3.11.10

1279 almas... y media

RBA acaba de publicar en su Serie Negra una cuidada edición de 1280 almas, con una actualizada traducción de Antonio Prometeo Moya

Portada de RBA; actual y de reciente edición.

Edición original del Club del Misterio de Bruguera delmismo traductor.

¡Menudo canalla este Nick Corey! ¡Valiente cabronazo está hecho! Ahí sigue, dale que te mato desde que en 1964 lo pariera ese malnacido de Jim Thompson. Tal para cual; tan iguales, tan cínicos, tan brillantes, tan únicos. Sigue impartiendo justicia en Potts County a todo aquél que infrinja la ley siempre y cuando, claro está, sea un negro o un blanco desgraciado que no tenga donde caerse muerto. No ha cambiado desde entonces: sigue pareciendo igual de bobo cuando en realidad es endemoniadamente listo; sigue pareciendo un vago inútil y desgraciado cuando en realidad es diabólicamente brillante y creativo; sigue pareciendo un buenazo cuando verdaderamente es un hijo de puta redomado que no dudaría en reventarte las pelotas si así lo decidiera papá Thompson; sigue pareciendo inofensivo cuando es capaz de aniquilar a todo el que quiera apartarle de su camino, que no es otro que el que le marca el dedo del Señor para abatir a los pobres pecadores por los que nadie da una mierda.

¡Joder con el sheriff de Potts County! Un pueblo inexistente y a la vez universal, un pueblo de 1280 almas donde nadie es lo que parece, donde nadie absolutamente nadie es inocente, donde Corey deja bien clara su personalidad y la de quienes le rodean muy pronto: "En primer lugar, no soy valiente ni trabajador ni honrado. En segundo lugar, los electores no quieren que lo sea". A partir de ahí la gran farsa a través de un catálogo de buenos ciudadanos depravados y corruptos que para el sheriff –que buscará su reelección a cualquier precio– no son sino un reflejo de la condición humana: "Según la ley, yo debería estar al acecho de los grandes y los poderosos, de los tipos que realmente gobiernan este lugar, pero no se me permite tocarlos, así que me veo forzado a equilibrar la balanza siendo dos veces implacable con la basura blanca, los negros y los individuos como tú, que tienen el cerebro perdido por el culo porque no tienen otro sitio donde utilizarlo…" Y Corey no es peor que los demás y lo demás no son menos culpables que Corey. Todos viven encerrados en una mentira que se sostiene porque todos ponen sus huevos en ella, todos son protagonistas de una doble moral que los abarca, los envuelve, los engulle.

¡Joder que diálogos! Pura mala hostia la de este "Albert Camus del crimen" o este "Dostoievski de las novelas de diez centavos" como también es conocido el bueno de Thompson, para muchos la versión noire y brutal de William Faulkner. Aunque su país le dio la espalda –no gustaba esa sociedad tan enferma y mediocre que reflejaban sus novelas y por eso cuando murió en 1977 toda su obra llevaba descatalogada bastantes años–, Europa se abrió de piernas ante su inmensa literatura provocadora y de cierto mal gusto que él hacía saltar por los aires con unos diálogos salvajes pero insuperables que el tiempo, 46 años desde que esta enternecedora novela se publicó en Estados Unidos, ha mantenido vivos y exclusivos, porque nadie ha logrado igualar ni su violencia ni su belleza.

Marcel Duhamel, editor de la Serie Noire de Gallimard, fue decisivo para esta apertura de piernas, para que se evaporara ese velo de falso pudor, para que esta obra maestra irrumpiera en el viejo continente con la contundencia de los grandes textos. Incluso tuvo la osadía de cambiar el título e introducir en edición francesa esas almas que brillan por su ausencia en este monumento a la amoralidad cotidiana. El original Pop: 1280 –en donde Pop es una contracción de Population– dio paso en la edición francesa no a 1280 âmes que hubiera sido lo lógico sino a 1275 âmes, porque Duhamel descontó a aquellos que mueren en la novela a excepción de un negro, el tío John, en un guiño a uno de los diálogos más sorprendentes de la narración que sólo pretende ahondar en el racismo latente y plenamente vigente por aquel entonces en el Oeste americano; en dicho diálogo el también sheriff Ken y su ayudante Buck dudan de que el cartel de 1280 habitantes esté en lo cierto: "Mira Nick –le espeta Buck-- la cantidad de mil doscientos ochenta comprende también a los negros, porque los leguleyos yanquis nos obligan a contarlos, pero los negros no tienen alma. ¿A que no?" En España, se añadieron las almas blancas y también las negras y se dejó la cifra original.

La perversidad de todas sus páginas no tiene límite, y Corey, el cándido e infernal Nick Corey, insiste en que él sólo tiene que hacer su trabajo, que es seguir siendo sheriff, la mayor autoridad de Potts County, y que tiene que seguir siéndolo porque ha sido creado, "singular y característicamente", para eso y no va a renunciar a ello, ya lo creo que no. Esta cansado de todos lo que le rodean: una mujer a la que detesta y a la que quiere ver muerta, un cuñado subnormal, una amante que le agobia, además de una retahíla de corruptos, facinerosos, usureros, amorales, desaprensivos… sin olvidarnos de todos los chulo putas que creen que la orina se les volverá limonada.

Y si Gallimard tuvo los santos huevos de cambiarle el título original yo no voy a ser menos… y lo voy a dejar en 1279 almas… y media porque esas son las almas que verdaderamente había en Potts County, ¡sí señor, y que me cuelguen si no es cierto lo que digo!, ya que el malvado sheriff, como ustedes podrán comprender, no podía tener tener más allá de media alma, el muy mamón, porque el pedazo restante se lo arrebató para siempre ese asesino dentro de sí mismo, ese maldito genio de sangre cherokee y talento tan devastador como irrepetible que era, es y siempre será Jim Thompson.

Que descanse en paz, o que se joda, es el epitafio que seguramente hubiera escrito en su tumba el irrepetible Nicholas Corey. Grabado queda.

RBA acaba de publicar en su Serie Negra una cuidada edición de 1280 almas, con una actualizada traducción de Antonio Prometeo Moya, que también fue el traductor de la edición original de Bruguera, la primera que llegó a España.

fuente:elmundo.es/blogs

foto:elmundo.

foto:archivo particular

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