En Elemental queremos cerrar 2013, nuestro primer año, con un homenaje por todo lo alto al género que nos apasiona. Por eso los autores habituales del blog y algunos invitados de honor han elegido su libro del año y explican por qué
Según varios autores, los mejores libros negros, es decir de novela negra y criminal. Ilustración de Fernando Vicente/elpais.com
Además de los locos que siempre andamos por aquí, tenemos el lujo de contar con la opinión de los escritores Alexis Ravelo (Ganador de Getafe Negro este año) y Carlos Zanón, el periodista y crítico Antonio Lozanoy la misteriosa bloguera y letraherida encargada del blog Leer sin prisa.
La lista no es convencional. Cada uno ha elegido lo que le apetecía. Que nadie busque un canon del género. Eso sí, las defensas son apasionantes. Lean y disfruten.
CONCURSO: Les invito a que nos cuenten cuál es su novela negra del año. Entre todos los que escriban sorteamos dos packs de libros. Más información.
CARLOS ZANÓN. La rata en llamas, George V.Higgins (Libros del Asteroide, traducción de Magdalena Palmer) . No es ni mejor ni peor que Los amigos de Eddie Coyle sino igual de buena. En su momento Higgins tuvo un cierto impacto pero la bomba era de explosión retardada. Y ya nada fue igual después de él. Ni la verborrea de Scorsese ni tampoco –y por supuesto- los diálogos de Tarantino y ese toque de parodia divertida ante la violencia, la garrulería y la brutalidad. De hecho éste debería dar la mitad de los royalties de sus pelis a los herederos de Higgins . Tampoco fue igual la novela negra de Ellroy a Lehane, de Peace a quién te dé la gana. Su tratamiento. Sus elipsis. Su desarrollo efectivo a base de diálogos y golpes pugilísticos aparentemente diletantes de su argumento. El mismo diablo que enseñó a Robert Johnson los acordes necesarios para reinventar el blues, enseñó a este tipo a escribir diálogos. Más sobre Higgins en Elemental.
ALEXIS RAVELO. 612 euros, Jon Arretxe, (EREIN). Pese a que este año, como viene siendo habitual, se ha publicado en tapa dura un montón de escoria disfrazada de novela negra, cuando en realidad no llega ni a novela, en España el género sigue gozando de buena salud y en 2013 he podido leer novelas estupendas: Don de lenguas, (Ribas–Hofman), La paz de los sepulcros (Volpi), Cien años de perdón (Cerdán), Un buen verano para garrapata (Coyote), Blue Christmas (Correa) o La última batalla (Abasolo). Sin embargo, el amante del género no debería dejarse atrás 612 euros, de Jon Arretxe. La protagoniza Touré, un inmigrante burkinés alojado en un piso patera del bilbaíno barrio de San Francisco. Puede ser el más cutre y encantador de los detectives de la actual novela negra española (solo comparable con el Atila de Luis Gutiérrez Maluenda), porque ejerce el oficio por cuatro duros y, además, también se pluriemplea como toro de fuego, brujo, cantante del coro de la ópera y gigoló de señoras maduras que buscan una aventura exótica. 612 euros se bebe como agua: tiene humor, intriga, realismo social, falsas apariencias, polis abusones y buscavidas de todo tipo, pero también mucha ternura. El arranque es sorprendente y hay en ella algunos momentos realmente memorables, como esos pasajes en los que Touré recorre el barrio con el ridículo encargo de recuperar una dentadura postiza, una novela de Abasolo y un consolador en forma de zanahoria que han sido sustraídos a una anciana tacaña y desagradable que le pagará 20 euros por el trabajo. La he leído a carcajadas y sollozos, mientras me mantenía en vilo sobre su anécdota criminal, reflexionando sobre las múltiples caras de la coerción (verbal, física, económica, estructural) y la forma en que los desheredados sobreviven entre ellas. Esto es, creo, todo lo que puede exigírsele a una buena novela negra.
GUILLERMO ALTARES. Cuesta abajo, Michael Connelly (RBA, traducción de Antonio Padilla). Connelly demuestra en cada nueva novela su madurez literaria y su oficio narrativo. Sus personajes, sobre todo Harry Bosch, crecen con cada libro al igual que sus tramas. Es posible reconocer en la ciudad de Los Ángeles que retrata en Cuesta Abajo un reflejo de nuestra sociedad, con sus crímenes olvidados, los casos sin resolver pero también la corrupción creciente y tentacular. Una gran lectura. MÁS: Entrevista con el autor y otrosreportajes en Elemental.
LEER SIN PRISA. Respirar por la herida, de Víctor del Árbol. (Alrevés) No es una novela negra al uso, el peso de la trama no recae en una investigación policíaca o detectivesca. Es negra porque el alma de la novela es negra. Porque habla del dolor, de la venganza, del sufrimiento, de la muerte. Y todo contado por gente corriente, por ciudadanos cuyas vidas se ven truncadas por un destino cruel y doloroso, por esas casualidades que nunca lo son del todo que hacen que tu vida dé un giro y que no pueda volver a ser la misma. Es una novela que duele, y mucho. Una novela que te cala muy hondo, y que te mete de lleno en ella. Y es que, ¿qué hay más negro que el dolor?". Entrevista con el autor en Elemental.
ANTONIO LOZANO. Sobre su tumba. Ian Rankin. (RBA, traducción de Francisco Martín Arribas). Un cuarto de siglo después de crear al bocazas dipsómano de su detective, Ian Rankin sigue declarando que su sueño consiste en escribir una novela negra sin crimen o que, en su defecto, revele el mismo a las primeras de cambio. Sobre su tumba, “road movie en prosa” según definición propia, quizás sea lo más cerca que jamás haya estado de conseguir que la trama policíaca suponga un aliño del plato principal: la composición de un John Rebus que, pese a verse acosado hasta las cejas por sus superiores, Asuntos Internos y sus amistades peligrosas de los bajos fondos, se muestra renuente a aceptar el reloj de oro que lo declare oficialmente jubilado y tener así que deponer sus nada ortodoxas armas de combate. La desaparición intermitente de una serie de muchachas a lo largo de la Autopista A9 proyectan la obra fuera de Edimburgo, adentrándonos en un Escocia desapacible y neblinosa, la cual parece dibujar una cicatriz en su orografía con la suma combinada del dolor de las víctimas y la impotencia de un Rebus que clama al perennemente encapotado cielo para que no se le caiga a trozos su antediluviano Saab. A modo de bonus track en una novela atravesada, como de costumbre, por una banda sonora que actúa como manifiesto moral, añadir que en la falta de respuestas a unas perturbadoras fotografías asoma ese Rankin que aspira a romper los imperativos cartesianos del género. Más sobre Rankin en Elemental. Más sobre Rankin y Rebus en Elemental.
ANA LORITE. Tokio Año Cero, de David Peace, (Mondadori, traducción de Javier Calvo). Son muchos los motivos que me han llevado a considerar esta novela entre las mejores publicadas sobre el género durante este año pero, como hay que ser breve, me quedo sólo con tres. En primer lugar, el escenario: la ciudad de Tokio durante la ocupación, después de la II Guerra Mundial. Además del extraordinario rigor documental, las descripciones son precisas, extraordinarias, de un naturalismo, en muchos casos, nauseabundo. La ciudad se huele, se oye, se siente. En segundo lugar, el protagonista, un antihéroe con un pasado oscuro y un presente más oscuro todavía. Y en último lugar y fundamental para mi elección de este libro, el estilo: una prosa difícil y extenuante, cuya complejidad convierte su lectura en una pesadilla interminable, que es lo que realmente es esta novela, una historia de pesimismo, decadencia, corrupción y ausencia total de esperanza.
AMELIA CASTILLA. El caso Collini, Ferdinand von Schirach (Salamandra, traducción de María José Díez). El abogado alemán Ferdinand von Schirach lleva a la ficción casos inspirados en la vida real. Con El caso Collini, un inquietante relato sobre la investigación de un crimen y el destino que corrieron los nazis de segundo rango en los años sesenta del siglo pasado, debuta en la novela. El protagonista, un letrado recién licenciado, llevará su trabajo hasta las últimas consecuencias para descubrir la verdad sobre un asesinato que parece no tener explicación.
BERNA GONZÁLEZ HARBOUR. Huesos en el jardín, Henning Mankell (Tusquets, traducción de Carmen Montes). No es que “Huesos en el jardín” sea la novela del año, ni la novela negra del año. Ni siquiera es seguramente la mejor de Mankell. Pero es un regalo inesperado a los sentidos que sugiero por si a algún lector le ocurre lo que a mí: la novela cayó en mis manos entre lecturas y otras ocupaciones más complejas por lo que, a partir de ahí, solo podía disfrutar. Parar unas horas para sumergirse en el caso de un resucitado Wallander, el solitario y malhumorado inspector que creíamos ya jubilado, es reparador. Wallander había desaparecido del mapa a manos de un autor que tuvo la valentía de ponerle fin, pero Tusquets ha recuperado un capítulo suelto que Mankell había escrito para su editor holandés y que se engarza entre dos de sus últimas historias. Ya se ha vuelto un cascarrabias, apenas aguanta la convivencia con su hija y se pueden reconocer en él los rasgos de quien envejece solo por mérito propio. Busca casa, encuentra una ideal, lo suficientemente aislada para él, pero tiene la mala suerte (buena para el lector) de que bajo los groselleros desalineados de su jardín hay sorpresa. No diremos más. Huesos en el jardín es un buen paréntesis para respirar, incluidas las reflexiones finales del autor sobre su propia criatura.
JUAN CARLOS GALINDO. El muñeco de nieve, Jo Nesbo (RBA, traducción de Carmen Montes y Ada Bernsten). Cuando parecía que Harry Hole no podía seguir la desesperada cuesta abajo iniciada en otras novelas, Nesbo pone a su policía, un personaje único, al que amas, con el que sufres, ante una situación límite. Hole está solo y desesperado. Más solo y desesperado que nunca. Su vida se consume entre sus adicciones, el alcohol y la búsqueda de la verdad en los sus casos, y su querida Rakel ya no está a su lado. Una misteriosa carta le implica de lleno en la caza de un asesino en serie inteligente y radical que va a llevarle al límite de sus convicciones en la novela más redonda, osada y dura, y es mucho decir, de la serie de Jo Nesbo. Entrevista con el autor en EL PAÍS.
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