8.11.14

Los detectives también hablan árabe

Hoy tenemos la suerte de contar con este artículo de Carmen Rengel escrito desde Jerusalén

 
El escritor Matt Rees./elpais.com
Carmen Rengel

Los periodistas Eugenio García Gascón y Joan Cañete Bayle acaban de regalar al clan de la novela negra un nuevo personaje, Rashid Al Said, un policía laico, culto, con corazón de filósofo y la justicia por lema, enredado en una trama criminal con la caída del régimen de Sadam Hussein como telón de fondo. En su Expediente Bagdad (Siruela), crean un detective que tiene la doble bondad de servir para contar una historia de las que atrapan hasta el final y, a la vez, hacer de guía por una tierra que se impone en el relato como un personaje esencial. Han parido un excelente primo árabe de Sherlock Holmes, con el mérito añadido de que son pocos los que hoy pueblan las estanterías.


Hasta ahora, quizá el investigador del Medio Oriente más conocido en todo el mundo era el palestino Omar Yussef, el profesor de una escuela de Naciones Unidas en un campo de refugiados de Belén (Cisjordania), quijote de causas que cuestan la vida si no se pelean con su inteligencia (y su suerte y su temeridad). Lo creó el también periodista Matt Rees, corresponsal en Jerusalén como Gascón y Cañete. En su Cuarteto de Palestina, (El maestro de BelénUna tumba en GazaEl secreto del samaritano y El cuarto asesino), Yussef se pasea por tramas en las que la militancia política se mezcla con la ocupación israelí, la religión y sus normas, las fronteras, las agencias internacionales… Rees aprovecha cualquier descripción para introducir pequeñas explicaciones de la realidad, de las costumbres palestinas. Al Said no, porque está concebido, explica Cañete, como un árabe integral, sin añadidos de occidentales.

Kadhra
Yasmina Khadra











Los de fuera han dado brillo a la serie negra en el mundo árabe, pero la tradición, aquí, no es reciente. En las universidades se estudia que el primer misterio por resolver en lengua árabe se encuentra en el cuento de Las tres manzanas, en Las mil y una noches, cuando el califa Harum Al Rashid le encarga a su visir, Yaffar Ibn Yahya, que investigue quién ha matado a esa chica con manos cubiertas de henna hallada en un cofre tirado en el Tigris.

Resurgir egipcio y argelino

Ahora la novela negra está viviendo un resurgir en la zona, sobre todo en Egipto y Argelia. Ahmed Mourad, cairota, es Premio Internacional de Narrativa Árabe por El elefante azul, donde su doctor Yahya se enreda en misterios que le sirven para exponer los problemas de fondo de un Egipto en ebullición. Es un bestseller nacional. Su personaje vive en la otra orilla del Mediterráneo, pero se parece a sus primos (los de Ledesma o los de Madrid, por ejemplo), en su choque con los poderes fácticos y la burocracia.

Sin salir de Egipto, hasta la novela gráfica se empieza a sumar al noir, como en los casos del caballero-ladrón creado por Magdy Al Shafee, censurado y multado por usar el crimen como arma de crítica social.

En Argelia hay autores como Yasmina Khadra, Anouar Brahem, Boualem Sansal… Khadra y su Brahim Llob, comisario de la brigada criminal de Argel, revolucionario a punto de jubilación, cuentan la extrema violencia de su tierra con la mirada entrañable de un tipo desastroso en el vestir, tierno en la defensa de sus valores y su familia, también de su religión. Se le puede disfrutar en MorituriDoble BlancoEl otoño de las quimeras y La parte del muerto y ahora en A qué esperan los monos, que Alianza estrena esta semana.

Elias Khoury, libanés, colaborador del poeta palestino Mahmud Darwish, creó en los 80 uno de los títulos más conocidos del género en la zona, Máscaras blancas, donde un periodista sin nombre trata de localizar al asesino de un funcionario. Que ese asesino nunca aparezca es lo de menos. Había que contar el Beirut del momento. El misterio al servicio de la actualidad.

Sobre todo en los países de dominio francés, la influencia detectivesca viene de principios del pasado siglo. Grandes autores como Najib Mahfoud o Tawfiq Al Hakim fueron en su infancia adoradores del Arsenio Lupin de Maurice Leblanc y lo confesaron con orgullo. Recuerdan los carritos con libros en mitad de la calle, que atesoraban sus fantásticas aventuras, en saldo junto al Nilo. “El género no es nuevo, pero ha estado inactivo durante décadas”, reconoce la especialista Marcia Lynx Qualey. Ahora sólo hace falta que fluyan las traducciones, hoy apenas si localizables en inglés, francés o italiano. 

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