27.9.09

'Para Larsson la ideología estaba antes que la literatura'

Kurdo Baksi, mecenas de Stieg Larsson, habla del autor de 'Millenium'
Laura Jurado
Hace doce años que su vida se cruzó con la de Stieg Larsson en Suecia. La revista Expo les unió en una incansable investigación por el mundo oscuro que ocultaban las fachadas blancas de su país. Confiesa que su amigo firmó muchos artículos con su nombre y que él mismo no abrió las páginas de Los hombres que no amaban a las mujeres hasta un año después de la muerte de Larsson. Ahora, engullido por el éxito que el propio autor no pudo disfrutar en vida, el editor y periodista Kurdo Baksi se pasea como su "embajador a este lado del mundo" por los platós literarios para desvelar los entresijos de la trilogía Millenium. Un best seller que ayer logró abrirse un hueco en las Conversaciones de Formentor.
Pregunta.-Larsson no disfrutó del éxito de sus libros por apenas unos meses. Muchas veces ha dicho que no habría cambiado su forma de ser pero que sí se preparó para ser rico y famoso. ¿Millenium era su gran esperanza?
Respuesta.-Sus temas y sus formas no eran bienvenidos en los periódicos de su país y tampoco él era conocido. En los libros encontró un espacio más libre y los utilizó como una continuación de sus artículos.
"El retrato que crea de su país es una antifotografía, la imagen que los suecos no quieren aceptar"
P.-Aunque triunfara pese a Suecia
R.-Si los medios y el gobierno suecos le hubieran dado un mínimo de ayuda yo hoy no estaría aquí, pero nadie lo hizo. Suecia nunca ha luchado tanto contra un hombre como contra Larsson y eso sin planificarlo.
P.-Usted contaba en la entrevista con Emili Manzano que llegó a Suecia por motivos políticos y se encontró con un país abierto y hospitalario. ¿Cuándo descubrió ese otro lado del país que retrató su amigo?
R.-Tardé exactamente siete años y tres meses. Publiqué la revista 'Blanco y negro' y me obligó a ver ese otro lado. El asesinato del primer ministro Olof Palme en 1986 fue el principio del cambio. La violencia aumentó, especialmente contra los niños y las mujeres. Surgieron palabras nuevas como 'pedofilia' o 'antifeminismo' y los vecinos empezaron a tener miedo de sus propios vecinos. Ya no era el país que el resto del mundo imaginaba.
"Era un hombre con muchas ambiciones pero muy pocos recursos y eso le creaba cierta dependencia"
P.-Y mientras el país siguió manteniendo su impecable fachada.
R.-Suecia tenía tres famas: la democracia, el nivel económico y la igualdad de la mujer. Hizo de esto último un símbolo de las libertades cuando realmente no lo practicaban ni en su propio país donde la mujer ganaba un 18% menos que el hombre y no dejaban de crecer los delitos sexuales.
P.-¿Larsson acabó con el icono de la Suecia perfecta?
R.-El retrato que crea de su país es una antifotografía, la imagen que los suecos no quieren aceptar pero sí fuera. Ahora hay mucho enfado por su éxito pero también están los que renegaron de él y ahora cambian su versión de los hechos.
P.-Con los años y los kilos acabó por suavizarse políticamente. ¿Podría haber acabado él también tras esa fachada que retrataba?
R.-Creo que su cabeza seguía siendo trotskista pero quizá evolucionó públicamente para conseguir más ayuda. Era un hombre con muchas ambiciones pero muy pocos recursos y eso le creaba cierta dependencia.
P.-Félix de Azúa hablaba ayer sobre la "inmoralidad" de aprovechar elementos reales para construir la ficción. ¿Larsson quería hacer literatura o denuncia?
R.-Bueno, podría decirse que hay tres tipos de escritores: los que hacen pura literatura, que quieren parecerse a Dostoievski o a Zola; otros escriben por dinero y los terceros son idealistas. Para Larsson la ideología estaba antes que la literatura, por último siempre quedaba el dinero.
P.-¿España tiene alguna particularidad que explique el éxito de la trilogía?
R.-Sí, los libros han funcionado mucho mejor en sociedades más críticas con su sistema, menos conformistas políticamente. Y en el caso de España la rebeldía 'feminista' de Lisbeth Salander también ha servido.
P.-Sin embargo a usted le costó más de un año ponerse con el primer libro.
R.-La verdad es que sí. Mientras Larsson estaba vivo no creí en sus visiones sobre el éxito de sus novelas. El primer libro se publicó justo el día de mi cumpleaños. No dejaba de recibir llamadas y cartas de gente que me lo recomendaba pero entonces para mí pesaba más la pérdida de mi amigo y tuve que pasar una especie de proceso de duelo hasta que fui capaz de leerlos.
P.-¿Cómo habría vivido él el 'milleniumismo'?
R.-A su muerte han seguido dos novelas negras: la del éxito de su trilogía y la del conflicto por su herencia. En lo primero estoy seguro de que nunca imaginó el nivel al que llegarían sus libros y también que no habría dado tantas entrevistas. Le tenía miedo a la vida pública, a los grandes periódicos.
P.-¿Y de lo segundo?
R.-Me duele que una persona que tanto defendió a las mujeres haya dejado a la suya en una situación que ahora le supone tantos problemas. Nunca he visto un conflicto con su familia ni con Eva, su mujer, y creo que su herencia es algo con lo que no contaba en su vida, quizá por eso lo descuidó.
P.-¿Usted que piensa?
R.-Bueno, he trabajado en muchos conflictos y sé que quien quiere interceder es el que peor acaba, por eso yo no quiero posicionarme. Yo sólo quiero ser un embajador de Larsson y dar una imagen más real de él que incluya tanto lo bueno como lo malo.

23.9.09

El policial argentino en el medio del tiroteo estético

Tres autores con sus flamantes policiales opinan y piensan por qué este género clásico en la actualidad se contextualiza casi siempre en el pasado. Mercado y elecciones creativas a la orden del día.

POLICIAL ARGENTINO X 3. Federico Levín, Mariano Hamilton y Juan
Terranova se suman a los testimonios de María Inés Krimer y Osvaldo
Aguirre.

Tres escritores, tres estéticas, tres universos posibles y pocas coincidencias. Federico Levín, Juan Terranova y Mariano Hamilton hablan de sus recientes y próximas obras y opinan, sin querer queriendo sobre el presente de un legado que Borges, Bioy y Rodolfo Walsh tejieron en Argentina. Entre tanto, policial nórdico. Novela negra argentina de aquí a la vuelta, en pasado o presente. A sus 27 años Federico Levín es uno de los pocos que puede exhibir sin faltar a la verdad el mote de "joven escritor argentino". Con su tercera novela, Ceviche, lejos de la tendencia que prima en el policial nacional delimita un barrio preciso, el de Once y escribe desde el aquí y ahora. Juan Terranova provoca en cada intervención pública y esta vez hace lo propio desde Lejos de Berlín, su primera incursión en la novela negra. Así pinta un espía nazi y no obstante querible en la Argentina del primer peronismo y se queja del mercado.Mariano Hamilton lidia desde siempre con el prejuicio de sus pares, escritores o periodistas, porque eligió dos géneros tan apasionantes como infravalorados: las noticias deportivas y la novela policial. A sus 48 años proyecta la saga que continuará su muy reconocida Cercano oeste. Tres formas de seguir pensando el policial nacional.


Juan Terranova: "La policía argentina es una identidad gaucha y surrealista"
Mariano Hamilton: "Me tiene sin cuidado el prejuicio"
Federico Levín: "La criminalidad es la punta del iceberg"
El policial argentino, perdido en el tiempo

Fuente Revista Ñ http://tcuento-minovelanegra.blogspot.com

19.9.09

El policial argentino,perdido en el tiempo

PASADO QUE ME HICISTE MAL. Aguirre, Terranova, Levín, Gamerro, y Hamilton, entre otros, explican el devenir y la actualidad del policial argentino.


Como lo demuestra una batería de nuevos lanzamientos y reediciones, en los
últimos años, el policial clásico y la novela negra nacional experimentan un
resurgimiento notable. Sin embargo la mayoría de los autores jóvenes o más
maduros decide contextualizarlas en épocas pasadas. Los responsables, sin
vueltas, explican su parecer. Hoy, el testimonio de
Osvaldo
Aguirre
y María Inés Krimer.

¿Por qué una generación de narradores, que –a diferencia de las anteriores- vivió la mayor parte de su vida una Argentina democrática, decide situar sus novelas en contextos represivos del pasado? ¿Y por qué otra generación de narradores, que bien podrían ser los padres (biológicos o literarios) de los anteriores, insiste en recrear sus universos ficticios en una época a la que nadie quiere regresar? Podría suponerse que existen tantos narradores como respuestas y estéticas posibles.
Sin embargo, la mayoría coincide en subrayar la dificultad de hacer apetecible un presente en la que ya no existen códigos, principios ni lógicas posibles. "Borges decía en su apología del cuento policial, que éste está salvando el orden en una época de desorden". Pero a partir de la dictadura ya no hay ninguna idea de orden que pueda asociarse a la policía: salvo la de un orden criminal y delictivo. La única manera de hacer una policial que respete las reglas del género es situarla en el pasado o en el extranjero o en mundos de pura ficción", explica Carlos Gamerro, un cultor del género y acaso el primero que denunció la suerte de crisis de un espacio literario no siempre del todo valorado.
Para Gamerro, la novela negra argentina no está muerta. "Está viva, pero en el pasado", advierte. Y acaso tenga razón cuando sugiere que suponer un sistema distinto al de la corrupción policial e imaginar un agente del orden que no esté en connivencia con el poder político y/o criminal sea atentar directamente contra la verosimilitud, un requisito indispensable, como advertía Barthes, para cualquier género y relato, aunque sea fantástico.
Pero el salto hacia atrás que repiten los más experimentados Juan Sasturain y Guillermo Saccomanno, quienes ficcionalizan los 70 u Osvaldo Aguirre más atrás con la década de 1930, la fuga del policial argentino también se da en el espacio. Así, José Pablo Feinmann quien sí narró casi en directo el clima opresivo de los primeros 80´, inventó a Joe Carter, que tiene más que ver con Jack Bauer –el psicópata protagonista de la serie televisiva 24- que con cualquier héroe local.
La flamante ganadora del Premio Emecé, María Inés Krimer, que llegó "tarde" a la literatura "profesional", decide -igual que Juan Terranova, un exponente de la literatura joven que apareció desde la última crisis- situar sus relatos más atrás en el tiempo. "Las bandas mixtas de policías y ladrones, los presos que muchas veces son obligados a salir a robar no son una excepción sino un modo de funcionamiento. Para no hablar de la simbiosis entre política y delito. En ese contexto, ¿cómo encontrar al detective que, al decir de Chandler, debe ser un hombre de honor, un hombre común y al mismo tipo extraordinario?", se pregunta la autora de Lo que nosotras sabemos, que además prepara una inminente entrega de Negro Absoluto. Para el provocador Terranova, que con Lejos de Berlín, pinta a un espía nazi y simpático en la Argentina del primer peronismo, el salto hacia el pasado se debe en gran medida a la construcción forzada de los editores, más preocupados por vender un producto estereotipado que una buena novela. "Los editores quieren vender en Europa el detective telúrico que usa bota de potro y descifra los enigmas de la argentinidad, llámese semana trágica, peronismo o Belgrano lavando sus calzas blancas", larga el autor de El pornógrafo y Mi nombre es Rufus.
Más sorpresivo y elocuente es la opinión de Alejandro Marinelli, periodista de policiales en Clarín y hacedor de la inminente saga que continuará el disparo inicial del prometedor Cercano Oeste, de Mariano Hamilton. Este segundo padre del detective Roque Centurión sostiene, que el pasado, aún los pesados y cargados de plomo años 70, eran más "románticos", que el sistema corrupto de ahora. "Si tuvieses que escribir sobre la situación actual sin dejar de ser realista, los personajes serían siempre narcos o paqueros", dice. "¿Cuánto tiempo podés leer las notas que yo escribo? Un rato, como mucho, sino, tenés pesadillas, se vuelve insoportable", reconoce Marinelli, dejando entrever cuáles son sus acaso sus peores sueños.
Y no obstante, quizá quepa convenir, a pesar del dolor de quien escriba, que cuanto más perturbador, más válido, justificado y bienvenido se vuelve un texto, policial o cualquiera. Acaso la novela negra contemporánea decidida a retratar la violencia incoherente pero lógica se camufle en el futuro de la crónica; género viejo, marginal, de culto y –quién sabe- del futuro.

fuente:Revista Ñ http://tcuento-minovelanegra.blogspot.com

11.9.09

La trilogía Millenium. Un misterio para leer

Naomi Rapace, personifica a Lisbeth Salander


Por Sandra Duque Cely
Ante la tumba de Larsson se ha formado una cruenta disputa entre dos bandos: los acérrimos fans de Millenium y algunos puristas de la literatura, quienes le adjudican a un misterio paranormal el impresionante éxito de ventas de la trilogía compuesta por Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire.
Éste, como todos los grandes enigmas, es engañosamente sencillo: la trilogía de Larsson marcó el inicio de un nuevo capítulo en la historiografía de la novela negra, esa que Paco Ignacio Taibo II definió como aquella que "investiga algo más que quién mató o cometió el delito e investiga a la sociedad en la que los hechos se producen. Empieza contando un crimen, y termina contando cómo es esa sociedad".
De la misma forma en que Quentin Tarantino crea en Kill Bill el personaje de La novia, interpretado por Uma Thurman, para poner en la palestra el prototipo de una anti heroína nunca antes vista en las películas de acción; Larsson recrea el personaje más anti heróico y entrañable de la novela negra: Lisbeth Salander. Una investigadora dueña de una moral muy particular, hacker superdotada, completamente fuera de las convenciones sociales, capaz de asumir su conducta sexual y de decidir sobre su vida sin lloriqueos ni dependencias, que a fin de cuentas, resume en sí misma esa condición disfuncional que caracteriza nuestra época.
La elaboración de la ficción en Millenium se sustenta en el manejo de su estructura: tres novelas sumamente ágiles cuyo hilo contuctor son los incidentes protagonizados por Lisbeth Salander y Mikael Blomvkist, donde la principal ventaja para el lector es que pueden ser leídas independientemente y alterando su orden de aparición sin perderse de la trama.
Cada una inicia con un texto preliminar, en apariencia desligado del resto de la historia, que en realidad dará el contexto del relato: en la primera, el descubrimiento del asesino se hará a partir de la interpretación de pasajes bíblicos; la segunda historia se desarrollará en torno al teorema de Fermat, que estuvo sacando de quicio a los matemáticos durante cuatroscientos años y, finalmente, la última novela de la trilogía tendrá como motivo la participación histórica de las mujeres en diversas contiendas bélicas.
Si Conan Doyle legó a la literatura el investigador más profundamente analítico de la historia, Larsson se apuntó no menos con el método Salander, cifrado en las posibilidades de intrusión en los actuales sistemas informativos.
No puede negarse que Larsson y su trilogía Millenium han generado una suerte de excitación colectiva, capaz de contagiarse con la misma velocidad del aH1N1, pero tampoco que nadie va a devorar más de 2.000 páginas por simple presión mediática.
Leer a Larsson es identificarnos con una porción de nuestro mundo y, tal como diría el brillante Luis Bardamu: "Si algún sentido tiene escribir algo, escribir cualquier cosa, es el de rastrear por afinidades y encuentros, en un mundo pleno de desencuentros. Un encuentro, por pequeño que sea, será siempre una alegría".
fuente: eltiempo.com