17.4.09

Christian Jurgensen, La Excepción


Un viaje a las entrañas del Mal
alegato narrativo contra los genocidios

Por Lorenzo Dávalos

Al terminar de leer La Excepción, del danés Christian Jurgensen, uno siente que esta novela guarda semejanzas con el Corazón de las Tinieblas, obra maestra del polaco Joseph Conrad que inspiró la película Apocalypse Now de Francis Ford Coppola. En una y en otra, los personajes se pierden y sus identidades se subvierten; en la segunda en el corazón de la selva; en la primera, en el corazón del mal. Publicadas con más de un siglo de distancia entre ambas (1902, 2008) constituyen cada una a su modo un alegato literario, histórico y filosófico contra el genocidio y una exploración de nuestras posibilidades de convertirnos en quienes lo perpetran.

El argumento
La vida laboral en la inocente oficina del Centro Danés de Información sobre el Genocidio (CDIG), localizada en Copenhaguen, y donde trabajan cuatro mujeres, (Iben, Malene, Camilla y Anne-Lise) y un hombre (Paul), como director de la oficina, podría parecerse a la de cualquier otra oficina. Los problemas de sus empleados podrían parecerse a los de cualquier otro grupo de empleados: típicas situaciones de complicidad y rivalidad; conflictos, envidias, inseguridad, temores. Pero, súbitamente, tres de las empleadas comienzan a recibir correros electrónicos con amenazas de muerte. La primera sospecha es que el remitente sea un genocida, un asesino que haya cometido crímenes de lesa humanidad. Sin embargo, esa primera sospecha se diluye gradualmente. Primero lentamente, y a medida que la novela avanza, cada vez más rápidamente, se comienzan a acercar, hasta mezclarse de un modo que desdibuja los límites entre lo real y lo ilusorio, la vida de la gente, el modo en que se configuran las relaciones entre los empleados de la oficina, y las teorías sobre el genocidio. Y es que cuando las empleadas del CDIG se comienzan a internar en la maraña de supuestos, evidencias e implicaciones de las rigurosas teorías cientificas que tratan de explicar cómo ha podido el hombre occidental perpetrar el exterminio de miles, o millones de miembros de un grupo religioso, étnico o cultural, la capacidad de razonar sosegadamente se comienza a desdibujar; todo se hace borroso. Y las chicas comienzan a sospechar unas de otras. Todas (cualquiera de ellas) pueden haber sido las culpables de enviar esos correos. ¿Quién de ellas será la excepción?



El corazón del mal





Recordemos el argumento de El corazón de las tinieblas. Para los victorianos, Africa, como continente habitado principalmente por pueblos de raza negra era un símbolo de la oscuridad. El título del libro hace alusión a un viaje al corazón de áfrica. El autor había remontado más de mil 500 kilómetros del rio Congo unos ocho años antes de escribir la novela como capitán de un buque a vapor. La novela está narrada por Marlow, quien cuenta que en una ocasión que asumió un trabajo como capitán de un buque a vapor, se encontró con que compartía ese barco con un grupo de personajes poco amigables que hablaban como frecuencia de un tal Kurtz, a quien describían como alguien temible y admirable a la vez. Como “esencialmente un gran músico, un periodista, un hábil pintor, y un genio universal”. A Marlow le informa su empleador que tiene la tarea de remontar el rio, encontrar a Kurtz en el corazón de la selva, y traerlo de nuevo a la civilización. Marlow emprende su serpenteante navegación por este río que se interna en el corazón de la selva. A medida que remontan el rio, Marlow y sus hombres se van despojando de esa película que era la civilización. De modo que cuando se encuentra con Kurtz, Marlow reconoce la grandeza de éste y comprende cómo ha llegado a ese estado de cuasi salvaje (recordemos la imagen de Marlon Brando salvajizado y la escena del sacrificio). Kurtz, nunca ha disfrazado hipócritamente su brutalidad. El mismo ha descrito su trato a los nativos con términos como exterminio. Que es lo mismo que decir genocidio. Y es que podemos pensar que Conrad pretendió acometer con la novela una crítica al pretendido proyecto civilizatorio del imperialismo victoriano, que cerraba los ojos o ignoraba abiertamente las facetas más crueles y sus consecuencias genocidas. Esta crítica convierte al libro de Conrad, en un poderoso ejemplo de la facilidad con que el hombre puede, si se lo arroja a un medio virgen y primitivo, despojarse de todos sus frenos morales y cometer las peores atrocidades, que hubieran sido por supuesto impensables en un salón de té victoriano.

En la novela de Jurgensen, no hay un río que remontar pero la madeja de teorías sobre el mal sí luce como una selva virgen, por lo entramado de sus conceptos, y lo confuso y contradictorio de sus evidencias y lo cruel de sus consecuencias. En la medida en que los personajes femeninos que trabajan en el CDIG, atemorizados por los correos amenazantes, comienzan a sospechar que quien los envió puede ser alguien de adentro de la oficina, pareciera como si todos ellos, a bordo del mismo bote, hubiesen iniciado un viaje rio arriba, al corazón de un lugar virgen, oscuro e intrincado. En este caso, a ese lugar en que el corazón del hombre pierde sus frenos y se crea la posibilidad de que éste se convierta en un verdugo. O lo que sería peor, en un genocida. Y es que toda esa información que manejan a diario las mujeres del CDIG, junto a la experiencia e imaginación del mal, como si bebieran un poderoso coctel de drogas psicolépticas, parece haber producido un vértigo cognitivo capaz de derivar en alucinaciones o distorsiones de la realidad y la identidad. De modo que los referidos correos amenazantes parecen, de repente, funcionar como chispas detonantes de la trama de la novela. catalizadoras de un complejo proceso de intriga y sospecha entre las cuatro empleadas en donde Paul queda como un testigo privilegiado con escaso protagonismo. En cierta medida, sucede como si Paul, por ser hombre fuese invulnerable a esa contaminación cognitiva que produce el contacto tan cercano con la reflexión introspectiva sobre el mal.

El mal, la duda y el bien
Mirada desde otro punto de vista, La Excepción constituye una abrumadora exploración teórico-narrativa (seguramente un proyecto que sólo un escandinavo podría acometer) sobre la capacidad del hombre para cometer el Mal. Esto hace a la novela más interesante como proyecto especulativo aun cuando menos lograda, o por lo menos poco eficiente, como producto narrativo. La novela recombina de múltiples maneras la tesis que la filósofa Hannah Arendt plantea en Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal, la de que para perpetrar los más horrendos crímenes y actos de genocidio no se necesita ser un degenerado, un ser perverso hasta el límite; que dado cierto conjunto de condiciones, cualquier hombre podría ser Eichmann o, en todo caso, lo recíproco, que Eichmann era un ser más parecido a cualquiera de nosotros de lo que pudiéramos haber creído en primera instancia. Sin embargo, lo que más desconcierta de los estudios sobre el potencial del hombre para el Mal es que pareciera que éste puede, en ocasiones, tambien hacer el bien. Esta idea la expresa Gunnar, investigador del genocidio y relacionado afectivamente con Malene e Iben, cuando dice:

He conocido a muchas personas que, sin esfuerzo aparente, han matado a su familia, a sus vecinos o a perfectos desconocidos con picos, palas o lo que tuvieran más a mano. Es una posibilidad que seguramente todos llevamos dentro. Y en eso consiste vuestro trabajo en el centro. La cuestión es no olvidar que las personas (y lo más probable también los que cometieron esos actos) pueden además albergar en su interior una bondad increíble e inexplicable. (p. 222)

¿Cómo predecir entonces, si uno se somete a un riguroso proceso introspectivo tal como lo hacen las chicas del CDIG; y al margen de las protagonistas de esa novela, cómo saber si uno alberga la capacidad para cometer las más terribles atrocidades? Una respuesta a esa pregunta la ofrece Gunnar muchas páginas más adelante cuando dice:

—El hecho de ignorar un pequeño atisbo de duda en nuestro interior, eso es maldad. Uno nunca es conciente de ser malo. Así es la maldad. Un pequeño atisbo de duda al preguntarnos si estaremos haciendo lo correcto, esa es la única oportunidad que tenemos de escoger el bien. Y quizás ese atisbo no se presente más que un cuarto de hora cada dos meses. O menos. (p.537).


Esa duda, nos quiere comunicar Jurgensen, es lo que produce la excepción. La duda es la ventana al bien que le ha sido dada al hombre. Ergo, dudar para poder hacer el bien.

Todos somos múltiples

Jurgensen recurre a una segunda tesis para estimular la combinatoria de posibilidades que crea el juego de sospechas y sospechosos sobre el que se desarrolla la novela. Grith, la amiga de Malene, que es psicóloga, introduce un discurso sobre las múltiples personalidades o, como las llama ella, los transtornos disociativos de personalidad (TDI), que a su vez los sustenta citando a un psiquiatra danés, Finn Abrahamowitz:



—Creo que nuestro mayor miedo es el miedo a no ser un todo—lee. Y creo que William James tenía mucha razón al describir al hombre, no como una identidad, sino como una unión de entidades psíquicas, a confederation of psychic entities.(p. 142).

El resultado de jugar fuerte con estas dos tesis, la de que todo hombre puede perpetrar, dadas ciertas condiciones, los actos más atroces, y la de que no podemos tener certeza de que somos nosotros (y no otro u otros), nos mueve demasiado el piso como lectores. Estas dos tesis ayudan a enriquecer la novela en cuanto ejercicio lúdico pero la hacen perder energía narrativa y rapidez. Atributos que uno podría estar dispuesto a sacrificar cuando se considera la fuerza con que la novela arroja al lector en el mero corazón del Mal.



“El horror, el horror…”

Por supuesto que esta reseña no agota en modo alguno la complejidad narrativa y especulativa de este ambicioso thriller psicológico que utiliza el formato de la novela para ilustrarnos de un modo tan completo sobre el problema del genocidio. Cuando la leemos pensamos: cómo es posible que luego de que haya ocurrido algo como el Holocausto, el genocidio mejor documentado de la historia, en ocasiones, podamos quedarnos callados o no saber qué opinar sobre el genocidio. Un caso reciente sería el que concierne a la sentencia de la Corte Penal Internacional, que declaró culpable de crimenes de lesa humanidad al presidente de Sudán, Omar al-Bashir. Se estima que entre 200 y 400 mil rebeldes, principalmente civiles africanos sedentarios que residían en Darfur, fueron asesinados entre los años 2000 y 2005 por milicias formadas por janjaweed (denominación que se le da a diversas tribus de africanos nómadas de habla árabe) armados por el gobierno de Sudán. Hace más de un siglo, en El corazón de las tinieblas, esa otra novela sobre un genocidio africano, el misterioso Kurtz, moría frente a Marlow repitiendo esas enigmáticas palabras : el horror, el horror. En el presente, uno adivina qué podía estar pensando Kurtz cuando dijo eso.



La Excepción (2008)
Christian Jurgensen
Random House Mondadori
669 pp

http://caracas1067.wordpress.com/2009/04/15/christian-jurgensen/

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