3.5.14

James Sallis: lágrimas y pérdida, literatura, whisky y yo

¿Quién es James Sallis? 

James Sallis, escritor estadounidense de novela negra./elpais.com
Pregunta difícil de responder. Es un escritor, nacido en Arkansas, EE UU, en 1944; es un creador de dramas negros; es un explorador del alma humana, de los rincones del alcoholismo y el desprecio; es un amante de la literatura, un enfermo de los libros, un adorador confeso de los maestros Chester Himes, Jim Thompson o James Goodis; un borracho, quizás, si creemos que su obra tiene rasgos autobiográficos; el padre de Driver, del detective Lew Griffin, mi querido negro perdido y letraherido de Nueva Orleans. Sallis es todo eso y más. Es el hombre que me ha acompañado, la sombra que me ha seguido, que me ha obsesionado, durante la última semana en la que me he devorado algunos libros que me faltaban y he repasado todos los que ya me había leído. Es el escritor que conecta con mi alma, que la oscurece, que la deja malherida.
Aprovecho la publicación de La agonía del asesino (RBA, traducción de Ramón de España) para hablar de uno de mis autores preferidos, de un escritor distinto. Vale, puristas, amantes del canon, no es Joyce, ni Proust, pero tiene un hueco en mi corazón. Como decía la gran Rosa Mora: "Un consejo: conozcan a Lew Griffin".
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Es difícil apostar por una obra de James Sallis, pero se pueden encontrar ciertos aspectos comunes que unen todos sus libros y con los que se puede describir su caza de la verdad a través de la literatura, negra, claro está: personajes solitarios, en búsqueda continua, en huida impenitente, siempre abandonados; tristeza y profundidad y un amor irracional, de qué otra manera podría ser, por los libros, por la literatura.
Sallis es el creador de Lew Griffin, detective entre Luisiana y Nueva Orleans, autodestructivo, buscador de justicia, negro en un tiempo y en un lugar en el que serlo no era precisamente la mejor opción en los Estados Unidos de América. Griffin es un personaje complejo, de gigantesca evolución. A través de sus novelas (en España, RBA ha publicado tres de ellas, Poliedro publicó cinco entre 2003 y 2004) se le ve abandonarse a la violencia justiciera, ayudar a los que más lo necesitan, entregarse al alcohol, tirar su vida, tratar de recuperarla, encontrarse con la salvación en forma de literatura. Griffin es un personaje distinto, un maestro del autodesprecio, divagador. La galería de frases lo demuestra:
“En la oscuridad las cosas siempre se alejan de ti. La memoria te sujeta mientras el arrepentimiento y la congoja te sacan de dentro todos los demonios. La única ayuda, el alcohol y la mañana” (El tejedor)
“Durante un tiempo no hice otra cosa. Leía durante el día, bebía y pensaba por la noche. Hasta que la noche empezó a comerse los días” (El avispón negro)
“Me había escapado de mi casa a los dieciséis años. De la docilidad de mi padre, de sus furias repentinas, de los negros viejos que llamaban ‘señorito’ a los niños blancos de diez años, de los campos y de la fábrica de neumáticos (...) Me había ido a la ciudad, a Nueva Orleans, y me había inventado mi propia vida. No es que estuviera muy orgulloso de ella, pero era mía, y siempre había desestimado volver. Había evitado muchas cosas. Y ahora, allí estaban, esperándome” (Mariposa de noche)
Sufrir. La agonía del asesino es un buen ejemplo de la preocupación de Sallis por retratar universos cerrados, dominados por hombres solos, atrapados en situaciones complicadas y que no buscan nada más que seguir vivos, sean asesinos, niños solitarios o simples individuos en pos de una venganza imposible.
Driver
Rian Gossling en Drive
La venganza y la soledad son los dos temas predominantes en la serie de Driver, compuesta por Drive y El regreso de Driver. Popularizados por la película protagonizada por Rian Gossling y dirigida por Nicholas Winding, son dos libros algo confusos, inquietantes, pero con diálogos épicos y que desprenden una sensación de tristeza y desprotección que corroe.
Una de las mayores virtudes de  Sallis es su amor por la literatura y por el género negro. Hartos estamos todos de ver a escritores que triunfan y que alardean luego de sus lecturas, cáscara detrás de la que hay más bien poco. En el caso de Sallis, no. Vidas difíciles (Poliedro, traducción de Alberto de Satrústegi) es un bello homenaje a Himes, Thompson y Goodis, tres outsiders, tres fracasados y tres maestros, tres pioneros incomprendidos en su momento. Sallis los conoce y cuenta sus historias con cariño y devoción. Aprendes y te diviertes y entiendes su influencia posterior. Su amor por la literatura va mucho más lejos y se ve en sus personajes, especialmente en Griffin, que adora leer hasta altas horas, con una jarra de café gigante o de té con limón, insomne, tantas veces escapando poco a poco de una borrachera infame.
Letraherido
Me encanta ese momento, en El avispón negro, en el que encima de una mesa un Griffin joven y ajeno al veneno literario encuentra un ejemplar de “una cosa llamada El asesino dentro de mí”; adoro las referencias a El extranjero, de Albert Camus; me gusta la dedicatoria de Drive: “A Ed McBain, Donald Westlake y Lawrence Block, tres grandes escritores norteamericanos”. Dice Sallis, en boca de un Griffin convertido en profesor en Mariposas de Noche: “El verdadero protagonista de la novela, les digo siempre a los alumnos, siempre es el tiempo. Con los años se ha vuelto más fácil decir cosas como esta sin mirar por encima del hombro ni sonrojarse”. Supongo que escribir sobre ellas también. Y se agradece.
En las novelas de Sallis la pérdida está siempre presente y lo contamina todo. Driver deja atrás muchas cosas, seres queridos, mujeres que podrían haber sido “las elegidas”. El detective, profesor y escritor Griffin lo pierde todo y lo recupera malamente. Su relación con La Verne -prostituta, confidente, amante, amiga- sus idas y venidas, sus silencios, la complicidad que existe entre ellos es paradigmática.
Sallis es todo esto y mucho más. También es el escritor con el que más a gusto bebo mientras leo, el que más lágrimas me ha arrancado, el que más veces he querido imitar, en vano. Les dejo una última cita. Si no lo han visitado, no se lo pierdan. Lean y disfruten.
“Los padres aprenden que, seamos quienes seamos, lo único que podemos compartir de veras es la humanidad común que nos ata. La conciencia de que todos, absolutamente todos, sufrimos, de que cada elección es difícil y, a su manera, definitiva”.

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