El autor estadounidense nos habla de su personaje Harry Bosch y de la pena de muerte, el racismo y la violencia en EE UU
Michael Connelly, creador del detective Harry Bosch / Luis Alberto García./elpais.com |
Michael Connelly
(Filadelfia, 1956) es un hombre entregado a tres devociones: la ciudad
de Los Ángeles, su hija y la escritura. El creador de Harry Bosch
encuentra un rato en su espartana rutina creadora, empieza a escribir a
las cinco de la mañana para aprovechar las primeras horas del día antes
de llevar a su hija al colegio, para atender a EL PAÍS a distancia.
Connelly no rehuye ninguna pregunta. Hablamos de su literatura y su
proceso creador y de algunos detalles para fans irredentos de Bosch,
pero también de la pena de muerte, el racismo y la violencia en EE UU y
los asesinos en serie. Las heridas abiertas de un país.
Obsesionado con el crimen desde que presenció uno con
16 años, su encontronazo con Raymond Chandler a los 19 fue definitivo:
“Lo leí y dije: quiero intentarlo”. Connelly trata de mantener los pies
en el suelo: “Hago todo lo que está en mi mano. Está muy bien y es muy
bonito vender 45 millones de copias, pero todo eso es gracias a lo que
escribo, así que trato de mantener la atención en lo que de verdad
importa”.
Connelly agradece al periodismo el haberle dado “una
ética de trabajo”. En sus años en este oficio, donde ganó un Pulitzer en
1986 junto a varios compañeros del Fort Lauderdale News gracias
a las entrevistas a los supervivientes del accidente del Delta Flight
191, aprendió a “escribir cada día” y adquirió un buen pulso para los
diálogos. El premio le llevó a fichar por Los Ángeles Times y aterrizar en la ciudad de sus sueños.
No he pensado en acabar con Harry Bosch. Si estuviera cansado o el personaje estuviera quemado, ya habría puesto fin a la serie. Siempre tiene algo más que decir
El autor estadounidense sitúa la mayoría de sus novelas en
la urbe californiana, a la que llegó desde Florida con su bagaje
periodístico y dos novelas sin publicar. Para el autor de Cuesta abajo,
(RBA, traducción de Antonio Padilla) la elección era natural e
inevitable: “Obtengo mucho de Los Ángeles, porque es una ciudad muy
grande y evoluciona muy rápido. Raymond Chandler, Ross MacDonald y
Joseph Wambaugh fueron mis mayores influencias y todos sitúan sus
historias en esta ciudad y el sur de California, así que pensé que lo
natural era que me estableciese allí para escribir”.
Pero la ciudad angelina tiene cicatrices por cerrar. Los disturbios raciales de 1992, en los que Connelly sitúa La caja negra,
(RBA, traducción de Antonio Padilla) se cerraron en falso y no son sino
la muestra del drama del país con las minorías. “A pesar de los
avances, no creo que los problemas en esta ciudad o en EE UU estén
resueltos. La pregunta que debemos hacernos es si puede volver a
ocurrir, y la respuesta es que sí, así que tenemos mucho camino por
andar”.
Su personaje Harry Bosch, un detective de la unidad
de casos no resueltos de la policía de Los Ángeles, es alguien decidido,
solitario, honesto, obsesionado con la justicia y la búsqueda de la
verdad. También es partidario de la pena de muerte, otro de los grandes
temas de debate en EEUU, donde en la actualidad, en su momento más bajo,
un 60% de los ciudadanos apoya el máximo castigo. Connelly no se
decide: “ Es polémico, pero creo que todo policía tiene una opinión al
respecto y yo quería que Harry tuviera la suya. Creo que si nos basamos
en todos los lugares oscuros por los que ha transitado y los crímenes
horribles que ha visto, no hay duda de que apoya la pena de muerte. Yo
me encuentro a medio camino. Desde el punto de vista intelectual, estoy
en contra. Pero luego escucho historias y veo fotos de escenarios de
crímenes y de víctimas y pienso que es el instrumento de castigo
apropiado”.
Asesinos durmientes
La complejidad de EE UU encuentra en los asesinos en
serie un fenómeno único en el mundo en extensión y alcance. Harry Bosch
se enfrenta a varios, algunos de ellos “durmientes”: psicópatas que
asesinan durante años sin que nadie se dé cuenta y desaparecen para
volver tiempo después a matar. Connelly no tiene claras las razones de
este fenómeno: “No sé por qué se da en esta medida. Supongo que es
porque este es un país grande, con mucho sitio para esconderse. Tiene
muchos espacios abiertos y en esos espacios abiertos crece el miedo.
Creo que la novela negra refleja su tiempo y hay un gran número de
asesinos en serie actuando en este país. Ni que decir tiene que esto
tiene que terminar reflejándose en la ficción. Da mucho miedo que estén
actuando durante tanto tiempo de manera impune. Sólo espero que cuando
se encarga Harry Bosch eso sea esperanzador”, añade el autor subrayando
una de las claves del género: el bien trata de que el mal no salga
impune y eso reconforta.
Muy preocupado por los personajes -“lo son todo,
nadas o te ahogas con ellos. La estructura es importante, pero no tiene
sentido si no pones en ella ese personaje esencial”- Connelly no tiene
una rutina clara antes de abordar un libro, pero trata de no empezar si
no tiene bien metida en su cabeza una buena idea de cómo se inicia y
cómo termina.
No busquen una referencia real para imaginarse a Harry
Bosch porque no lo hay: “Es una mezcla de muchas cosas. Personajes de
ficción sacados de la televisión y de los libros y también algunos
detectives de la vida real a los que conozco de mi época de periodista” .
No es el único personaje creado por Connelly, el abogado Mickey Haller
es otro genial hallazgo, pero el que le ha dado reconocimiento y una
fortuna. A Harry le queda cuerda (ha protagonizado ya 20 novelas. Una The Gods of Guit, se publicará en EE UU a final de año. En España, las dos últimas las ha publicado RBA, muchas de las anteriores Roca).Su
creador no descarta escribir incluso una precuela: “No he pensado en
acabar con él. Si estuviera cansado o el personaje estuviera quemado, ya
habría puesto fin a la serie. Siempre tiene algo más que decir”.
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