12.5.08

ENRIQUE SERNA Y LA NOVELA NEGRA. EL MIEDO A LOS ANIMALES


Vida Valero y Alejandra Herrera


La novela policial, en general, y la negra, en particular, requieren de un lector especial. Un lector que se deje implicar y conducir a la trampa en la que caerá la víctima. Desde ahí, más que resolver un enigma, contemplará el mundo de crimen y de corrupción que ofrece una realidad que no se inventa, sino que se refleja en la novela. En síntesis, el crimen es el protagonista de la realidad y de las obras literarias.
En México, al igual que en Hispanoamérica, la novela policial negra cobra auge a partir de los años setenta, porque es el espacio en el que se puede dar cuenta del descontento social y de la desilusión generados por la ausencia de límites claros de la ley.

Tal es el caso de El miedo a los animales (1995) de Enrique Serna, cuyo título contiene ya un rasgo fundamental del género policial: el miedo. Narcejac define de la manera siguiente a este género: "La novela policial es un relato en el que la razón crea el miedo que ella misma debe calmar" (Histoire des littératures, 3, trad. de Vida Valero, p. 1660). Sin embargo, en esta novela la aclaración del crimen, que hará sobrevivir al protagonista, no sofocará el miedo producido en el lector, pues las causas del asesinato, más que concretas e individuales, son sociales. Antes de abordar las características del género policial negro presentes en la novela de Serna, será necesario detenerse en el argumento.
En El miedo a los animales es Evaristo Reyes, ex-periodista de nota roja, el protagonista de la novela. Ésta comienza cuando Evaristo ya tiene varios años de haber renunciado a los ideales de juventud al entrar a la policía judicial. Por una situación en la que el azar tiene mucho que ver, decide no traicionar los últimos vestigios de su dignidad y salvar a un periodista de una sección cultural, cuyos artículos contra el Presidente lo tienen en la mira de su jefe. El caso es que Roberto Lima, así se llamaba el temerario articulista, es asesinado antes de que la judicial le eche el guante. Resolver este asesinato hará que Evaristo penetre en los círculos intelectuales más exclusivos, para finalmente regresar desencantado a la Procuraduría de Justicia.

Como puede verse, Serna explora dos ambientes en apariencia totalmente distintos, el de la policía judicial y el de los intelectuales, y a través de ellos construye un espectro en el que se reconocen los conflictos sociales y políticos que confluyen en la ciudad de México en la década de los noventa.

Siguiendo la revisión que hace Mempo Giardinelli de los teóricos de la novela negra, los rasgos del carácter del detective, héroe de este género, son: duro, solitario, aventurero, desconfiado de los demás, desdichado, y crítico del entorno social, a diferencia del detective del género policial clásico: elitista, fino, privilegiado socialmente y desentendido de los problemas sociales como Dupin, Holmes y Poirot. (Cfr., El género negro).

Algunos rasgos del género negro configuran la personalidad del protagonista de Serna. Frente al detective de la novela policial clásica, Evaristo Reyes resulta un antihéroe. Se trata de una víctima de la injusticia económica y social de este país. Las presiones financieras que padecían él y su familia lo llevan incluso a pensar en poner un puesto de tamales en Ciudad Universitaria, nada más lejos de la posición privilegiada de los detectives clásicos. Producto de una clase desposeída, sus pretensiones de juventud, como la de ser escritor, ceden, primero, a trabajar como periodista de nota roja y, después, a ingresar a la policía judicial.

Serna conforma un personaje solitario en todos los sentidos. Evaristo, en el medio periodístico, se sale de la norma porque quiere mostrar precisamente lo que este medio oculta, las causas de la violencia criminal; y ya en el ámbito de la policía judicial porque sus obsesiones literarias son incompatibles con la sordidez de ese campo y por lo tanto desconfía de todos los demás.


Quizá la soledad sea la que lo convierte en un personaje débil y pusilánime durante los más de quince años que pasa en la policía judicial. Al convertirse por azar en detective (sus empleos nunca han estado directamente relacionados con el descubrimiento de criminales), Evaristo no es duro, no mata, no tortura, no golpea. Su objetivo es jugar limpio y encontrar al verdadero asesino, no al chivo expiatorio como ocurre normalmente: "Deseaba que fuera culpable, pero un culpable verdadero, no fabricado por Maytorena" (Serna, p. 109).
El rasgo aventurero de Evaristo se inicia al decidirse a entrar a la policía judicial para reunir pruebas y destapar, en una novela, el juego siniestro y corrupto de ese poder, pero esa intención se diluye en las comodidades y privilegios que consigue para su familia. En su inesperado papel de detective, el deseo de aventura lo vuelve a atrapar porque siente que en sus manos está descubrir al verdadero criminal de Lima, a quien ve como el modelo de periodista incorruptible y contestatario del sistema que siempre había querido ser; por eso renace su ánimo combativo y su dignidad. Por una sola vez desobedecerá al comandante, y pondrá sobreaviso a Lima de las intenciones de su jefe.

Evaristo es también un ser desencantado, el trabajo en la "Procu", redactar los informes de su jefe, el temible Maytorena, lo tiene frustrado porque "En sus escritos, la inventiva era tan importante como el estilo, pues tenía que reemplazar las andanzas criminales del comandante por el itinerario ficticio de un policía modelo"(Ibid., p. 26). A esta frustración hay que añadir la cruda que le dejó la parranda del día anterior y que en realidad es el pan de todos sus días. No obstante, entre la vigilia y el sueño, fantasea -diría Freud, dime tus fantasías y te diré cuáles son tus frustraciones- que es un reconocido escritor, objeto de homenajes por su pluma combativa contra las injusticias sociales. A los 45 años sus obsesiones escriturales siguen intactas. Para justificarse ante sí mismo, piensa en la intolerancia y los sueldos de hambre del medio periodístico. El narrador da cuenta de su pasado:

Como periodista [Evaristo] sólo había deseado que los lectores de la nota roja, en vez de horrorizarse por los hechos de sangre, se horrorizaran por la injusticia… Pero los jefes de redacción querían información escueta, y al recibir sus kilométricos reportajes trinaban de cólera: "¡Te pedí algo breve y me traes una novelita! Esto es periodismo no literatura. Déjamelo todo en una cuartilla… (Ibid., p. 17).
Paralelamente al conformar la personalidad de Evaristo Serna va dando cuerpo a los ambientes por los que transita su personaje y aquí, en el medio social, es donde se va a dar el rasgo crítico de los detectives de la novela negra que, a diferencia de la policial clásica, trasciende el espacio cerrado para salir e instalarse en la misma realidad.

Así, lo que afirma Steven Marcus sobre Dashiell Hammett puede de alguna forma aplicarse a Serna:

De hecho el autor presenta el mundo del crimen como una reproducción en estructura y en detalle de la sociedad… conecta y yuxtapone los mundos ambiguamente ficticios del arte y la literatura con los mundos fraudulentamente ficticios de la sociedad… (Pról. a El agente de la Continental, p. 22).

Por otra parte, siguiendo a Mempo Giardinelli, las formas constantes de la novela negra son:

1. La novela de acción con detective protagonista;

2. La novela desde el punto de vista del criminal;

3. La novela desde el punto de vista de la víctima.
(Giardinelli, op. cit., p. 52).

Serna estructura su novela haciendo una combinación entre la primera y tercera formas. Al principio Evaristo se asume como detective, y desde ese papel sortea una serie de aventuras; sin embargo, la acción de la novela se intensificará desde el momento en que el protagonista se convierte en presunto criminal, lo cual, siendo inocente, lo convierte en víctima. Además, Serna cumple con otra característica de la novela negra, que corresponde a una "crítica social, generalmente urbana, que mediante la inclusión de un crimen desarrolla un mecanismo de intriga, pero cuya intención fundamental es la crítica de costumbres o de los sistemas sociales". (Ibid., p. 53).

La perspectiva de Evaristo es la del policía judicial que ve críticamente su entorno, en el que lo único que se da es el crimen, la impunidad, el engaño y la prepotencia. Desde ahí ha idealizado, por oposición, al medio cultural; sin embargo, al penetrar en él, descubre un ambiente también corrompido por el fraude y la simulación. Ya en su papel de detective, acude a la presentación del libro de Perla Tinoco. Sus presentadores explicarán al público cómo y qué ver en su obra. Daniel Nieto, uno de ellos, afirma:

Avecilla de fina estampa que viaja de ensueño en ensueño, solitaria y altiva en su libertad, Perla Tinoco sabe que la búsqueda del poeta consiste en volar siempre más alto, hasta alcanzar las orillas del gran silencio… Pero es en los poemas de largo aliento donde Perla encuentra su propia voz… que no tiene precedentes en la poesía mexicana de nuestro siglo… (Serna, op. cit., p. 66).


El narrador advierte la incomodidad de Evaristo: "Había en el ambiente un olor a estabilidad financiera que chocaba con su idea romántica de la literatura. Para él todo escritor digno de ese nombre, más aún si era poeta, debía estar inconforme con la realidad y desesperado por cambiar el mundo." (Loc. cit.) La incomodidad mencionada se vuelve decepción cuando Evaristo, ya a solas en un bar, con los presentadores del libro, Nieto y Segura, éstos apuñalan por la espalda a la llamada "Tinaco", ya en confianza (Cfr., ibid., p. 79):
-Yo si la admiro -intervino Nieto-. La admiro porque siendo la poetisa más cursi, ramplona y analfabeta de México, ha reptado con una habilidad increíble para llegar al lugar donde está.

-… Miss Piggy es la virreina del Conafoc. Todo pasa por su oficina: ella reparte becas, premios, ediciones, viajes al extranjero…

-Hay veces en que uno debe ser mentiroso por diplomacia -explicó Segura-. La Tinoco nos invitó a presentar su libro. ¿Qué querías? ¿Qué se lo hiciéramos pedazos enfrente de sus amigos? Hubiera sido una chingadera. Ella sabe que le hicimos un favor y dentro de poco nos lo va a tener que pagar. Así funciona esto: hoy por ti, mañana por mí. (Ibid., p.74).

Después sigue una cátedra de cinismo e hipocresía en la que Evaristo descubre que en la verdadera crítica no cuenta lo que se dice en público, "la neta" sólo se dice en el café, en el bar, en las reuniones, siempre y cuando el aludido no esté presente. Así se van desmoronando los ideales del nuevo detective.

Serna unifica de este modo los espacios opuestos. Para Evaristo resulta que el medio cultural es tanto o más criticable que el policiaco, ya que en éste las reglas son implícitas y conocidas por todos: hay corrupción y se sabe que esa es la norma, pero paradójicamente también existe la lealtad. En el mundo intelectual todo se resuelve con hipocresía y simulación, el poder se adquiere a base de un prestigio que se consigue pasando por encima de la calidad artística, la reputación e, incluso, la amistad. Los códigos de honor entre los judiciales e intelectuales son diferentes. En el texto de Serna, el Borrego y el Chamula, dos personajes de la judicial, se enfrentan por la fidelidad a Maytorena, a tal grado que el Chamula mata a quemarropa al Borrego por atreverse a cuestionar la conducta del comandante. En la siguiente cita puede verse no sólo la capacidad crítica sino también reflexiva de Evaristo:

Un efluvio incesante de reflexiones [a-punta el narrador] lo mantuvo despierto hasta el despertar de la aurora … Como asesino, el Chamula era indefendible, pero podía dar una lección de lealtad y honradez a los dos literatos, que vivían en un mundo de palabras, y sin embargo habían degradado el lenguaje hasta despojarlo de todo compromiso moral. ¿Cuántos escritores habrían sido víctimas de su retórica fraudulenta? El Borrego estaba muerto por decir lo que pensaba y el Chamula lo había matado por atreverse a decirlo, de acuerdo con un código de honor incomprensible para Nieto y Segura, que en materia de nobleza y hombría quedaban muy por debajo de cualquier gatillero. (Ib-id., p. 79).

El lenguaje de la novela negra también presenta sus características. Narcejac al hacer la revisión histórica de este género, define su lenguaje así:

El arte del escritor también se transformó. La belleza de la frase se convirtió en secundaria… El estilo sólo quiere ser eficaz. Un estilo hablado, con repeticiones, pesadez, groserías, improperios. El argot tomará el primer lugar… Era normal que el lenguaje se descompusiera, perdiera músculos y nervios para conservar sólo la viscosidad del plasma, del caos original. (Narcejac, op. cit., trad. de Vida Valero, p. 1662).
Serna tendrá que utilizar un lenguaje rudo y violento para dar verosimilitud a su relato, pues como se ha venido viendo, la realidad reflejada en su novela no es la de un cuento de hadas. Por eso emplea el narrador en tercera persona, interrumpido por los diálogos heredados, según Giardinelli, del Western y que son de "… estilo seco, frío, cambiante de la cordialidad al gruñido, como años más tarde se admirará en el sarcasmo del Marlowe de Chandler". (Op. cit., p. 37.)

La realidad cruda y descarnada que presenta Serna hará que este tipo de lenguaje trascienda del medio de la policía y del pseudointelectual para instalarse, incluso, en las relaciones de pareja:

-¿Se puede saber quién es la dichosa Fabiola? -le preguntó en un tono despectivo que presagiaba tormenta.
-Una escritora a la que estoy investigando.
-La estarás investigando muy a fondo, porque te quedaste con sus calzones
-Dora Elsa le arrojó la prenda a la cara. ¡Hijo de la chingada! ¡Te rompen la cabeza por andar cogiendo con esa puta y aquí está la pendeja que te viene a curar las heridas. (Serna, op. cit., p. 125).


Este diálogo, en el que se advierten las características mencionadas, revela también otro ingrediente del género negro: "… interludios amorosos, apenas sugeridos por casi todos los autores, pero presentes de distintas maneras como un condimento narrativo indispensable". (Giardinelli, op. cit., pp. 33-34).
Evaristo conoce a Dora Elsa en un cabaret de mala muerte, el Sherry's, que frecuenta con su jefe. Ella es una "encueratriz", también víctima del sistema, que para ganarse la vida y mantener a su pequeña hija trabaja en la variedad y "ficha". Sin embargo, Dora Elsa tiene valores. "… conservaba un fondo de honestidad, un elemental respeto por los demás que habían perdido Fabiola Nava, Perla Tinoco y demás brujas de su calaña [piensa Evaristo al comparar a su novia con las intelectuales que acababa de conocer]". (Serna, op.cit., p. 125).

La relación entre Evaristo y Dora Elsa es clave para la estructura narrativa de la novela, pues en ella el protagonista finca sus esperanzas de tener una vida diferente, libre y normal. Es también un motor que lo hace reconocerse como un ser bueno y verdadero, y por eso siente que puede encontrar al asesino de Lima; quiere ser un héroe, los ideales reencarnan con la fuerza poderosa del amor. Al morir Dora Elsa (no sería verosímil que terminara en un happy end), durante un tiroteo en el que pretenden atrapar a Evaristo -recuérdese que a estas alturas ya es el principal sospechoso, chivo expiatorio, de la muerte de Lima- el protagonista toma conciencia de que no se puede ser libre después de pertenecer a la mafia de la judicial:

Su principal error [dice el narrador] había sido creer que después de reptar por más de quince años en las cloacas de la judicial, podía salir a la superficie oliendo a rosas y enamorarse de una mujer sin hacerle daño… La muerte de Dora Elsa lo había devuelto drásticamente al inframundo del que había intentado huir, ahora en calidad de víctima. (Ibid., p. 186).

El punto de encuentro de Dora Elsa y Evaristo, como ya se ha señalado, es un cabaret de mala muerte, un tugurio oscuro de ambiente grotesco, iluminado con luces de neón, en el que los travestis y las prostitutas se pasean a sus anchas en el claroscuro sórdido donde la droga corre con facilidad, y las niñas, apenas mujeres, aprenden a desnudarse y a venderse al mejor postor. Este espacio clandestino es un rasgo más de la novela negra, que como apunta Giardinelli, constituiría una parte más de la "negritud" de este género. En El miedo a los animales, no sólo es el cabaret, sino el mismo medio policiaco con sus cloacas y su ambiente aterrador de corrupción, tortura y crimen.

Todos estos componentes, los rasgos del héroe (detective-víctima), el lenguaje y el ambiente negro hacen que el lector quede atrapado en el suspenso que Narcejac define como:

La espera de algo cuya naturaleza no conocemos… El suspenso es la novela de la víctima. Ésta es el personaje oscuramente amenazado, siente que se está metiendo en una trampa, pero ignora la naturaleza de esa trampa (al igual que el lector). (Op. cit., trad. de Vida Valero, pp. 1665-1667).

De la misma forma que Evaristo, el lector de El miedo a los animales ignora a dónde va a desembocar la intriga, pero mientras la novela va mostrándole una serie de revelaciones, sobre todo del medio intelectual -pues la decadencia y la corrupción judicial son lugares comunes-, no puede dejar de sorprenderse y replantearse los juicios o prejuicios que tenía de este medio. La novela se vuelve así el planteamiento crítico de un espacio que se había mantenido alejado fundamentalmente de la corrupción. El relato de Serna es verosímil porque el lector ve aludida en él su propia realidad.


En nuestro país, la autenticidad de la postura intelectual y periodística es cuestionable, el autor está consciente de que la crítica independiente también tiene su precio, de que el trabajo intelectual es poco reconocido y muchos talentos se venden al mejor postor. Luego, ya bien colocados, los intelectuales cambian, aminoran sus ataques, para que no se vea tan mal, y de paso afirman con ello que la libertad de prensa sí existe, que hay libertad de expresión. Otro asunto son los grupos, donde los ritos de iniciación y complicidad son sus bases.
Las becas mensuales y al extranjero también contribuyen a que los intelectuales cambien de puntos de vista, de perspectivas y hasta de grupos. Los que antes eran amigos, de pronto ocupan las páginas de los suplementos culturales para lanzar graves acusaciones en contra de los que antes habían sido la mugre de sus uñas y hasta sus compadres. Las leídas de cartilla, los compromisos al pertenecer a un grupo prestigioso cierran las bocas y acallan las plumas de los críticos más aguerridos. Los más reconocidos intelectuales de pronto pa-san, si no a las nóminas, sí a la imagen del canal de las estrellas. Y si a alguien se le ocurre cuestionar, se le contesta que se trata de "complejos", hay que estar cerca de las masas y quizás auténticamente sienten que de verdad están culturizando a este país. La cualidad contestataria del arte y la literatura queda, así, mediatizada por completo.

De manera paradójica a lo esperado, Evaristo realiza sus anhelos. Ya detenido por el asesinato de Roberto Lima, en Almoloya escribe su primera novela, gana un concurso literario y por fin descubre al asesino de Lima. Sin embargo, este triunfo sólo sirve para acentuar más su desencanto. Casi al final de la novela, el asesino revela a Evaristo el sentido de los anónimos en los que se identifica a los animales con los judiciales y que dan título a la novela. Sin embargo, el medio intelectual es reflejado de tal manera que Evaristo prefiere volver a la judicial, porque ahí por lo menos la corrupción es más abierta, uno sabe a qué atenerse. Regresa porque según sus propias palabras: "Necesitaba respirar aire puro." (Serna, op. cit., p. 269). Lo que demuestra que el medio intelectual es más hipócrita, deshonesto y asfixiante que el de la Procuraduría.

No obstante, la literatura y el arte son los únicos espacios en los que el hombre todavía puede acercarse a las causas de la experiencia vitalmente humana, y por eso, tal vez, Serna se plantee que vale la pena desenmascarar, por medio del humor, los problemas que traen consigo la simulación y la búsqueda de poder, quizá generados, sobre todo, por la injerencia del Estado en el medio cultural e intelectual.

Borges muestra la virtud del cuento y la novela policiales: "En esta época nuestra, tan caótica, hay algo que, humildemente, ha mantenido las virtudes clásicas: el cuento policial… Yo diría, para defender la novela policial, que no necesita defensa… está salvando el orden en una época de desorden." (Borges, oral, p. 80).

Esta virtud también se puede aplicar a la novela negra de Serna, pues él da forma, cuerpo y materia al caos de la corrupción e hipocresía que impera en dos medios fundamentales de nuestro país y de nuestra época.




Bibliografía
Borges, Jorge Luis, "El libro" y "El cuento policial", en Borges, oral, Buenos Aires, 1979, Emecé, pp. 13-24 y 65-80.

Giardinelli, Mempo, El género negro, México, 1996, Universidad Autónoma Metropolitana, 2a. ed., 282 p. (Molinos de viento, núm. 109).

Marcus, Steven, "Introducción", en Dashiell Hammett, El agente de La Continental, Madrid, 1980, Alianza Editorial, 3a edi., pp. 7-26.

Narcejac, Thomas, "Le roman policier", en Histoire des littératures, 3, París, 1958, Gallimard, pp. 1644-1670.

Serna, Enrique, El miedo a los animales, México, 1995, Joaquín Mortiz, 269 p. (Narradores contemporáneos).