17.6.08

LA NOVELA NEGRA NORTEAMERICANA:DECADENCIA SIN CAIDA PREVISIBLE

Paco Ignacio Taibo II



Es de noche. Un par de borrachos cantan a grito pelado canciones de amor a unas decenas de metros de mi ventana. México suele ser así. Me gustan las letras de estas canciones de amores fracasados. Intento ordenar la cabeza. ¿Qué he leído en este último año que me haya desconcertado, encariñado, enloquecido, divertido? Preparando la Semana Negra comienzo a darle vueltas a las ediciones norteamericanas. Libros colocados de canto hace meses en esquinas de los libreros para recordarme algo, van siendo rescatados. Hay que tirara al suelo falsas señales, mensajes para otros destinatarios. Después de un par de horas un panorama extraño ha surgido. Tengo más preguntas que respuestas. Descubro que entre las novelas policíacas que me han interesado en estos meses hay autores canadienses, escoceses, griegos, latinoamericanos, españoles, británicos, argelinos... Pero muy pocos norteamericanos. ¡Vamos ahí! Algo raro está pasando. La mesa, el suelo, a la izquierda y derecha de mi silla , se van llenando de libros. Vago como desesperado por la casa, bajo al garaje, saco libros, subo al despacho de Paloma, vuelvo con otra pila de libros, me meto al dormitorio, reptando para no despertar a mi mujer, regreso con una nueva pila, incluso incursiono en pasillos y cuartos de invitados.

¿Qué pasa? Durante años el género fue propiedad del mundo anglosajón, luego irrumpimos desde la periferia. Pero la interrupción cuantitativamente era aún marginal, y sin embargo...

No queda otra que aceptar lo que estoy viendo. ¿Está pasando la novela negra norteamericana por una etapa de decadencia? ¿Por qué? Comienzo a elaborar respuestas.

Primera hipótesis: algunos de nuestros amigos se han ido.




La muerte de Ross Thomas (La oportunidad del chino- Los tontos del pueblo están de nuestro lado), uno de los más maliciosos narradores del género, la retirada total o parcial de varios más como Joseph Wambaugh quien hace años que no publica, Roger Simon que tras el éxito de la serie de novelas protagonizadas por Moses Wine (progre, un poco hippie, muy de los 60) iniciada con The big fix se hundió en el mundo de Hollywood y dejó por varios años la novela policíaca, aunque los últimos rumores parecen indicar que retorna. Han dejado el género Andrew Bergman (El escándalo del 44), Gerald Petievich ( se acuerdan de: Vivir y morir en Los Angeles?). Joe Gores (recuerdan su fascinante novela sobre los gitanos ladrones de cadillacs o su versión de Hammett?) incursionó en el cine y la televisión y dejó aparcada lateralmente la novela. La enfermedad ha marginado a Tony Hillerman tras la maravillosa serie de novelas situadas en el mundo de los indios navajo que tanto éxito han tenido dentro y fuera de los Estados Unidos.

Segunda hipótesis: Los exiliados


A lo anterior habría de sumarse el exilio de las más enigmáticas figuras del género negro en Estados Unidos, Marc Behm y prófugo de Hollywood, refugiado en Paris, mítico narrador sujeto de un culto casi subterráneo, demasiado original para un público masivo, había dejado de publicar en Estados Unidos y tras su breve incursión en Inglaterra a través de Zomba Books con una trilogía, dejó incluso de publicar en ingles, habiendo salido sus novelas en Francia y España. Separado de todos, oculto a festivales y encuentros, Behm es uno de los sujetos míticos de la serie negra. Charyn se ha establecido medio año en Paris y medio en Nueva York dedica cada vez más tiempo al cómic, otra de sus pasiones, con varias colaboraciones con José Muñoz. La malicia literaria de J.Charyn y Behm tenía poco espacio en los EstadosUnidos. ¿Se podía seguir hablando de ellos como narradores norteamericanos?

Tercera hipótesis: Retorno al mainstream.

El género ha sido abandonado por autores que incursionaron fugazmente en él moviéndose más tarde hacia el mainstream, la literatura no genérica, como Paul Auster (¿quién se puede olvidar la trilogía de Nueva York?) o el crítico de jazz Natt Hentohf que escribió un par de novelas fabulosas situadas en Nueva York y luego se disolvió en la niebla.

Cuarta hipótesis: Adiós guerra fría.

La guerra fría se terminó, ha sido substituido por algunas pequeñas guerras calientes. Los escritores son víctimas del síndrome Le Carre; la desaparición de un sujeto narrativo ha dejado sin espacio a varios autores, quizá el más interesante sea Robert Littel, autor de Anónimos a bordo.

Quinta hipótesis:¿Qué pasó con el relevo?

Con todasestas deserciones y bajas, alguien podría haber depositado esperanzas en la generación del relevo, pero los Peter Blauner (Motín a cámara lenta), Walter Mosley (El diablo vestido de azul), Julie Smith, Andrew Vachs, parece haberse desinflado tras una serie de novelas muy interesantes. Los lectores que alguna vez los quisimos tanto parecemos desilusionados por sus nuevas novelas. ¿Si hay una generación de relevo, dónde esta?

Sexta hipótesis: El bestseller mata.

La presión editorial a la búsqueda del bestseller es un potente veneno en el proceso de creación en Estados Unidos. Algunas editoriales como la famosa Mysterious Press Han sacado de catálogo a sus mejores narradores buscando nuevas novelas que les funcionen como bestseller. El mecanismo es monstruoso, porque deja sin editor a autores que por su calidad estaban en las tablas medias de ventas. El hecho descorazona al narrador de largo aliento e invita al creador de anécdotas originales pero que se vuelven historias sin experimentación y carentes de atmósfera. Sólo quieren bestseller y en su búsqueda pueden perder mucho más de lo que ganan. Y desde el punto de vista del lector, sabemos que el bestseller, con su comodidad narrativa, su facilismo, sus personajes esquemáticos, no da para gran cosa (Grisham y compañía incluidos).

Séptima hipótesis: escríbeme lo mismo, vida mía.

Pero sobre todo sería la reiteración, un mal mayor en el mundo del libro norteamericano, la que dejaría en estado preagónico a la novela policiaca norteamericana. La presión de agentes y editores para que un autor escriba y reescriba la misma novela parece estar dando resultado, resultado dramático, por cierto. En un ambiente editorial muy conservador, editor y agente le aprietan los tornillos al escritor para que si tuvo un mínimo éxito, vuelva a escribir el mismo libro.
Sue Grafton, Sara Paretski, Robert Parker, Loren Estleman, parecen haber caído en esta trampa.

Salida ilusionada.

En un universo tan rico siempre se producen sorpresas; algunos de los viejos maestros siguen produciendo y sus novelas seguirán desconcertándonos y sorprendiéndonos. Mari Cruz Smith es capaz de hacer algo notable en un escritor, escaparse del éxito de lo ya probado y salirse de su triunfante serie del detective ruso Arkadi Renko (iniciada en Gorki Park) y crear un libro fascinante como La Rosa, una novela poco convencional dentro de un género atrapado por convenciones. Más allá de sus delirios y sus visiones paranoides de la historia James Ellroy continúa produciendo novelas inquietantes como Jazz Blanco o Seis grandes. Donald Westlake parece ser inmortal, su imaginación no esta dañada por el paso del tiempo. James Crumley (ojo, Snake está sin editor en España) tiene una rabia, mala fe y talento que se notan cada vez más en sus novelas.

Ellos mantienen viva la novela negra en Estados Unidos, ellos y esa joven que acaba de entregar su manuscrito en una editorial, uno entre los 6 mil manuscritos de novelas policíacas que la industria editorial norteamericana recibe anualmente.





Lunes 9 julio 2001 en A Quemarropa

12.5.08

ENRIQUE SERNA Y LA NOVELA NEGRA. EL MIEDO A LOS ANIMALES


Vida Valero y Alejandra Herrera


La novela policial, en general, y la negra, en particular, requieren de un lector especial. Un lector que se deje implicar y conducir a la trampa en la que caerá la víctima. Desde ahí, más que resolver un enigma, contemplará el mundo de crimen y de corrupción que ofrece una realidad que no se inventa, sino que se refleja en la novela. En síntesis, el crimen es el protagonista de la realidad y de las obras literarias.
En México, al igual que en Hispanoamérica, la novela policial negra cobra auge a partir de los años setenta, porque es el espacio en el que se puede dar cuenta del descontento social y de la desilusión generados por la ausencia de límites claros de la ley.

Tal es el caso de El miedo a los animales (1995) de Enrique Serna, cuyo título contiene ya un rasgo fundamental del género policial: el miedo. Narcejac define de la manera siguiente a este género: "La novela policial es un relato en el que la razón crea el miedo que ella misma debe calmar" (Histoire des littératures, 3, trad. de Vida Valero, p. 1660). Sin embargo, en esta novela la aclaración del crimen, que hará sobrevivir al protagonista, no sofocará el miedo producido en el lector, pues las causas del asesinato, más que concretas e individuales, son sociales. Antes de abordar las características del género policial negro presentes en la novela de Serna, será necesario detenerse en el argumento.
En El miedo a los animales es Evaristo Reyes, ex-periodista de nota roja, el protagonista de la novela. Ésta comienza cuando Evaristo ya tiene varios años de haber renunciado a los ideales de juventud al entrar a la policía judicial. Por una situación en la que el azar tiene mucho que ver, decide no traicionar los últimos vestigios de su dignidad y salvar a un periodista de una sección cultural, cuyos artículos contra el Presidente lo tienen en la mira de su jefe. El caso es que Roberto Lima, así se llamaba el temerario articulista, es asesinado antes de que la judicial le eche el guante. Resolver este asesinato hará que Evaristo penetre en los círculos intelectuales más exclusivos, para finalmente regresar desencantado a la Procuraduría de Justicia.

Como puede verse, Serna explora dos ambientes en apariencia totalmente distintos, el de la policía judicial y el de los intelectuales, y a través de ellos construye un espectro en el que se reconocen los conflictos sociales y políticos que confluyen en la ciudad de México en la década de los noventa.

Siguiendo la revisión que hace Mempo Giardinelli de los teóricos de la novela negra, los rasgos del carácter del detective, héroe de este género, son: duro, solitario, aventurero, desconfiado de los demás, desdichado, y crítico del entorno social, a diferencia del detective del género policial clásico: elitista, fino, privilegiado socialmente y desentendido de los problemas sociales como Dupin, Holmes y Poirot. (Cfr., El género negro).

Algunos rasgos del género negro configuran la personalidad del protagonista de Serna. Frente al detective de la novela policial clásica, Evaristo Reyes resulta un antihéroe. Se trata de una víctima de la injusticia económica y social de este país. Las presiones financieras que padecían él y su familia lo llevan incluso a pensar en poner un puesto de tamales en Ciudad Universitaria, nada más lejos de la posición privilegiada de los detectives clásicos. Producto de una clase desposeída, sus pretensiones de juventud, como la de ser escritor, ceden, primero, a trabajar como periodista de nota roja y, después, a ingresar a la policía judicial.

Serna conforma un personaje solitario en todos los sentidos. Evaristo, en el medio periodístico, se sale de la norma porque quiere mostrar precisamente lo que este medio oculta, las causas de la violencia criminal; y ya en el ámbito de la policía judicial porque sus obsesiones literarias son incompatibles con la sordidez de ese campo y por lo tanto desconfía de todos los demás.


Quizá la soledad sea la que lo convierte en un personaje débil y pusilánime durante los más de quince años que pasa en la policía judicial. Al convertirse por azar en detective (sus empleos nunca han estado directamente relacionados con el descubrimiento de criminales), Evaristo no es duro, no mata, no tortura, no golpea. Su objetivo es jugar limpio y encontrar al verdadero asesino, no al chivo expiatorio como ocurre normalmente: "Deseaba que fuera culpable, pero un culpable verdadero, no fabricado por Maytorena" (Serna, p. 109).
El rasgo aventurero de Evaristo se inicia al decidirse a entrar a la policía judicial para reunir pruebas y destapar, en una novela, el juego siniestro y corrupto de ese poder, pero esa intención se diluye en las comodidades y privilegios que consigue para su familia. En su inesperado papel de detective, el deseo de aventura lo vuelve a atrapar porque siente que en sus manos está descubrir al verdadero criminal de Lima, a quien ve como el modelo de periodista incorruptible y contestatario del sistema que siempre había querido ser; por eso renace su ánimo combativo y su dignidad. Por una sola vez desobedecerá al comandante, y pondrá sobreaviso a Lima de las intenciones de su jefe.

Evaristo es también un ser desencantado, el trabajo en la "Procu", redactar los informes de su jefe, el temible Maytorena, lo tiene frustrado porque "En sus escritos, la inventiva era tan importante como el estilo, pues tenía que reemplazar las andanzas criminales del comandante por el itinerario ficticio de un policía modelo"(Ibid., p. 26). A esta frustración hay que añadir la cruda que le dejó la parranda del día anterior y que en realidad es el pan de todos sus días. No obstante, entre la vigilia y el sueño, fantasea -diría Freud, dime tus fantasías y te diré cuáles son tus frustraciones- que es un reconocido escritor, objeto de homenajes por su pluma combativa contra las injusticias sociales. A los 45 años sus obsesiones escriturales siguen intactas. Para justificarse ante sí mismo, piensa en la intolerancia y los sueldos de hambre del medio periodístico. El narrador da cuenta de su pasado:

Como periodista [Evaristo] sólo había deseado que los lectores de la nota roja, en vez de horrorizarse por los hechos de sangre, se horrorizaran por la injusticia… Pero los jefes de redacción querían información escueta, y al recibir sus kilométricos reportajes trinaban de cólera: "¡Te pedí algo breve y me traes una novelita! Esto es periodismo no literatura. Déjamelo todo en una cuartilla… (Ibid., p. 17).
Paralelamente al conformar la personalidad de Evaristo Serna va dando cuerpo a los ambientes por los que transita su personaje y aquí, en el medio social, es donde se va a dar el rasgo crítico de los detectives de la novela negra que, a diferencia de la policial clásica, trasciende el espacio cerrado para salir e instalarse en la misma realidad.

Así, lo que afirma Steven Marcus sobre Dashiell Hammett puede de alguna forma aplicarse a Serna:

De hecho el autor presenta el mundo del crimen como una reproducción en estructura y en detalle de la sociedad… conecta y yuxtapone los mundos ambiguamente ficticios del arte y la literatura con los mundos fraudulentamente ficticios de la sociedad… (Pról. a El agente de la Continental, p. 22).

Por otra parte, siguiendo a Mempo Giardinelli, las formas constantes de la novela negra son:

1. La novela de acción con detective protagonista;

2. La novela desde el punto de vista del criminal;

3. La novela desde el punto de vista de la víctima.
(Giardinelli, op. cit., p. 52).

Serna estructura su novela haciendo una combinación entre la primera y tercera formas. Al principio Evaristo se asume como detective, y desde ese papel sortea una serie de aventuras; sin embargo, la acción de la novela se intensificará desde el momento en que el protagonista se convierte en presunto criminal, lo cual, siendo inocente, lo convierte en víctima. Además, Serna cumple con otra característica de la novela negra, que corresponde a una "crítica social, generalmente urbana, que mediante la inclusión de un crimen desarrolla un mecanismo de intriga, pero cuya intención fundamental es la crítica de costumbres o de los sistemas sociales". (Ibid., p. 53).

La perspectiva de Evaristo es la del policía judicial que ve críticamente su entorno, en el que lo único que se da es el crimen, la impunidad, el engaño y la prepotencia. Desde ahí ha idealizado, por oposición, al medio cultural; sin embargo, al penetrar en él, descubre un ambiente también corrompido por el fraude y la simulación. Ya en su papel de detective, acude a la presentación del libro de Perla Tinoco. Sus presentadores explicarán al público cómo y qué ver en su obra. Daniel Nieto, uno de ellos, afirma:

Avecilla de fina estampa que viaja de ensueño en ensueño, solitaria y altiva en su libertad, Perla Tinoco sabe que la búsqueda del poeta consiste en volar siempre más alto, hasta alcanzar las orillas del gran silencio… Pero es en los poemas de largo aliento donde Perla encuentra su propia voz… que no tiene precedentes en la poesía mexicana de nuestro siglo… (Serna, op. cit., p. 66).


El narrador advierte la incomodidad de Evaristo: "Había en el ambiente un olor a estabilidad financiera que chocaba con su idea romántica de la literatura. Para él todo escritor digno de ese nombre, más aún si era poeta, debía estar inconforme con la realidad y desesperado por cambiar el mundo." (Loc. cit.) La incomodidad mencionada se vuelve decepción cuando Evaristo, ya a solas en un bar, con los presentadores del libro, Nieto y Segura, éstos apuñalan por la espalda a la llamada "Tinaco", ya en confianza (Cfr., ibid., p. 79):
-Yo si la admiro -intervino Nieto-. La admiro porque siendo la poetisa más cursi, ramplona y analfabeta de México, ha reptado con una habilidad increíble para llegar al lugar donde está.

-… Miss Piggy es la virreina del Conafoc. Todo pasa por su oficina: ella reparte becas, premios, ediciones, viajes al extranjero…

-Hay veces en que uno debe ser mentiroso por diplomacia -explicó Segura-. La Tinoco nos invitó a presentar su libro. ¿Qué querías? ¿Qué se lo hiciéramos pedazos enfrente de sus amigos? Hubiera sido una chingadera. Ella sabe que le hicimos un favor y dentro de poco nos lo va a tener que pagar. Así funciona esto: hoy por ti, mañana por mí. (Ibid., p.74).

Después sigue una cátedra de cinismo e hipocresía en la que Evaristo descubre que en la verdadera crítica no cuenta lo que se dice en público, "la neta" sólo se dice en el café, en el bar, en las reuniones, siempre y cuando el aludido no esté presente. Así se van desmoronando los ideales del nuevo detective.

Serna unifica de este modo los espacios opuestos. Para Evaristo resulta que el medio cultural es tanto o más criticable que el policiaco, ya que en éste las reglas son implícitas y conocidas por todos: hay corrupción y se sabe que esa es la norma, pero paradójicamente también existe la lealtad. En el mundo intelectual todo se resuelve con hipocresía y simulación, el poder se adquiere a base de un prestigio que se consigue pasando por encima de la calidad artística, la reputación e, incluso, la amistad. Los códigos de honor entre los judiciales e intelectuales son diferentes. En el texto de Serna, el Borrego y el Chamula, dos personajes de la judicial, se enfrentan por la fidelidad a Maytorena, a tal grado que el Chamula mata a quemarropa al Borrego por atreverse a cuestionar la conducta del comandante. En la siguiente cita puede verse no sólo la capacidad crítica sino también reflexiva de Evaristo:

Un efluvio incesante de reflexiones [a-punta el narrador] lo mantuvo despierto hasta el despertar de la aurora … Como asesino, el Chamula era indefendible, pero podía dar una lección de lealtad y honradez a los dos literatos, que vivían en un mundo de palabras, y sin embargo habían degradado el lenguaje hasta despojarlo de todo compromiso moral. ¿Cuántos escritores habrían sido víctimas de su retórica fraudulenta? El Borrego estaba muerto por decir lo que pensaba y el Chamula lo había matado por atreverse a decirlo, de acuerdo con un código de honor incomprensible para Nieto y Segura, que en materia de nobleza y hombría quedaban muy por debajo de cualquier gatillero. (Ib-id., p. 79).

El lenguaje de la novela negra también presenta sus características. Narcejac al hacer la revisión histórica de este género, define su lenguaje así:

El arte del escritor también se transformó. La belleza de la frase se convirtió en secundaria… El estilo sólo quiere ser eficaz. Un estilo hablado, con repeticiones, pesadez, groserías, improperios. El argot tomará el primer lugar… Era normal que el lenguaje se descompusiera, perdiera músculos y nervios para conservar sólo la viscosidad del plasma, del caos original. (Narcejac, op. cit., trad. de Vida Valero, p. 1662).
Serna tendrá que utilizar un lenguaje rudo y violento para dar verosimilitud a su relato, pues como se ha venido viendo, la realidad reflejada en su novela no es la de un cuento de hadas. Por eso emplea el narrador en tercera persona, interrumpido por los diálogos heredados, según Giardinelli, del Western y que son de "… estilo seco, frío, cambiante de la cordialidad al gruñido, como años más tarde se admirará en el sarcasmo del Marlowe de Chandler". (Op. cit., p. 37.)

La realidad cruda y descarnada que presenta Serna hará que este tipo de lenguaje trascienda del medio de la policía y del pseudointelectual para instalarse, incluso, en las relaciones de pareja:

-¿Se puede saber quién es la dichosa Fabiola? -le preguntó en un tono despectivo que presagiaba tormenta.
-Una escritora a la que estoy investigando.
-La estarás investigando muy a fondo, porque te quedaste con sus calzones
-Dora Elsa le arrojó la prenda a la cara. ¡Hijo de la chingada! ¡Te rompen la cabeza por andar cogiendo con esa puta y aquí está la pendeja que te viene a curar las heridas. (Serna, op. cit., p. 125).


Este diálogo, en el que se advierten las características mencionadas, revela también otro ingrediente del género negro: "… interludios amorosos, apenas sugeridos por casi todos los autores, pero presentes de distintas maneras como un condimento narrativo indispensable". (Giardinelli, op. cit., pp. 33-34).
Evaristo conoce a Dora Elsa en un cabaret de mala muerte, el Sherry's, que frecuenta con su jefe. Ella es una "encueratriz", también víctima del sistema, que para ganarse la vida y mantener a su pequeña hija trabaja en la variedad y "ficha". Sin embargo, Dora Elsa tiene valores. "… conservaba un fondo de honestidad, un elemental respeto por los demás que habían perdido Fabiola Nava, Perla Tinoco y demás brujas de su calaña [piensa Evaristo al comparar a su novia con las intelectuales que acababa de conocer]". (Serna, op.cit., p. 125).

La relación entre Evaristo y Dora Elsa es clave para la estructura narrativa de la novela, pues en ella el protagonista finca sus esperanzas de tener una vida diferente, libre y normal. Es también un motor que lo hace reconocerse como un ser bueno y verdadero, y por eso siente que puede encontrar al asesino de Lima; quiere ser un héroe, los ideales reencarnan con la fuerza poderosa del amor. Al morir Dora Elsa (no sería verosímil que terminara en un happy end), durante un tiroteo en el que pretenden atrapar a Evaristo -recuérdese que a estas alturas ya es el principal sospechoso, chivo expiatorio, de la muerte de Lima- el protagonista toma conciencia de que no se puede ser libre después de pertenecer a la mafia de la judicial:

Su principal error [dice el narrador] había sido creer que después de reptar por más de quince años en las cloacas de la judicial, podía salir a la superficie oliendo a rosas y enamorarse de una mujer sin hacerle daño… La muerte de Dora Elsa lo había devuelto drásticamente al inframundo del que había intentado huir, ahora en calidad de víctima. (Ibid., p. 186).

El punto de encuentro de Dora Elsa y Evaristo, como ya se ha señalado, es un cabaret de mala muerte, un tugurio oscuro de ambiente grotesco, iluminado con luces de neón, en el que los travestis y las prostitutas se pasean a sus anchas en el claroscuro sórdido donde la droga corre con facilidad, y las niñas, apenas mujeres, aprenden a desnudarse y a venderse al mejor postor. Este espacio clandestino es un rasgo más de la novela negra, que como apunta Giardinelli, constituiría una parte más de la "negritud" de este género. En El miedo a los animales, no sólo es el cabaret, sino el mismo medio policiaco con sus cloacas y su ambiente aterrador de corrupción, tortura y crimen.

Todos estos componentes, los rasgos del héroe (detective-víctima), el lenguaje y el ambiente negro hacen que el lector quede atrapado en el suspenso que Narcejac define como:

La espera de algo cuya naturaleza no conocemos… El suspenso es la novela de la víctima. Ésta es el personaje oscuramente amenazado, siente que se está metiendo en una trampa, pero ignora la naturaleza de esa trampa (al igual que el lector). (Op. cit., trad. de Vida Valero, pp. 1665-1667).

De la misma forma que Evaristo, el lector de El miedo a los animales ignora a dónde va a desembocar la intriga, pero mientras la novela va mostrándole una serie de revelaciones, sobre todo del medio intelectual -pues la decadencia y la corrupción judicial son lugares comunes-, no puede dejar de sorprenderse y replantearse los juicios o prejuicios que tenía de este medio. La novela se vuelve así el planteamiento crítico de un espacio que se había mantenido alejado fundamentalmente de la corrupción. El relato de Serna es verosímil porque el lector ve aludida en él su propia realidad.


En nuestro país, la autenticidad de la postura intelectual y periodística es cuestionable, el autor está consciente de que la crítica independiente también tiene su precio, de que el trabajo intelectual es poco reconocido y muchos talentos se venden al mejor postor. Luego, ya bien colocados, los intelectuales cambian, aminoran sus ataques, para que no se vea tan mal, y de paso afirman con ello que la libertad de prensa sí existe, que hay libertad de expresión. Otro asunto son los grupos, donde los ritos de iniciación y complicidad son sus bases.
Las becas mensuales y al extranjero también contribuyen a que los intelectuales cambien de puntos de vista, de perspectivas y hasta de grupos. Los que antes eran amigos, de pronto ocupan las páginas de los suplementos culturales para lanzar graves acusaciones en contra de los que antes habían sido la mugre de sus uñas y hasta sus compadres. Las leídas de cartilla, los compromisos al pertenecer a un grupo prestigioso cierran las bocas y acallan las plumas de los críticos más aguerridos. Los más reconocidos intelectuales de pronto pa-san, si no a las nóminas, sí a la imagen del canal de las estrellas. Y si a alguien se le ocurre cuestionar, se le contesta que se trata de "complejos", hay que estar cerca de las masas y quizás auténticamente sienten que de verdad están culturizando a este país. La cualidad contestataria del arte y la literatura queda, así, mediatizada por completo.

De manera paradójica a lo esperado, Evaristo realiza sus anhelos. Ya detenido por el asesinato de Roberto Lima, en Almoloya escribe su primera novela, gana un concurso literario y por fin descubre al asesino de Lima. Sin embargo, este triunfo sólo sirve para acentuar más su desencanto. Casi al final de la novela, el asesino revela a Evaristo el sentido de los anónimos en los que se identifica a los animales con los judiciales y que dan título a la novela. Sin embargo, el medio intelectual es reflejado de tal manera que Evaristo prefiere volver a la judicial, porque ahí por lo menos la corrupción es más abierta, uno sabe a qué atenerse. Regresa porque según sus propias palabras: "Necesitaba respirar aire puro." (Serna, op. cit., p. 269). Lo que demuestra que el medio intelectual es más hipócrita, deshonesto y asfixiante que el de la Procuraduría.

No obstante, la literatura y el arte son los únicos espacios en los que el hombre todavía puede acercarse a las causas de la experiencia vitalmente humana, y por eso, tal vez, Serna se plantee que vale la pena desenmascarar, por medio del humor, los problemas que traen consigo la simulación y la búsqueda de poder, quizá generados, sobre todo, por la injerencia del Estado en el medio cultural e intelectual.

Borges muestra la virtud del cuento y la novela policiales: "En esta época nuestra, tan caótica, hay algo que, humildemente, ha mantenido las virtudes clásicas: el cuento policial… Yo diría, para defender la novela policial, que no necesita defensa… está salvando el orden en una época de desorden." (Borges, oral, p. 80).

Esta virtud también se puede aplicar a la novela negra de Serna, pues él da forma, cuerpo y materia al caos de la corrupción e hipocresía que impera en dos medios fundamentales de nuestro país y de nuestra época.




Bibliografía
Borges, Jorge Luis, "El libro" y "El cuento policial", en Borges, oral, Buenos Aires, 1979, Emecé, pp. 13-24 y 65-80.

Giardinelli, Mempo, El género negro, México, 1996, Universidad Autónoma Metropolitana, 2a. ed., 282 p. (Molinos de viento, núm. 109).

Marcus, Steven, "Introducción", en Dashiell Hammett, El agente de La Continental, Madrid, 1980, Alianza Editorial, 3a edi., pp. 7-26.

Narcejac, Thomas, "Le roman policier", en Histoire des littératures, 3, París, 1958, Gallimard, pp. 1644-1670.

Serna, Enrique, El miedo a los animales, México, 1995, Joaquín Mortiz, 269 p. (Narradores contemporáneos).

30.4.08

ASPECTOS DE LA NOVELA NEGRA EN COLOMBIA

Atisbos y tanteos del género caracterizado por mostrar el lado oscuro del crimen como componente de la vida.

Para definir este género policiaco habrá que acudir a Edgar Allan Poe, quien escribió tres relatos: Los crimenes de la calle Morgue, El misterio de María Roget y La carta robada(1841), y no es casual que haya nacido en un país prostestante y en la cuna del capitalismo. Además, al decir de Borges con severidad es el único género cuyo origen conocemos con exactitud. En realidad los relatos policiacos/policiales sufrieron a través de los tiempos, y del aporte de grandes escritores, variantes que permiten agruparlos en por lo menos tres grandes vertientes: en primer lugar, la novela-problema(también llamada de detectivesca)donde el motor del relato es develar un enigma a través de una lógica indiscutible a cargo de un héroe, llamese detective. Entre estos vanidosos personajes está Sherlock Holmes(creación de Sir Arthur Conán Doyle, 1891-1979), así como la veta religiosa y de un sutil humor que incorpora el padre Brown, el héroe de Gilbert Keith Chesterton(1874-1936). Todos autores y personajes que apasionaron a lectores de los años comprendidos entre las dos guerras mundiales.

En un segundo segmento se ubican las novelas de suspenso con la víctima como centro del drama, que tuvieron como creador y gran cultor a William I Rish(1903-1968), un inglés que trasladó el interés del relato del develamiento del enigma al suspenso que generaba la persecusión o amenaza que sufría el protagonista, héroe de la trama. Muchas de sus creaciones fueron llavadas al cine. Por los años 20, mientras hacía furor la inglesa Agatha Cristhie, se publica en Estados Unidos la novela de un joven llamado Dashiell Hammett(1894-1981), Memorias de un detective privado. Era la obra fundacional de lo que después se dió en llamar novela negra. La diferencia con el relato clásico policiaco/policial está en que, el nuevo detective moderno se desplaza en la ciudad, se mueve dentro de su grupo de clase social al que pertenece, pero el crimen o el enigma lo obliga a salir a recorrer otras partes de la ciudad, del país o lugares lejanos, lo obliga a salir de su entorno social para moverse sobre un terreno que no conoce pero que, sin embargo, hace parte de una cultura a la cual tiene que enfrentarse. Los personajes de la novela, el espacio y el tiempo, ya no existen como mera función del esquema crimen-investigación-solución. La realidad de la ficción se vuelve menos artificial -recuerdese que el relato policiaco/policial, llamese novela o cuento entraba en el pasado en una categoría de subliteratura, de entretenimiento y de evasión- hasta el punto que el crimen y su investigación son intrumentalizados para fines ajenos al esquema y se convierten en función de otros aspectos de la novela: crítica social, discusiones políticas, reconstrucción de la historia, búsqueda de identidad cultural, feminismo o a reflexionar sobre la creación del texto del autor. Caso y ejemplo: El nombre de la rosa, de Umberto Eco. La novela negra/criminal sigue siendo un entrenimiento pero ahora es un entretenimiento literario y no lógico matématico. La renovación que supone la novela negra/criminal no ha afectado el fondo criminal del relato, sólo la forma de contarlo, que permite diversas lecturas a distintos niveles esta nueva concepción de la novela criminal permite desarrollar una auténtica estructura literaria, de ahí que no sea extraño que novelistas de renombre hayan incursionado en el relato. Tambien es testimonio de una época, testimonio crítico pero también integrado, en una realidad que acepta -según la ideología del autor-, pero testimonio angustioso de una angustiosa realidad" De la novela policial a la novela negra. Salvador Vásquez de Parga.

Prehistoria

Los especialistas y discutidores y críticos creen encontrar el origen "negro" o criminal del género policiaco/policial en Edipo Rey, la memorable tragedia de Sófocles, la fundación del relato de enigmas, donde el fatidico rey debía buscar al culpable de un crimen que, como se sabe, no es otro que el mismo. También hay otros con unas sutilezas biblícas que creen encontrar sus origenes en el pecado original, primer delito del hombre, y otros señalan el asesinato de Abel por Caín como el principio del relato policial/policiaco. Otro tanto se podría decir de uno de los mejores dramas de Shakespeare, Hamlet. En este caso, el principe de Dinamarca se vale de no pocas ardides para desnudar un crimen -el de su padre- y y devela al culpable. Entre estos y otros ejemplos entran en el campo de lo opinable la literatura seria o "gran literatura" encontramos casos como Balzac, Doestoiesvky, Faulkner y hasta nuestro Nobel Gabriel García Márquez que el tema "negro o criminal" les ha llamado la atención y se han fijado nobles como sesudas incursiones temáticas en novelas y cuentos.

Actualidad

En la actualidad no pocos escritores latinoamericanos o hispanoamericanos han vuelto a mirar el género y cedieron a la tentación de presentar al público propuestas novelísticas, y se enfrentaron con el hecho cierto que el relato policiaco/policial estaba agotado en el esquema y es en la novela negra, donde encuentran su mejor expresión artística.Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares crearon a cuatro manos el personaje de Isidoro Parodi, donde navegó en disquiciones metafísico-policiales. A Borges le interesó, y esto es importante señalarlo, porque el género policiaco/policial brinda un elemento de orden.También esta el caso de Paco Ignacio Taibo II, en México, tal vez, el más innovador del género en nuestro ámbito.En Brasil hay un escritor que pareciera nadie conocerlo por estar alejado del mundo de los reportajes y las entrevistas, un tópico inherente a la fama del escritor, es Rubem Fonseca, que con una obra capital como El gran arte, nos muestra toda la dislocación de una sociedad realmente enferma que puede ser cualquier sociedad subdesarrollada o nuestra misma sociedad contemporanea. Sus cuentos son verdaderas obras maestras del género negro, porque trascienden en ubicar el crimen en un tópico más agudo y serio como indagación radical sobre la propia realidad de ficción del texto que aborda el autor. Muy recomendable su lectura.Ricardo Piglia en Argentina, nos ofrece una obra que plantea al autor como un criminal del delito ya no de crimenes molestos y sangrientos por lo truculentos, sino en el hecho de la creación literaria como un delito que a todos nos debe concernir por tener que usar siempre esa arma filosa y agresiva que es el lenguaje. Títulos Plata quemada. Respiración artificial.Ciudad ausente

Como no se trata de hacer una exhaustiva pesquisa literato/policiaco/policial del género negro, cada país latinoamericano tiene un autor preocupado por encontrar e ir más allá dentro del género y permear los problemas y conflictos sociales que desbordan a los escritores en cualquiera de nuestros países latinoamericanos...Pareciera que nuestras amargas y negras realidades sociales superan cualquier intento por re-crear artísticamente esas mismas realidades de angustia y miseria ya como textos artísticos llamados novelas negras.

Volvamos al principio del esquema antes planteado: la novela policiaca/policial supone siempre una investigación encaminada a exponer, desde cualquier punto de vista, el quién, el cómo, el por qué de un crimen, antes o después que se produzca y cuyo campo de acción puede ser la realidad siquica, la realidad material, o de la realidad social. Implica por tanto un proceso de investigación de una realidad.

La novedad literaria que introduce la novela negra o criminal radica en la entrada de un lenguaje nuevo que expresa la calle; es duro, violento, y es el lexico que hipocritamente no se decía en los salones aristocráticos de los lugares de la novela-problema, de la novela-enigma o de suspenso inglesas por sus corrientes y escuelas. Hammett retoma el esquema, le agrega en el contexto literario, el testimonio real de una violencia inusitada, la violencia es consubstancial al crimen, forma parte de la realidad social, de la vida y de la cotidianidad y halla reflejo fiel en la literatura, colocando todo esto en un lenguaje cortante y coloquial sobre el delito.

El delito

Los delincuentes existen desde el mismo instante en que surgieron las leyes, o las leyes se diseñaron para combatirlos. Sin embargo, los delitos contra la sociedad existen desde mucho antes sin que hubiera sido necesario para ellos crearlos. Cuenta la Biblia que ya el primer hombre fue autor de un delito: el pecado original. La mitología antigua nos enseña que el primer siglo de oro fue rapidamente destruido por violaciones y asesinatos hasta degradar en el siglo de bronce. Son ésas leyendas, pero con todo, testimonian que desde la Antigüedad la existencia humana estaba unidad a la idea de delito. Una tras otra las sociedades han alcanzado esplendor y se han extinguido, diversos criterios sobre la delincuencia han sido afirmados y refutados, pero el crimen, como fenómeno, ha seguido existiendo. Impresionados por esta persistencia, los pesimistas y misántropos de todas las épocas han llegado a la conclusión de la depravación orgánica de la naturaleza humana y a un ilusionismo total de la evolución del hombre. Las teorías sobre el crimen son teorías de fatalismo biólogico y social.

La presencia del delito en la vida de las sociedades humanas condiciona su presencia como tema en la literatura. Desde los antiguos poemas épicos orientales y europeos, pasando por la dramaturgia de Shakespeare hasta las novelas de Balzac, Zola y Dostoyesvski, en todas las épocas y en todas las escuelas de las distintas naciones, los problemas del delito dominan las mentes de los creadores. El pillaje, el asesinato, el chantaje, y la traición, en una u otra forma, están presentes en gran parte de las obras artísticas de la humanidad. Pero el capitalismo en su fase más alta de descomposición, la literatura del delito o del acto delictivo se separó como género independiente y sobrepasó tanto por el número de obras como por el nivel de tirajes a todos los géneros literarios restantes. El crimen se convirtió en una de las temas fundamentales de la literatura, donde expresa y extrae de su descomposición de ese sistema capitalista sus más oscuras manfestaciones....la historia del sistema capitalista, la historia del desarrollo de la sociedad va emparejada a la historia del incremento del delito, de la delincuencia que en nuestros días se desarrolla a extremos extremadamente acelerados.

El delito es el resultado de la contradicción entre la personalidad y la sociedad, manifestación extrema y brutal del conflicto entre el impetú de una unidad aislada, marginal y los intereses colectivos. Por consiguiente, en tanto exista antagonismo entre personalidad y sociedad, existirá también el riego de que ese antagonismo se convierta en acto delictivo. Bogomil Rainov, La novela Negra

La delincuencia no esta programada en la biología humana, sino que es resultado de una determinada evolución, y más exactamente, de la génesis de la explotación y de la conciencia de la propiedad particular....Idem
El acto delictivo siempre está detrminado socialmente, y analizarlo sin ver este carácter determinante, significa buscar el origen de la planta sin tener en cuenta las raíces....idem

Como señalan algunos sociologos, el acto delictivo es el resultado de un específico individual consecuencia de peculiaridades inherentes al hombre.¿pero caso podemos considerar como acto individual uno de los pecados capitales de la sociedad norteamericana, el comercio con esclavos y la utilización del trabajo esclavo establecido oficialmente y estipulado quince siglos después de haber desaparecido el regimen esclavista? ¿ son un acto individual o social el Ku Kux Klan y las restantes formas organizadas de terror racista? ¿ Es un acto individual la practica del linchamiento, la cual representa la manifestación más típica de la arbitrariedad de una turba enfurecida contra un individuo indefenso? ¿Y puede negarse que la sociedad norteamericana ha creado especificamente un estilo americano de crimen”, ha reafirmado su trazo personal en la sucia esfera del delito? Esa sociedad consideró necesario asegurarse territorios mediante el genocio criminal e inútil del pueblo indio, convirtiendo el genocidio con base de política de conquista. La guerra de Corea, y la guerra de Vietnam, no son otra cosa, que intentos de exterminación de pueblos enteros.Idem

La sociedad norteamericana creó su estilo de delincuencia también en los atentados contra la persona. Este país de la industrialización ideó la forma de implementar la violencia institucionalizada en los aparatos de la inteligencia como de seguridad nacional al creerse amenazado, de ahí su necesidad de llevar la guerra y crear imaginarios del "mal" como un asunto de su política exterior. Antes fueron los indios, después fue la delincuencia organizada, después, entre guerras,fueron los nazis, coreanos, cubanos. Hoy por hoy el "el mal" es el narcoterrismo, y por ende el "mal" son arabes,colombianos. otra vez coreanos, chinos, etc.La protesta social de las clases humildes es institucionalizada como criminal. Idem

Leo esta reflexión para ubicarnos ya en el contexto medular de esta charla y ubicarme en Colombia, cuna del autor más leido en el idioma español, no podía estar ausente y alejada de las corrientes literarias que hemos venido discurriendo. Según Hubert Poppel, en La novela policiaca en Colombia,se debió a una apuesta demostrar que novela policiaca/policial se está haciendo en Colombia y se escribe y se trata de crear una tradición, pero el elemento de las editoriales, de no definir un género que llame desde la portada al lector interesado en estos temas, no ha dejado desarrollar el género como se debe.

En la última decada se ha descubierto una pleyade de autores muy preocupados por desarrollar con el esquema clásico del relato policiaco/policial, nuestros temas y fijarlos en crear arquetipos muy propios y criollos que en nada demeritan a los autores y personajes creados en otras latitudes hermanas y por ende latinoamericanas.Para no extenderme, en el tema que daría para otra charla, los autores colombianos van desde los que recrean la historia de crimenes en nuestro pasado histórico, caso de Germán Espinosa, para mi el escritor vivo más importante después de García Márquez; como igualmente recreaciones en clave histórica para mostrar el magnicidio impune del siglo pasado de Jorge Eliecer Gaitán, en Roberto Rubiano Vargas, con la creación de un personaje alter ego El informe de Galvez como en varios de sus cuentos de Vamos a matar al dragoneante Pelaez.En varios cuentos se nota un elemento de parodiar a los arquetipos clásicos del relato policiaco/policial. Acaba de publicar El anarquista jubilado, donde recrea las desilusiones y los avatares de dos hombres enfrentados idealogicamente donde permea treinta años de vida nacional. Importante su lectura.

Otro escritor colombiano que se destaca con una obra que toca como sustenta con temas "negros" como la corrupción, las perversiones individuales de los personajes, es Perder es cuestión de método de Santiago Gamboa. Este autor nos ofrece su última obra Los impostores, que es una parodia en clave de la novela-problema-enigma matizada con aventuras exóticas en la China, donde no alcanza la calidad literaria de su predecesora, aunque no en ese orden, pero es leible como puro entretenimiento literario.

Existe una autor que inició su carrera de escritor con un tema "negro", pero su sapiencia intelectual de mostrar su cultura literaia de los criminal, recrea a una antinovela, pero el la parodia de todo lo policiaco/policial, es El caso de Ferneli de Hugo Chaparro Valderrama.
Entre los autores de verdad preocupados por recrear con firmeza nuestra compleja realidad, y darle desde la provincia, ribetes universalistas al género negro, es Gonzalo España con una trilogía de El fiscal Ventura: Implicaciones de una siquica, o la versión mejorada; mustios pelos de muerto,1995, que inicia la trilogía; la canción de la Flor, 1996, segunda novela; y por última: Un crimen al dente, que parodia los crimenes de la calle Morgue, de Edgar Allan Poe.

El fenomeno del sicariato, que creo una palabra, la "sicaresca", que es todo un ámbito de una subcultura generada por el narcotráfico de nuestro delincuente más famoso, el tristemente célebre Pablo Escobar Gaviria, y de su etapa más sangrienta, dió en Antioquia, la tierra de El patrón como le llamaban gustosamente sus legiones criminales, está sin lugar a dudas representada en lo mejor que ha dado Jorge Franco Ramos con Rosario Tijeras. También está Mala Noche.

Oscar Collazos también incursionó en el género de la "sicaresca" con Morir con papa. Pero alcanzó más notoriedad en el género de lo negro con La modelo asesinada, donde por querer retratar TODA la realidad de lo negro, no alcanza y llega a perderse en su texto. Recomendable.

Un autor con un lirismo que asume desde los ámbitos oscuros y más sordidos y centrales del crimen están en Sergio Álvarez con La lectora, fue Premio de la Semana Negra en Gijón, España.

La televisión ha ayudado a recrear muchas historias que pueden entrar en lo género de lo negro/criminal como es el caso de La mujer del presidente, éxito de audiencia en su momento.

En esta brevísima reseña hay que tambiém señalar a un autor enteramente bogotano, que cumple muy a cabalidad una doble misión: hacer novela urbana y negra, con la necesidad imperiosa de retratar el aire y hasta el clima bogotanos, es Mario Mendoza que desde La ciudad de los umbrales, pasa a Scorpio City, llega al Relato de un asesino, y pareciera cerrar este ciclo de novelas urbanobogotanas con Satanas,título laureado por Seix Barral.

El aspecto sobresaliente en todo estos autores es la necesidad de recrear un arquetipo criollo, a veces es un juez, caso de España con el fiscal Ventura; a veces es un periodista, caso de Silanpa en Perder es cuestión de método de Gamboa.

Lo fundamental aquí estriba es decirles a ustedes lectores que Si existe novela policiaco/policial/criminal/negra colombiana.

En todos hay una necesidad urgente de parodiar a los alter egos del crimen de los autores estadinenses como Hammett, Chandler, donde nuestros autores al no encontrar en nuestros ambientes cotidianos figuras siquiera señeras como el policia de barrio- desaparecido de nuestro imaginario socio cotidiano- que vé un delito o un crimen, que debe investigar por su propia razón de su trabajo, no lo hace porque simplemente no quiere, agregándole impunidad y connivencia con ese mismo delito al que él debe combatir; en una sociedad que no respeta la vida, y mantiene en sus relaciones interpersonales sociales, un fuerte componente de malestar y frustración social, generando tópicos de violencia muy larvados, pero esto se lo dejamos a los diagnosticadores de lo sociológico, donde Colombia, está cruzada de tantas violencias encontradas y el escritor, como el más caro artísta que debe decirnos sobre nosotros mismos, que quiere exorcizar "ese mal" que a todos los colombianos nos afecta como una endemia: la violencia. Muchas gracias.



Conferencia dictada en el marco de Arte y Palabra de la Fundación Casa Latina, el día miercoles 12 de febrero de 2003, en el auditorio Germán Arciniegas de la Biblioteca Nacional, de Bogotá. Colombia. Surámerica.

28.4.08

CÓMO SE ESCRIBE UNA NOVELA NEGRA


Mariano Sánchez Soler

Aunque, como autor, he reflexionado poco sobre el acto creativo y sobre la técnica narrativa que utilizo al escribir mis novelas, me veo en la obligación, debido a las intensas pesquisas realizadas desde la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, de mostrar la flor de mi secreto: cómo se escribe una novela negra. Bien, la suerte está echada. Como dijo Jack el Destripador: «Vayamos por partes».
1. La búsqueda de la verdad. Si el objetivo de cualquier aventura, de cualquier creación artística, es la búsqueda de la verdad (y si no, que se lo pregunten a Alonso Quijano), la novela negra es la expresión más nítida de esta indagación literaria. Su objeto narrativo nace de la necesidad de desvelar un hecho oculto/misterioso que nos mantiene sobre ascuas. A través de sus páginas, el autor se propone, además, desentrañar el impulso escondido que mueve a los personajes y que justifica la existencia del relato desde el principio al fin.
2. La intriga: del quién al cómo. Una novela negra debe escribirse con esa voluntad de intriga, de revelación; cada capítulo, cada página, tiene que conducir al lector hasta la conclusión final sin concederle el más mínimo respiro. Sin embargo, a diferencia de la novela rompecabezas clásica (Christie, Conan Doyle...), que cimentó la gloria de la novela policíaca desde los inicios de la era industrial, en la novela negra escrita a partir de Hammett, con la corriente hard-boiled (duro y en ebullición), tanto o más importante que saber quién o quiénes cometieron un hecho criminal es descubrir cómo se llega hasta la conclusión. Ahí está Cosecha roja, del gran Dashiell, cualquiera de las novelas de Chandler o el Chester Himes de Un ciego con una pistola como ejemplos del cómo. También es importante el por qué, aunque su respuesta puede resultar secundaria en una sociedad como la nuestra, en la que, como todo el mundo sabe, es más rentable fundar un banco que atracarlo.
3. La acción esencial. Si en la definición clásica de Stendhal «una novela es un espejo a lo largo de un camino», la novela negra es una narración itinerante que describe ambientes y personajes variopintos mientras se persigue el fin, la investigación, la búsqueda. La acción manda sobre los monólogos interiores, y la prosa, cargada de verbos de movimiento, se hace imagen dinámica y emocionante. Es un camino urbano, ajeno a las miradas primarias y a las mentes bienpensantes, donde la creación de personajes y la descripción de ambientes resulta fundamental y exige al autor una planificación previa a la escritura. Aquí radica uno de los rasgos esenciales de la novela negra, que la convierte, de este modo, en novela urbana, social y realista por antonomasia.
4. El argumento. Veamos: aventura indagatoria, intriga, realismo, crítica social, espejo en movimiento... Sin embargo, como diría Oscar Wilde, para escribir una novela (negra) sólo se precisan dos condiciones: tener una historia (criminal) que contar y contarla bien. ¿Y qué debemos hacer para conseguirlo? Antes de empezar a escribir, es preciso tener un argumento desarrollado, una trama en ciernes, un esquema básico de la acción por la que vamos a transitar. Saber qué historia queremos contar: su tema central. Después, al correr de las páginas, los acontecimiento marcarán sus propios caminos, a veces imprevisibles, pero el autor siempre sabrá hacia dónde dirige su relato. Un buen mapa ayuda a no perderse.
5. Lo accesorio no existe. La voluntad de contar una historia y atrapar con ella al lector permite pocas florituras y ningún titubeo. Toda la narración ha de estar en función de la historia que pretendemos escribir. Si leemos 1280 almas, de Jim Thompson, por ejemplo, descubrimos que el novelista escribió una historia exacta, ajustada, sin ningún pasaje prescindible. No en vano, es una obra maestra de la narrativa moderna. Es cierto: una novela criminal puede contener todo tipo de elementos disgregadores de la trama, divagaciones caprichosas, puede cambiar de espejo a lo largo del camino; pero entonces no nos encontraremos ante una novela negra, aunque se mueva alrededor de la resolución de un crimen o se describa un proceso judicial. En la novela negra, como en la poesía, lo accesorio no existe. Un poema puede ser bellísimo, pero si quiere llamarse soneto tendrá que escribirse, como mínimo, en endecasílabos. Es una regla fundamental del juego. Lo mismo ocurre con la novela negra: hay que elaborarla en función de unas reglas (que aquí estoy disparando a quemarropa) aceptadas a priori por el autor. Y para que sea buena literatura, hay que escribirla bien.
6. La construcción de los personajes. Cuestión clave: antes de comenzar a escribir, conviene saberlo todo sobre ellos. Su pasado, su psicología, su visión del mundo y de la vida... Si conocemos a los personajes principales (y muy especialmente al narrador o conductor de la historia, si es uno), el relato discurrirá fácilmente, se deslizará a través de las páginas como el jabón sobre una superficie de mármol y el lector no podrá abandonar el libro hasta el párrafo final. Para ello se aconseja realizar una biografía resumida de los personajes principales, como si se tratara de una ficha policial o un currículum para obtener trabajos basura, dos instrumentos de la vida real muy útiles en la creación literaria.
7. La fuerza de los diálogos. Cuando hablan, los personajes deben utilizar la jerga precisa, sin abusar, con palabras claves, pero sin caer en un lenguaje incomprensible y cambiante. Vale la pena utilizar de manera comedida palabras profesionales. Por ejemplo, si habla un policía, cuando vigila a un sospechoso está marcándole; un confidente es un confite; cuando matan a alguien, le dan matarile... Cada diálogo cuenta una historia, y muchos personajes que desfilan por la novela negra se muestran a sí mismos a través de sus palabras. El diálogo es un vehículo para mostrar su psicología y sus fantasmas. Un ejemplo clásico: Marlowe, en El sueño eterno, se disculpa ante la secretaria de Brody, a la que ha golpeado:
-¿Le he hecho daño en la cabeza? -pregunta el detective.
-Usted y todos los hombres con los que me he tropezado -contesta la mujer.
8. Documentarse para ser verosímil. Para que el lector se crea el relato que se está contando, el autor debe documentarse con el objetivo de no caer en mimetismos fáciles (especialmente cinematográficos). Por ejemplo, en España los jueces no usan el mazo, como los anglosajones, sino una campanita; los detectives españoles no investigan casos de homicidio ni llevan pistola (salvo rarísimas excepciones). Hay que conocer las cuestiones de procedimiento, no para convertir la novela en un manual, sino para no caer en errores de bulto. La verosimilitud lo exige para que el lector se crea nuestra historia. Hay que saber de qué se está hablando. Por ejemplo, de qué marca y calibre es la pistola reglamentaria de la policía española, ¿una pistola es lo mismo que un revólver?, cómo se realiza en España un levantamiento de cadáver..., y tantas otras dudas que surgen a lo largo de la acción.
9. El mundo del crimen. Si la trama que mueve una novela negra ha de ser creíble, los métodos del crimen también. La conclusión de un hecho criminal ha de llegar por los caminos de la razón. En el siglo XXI, los enigmas rocambolescos, los venenos exóticos y las conspiraciones insólitas han sido reemplazados por la corrupción institucional, las mafias, los delitos económicos vestidos de ingeniería financiera o el crimen de Estado. Vivimos en una era post-industrial donde la novela negra es un testigo descarnado de las cloacas que mueven el mundo, más allá del agente moralizador de la burguesía que campaba en las páginas de las novelas-enigma tradicionales. Los tiempos han cambiado y no hay retorno posible. El realismo y la denuncia imponen su rostro literario. Los mejores personajes de la novela negra actual son malas personas, pero, como diría Orwell, algunas son más malas que otras.
Y 10. Advertencia final: nada de trucos. Poe, en "El doble crimen de la calle Morge", inauguró el género policíaco y el género negro posterior al crack de 1929, porque, al escribir esta historia, planteó al lector el juego de descubrir una verdad, en apariencia sobrenatural, con las armas de la razón, a través de una investigación detectivesca. Esa voluntad del novelista, esta complicidad con el lector, exige al escritor no hacer trampas en la construcción de sus historias criminales y plantea, al mismo tiempo, una relación privilegiada con el receptor de sus novelas. Divertir, entretener, emocionar, escribir para ser leído... ¿No es este el objetivo de la Literatura? Hay que jugar limpio con el lector. ¡Las manos quietas o disparo! Para freír un huevo, es preciso romper la cáscara. Siempre.


FIN