La escritora francesa, broche final de lujo para Getafe Negro, ofrece una improvisada y animada charla en el Instituto Francés de Madrid. "Me gustan los invisibles de la sociedad. Descubro en ellos la humanidad que nadie ve"
Fred Vargas puso el broche final a Getafe Negro./Alberto Morante./elcultural.es |
A Fred Vargas
(París, 1957) no le gustan los encuentros y menos con periodistas.
“Siempre me hacen preguntas que soy incapaz de responder. Nunca sé las
respuestas, pero, claro, tampoco es plan de decir no sé, no sé, no sé”.
Llamada “la Dama Negra”, es una de las escritoras más consideradas en el
género de la novela negra, sus libros han sido publicados en cuarenta
países y ella apenas acepta reunirse en “petit comité” en la cafetería
del Instituto Francés de Madrid. Allí están Ofelia Grande, editora de
Siruela, que publica sus libros, Teodoro Sacristán, director de la Feria
del Libro de Madrid, y un puñado reducido de franceses y de gente del
mundo cultural.
Fred Vargas era arqueóloga. Para liberarse de las exigencias de su
trabajo, empezó a escribir en verano y terminó su primera novela en 21
días. “Mis novelas las he escrito todas en tres semanas. De un tirón. Luego, claro, tardo un año en corregirlas y lo que más tiempo me lleva es la musicalidad”.
Ha venido al Festival de Getafe Negro que este año está dedicado a la
corrupción. ¿Qué quiere Usted decir con sus libros? le preguntan. “Yo no
pretendo decir nada. Es más, nunca calculo lo que voy a escribir. Los
personajes, las ideas, las situaciones, llegan a mí, se imponen. Me
esfuerzo por expulsarlos de mi cabeza, pero algún personaje se queda.
A veces son incompatibles entre ellos. Veo entonces desfilar a estos
seres. La película se desarrolla delante de mis ojos y lo único
que hago es ir tras ellos, lo más rápido posible, para que no se me
escape nada. ¿Pero inventar? Yo no invento nada.”
Su primera novela Los juegos del amor y de la muerte ganó el
Premio del Festival de Cognac en 1986. Tras el éxito, deja un año su
trabajo como científica y se dedica a escribir. El problema, según sus
palabras, llegó con el éxito. Publicada en 40 países, dato que Vargas
dice con una mueca de horror, simplemente porque echa de menos el
anonimato. “Nunca he escrito para alcanzar el éxito. Ni siquiera para escribir en sí, sino para jugar”.
Por eso, asegura “soy incapaz de hablar sobre
mis escritos. Si quiere le hablo durante horas sobre la Peste en la Edad
Media que fue el tema de mi tesis doctoral, pero de mis novelas, no
tengo ni idea qué decir”.
¿Por qué elige usted escribir novela negra? “Quizá por ser el
niño malo de la literatura. Yo también me identifico con esta imagen.
Nunca he sido capaz de llevar zapatos normales. Estar al margen me va
mucho mejor”. Y quizá también por eso los personajes de Fluye el Sena son clochards.
“Me atrae la gente ‘marginal' de la sociedad. Los llamo los
‘invisibles' porque lo son para la inmensa mayoría. Yo trato de buscar
su humanidad, esa que nadie ve, y los coloco en el lugar protagonista.
Hablan con mucho más realismo y espontaneidad que los demás. Tienen una
capacidad de entender las cosas de un modo diferente. Ven cosas que
nadie ve, aunque luego los otros personajes, incluso el lector, las
entiende de forma diferente”.
¿Es una forma de hablar de los problemas sociales? Le preguntan entre el
público. “En absoluto. En mis novelas no pretendo transmitir ningún
mensaje. ¡Ya me paso el día reflexionando para mi trabajo de científica
en el CNRS como para querer reflexionar a la hora de escribir! No
creo que una novela sea el lugar para hacer pasar mensajes políticos.
Para eso hay otros medios como el periodismo o el ensayo. En la ficción
no funciona. En El Rojo y el Negro de Stendhal, por
ejemplo, el personaje va a una reunión política y luego cuenta lo que ha
oído. Era un periodo en Francia muy complicado entre los Bonapartistas,
las Revoluciones, la Restauración, etc., y ¿sabe usted lo que escribe
Stendhal en su novela? Una línea de puntos suspensivos. Su editor le
envía una carta pidiéndole que por favor redacte algo de historia, que
eso gusta mucho a los lectores, y Stendhal, en la correspondencia, le
responde que de ninguna manera, que él quiere mantener los puntos
suspensivos. Stendhal añade: ‘la política es una piedra sujeta al cuello
de la literatura'.”
Ese impulso que conduce a Fred Vargas a escribir durante las tres
primeras semanas corresponde al inconsciente y no a una necesidad de
“decir algo”. “Me gusta esa capacidad que tiene la mente de dejar entrar
las ideas sin contaminarse por la razón. No calculo jamás lo que voy a
escribir. Nunca fui educada por mis padres, sino por una
cuidadora mayor que venía del campo. Su forma de hablarme, con un
lenguaje simple, claro, es la que revive en mis textos. Esa musicalidad es la que busco”.
La dificultad vino luego, cuando se dio cuenta de que, además de un
juego, la novela policiaca tenía unas reglas muy marcadas. “Tienes que
saber quien es el asesino desde el principio y tiene que aparecer en las
primeras páginas. Además, un lector, si se aburre en una página, tira
al suelo la novela negra y se olvida. A una novela digamos
‘blanca', le permites descripciones y algunas páginas más aburridas que
otras. Eso es impensable en la novela policiaca”.
Gran lectora de estas historias, Vargas confiesa que devora todo lo que
se publica en el género. “Cuando era pequeña, mi padre, que era un
escritor surrealista, prohibió la entrada en casa de estas novelas.
Quizá por eso, por transgredir, yo me aficioné de niña a ellas. Desde
entonces leo con verdadero desenfreno. Leo. Releo. La novela policiaca actual. La de los años cincuenta. Comparo. Deduzco. Analizo los
cambios”
Fred Vargas atribuye el éxito de la novela negra a una necesidad
catártica del hombre. “¿De dónde viene el mal? ¿Dónde está? Desde hace
miles de años el ser humano se interroga sobre ello. La resolución
simbólica a la que llega con este tipo de novelas le hace sentirse mejor
y dominar su angustia vital. Para mí esto es mucho más eficaz que dar
lecciones”, sentencia. El fin de semana concluye para Fred Vargas en
Getafe Negro, donde ha participado en una mesa redonda para analizarla
novela negra francesa y ha firmado ejemplares de sus libros. Un broche
final de lujo para el festival.
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