17.7.15

Pleno de argentinos en Gijón

El festival reúne en la misma jornada a primeras espadas albicelestes: Selva Almada, Carlos Salem, Gabriela Cabezón Cámara, Tatiana Goransky, Marcelo Luján...

El argentino Carlos Salem, en la Semana Negra de Gijón, donde presentó En el cielo no hay cerveza./elmundo.es

Más allá de tópicos o chistes fáciles, quien dude de la verborragia argentina es porque: nunca se ha psicoanalizado, jamás ha compartido con uno de ellos una mesa redonda o ni tampoco le ha pedido a ninguno que le presente su libro. Lapidario juicio que lanza este cronista con conocimiento de causa, que no como primera piedras sino como antepenúltima. Puede que sea compartido por los programadores de la XXVIII Semana Negra de Gijón o quizá fuera fruto de la más fortuita coincidencia, sólo Dios (no Maradona) lo sabe. Pero todo invita a pensar en un malicioso encaje de bolillos, tan astuto como necesario porque el grueso de todos los escritores y escritoras argentinos invitados al festival pasaron de uno en uno, en fila india, por su cuarta jornada.
Y quien no lo tuvo nada fácil fue Rosa Montero, de la mano de Elia Barcelo, que se atrevió a plantarle cara al aluvión albiceleste, con la presentación de su nueva novela 'El peso del corazón', para robar algo de público y protagonismo y por cierto que no lo hizo nada mal. Gracias a su nueva obra de género, pero no policíaca justamente, se permitió deslizar la siguiente reflexión: "La ciencia ficción y la novela negra tienen en común el hecho de que ambas funcionan como dos marcos a través de los cuales se puede introducir la crítica social". Y de paso Montero rompió una lanza contra la piratería: "Nadie toma partido en ello, ni la industria ni los políticos y así las cosas entramos en un camino sin retorno", advirtió.
Minutos antes y en la misma carpa central quien encandilaba al público era, cómo no, la narradora argentina Selva Almada, quien aspira al Premio Rodolfo Walsh de mejor libro de no ficción por su libro 'Niñas muertas' (editado por Penguin Random House en su país y probablemente también en España en el entrante), presentado por la catedrática filóloga en literatura hispánica y experta de violencia de género Cathy Fourez. Tres "femicidios" misteriosos y jamás resueltos que probablemente están en la base del explosivo malestar que embarga a la sociedad argentina -sumado, por supuesto, al lacerante goteo de "una mujer muerta cada 30 horas en nuestro país, en manos de un hombre al que generalmente conoce", puntualizó la escritora-. Malestar que ha dado lugar a una multitudinaria movilización el pasado 23 de junio en Buenos Aires convocada por la plataforma #NiUnaMenos.
La escritora argentina Selva Almada, en Gijón.
Lo cierto es que el reportaje narrativo de Almada, conocida en España por la novela 'Ladrilleros' (Lumen), además de su demoledor valor testimonial y social, se sostiene sobre todo por el literario. "Al trabajar en la redacción de estos tres casos que investigué intentaba un tono neutro, quería hacerme la periodista, pero yo no lo soy, soy narradora, y el resultado no me convencía, me sonaba a voz impostada. Por eso utilicé las mismas herramientas que uso en la novela y creo que el resultado fue más genuino", confesó.
En la carpa de enfrente y con pocos minutos de diferencia, otra autora argentina (también pionera junto con Almada de la plataforma #NiUnaMenos): Gabriela Cabezón Cámara reclamaba su atención. Lo hacía con tres duros relatos encadenados: 'Y su despojo fue una muchedumbre' (Cazador de Ratas), ilustrados por Iñaki Echeverría, con la presentación de Empar Fernández. Y una tercera narradora argentina de la generación de nacidas en la década del 70, la que está revolucionando las letras porteñas, Tatiana Goransky también daba la nota con su endiabladamente inteligente y divertida novela de género '¿Quién mató a la cantante de jazz?' (Cazador de Ratas), presentada con pericia por la catedrática Fourez. Pero la daba literalmente porque la escritora comparte el arte de la protagonista o víctima de su novela y cerró la presentación con una aplaudida versión 'a capela' del estándar Smile.
Que no se hable de discriminación positiva porque los argentinos en pantalones también tuvieron su cuota. Marcelo Luján hizo lo suyo en manos de Ángel de la Calle con la presentación de 'Subsuelo' (Salto de Página), una novela angustiante novela negrísima protagonizada por tres adolescentes que dinamita la noción de familia como fundamento de la sociedad burguesa. Para no mentar al poeta y pirata porteño de la prosa afincado desde hace lustros en Madrid, Carlos Salem, que hizo de las suyas con 'En el cielo no hay cerveza' (Navona). Una implacable y corrosiva sátira negra sobre la desdichada segunda venida del hijo de Dios (que no Maradona) a la tierra en los tiempos de la telebasura. Un ajuste de cuentas con la toxicidad catódica "que antepone a la libertad de expresión la libertad de empresa", resumía Salem desgranando la manipulación y desinformación enmascarada de periodismo de investigación de las tertulias. Y ante el lector incrédulo aclaraba que se trata de "una novela religiosa, que defiende enloquecidamente la existencia de Dios", bromeaba, "pero también del diablo".
Al legar aquí puede que lo de aluvión argentino en la Semana Negra suene a hipérbole, pero lo cierto es que no lo fue porque allí se quedan en el tintero nombres como Mariano Quirós, María Inés Krimer, Jorge Yaco y algunos más que también coparon el festival.

Alias : Toni Hill

En la Semana Negra de Gijón se han dado cita algunos de los más peligrosos autores


¿Toni Hill ensaya lo que sienten sus personajes? /Daniel Mordzinski./elpais.com
Alias: Toni Hill.
Tapadera: Estudió Psicología. Las conductas perversas no le son ajenas. Traductor durante años de una gran editorial, un día no le pareció maldad suficiente (Traduttore, traditore), y comenzó a escribir unas novelas muy negras con Barcelona como escenario y delitos que sirven de fondo al tema central: la compleja vida personal del mosso de escuadra de origen argentino Héctor Salgado. La primera novela de la trilogía, El verano de los juguetes rotos, lo elevó al centro de las miradas y las envidias del que vende mucho y bueno. La segunda, Los buenos suicidas, confirmó las sospechas: Hill había llegado para quedarse.
Coartada: Aterrizó en Gijón para presentar Los amantes de Hiroshima, que pone fin, por un buen tiempo, a las desventuras de Salgado. El próximo libro, anunció, será también negro pero ajeno a esta trama. Tal vez por eso intentó fingir su propia muerte: para eludir envidias de colegas y agresiones de lectores que exigían seguir con la misma historia. Cuando la mucama del hotel Don Manuel que encontró su cuerpo en la suite volvió con ayuda, había desaparecido, no sin antes tender la cama. Un suicida educado.
Ídolos: Mr Ripley de Patricia Highsmith.
Ranking: Ejecutor. Nada personal.

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