¿Es una herramienta de conocimiento del mal que anida en nosotros y nuestras sociedades, y de cómo le hacemos frente?
|
Portada de La mujer de un solo hombre de A.S.A. Harrison./elpais.com |
Montañas rusas, no, gracias
Por Lorenzo Silva
Quienes escribimos ficciones somos lectores complicados de las
ficciones ajenas (y también de las propias, pero esa es otra historia).
Cada uno tiene sus reglas de suspensión de la incredulidad, pero quien
asume como empeño habitual ese objetivo acaba desarrollando sus
intransigencias. He aquí una de las mías: detesto las montañas rusas
cuando salen de su ámbito natural (los parques de atracciones, urdidos
para sobresaltar al ciudadano de vida rutinaria) y se trasladan a la
narración, y más en concreto a la narración de corte negro, criminal o
policial. La sobrevaloración de la sorpresa (no digamos de las sorpresas
en cascada, o en cascada interminable), la apuesta reiterada por la
hiperviolencia, el sadismo o lo monstruoso, obran en este lector que
ahora escribe un efecto de distanciamiento casi instantáneo. Y cuando el
carrusel se desarrolla en un bucólico entorno rural de tan sólo unos
cientos de habitantes, o en un país cuyos índices de violencia homicida
son insignificantes (en nuestro propio país, cuya capital puede cerrar
el año con no más de treinta o cuarenta homicidios, la mayoría en el
ámbito familiar), mi desconexión es casi total. Y sin embargo, por aquí
parece ir la moda: la novela negra como sucursal de la industria del
espectáculo, o como videojuego de sucesivas pantallas.
Sin negarles legitimidad a estos experimentos (se la dan sus lectores),
prefiero apostar por una novela negra diferente, que sirva no sólo como
artefacto narrativo y de entretenimiento (que también) sino como
herramienta de conocimiento del mal que anida en nosotros y nuestras
sociedades, y de cómo le hacemos frente. Un mal mucho menos pirotécnico,
y unos héroes mucho menos acrobáticos. Ese mal, más mugriento que
diabólico, es al que hemos de temer. Y esos héroes, más funcionales que
épicos, son todo lo que se interpone en su camino.
Mapamundi sin tesoro
Por Berna González Harbour
Contemplar el atardecer sobre un lago de Chicago y añorar el otoño
que no volverás a ver porque estás muerto es el plan perfecto para días
imperfectos. El plan virtual. Y no es tan difícil de lograr: se trata de
aislarse, abrir una novela atrapadora como La mujer de un solo hombre
y dejarse llevar hasta ese lago en una burbuja plácida que vuela sin
ruido de motor. El libro de A.S.A Harrison (Salamandra) es una de esas
joyas de la novela negra que te vuelve a reconciliar con el género si es
que algún día lo abandonaste. Lo sé, fue por necesidad, no por
hartazgo, porque había que volver a las verduras y la dieta sana y
aparcar el chocolate. Por aquello de cuidar el amor y la amistad, no la
pasión. ¡Ay!
Novela negra es evasión, pasión, es encajar en un canon y dejarse
llevar por la corriente sabiendo que te esperan los rápidos más intensos
y la calma posterior. Pero no solo. Es también viajar con la paleta de
colores en la mano para dibujar un mapamundi donde sabes de antemano 1)
que nunca habrá tesoro sin fango y 2) que siempre será negro. De libro
en libro, de casilla en casilla y tiras porque te toca, saltarás del
Chicago en apariencia apacible de Harrison a la Francia cuadriculada y
salvaje que recorre la enloquecida Sophie de Lemaitre en Vestido de novia (Alfaguara) o la Escocia oscura de McIlvanney en Laidlaw (RBA). Como antes la Grecia de Markaris, los EE UU de Connelly o la Irlanda de Black.
Pero en este juego, a diferencia del de la oca, ya lo advierto, cada
casilla te engañará: parecerá un paraíso donde ganar puntos para saltar a
la siguiente, y en cada una te esperará solo la cárcel, las rejas, los
grilletes. El mal. Y además disfrutarás. Tras las apariencias estará el
dolor, la locura disfrazada de amabilidad, la ira oculta. Y cuanto más
luminoso parezca tu mapa, más enfangado estarás. Porque en el fondo,
todo será real. Entonces será el momento de volver a la dieta de
verduras. ¡Ay!
No hay comentarios:
Publicar un comentario