8.4.11

Un tributo al género

Una trama policial que transcurre en los años 70 y un detective de película, es la propuesta de Hamilton y Marinelli

A CUATRO MANOS. Mariano Hamilton y Alejandro Marinelli, los autores de la novela "Un hombre ordinario." foto.fuente:Revista Ñ

En el año 1953, en el prólogo a la antología Diez cuentos policiales argentinos, editada por Hachette, Rodolfo Walsh fechaba el género de modo inequívoco: "Hace diez años, en 1942, apareció el primer libro de cuentos policiales en castellano. Sus autores eran Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Se llamaba Seis problemas para don Isidro Parodi." Walsh se refería, por cierto, al policial clásico de cuño anglosajón que él mismo cultivaría en cuentos como los que componen Variaciones en rojo. Para fechar el policial negro (o duro, o hard-boiled) hay que remontarse aún más en el tiempo: en 1929 Dashiell Hammett publica Cosecha roja e inaugura el género. La violencia visceral que signará al policial negro es la consecuencia inevitable de una sociedad que comienza a mostrar su cara más turbia y más violenta (el nacimiento del hard-boiled coincidirá con el crack de la Bolsa de Nueva York, con las primeras fisuras del capitalismo, con la violencia indiscriminada y, en muchos casos, gratuita).

No resulta, pues, azaroso o accidental que sea, precisamente, la generación narrativa del 70 en Argentina (integrada por aquellos autores que comienzan a publicar a partir de 1970) la que cultive con mayor fluidez y frecuencia la variante dura del policial: libros como Triste, solitario y final (Osvaldo Soriano), la trilogía de Juan Martini (Los asesinos las prefieren rubias, El agua en los pulmones, El cerco) o, posteriormente, los relatos de Tratos inútiles (Jorge Manzur) o los dos tomos de Manual de perdedores (Juan Sasturain), por mencionar sólo algunos ejemplos, conforman una metáfora que ilustra con holgura un clima social: aquél en el cual el terror dimana del Estado, y en el que los secuestros, los crímenes y la vesania provienen de quienes, en teoría, encarnan la legalidad. En esta fecunda línea se inscribe el ponderable policial que es El hombre ordinario, novela que puede ser leída de modo independiente o como parte de una saga cuyo primer eslabón es Cercano Oeste (Planeta, 2006, firmada sólo por Mariano Hamilton); en ambas el detective es Roque Centurión y el contexto de desbordada violencia se ubica en la década del 70.


Literatura y cine

El estilo de El hombre ordinario, ahora también firmada por Alejandro Marinelli, rinde impecable tributo a una de las características salientes del género: es seco, eficaz y preciso; nada puede ser tachado de superfluo ni reputado como innecesario. El paradigma del policial negro le debe tanto a la literatura como al cine (alguien le preguntó en una ocasión a Raymond Chandler cómo era Philip Marlowe, el escritor no dudó: "Marlowe es Humphrey Bogart") en el sentido de que todo género, y en especial el policial, es un minucioso catálogo de gestos y manierismos que conforman un todo y le otorgan identidad; el homenaje de Hamilton y Marinelli a la pantalla grande es tan justo como deliberado: "Llegamos a la playa de estacionamiento, bajé y pagué. Lo hice como tantas veces había visto en las películas, dándole el dinero por la ventanilla al conductor. Siempre me había gustado ese gesto." O: "Centurión, Roque Centurión –dije, como Sean Connery en la última de James Bond, pero sin la misma gracia." Alguna vez Borges dijo que el lector le cree a Conan Doyle porque le cree a Sherlock Holmes; en efecto, acaso la piedra de toque de la verosimilitud en un policial sea el detective. Y en este sentido, El hombre ordinario es irreprochable: Roque Centurión es un personaje de carne y hueso, y cada paliza que le dan (otro gesto inherente al género) le duele al lector en el cuerpo.

El hombre ordinario
Mariano Hamilton y Alejandro Marinelli
Ed. Planeta
272 pags. $ 59

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