterrorizado del Angelus Novus es el horror que es la historia.
-¿Cuál será la próxima novela?
-En marzo se va a editar Ha llegado Jayne Mansfield , donde se cuenta la infancia de Carter. Cada capítulo está escrito sin punto aparte, es un bloque narrativo. Va a ser difícil para el lector. Hay una apuesta mucho más deliberada y evidente por el estilo literario, la ambición literaria. En estas dos seguramente también la hay, pero no resulta tan evidente. La serie continúa con Rubias de California , Tommy Nazario por knock out , La amante española... Tengo un montón, Carter da para mucho.
-¿Qué significó para usted crear un personaje para una serie de novelas en las que utiliza sobre todo materiales de la industria del entretenimiento?
-Creo que trabajo con géneros populares para crear algo bastante denso. Rubén Ríos, un filósofo amigo, me dijo, a propósito de Carter en Vietnam : "Muy buena esa mezcla de cómic con reflexión pesada". Me encantó esa definición. Esto es nuevo para mí. Alimento la secreta ambición de crear un inspector Maigret o un Pepe Carvalho y llenarme de guita de una vez por todas. Se me puede reprochar que escribo sobre un personaje extranjero, pero en la era de la globalización está todo permitido. ¿Por qué no voy a escribir sobre un detective yanqui? Éste es mi personaje. Estoy contento con la serie, vamos a ver si alguna vez la pego. Cuando no tengo que escribir ensayos, cuando estoy cansado de mis trabajos cotidianos, me pongo a escribir Joe Carter.
© LA NACION

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