2.3.12

Purga

Uno no sabe cómo acercársele a Purga, de Sofi Oksanen. A veces parece una novela policíaca ligera y alargada, de esas que venden bien pero no descrestan, y otras tantas, una honda y delicada. Y los editores tampoco, como lo atestiguan las portadas
La escritora finlandesa Sofi Oksanen, autora de la novela Purga. foto: Toni Här Könen.fuente:elespectador.com

En un polo tenemos la edición francesa: la portada es sobria, con la información básica, y una fotografía de la mano de una anciana; en la contraportada se resume la trama del libro y, si uno lo abre, aparece una cronología con la historia reciente de Estonia. Una presentación sin epígrafes ni pompas; una novela que se defiende sola. En el otro polo estaría la portada inglesa, que muestra una mujer bonita y confundida, con el título en letras rojas y un encabezado que dice "los que niegan la historia están condenados a repetirla". En la contraportada se resume la trama con adjetivos rimbombantes y se leen epígrafes del estilo de "la escritora de novelas policíacas más hot de Finlandia, pronto será tan popular como Stieg Larson".

Purga cuenta la historia de Aliide Turu y Zara Pekk, dos mujeres que coinciden en la Estonia recién independizada de los noventa. Zara Pekk irrumpe en la casa y la vida de Aliide Turu y, entre los recuerdos de ambas, nos hacemos una idea de lo que les tocó vivir. Aliide nació cuando Estonia era independiente, antes de la segunda guerra, y la acompañamos durante la ocupación soviética, la invasión alemana, la "inclusión" de Estonia dentro de la Unión Soviética y la posterior independencia. Uno imagina lo que fue para una mujer normal ver cómo ferian su país durante y después de la guerra, cómo la resistencia hace lo posible por salvarlo y cómo la nación pierde la tercera parte de la población; uno ve después la presencia del régimen soviético en la vida cotidiana y trata de entender cómo hizo la gente para sobrellevar que los invadieran, los torturan, los violaran, los deportaran y los administraran así. Zara Pekk es más joven y nació en Vladivostok, hija de estonios deportados; tan pronto cayó la Unión Soviética resultó enredada en una red de prostitución que la llevó a Berlín y tras varias peripecias llega a la casa de Aliide al occidente de Estonia. Ellas van hablando, conociéndose y reconociéndose, y ambas historias surgen.

Espero no haberlos confundido con tantos datos. Porque sí, en el libro hay trata de blancas, espionaje y contraespionaje, resistencia, guerrillas, invasiones soviéticas y alemanas, problemas maritales y familiares y generacionales, ocupación y liberación, manifestaciones pro y contra el régimen, acoso sexual, encierros, suicidios, intrigas y hasta necrofilia. A veces uno tiene la sensación de leer un culebrón que quiso hablar de todo, culebrón que tal vez aceptamos porque recorre la historia de un país que ignoramos.

Oksanen es finlandesa y su madre, estonia. Es posible que un estonio no hubiera escrito el mismo libro; los temas pueden ser difíciles, ya hay libros de historia y con un solo tema da para mucho. El libro se vendió bien en Estonia y fue premiado por un periódico normal, sí, pero eso no implica que los satisfaga. A los que les he preguntado por él les ha parecido entretenido pero no por eso bueno; la impresión que tienen es que un extranjero cogió la historia estonia para hacer una novela policíaca, que bien planeada sí está, pero que a veces manosea algunos temas.

El papel de la mujer común es rescatable; cómo reacciona y vive una persona normal bajo un gobierno opresivo. Ése es a mi juicio su mayor logro: hacernos comprender a ciertas colaboradoras; el libro nos enseña los supuestos tras esas decisiones. También es legible y entretenido, aunque a veces redundante (uno sabe que si no entiende un detalle el libro lo repetirá luego). Y siempre emocionante.

Oksanen sabe lo que quiere mostrar. En el prólogo de Miedo, una serie de artículos de historiadores sobre cómo la Unión Soviética intentó borrar y manipular la historia de Estonia, dice que los crímenes de la Unión Soviética siguen sin documentarse ni aceptarse plenamente. Dice que, a diferencia de los Nazis, de los que se sabe tanto y tanto se condena, los soviéticos violaban a las mujeres de los lugares que "visitaban" y que aún siguen sin aceptar, y muchísimo menos digerir, muchísimos de los crímenes de la guerra y la posguerra. Ella sabe de qué habla y está bien documentada. Oksanen escribe para los suyos; vale la pena recordar que Finlandia perdió también terreno contra sus vecinos y que aún hoy les cuesta usar la palabra "ocupación" para describir la salvajada que pasó en las repúblicas bálticas.

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