9.7.12

Semana Negra: lechuguinos abstenerse

"A mí me gustan las ferias de pueblo, esas con casetas de tiro, noria y martillo forzudo, macarras asidos a una chati chatunga, puestos de fritura en pan y música descendiente de Las Grecas"

La Semana Negra de Gijón continua...afiche oficial del encuentro. foto:archivo.fuente:elmundo.es

Me gusta la gravilla veraniega, las luces de colores cuando cae la tarde, a poder ser cerca del mar, el chunta y la risa estridente de las nenas que cargan los peluches de tómbola sosteniendo la mirada del feriante encanallado.
Por eso no me dicen nada las vaporosas jornadas en universidades de verano, los cursos teóricos o las reuniones de escritores públicamente abstemios. Por eso, la primera vez que llegué a la Semana Negra de Gijón no entendía nada. Qué gustazo. Yo vi a Dennis Lehane cruzarse con la chati mindunga y volver la cabeza ante el agarrao que se marcaba con su hombre delante de una pulpería. Ah, no saben lo que les costó levantar a Peter Berling de su silla, entre cuatro, con su enorme medallón de hippy que vivió con Klaus Kinski la ira de Dios. Ante Jorge Semprún un paseante se paró a preguntar "¿Pero éste no es un presidente?". Petros Markaris lloró el año pasado relatando las miserias de su Grecia del alma y una camarera del Hotel Don Manuel insistía: "¿le pongo un vino, no? Ay, pobrín, que sí, que le pongo un vinito".
Como a mí me gustan los puestos ambulantes de algodón de azúcar y manzana de caramelo, no me costó admitir que allí un autor es lo de menos. Que la Semana Negra funciona por acumulación. Y que Paco Ignacio Taibo II es un mago sobre el que un día dijeron que lo suyo era un circo y que sólo faltaban los animales. Al año siguiente apareció en la inauguración a lomos de un elefante acompañado por el tipo de la boa  constrictor.
Será un circo, sí, pero centenares de escritores ?entre los que están todos los grandes de la novela negra internacional, la mayoría de las bestias de ciencia ficción y los representantes del mejor cómic o del reportaje duro? acuden cada año desde cualquier punto del mapa a la cita sin cobrar un duro, a cambio del billete y unos tiquets de comida que aseguran buena fabada, excelente carne asturiana, verdura para el día siguiente y sidra fresca.
Todo eso me gusta mucho, sí. Y no debo de ser tan rara, porque en los últimos años, los visitantes han llegado al millón. Un millón de personas en 10 días no es una cifra que consigan ni los que fletan buses y avionetas.
Paco Ignacio Taibo II, alma y nervio de la Semana Negra de Gijón. foto. archivo.
Hace unos meses, las autoridades decidieron retirar su apoyo a la Semana Negra. Me pareció un error garrafal. Para empezar, porque a la ciudad de Gijón y al principado de Asturias la Semana Negra les sale baratísima: calculen asistentes y repártanlos por los restaurantes de la zona, los taxis, los hoteles, las tiendas, los puestines... Cuenten las apariciones en medios de comunicación y calculen la inversión que sería necesaria en una campaña de promoción un millón de veces menor. Calculen lo que les salga del libro y verán. Pero además, la Semana Negra de Gijón es un festival único. Absolutamente. Y un festival único hace único al lugar que lo acoge.
En ningún otro lugar la convivencia entre lectores, escritores, editores y curiosos es semejante, así, a barullo, Yo le he leído a usted, Me gusta su última novela, ¿Me puede recomendar algo de ese señor que habla? En ninguna otra convocatoria literaria se venden los libros por decenas de millar en una semana. En ninguna otra cita están tan de más los lechuguinos, los relamidos, los tristes y los cretinos. En ningún otro certamen un autor se expone, solo con abrir la boca, a que lo fiche uno de los muchos ojeadores franceses, italianos, alemanes, qué sé yo, que pululan por la Semana buscando traducción sobre la marcha. Hay instituciones oficiales que invierten en esto mucho más que la sidra que allí cuesta ese encuentro. Gijón se conoce de Nueva York a Moscú por la Semana Negra.
Este año, finalmente, se vuelve a celebrar. Y van 25, que se dice pronto. Como el presupuesto está recortado, solo veremos, entre otros muchos, a Peter Berling, Ana María Matute, Santiago Gamboa, Agustín Fernández Mallo, Curtis Garland, Jorge Martínez Reverte, Juan Madrid, Hernán Migoya, Fernando Marías, Ian Watson, Guillermo Saccomano, Ignacio Escolar, Javier Calvo, Lorenzo Silva, Manuel Vilas, Maruja Torres, Andreu Martín, Carlos Zanón... Pasearán, no lo duden, entre pulpeiros, chavalas con peluche y tanga rasa, asadores de bife, tocadores de bongos, lectores de a 10 compras la jornada y feriantes que con el gesto torvo mirarán de nuevo a esa gente tan rara que ocupa la carpa donde hablan y cantan. Sin cacharros ni nada

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